Juan Magariños de Morentin
I (en alguna relación) CONSIDERADA COMO REPRESENTACION |
1 Entidades constitutivas: *Para 1: cualisignos *Para 2: sinsignos *Para 3: legisignos |
2 IMAGEN
MATERIAL VISUAL 1/plástica 2/figurativa 3/conceptual 4/por combinatoria de
los anteriores (modos posibles de presentación) |
3 Selección perceptual en sistemas posibles de: *Para 1: cualidades *Para 2: existentes *Para 3: normas IDENTIFICACION |
|
(Algo) UNA PROPUESTA DE PERCEPCION VISUAL |
II (por algo) DESTINADA A LA CONFIGURACION DE UNA FORMA |
4 Componentes analítico- constructivos: *Para 1: qualia *Para 2: contornos de oclusión / ejes
/marcas *Para 3: estructura de sostén / morfología |
5 ATRACTOR *Para 1: abstractivo *Para 2: existencial *Para 3: simbólico |
6 Agrupamientos hacia: * el interior * el exterior RECONOCIMIENTO |
|
III (para alguien) PARA SU
VALORACION |
7 Actualización del efecto de sentido *Para 1: Semiótica plástica *Para 2: Semiótica figurativa *Para 3: Semiótica conceptual |
8 MOSTRACION *Para 1: de carencia *Para 2: de semejanza/ diferencia *Para 3: del lugar en un sistema |
9 Interrelación posible: con todas y cualquiera de las semiosis sociales
efectivamente vigentes INTERPRETACION |
(Figura 1. [9 canales trabajando en
paralelo])
INTRODUCCIÓN
Para intentar una construcción rigurosa de una semiótica de la imagen visual o, quizá con mayor precisión, de las diversas semióticas posibles a partir de la imagen visual, puede comenzarse esbozando las relaciones que constituirían el signo específico de dicha semiótica o de cada una de dichas semióticas, en cuanto particularización del correspondiente signo de la semiótica general. Para ello utilizaré un repertorio de operaciones cognitivas vinculadas, muy próximamente pero sin dogmatismos, a la semiótica peirceana.
Como primer acercamiento, es necesario ubicarse en el ámbito de las percepciones visuales. Mi trabajo pone especial cuidado en diferenciar a la semiótica de la imagen visual respecto de la semiótica del habla o de la lengua o, también, respecto de cualquier otro tipo de semiótica particular que no sea la visual. Así pues, quedarán excluidas de este trabajo las reflexiones pertinentes a otras percepciones que no sean visuales y se desarrollarán, por el contrario, reflexiones que pretenderán ser específicas, exclusivamente, a la problemática de la percepción visual. Esto tampoco implica aislar lo visual, ya que, como cualquier otra semiosis, requiere de las restantes, vigentes en determinado momento de determinada sociedad, para su interpretación.[1]
Pero no es suficiente con esta ubicación centrada en la percepción visual. Para que una percepción visual (el “algo” peirceano; 2.228) sea el objeto de estudio de una semiótica, se requiere que cumpla con un conjunto de condiciones necesarias para su caracterización como signo. De lo contrario, la percepción se limitaría a tener las cualidades informativas que D. Marr (1982: 3) le atribuye a la visión: “saber qué hay dónde, mirando” (“to know what is where by looking”); mientras que, al incluirla en una semiótica, o sea, al modificar la percepción en cuanto signo[2], se le atribuye, fundamentalmente, la cualidad de suscitar en una mente la posibilidad de que se la considere como sustituyente de otra forma que no es la que se está percibiendo.
Así, la aproximación a una definición de signo, correspondiente, de modo todavía general, a una semiótica de la imagen visual, puede formularse del siguiente modo:
(algo -something) una propuesta de percepción visual,
(que está en alguna relación -which stands... in some respect or capacity) considerada como representación,
(por algo -...for something) destinada a la configuración de una forma,
(para alguien -to somebody) para su valoración por el perceptor (Figura 1).
A este tipo de percepción visual lo designaré “imagen material visual”. Esta exigencia de que la imagen sea material se refiere a la necesidad de un soporte físico, para admitirla como punto de partida de un análisis semiótico, sin diferenciar, al menos por el momento, entre las distintas calidades de tal soporte físico: tela, papel, pantalla, etc., ni entre los diversos sistemas de producción de la imagen: pintura al óleo, fotografía, pixels, etc. Pretendo, en cambio, dejar establecida la diferencia de estas imágenes materiales visuales, tanto respecto de las imágenes perceptuales como de las imágenes mentales. Las imágenes perceptuales o visuales son una clase de imágenes sensoriales, teniendo en cuenta que “una experiencia sensorial primaria es un acontecimiento cognitivo evocado directamente por la estimulación de un órgano sensorial” (“A primary sensory experience is a cognitive event evoked directly by the stimulation of a sensory organ”, R. W. Langacker, 1987: 111). De modo semejante, Kosslyn se refiere al “procesamiento visual de bajo nivel” en cuanto , “se guía exclusivamente por el input de los estímulos” (“is driven purely by stimulus input”, 1996: 53).
En lo que respecta a las imágenes
mentales, su existencia ha sido reiteradamente negada o se las ha
considerado, en especial por Pylyshyn (1981), como epifenómenos que “tendrían
poca o ninguna utilidad para el cálculo, incluso en el caso de que pudieran
tomarse en cuenta desde un punto de vista calculatorio” (“depictive
images would have little or no computational utility, even if they were
computationally tractable”, citado en S. M. Kosslyn, 1996: 404) o como una
metáfora originaria que anticipa el concepto de representación (E. Mac
Cormac & M. I. Stamenov, 1996: 19), hasta estabilizarse el concepto de que
“las imágenes son representaciones internas que ‘reemplazan’ a (re-presentan)
los correspondientes objetos” (“images are internal representations that ‘stand
in’ for (re-present) the corresponding objects”, Kosslyn, 1996: 3).[3]
Frente a estas dos clases de
imágenes, las imágenes materiales son un objeto más del mundo
exterior que puede ser percibido y que, por tanto, como todos los restantes
objetos del mundo, puede dar lugar a una o múltiples imágenes
perceptuales y puede almacenarse y transformarse en la memoria visual
como una o múltiples imágenes mentales. La diferencia respecto a
los restantes objetos del mundo consiste en la característica, señalada en su
anterior definición, acerca de su capacidad para que un eventual perceptor
considere a dicha imagen material como una representación, destinada a la
configuración de una forma, para su valoración. En cambio, el perceptor
considera a la percepción de los “restantes objetos del mundo” como información
visual destinada a organizar algún tipo de comportamiento.
La vinculación entre las
características de la imagen material visual y los procesos simbólicos que se
cumplen en el sistema visual es fuerte, como ya la advirtió D. Marr: “El punto
que quiero establecer es que, a partir de nuestra habilidad para interpretar
determinadas clases de dibujos, podemos inferir con cierta consistencia que
deben existir determinadas clases de procesos simbólicos en nuestros sistemas
visuales” (“The point I wish to make is that from our ability to interpret
certain kinds of drawings, we can infer with some confidence that certain kinds
of symbolic processes must exist in our visual systems”; D. Marr, 1976: 653);
sólo que, además, aquí me interesa explorar la validez posible y,
eventualmente, aplicar la proposición inversa, según la cual dados ciertos
procesos neurológicos y simbólicos inherentes a nuestro sistema visual, es
posible conocer cómo opera el proceso de interpretación de las imágenes
materiales visuales.
1.- IDENTIFICACION
Pero ya advertí que la
consideración unitaria de una semiótica de la imagen visual no daba cuenta de
las diversas posibilidades, ni de las distintas exigencias, abarcadas bajo la
expresión de “imagen material visual”. Esta, en efecto, puede estar construida
para mostrar (1) cualidades o (2) existentes o (3) normas o (4) la
combinatoria de dos o tres de estos aspectos, lo cual, con mayor o
menor presencia de uno u otro, es lo habitual. En sus propuestas puras
o meramente predominantes, las imágenes visuales se distribuyen,
aproximadamente, entre las tres variedades a las que se pueden aplicar las
denominaciones que genera Peirce de: “cualisignos icónicos” (la forma de las
cualidades), “sinsignos icónicos” (la forma de los existentes) y “legisignos
icónicos” (la forma de las normas; 2.254, 2.255 y 2.258). Pero me interesa
destacar algunos aspectos que especifican estas tres clases de imágenes
materiales visuales, en cuanto “modos posibles de presentación” (“Modes of
possible Presentation”; 8.347) aun cuando no coinciden específicamente con la
propuesta peirceana.
1.1 Imagen material visual
plástica
Entiendo, en este trabajo,
por “cualisigno icónico” a una imagen material visual que muestre puras
cualidades visuales, ya correspondan a color, a textura o a forma, sin
que, en ninguno de estos casos, remita a algún existente o a norma alguna. Más
adelante podré decir, pese a su carácter negativo, que la condición es que no
configuren ningún atractor existencial ni simbólico. Pero sí necesita configurar
algún atractor (lo que es inherente a toda imagen perceptual),
que, en este caso, será abstractivo o signo de abstracción,
(“abstracciones tales como color, masa, blancura, etc.”; “abstractives
such as Color, Mass, Whiteness, etc.”; Peirce, 8.366), para conservar su
carácter representativo. Se supone, en este caso, que el productor
propone una percepción visual y que el intérprete percibe una propuesta visual
cuya única relación de representación se establece respecto de
determinadas sensaciones subjetivas o qualia en cuanto posibles
“propiedades de la experiencia [en nuestro caso, visual] consciente”
(“properties of conscious experience”; aun cuando, como veremos,
negadas por D. C. Dennett, en A. I. Goldman (Ed.), 1995: 381).[4] Cuidando de no permitir cierto margen al
equívoco, se corresponde con lo que se ha llamado “signo plástico”, entre
otros, en los trabajos del Grupo m, donde, al margen de lo que se entiende por
arte no-figurativo en el transcurso del siglo XX, se citan como ejemplos “los
emplomados de los vitraux cistercienses, los trazos de las ilustraciones
irlandesas, los trabajos femeninos de pasamanería, etc.” (“les plombs des vitraux cisterciens, les entrelacs des enluminures
irlandaises, los ouvrages de dames en macramé, etc.”; 1992: 186).
1.2 Imagen material visual
figurativa
Entiendo, en este trabajo, por “sinsigno
icónico” a una imagen material visual que muestre una concreta analogía con un
existente, lo que enfatiza Peirce: “donde la sílaba sin se toma
como significando ‘ser el único’, como en singular, simple, en
latín semel, etc.” (“where the syllable sin is
taken as meaning ‘being only once’ as in single, simple, Latin semel,
etc.”; 2.245, y también, de modo semejante, en 8.334). El problema central de esta clase de imágenes se sitúa en un ámbito
conceptual afín al cognitivamente conocido como “reconocimiento de objetos”,
con la particularidad de que estas imágenes proponen el reconocimiento de
objetos a través de su representación, lo que da origen la problema conocido
como “iconicidad” (Santaella & Nöth, 1998: 39ss). En general, ofrecen la
apariencia de imágenes perceptuales, hasta el punto de poder proponerse como trompe
oeil, en los casos en que simula verse el objeto no como representado sino
como efectivamente existente. La construcción de estas imágenes materiales está
destinada a provocar, en el intérprete, la operación de configurar un atractor
existencial, con las componentes dinámicas que posea almacenadas en su
memoria visual. La calidad del existente, no obstante, puede ser imaginaria,
con todas las posiciones intermedias del gradiente que distancie a la imagen
material visual de la realidad, o sea, de la efectiva imagen
perceptual tal como se la ha aprendido a construir filogenética (Hoffman, 1998:
71) y socialmente. Se supone, en este caso, a diferencia del anterior
cualisigno icónico, que el productor propone una percepción visual y que
el intérprete percibe una propuesta visual cuya fundamental relación de
representación se establece como sustituto de la imagen perceptual que hubiera
sido el resultado, en la retina, de una efectiva percepción o de una percepción
posible y aún imposible pero imaginable. Así, la imagen material visual
que puede designarse “sinsigno icónico” participa de la imagen perceptual, en
cuanto el intérprete efectúa una efectiva percepción (del objeto imagen
material), y participa también de la imagen mental, en cuanto representación no
determinada por el mundo exterior sino neurológica y culturalmente construida
como interpretación (mendaz, según D. D. Hoffman, 1998: 18) de la propuesta
visual, sin ser, no obstante, ninguna de las dos. El productor finge la
efectiva presencia de un objeto que se estaría percibiendo, sea éste real o
imaginario. Esta presencia fingida exige la actualización de determinadas
cualidades del existente (según, como veremos, su correspondiente registro
mnemónico), por lo que el sinsigno icónico necesita del cualisigno icónico
(Peirce, 2.245). Se corresponde, a grandes rasgos, con lo que se denomina “imagen
figurativa” y con uno de los usos más genéricos y banales del término
“ícono”.[5]
1.3 Imagen material visual
conceptual
En tercer término, entiendo, en
este trabajo, por “legisigno icónico” a una imagen material visual que
muestre la forma de determinadas relaciones ya normadas en determinado momento
de determinada sociedad. Estas formas son réplicas de aquellas leyes o
normas, de tal modo que “no serían significativas si no fuera por la ley que
las constituye en tales” (“nor would the Replica be significant if it were not
for the law wich renders it so”; Peirce, 2.246). La norma o ley que permite
desentrañar su carácter representativo, o sea, saber qué formas se están
configurando de modo que pueda evocarlas quien las percibe, preexiste en la
sociedad, y la imagen material visual, al utilizar determinadas cualidades formales
preestablecidas, actualiza, en la memoria visual del intérprete, el atractor
simbólico que se corresponde con tales normas o leyes. Peirce
desarrolló una de las partes más importantes de su obra: “Existential Graphs”
(al menos, una que él estimó tanto como para añadirle, como epígrafe, la
expresión “My chef d´oeuvre”) de modo que constituyera una clara propuesta
icónica representativa de determinadas leyes de su lógica simbólica: “Un grafo
lógico es un grafo que representa las relaciones lógicas icónicamente,
constituyendo una ayuda al análisis lógico” (“A logical graph is a graph
representing logical relations iconically, so as to be an aid to logical
analysis”; 4.420). Cada uno de tales grafos constituye un legisigno icónico en
su más estricto sentido[6].
En este caso, el productor
propone una percepción visual y el intérprete percibe una propuesta visual cuya
relación de representación consiste en la actualización de los rasgos
socialmente asignados para la comunicación de determinadas estructuras y
procesos conceptuales o hábitos y valores ideológicos. En definitiva,
no hay pura experiencia perceptual, como es el caso de los cualisignos
icónicos, ni analogía existencial, como es el caso de los sinsignos icónicos,
que sean suficientes para comprender el carácter representativo de la imagen
material visual que se designa como “legisigno icónico”. Para llegar a
comprenderlo se requiere además y predominantemente el conocimiento de
determinada convención y de aquellas leyes o normas que la actualizan en la
configuración propuesta. Esto reafirma el carácter simbólico o “conceptual”
de estas imágenes materiales visuales y su dependencia de un determinado
sistema interpretativo, temporal y/o espacialmente delimitado. Modificado el sistema
cultural vigente de interpretación, la misma imagen material (que, no obstante,
ya no es la misma) provoca, en el intérprete, un comportamiento cognitivo que
se corresponde con otra semiótica. La imaginería religiosa, en la baja
edad media, tenía una cualidad predominante de legisigno icónico, ya que formas
y colores estaban codificados y respondían a normas precisas. Para el
intérprete actual, perdidos o mayoritariamente desconocidos aquellos códigos,
las mismas obras han pasado a ser contempladas, predominantemente, como
sinsignos icónicos.
1.4 Imagen material visual por
combinatoria de las anteriores
Las tres clases de imágenes
materiales visuales cuya diferencia y especificidad acabo de esbozar se
presentan, en la práctica, como combinatoria y predominio de unas respecto de
las otras y/o, también, pasando de ser consideradas como unas a ser
consideradas como las otras, según la vigencia de estructuras diferentes en
diferentes tiempos y/o en diferentes sistemas sociales. O sea, podrá afirmarse
que, en determinado momento de determinada sociedad, determinada imagen
material visual es predominantemente, por ejemplo, un sinsigno icónico,
pero su análisis mostrará que incorpora aspectos de cualisigno icónico
que son indispensables para su configuración y que incluye entre sus propuestas
visuales aspectos de legisignos icónicos que provienen de
simbolizaciones vigentes en el ámbito social en el que circula. Y lo mismo
ocurre cuando predomina alguna de las otras dos clases de imágenes materiales
visuales.
No obstante, al menos en el
espacio de esta triple división, cada clase de imagen material resulta
interpretada por la mente de su perceptor mediante la activación de operaciones
cognitivas diferentes. Esto motiva la necesidad de desarrollar semióticas
específicas y diferentes para cada clase de imagen material visual.
2.- RECONOCIMIENTO
En el punto 1, relativo a la
calidad representativa de la imagen material visual, se establecieron
las variantes perceptuales que activarían las correspondientes operaciones
mentales, cada una de ellas conducente a una identificación específica.
Ahora, en este punto relativo a los componentes que intervienen en la
configuración de determinada forma, se establecerán las entidades que
irán asociándose hasta actualizar, en la memoria de un perceptor, el
atractor correspondiente, por aceptación del cual se producirá el reconocimiento
que satisfaga la calidad representativa de la imagen material visual.
Según esto, la producción de una
imagen material visual está destinada a configurar, en la mente del intérprete,
una forma. Esta tarea de configuración se cumplirá mediante operaciones
cognitivas específicas y diferenciales, según que las propuestas perceptuales
seleccionadas por su productor consistan en cualidades, existentes o normas.
El objeto o fundamento de esta
imagen material visual (el “por algo” peirceano; 2.228)
consiste en aquello que está efectivamente representado por ella.
Pero, por una parte, el proceso de tal representación habrá de cumplirse
mediante alguna o varias de las operaciones de reconocimiento
puestas en funcionamiento según sea la construcción plástica, figurativa o
conceptual que se realice sobre la imagen material visual; y, por otra parte,
lo que se obtiene como efectivamente representado en tales imágenes no debe
confundirse con objeto real alguno. En el caso, mucho más
abstracto, del lenguaje verbal y pese a la insistencia positivista, está
adecuadamente argumentado que “lo que la tradición filosófica llama la referencia
de la palabra [...] no concierne a la contraparte mundo-real del
concepto sino a las representaciones mentales vinculadas al concepto
según las modalidades perceptuales y motrices” (“what the philosophical
tradition calls the reference of the word [...] it concerns not the real-world
counterpart of the concept but the mental representations linked to
the concept in the perceptual and motor modalities”; R. Jackendoff, 1993: 56).
La eficacia configuradora de la imagen material visual, en cuanto resultado de
la aplicación de las operaciones de reconocimiento a la propuesta perceptual,
tampoco remite a determinadas formas del mundo real, sino a determinadas
representaciones mentales, archivadas en la memoria visual, para las que
utilizaré el nombre de “atractores”. Éste es el ámbito existencial
[7] en el que se encuentra el objeto
o fundamento de la imagen material visual: la memoria visual.[8] Lo que la mente del intérprete configura,
a partir de la propuesta consistente en la imagen material visual, es una forma
respecto de la cual tratará de encontrar la efectiva imagen mental mnemónica
que, con mayor semejanza, resulte activada por la percepción de aquella imagen
material; y, a su vez, la disponibilidad de determinadas imágenes mentales
mnemónicas conducirán a que, en la percepción, se construya determinada y no
otra configuración. La coincidencia de las redes corticales de la percepción y
de la memoria ha conducido a su inclusión en un conjunto al que se designa como
“memoria perceptual” (J. M. Fuster, 1995: 114), ámbito de pertenencia del
atractor en el que se articulan percepción y memoria, lo que también permite
afirmar que “los mecanismos de la percepción visual de alto nivel se utilizan
también en la imaginería visual mental” (“the mechanisms of high-level visual
perception are also used in visual mental imagery”; Kosslyn, 1996: 285).
Denomino, en general, “atractor”
a un conjunto de formas, que, en un momento dado, ya está
organizado, con cierta constancia, en una imagen mental (sin que corresponda
evaluar lo correcto o incorrecto de tal organización, sino su vigencia o falta
de vigencia, dejando lugar a las plurales variaciones culturales), cuya relativa
reiteración o constricción psicológica u operación voluntaria de fijación (J.
M. Fuster, 1995: 101) ocasiona su permanencia en la memoria, y que, por tanto,
se encuentra disponible para contrastarse con un determinado conjunto de formas
ocasionalmente percibido, permitiendo identificar (o no) a este último como una
de sus variantes posibles.
Denomino, en particular, “atractor”
de una imagen material visual a un conjunto de formas, que,
en un momento dado, ya está organizado, con cierta constancia, en una imagen
mental almacenada en la memoria visual, la cual se actualiza o no por su
correspondencia o falta de correspondencia con la configuración que el
perceptor efectúa a partir de dicha imagen material visual propuesta.
Lo que fundamenta la necesidad
de considerar un conjunto plural de semióticas de la imagen visual, en vez de
tratarlas de forma unitaria, son las diferentes clases de operaciones que
resultan exigidas por las diversas materias primas perceptuales (cualisignos,
sinsignos, legisignos), para la recuperación del atractor correspondiente.
2.1. Propuestas perceptuales normadas o conceptuales: atractor simbólico
Hablar de “tipos” como formas
cuya configuración responde a determinadas exigencias taxativamente normadas,
tiene, en una semiótica de la imagen visual, un espacio conceptual sumamente
acotado y específico. Sólo si se trata de legisignos icónicos, o
sea, de una selección de elementos perceptuales socialmente normados, los
atractores simbólicos (en cuanto exclusivamente
constituidos a partir de una convención o acuerdo establecido en un determinado
sector social; “we do find symbol early and often used to mean a convention or
contract”, dirá Peirce: 2.297) poseídos por el intérprete y que intervienen en
el reconocimiento de cada una de las figuras que se proponen a la percepción
visual pueden considerarse organizados en un sistema y, por
tanto, tendrán el carácter de tipos. Esto sin perjuicio de que,
en la actualidad, la extensión del universo de tales legisignos icónicos sea
grande y creciente. Tal es el caso, por ejemplo, de las palabras de un texto
escrito, las relaciones de conexión y distribución visual de un diagrama, los
pictogramas que organizan la circulación pública o la seguridad de los
pasajeros en las aeronaves o la orientación pública en las exposiciones
internacionales y en la celebración de juegos olímpicos, etc., etc. (ver O.
Aicher & M. Krampen, 1979). Estos y su sistema pertinente preexisten,
como estereotipos preconfigurados, en el ámbito social al que pertenece el
intérprete. En estos casos, las propuestas de la imagen material visual
tienen una libertad de variación relativamente acotada, debiendo adecuarse a
las características con que circulan socialmente tales percepciones (o sea, a
la estructura de cada una de las formas de los símbolos constitutivos de esta
clase de imágenes materiales visuales). Del mismo modo, las configuraciones que
puede organizar el perceptor están también sometidas a las características del
registro o sistema con que las organiza en su memoria visual, conforme a pautas
sociales aprendidas. Este atractor, por tanto, sería una forma canónica
que sólo admitiría mínimas posibilidades de variación. Con este
enfoque, ciertas propuestas como las de los geones de I. Biederman
(1995: 12ss), el esquema codon propuesto por Hoffman y Richards (citado
en S. Ullman, 1996: 27 y ver, también, en D. D. Hoffman, 1998: 84 y 89 las
reglas “de pliegues cóncavos” y “mínima”, que segmenta la imagen usando
este criterio, sin mencionar el término “codon”) e, incluso, el catálogo de los
modelos 3D de D. Marr (1982: 318), serían más adecuadas para configurar
estos atractores que estamos denominando “simbólicos”, que para el objetivo
inicialmente propuesto por estos autores consistente en configurar las formas
de los objetos del mundo. Los esquemas propuestos por estos autores, han
estereotipado las formas del mundo, perdiendo o, al menos, debilitando el
carácter “figurativo” y transformándose o, al menos, fortaleciendo su carácter
simbólico; por ello, su notable semejanza con los pictogramas actualmente
vigentes.
Una característica, quizá la
fundamental, de los atractores simbólicos correspondientes a estas propuestas
perceptuales normadas consiste en estar constituidos, en lo necesario, por una
cantidad mínima de partes. Dinámicamente, el atractor se actualiza en base a
las operaciones de reconocimiento mediante las que se
determinarán los componentes perceptuales de estructura-sostén y
morfología (Cátedra Fontana, 1996: 40) que constituyen los
componentes analítico-constructivos de estas imágenes. O sea, la tarea
constructiva deberá actualizar y proponer a la percepción la estructura-sostén
capaz de generar la imagen conceptual correspondiente y, a partir de ella,
podrá introducir las transformaciones posibles sin llegar a destruir dicha
estructura-sostén. Tal el caso, por ejemplo, de las letras miniadas de los
códices medievales, en las que la riqueza del arabesco o del paisaje entrevisto
no impiden la recuperación de la estructura básica de la letra en cuestión. Por
su parte, la tarea analítica deberá actualizar y reconocer, tras las
transformaciones inmediatamente evidentes, la estructura-sostén
normativa, socialmente aprendida, que avala su carácter simbólico.
2.2 Propuestas perceptuales existenciales o
figurativas: atractor existencial
Si se
trata de una selección de elementos perceptuales existenciales, los
correspondientes atractores existenciales no están organizados en
sistema o sistemas, o sea, no ostentan el carácter de tipos, sino
que constituyen imágenes de transformación dinámica, en base a polos
diferenciales y espacios intermedios de posibilidad de reconocimiento. Los tipos
tienen que ver con el conocimiento y, en su devenir histórico, con determinado
estado del sistema en el que se incluyen y que corresponde a la verdad de
ese momento de esa sociedad. Los atractores existenciales tienen
que ver con el reconocimiento, que se produce con independencia de su verdad o
falsedad y sólo tiene en cuenta la vigencia de determinado tipo
de discurso (visual, en este caso) en determinado momento de determinada
sociedad. El ejemplo correspondiente a este tipo de imágenes materiales
visuales lo constituye cualquier representación de las denominadas “figurativas”,
basadas en procesos de reconocimiento analógico (Fig. 3) y la explicación de
las características, plenitud o limitaciones de cuya semejanza ha dado lugar a
la polémica sobre la iconicidad que U. Eco describe y respecto de
la cual toma posición (entre otros textos, en 1977: 325ss y 1999: 391ss;
también Groupe m, 1992: 124ss; G. Sonneson, 1989: 220ss)
Dinámicamente,
el atractor se actualiza en base a las operaciones de reconocimiento que
determinarán las marcas, los ejes y los contornos de
oclusión, en cuanto componentes perceptuales mediante cuyo agrupamiento
interior y/o exterior se irá configurando la forma, hasta que se concrete el
atractor. Nocionalmente, me aproximé a este tema en un trabajo anterior (J.
Magariños de Morentin, 1999).
Las marcas, para el Grupo m, son entidades que se encuentran fuera del límite a
partir del cual el significante se articula en determinantes,
“más allá
de ese límite, las entidades correspondientes a los tipos dejan de articularse
en subentidades correspondientes a los tipos subordinados. Sin embargo, es
posible describirlas como el resultado de la articulación de manifestaciones
icónicas complejas. Llamamos marcas a esas manifestaciones. Se
definen por la falta de correspondencia con un tipo”; frente a esto último, preferiría
decir que se definen por su incapacidad para determinar un atractor (“Au-delà
de cette limite, les entités correspondant à des types cessent de s’articuler
en sous-entités correspondant à des types subordonnés. Il est cependant possible de les décrire comme le résultat de
l’articulation de manifestations iconiques complexes. Nous nommons marques
ces manifestations. Elles se définissent par l’absence de
correspondance avec un type”: 1992: 151).
El
concepto de marca conserva toda su importancia en la semiótica
figurativa que intento desarrollar, especialmente atendiendo a su aspecto
operativo, con la sola condición de transformar lo que el Grupo m dice
acerca de su articulación o falta de articulación respecto de un tipo,
en su capacidad constructiva respecto de un atractor, pudiendo
definirse, desde una semiótica cognitiva, tal marca como la
mayor porción de imagen cuya percepción todavía no actualiza un atractor
existencial. Por supuesto que no se trata de un mero cambio terminológico,
sino que el rechazo de la designación “tipo” está excluyendo del repertorio de
formas mnemónicas a las constituidas por conjuntos de rasgos normales y
relativamente invariables, que acoté al ámbito de una semiótica simbólica; así
como la opción por la designación “atractor” está suponiendo que el
correspondiente repertorio de formas mnemónicas no está constituido por
unidades perceptuales discretas, sino por zonas de variación identificables en
un continuum de transformaciones. Los límites de admisibilidad de tal variación
vienen establecidos por la vigencia espacial y/o temporal de los hábitos
sociales de percepción (los discursos visuales vigentes).
Los ejes (D. Marr, 1982: 296ss) constituyen uno de los aspectos de la
representación visual de la forma de un objeto (por lo que los ejes se
establecen respecto de la figura) que es fundamental para la tarea de su
reconocimiento y diferenciación. La información proporcionada por los ejes
proviene de la tarea de establecer su disposición espacial (distribución
de los ejes componentes, especificando sus ángulos de inclinación, a lo largo
del eje principal; D. Marr, 1982: 318, 323), orientación y tamaño
relativo. Para Marr, un sistema canónico de coordenadas centrado en el
objeto “debe basarse en ejes [canónicos] determinados por
las características geométricas sobresalientes de la forma [...]. Los ejes
naturales de una forma pueden definirse por alargamiento,
simetría o incluso movimiento (p.e., el eje de rotación), de modo
que el sistema de coordenadas para una salchicha se definiría por su eje
principal y la dirección de su curvatura, mientras que el de un rostro por su
eje de simetría” (“must be based on axes determined by salient geometrical
characteristics of the shape [...] A shape’s
natural axes may be defined by elongation, symmetry or even motion (e.g. the
axis of rotation), so that the coordinate system for a sausage should be
defined by its major axis and the direction of its curvature, and that of a
face by its axis of symmetry”; 1978: 276).
El único
distanciamiento que, aquí, planteo respecto de la propuesta de Marr consiste en
evitar la consideración “canónica” , tanto de los ejes en
particular como de un pretendido sistema de coordenadas. En este trabajo y,
especialmente, atendiendo a su operatividad, defino los ejes (toda figura
posee más de uno) como el conjunto de líneas que puede trazarse articulando los
diversos atractores que componen a la imagen en estudio, articulación
que admite variaciones en márgenes relativamente amplios. De este conjunto de
líneas, una será su eje principal y las restantes serán los ejes componentes o
subcomponentes, de cuya interrelación podrá establecerse la disposición
espacial de la imagen como totalidad, la orientación de
esa imagen total y la de cada una de sus partes en relación al eje principal,
así como el tamaño relativo de cada uno de los ejes componentes,
tanto entre sí como respecto de la figura global. Esto le permite construir
inequívocas (para nuestra cultura) representaciones de diversas formas de
animales mediante limpiadores de pipa, doblados, enrollados, enganchados,
cortados, etc. (1982: 299). Los ejes permiten pasar del reconocimiento de las
partes al reconocimiento de las figuras o, en términos de D. D. Hoffman: “Para
construir objetos, se necesita construir partes. Pero también se necesita [...]
ensamblar esas partes en relaciones espaciales coherentes” (“To construct
objects we must construct parts. But we
must also [...] assemble these parts in coherent spatial relationships”, 1998:
104).
Otro
aspecto es la representación de los contornos de oclusión, sin
que con ello se agoten las operaciones cognitivas involucradas en dicho
reconocimiento, pero que, junto con las marcas y los ejes, proporcionan una
carga de información eficaz y aceptable. Marr define los contornos de
oclusión “simplemente como un contorno que marca una discontinuidad en
la profundidad y que se corresponde habitualmente con la silueta de un objeto
visto en una proyección bidimensional” (“is simply a contour that makes a
discontinuity in depth, and it usually corresponds to the silhouette of an
object as seen in two-dimensional projection”; D. Marr, 1982: 218).
El
reconocimiento de los contornos de oclusión está íntimamente vinculado con la percepción
del movimiento. En efecto, el reconocimiento de objetos es, en principio, el
resultado de la permanente movilidad de la actividad de mirar. Ante la mirada,
nada permanece estático: se mueve el objeto visto y/o se mueve la mirada. El
elemento ficcional básico de las imágenes materiales visuales fijas es su
inmovilidad. Cada objeto visto, en este perpetuum mobile, es percibido
como una superficie de oclusión recortándose sobre otra superficie de oclusión.
La prueba de la autonomía del objeto y, por tanto, su posibilidad de
reconocimiento, es que una superficie de oclusión se desplaza sobre otra
superficie de oclusión. Esto elimina la carga de subjetividad que Marr le
atribuye a la forma (de los objetos) y que ha constituido la crítica
fundamental contra las hipótesis de la Gestalt. El movimiento registrado
visualmente es el origen del reconocimiento de las formas del objeto y, en
consecuencia, por la representación de las correspondientes superficies de
oclusión mediante las líneas que delimitan sus bordes, es el origen del
reconocimiento de las imágenes estáticas (fotografías, cuadros, esculturas) y dinámicas (TV, cine) que representan a determinado objeto.
El contorno oclusivo es previo (sin poder afirmar si, además, es un primitivo),
siendo la línea un elemento disponible para su representación. Por supuesto, en
esta operación, no hay un análisis hacia el interior de la superficie de
oclusión (que estará a cargo del reconocimiento de las marcas y los ejes
constitutivos), sino una mera y elemental posibilidad de reconocer un atractor
a partir del reconocimiento de sus bordes. Lo que agrega el movimiento es su
percepción como totalidad (el desplazamiento, por delante de otras superficies
indiferenciadas, de un borde continuo y cerrado sobre sí mismo) y la posible
percepción de la totalidad de sus formas (el conjunto cambiante de las
superficies de oclusión generadas por el borde al girar el objeto, efectiva o
virtualmente, sobre sus diversos ejes posibles). Todo esto tiene una cierta
vinculación con las experiencias sobre rotación mental de Shepard & Metzler
(ver, por ejemplo, en D. Marr, 1982: 11 y en R. Jackendoff, 1987: 179ss), pero
estas últimas están orientadas a comprobar un efecto en ámbitos relativamente
diferentes; estos autores lo indagan respecto de la imaginería visual ("visual
imagery") como prueba del efectivo cumplimiento de operaciones
imaginarias de rotación mental y, por tanto, como prueba de la efectiva
existencia de las imágenes mentales (en definitiva, los atractores
disponibles), mientras que aquí se lo propone en el campo de la percepción de
las imágenes materiales visuales y referido a la posibilidad de su
reconocimiento mediante los correspondientes atractores.
2.3 Propuestas perceptuales cualitativas o plásticas: atractor abstractivo
Una tercera posibilidad, en cuanto a la calidad de la propuesta
perceptual, consiste en que ésta sea de naturaleza estrictamente cualitativa,
sin que intervengan elementos figurativos o simbólicos en su composición. Así
formulado, se trataría del caso “puro”, que aquí me interesa desarrollar para
establecer su especificidad y sus límites; he dejado ya establecido que, en la
mayoría de las imágenes materiales visuales, constituirá sólo uno de sus
componentes, siendo relativamente reducido el porcentaje de los casos en que la
totalidad de la propuesta perceptual está constituida, exclusivamente, por
propuestas perceptuales cualitativas.
En toda actividad perceptual-cognoscitiva, hay
aspectos elementales, constitutivos de los niveles primarios de lo que se está
percibiendo, que se asimilan sin participación de la conciencia, pero dejando
su huella mnémica, recuperable como propuesta o como reconocimiento perceptual.
Superado ese nivel primario, que varía en diferentes culturas o según
educaciones diferentes o por especialización de la experiencia profesional, se
llega a la posibilidad de la percepción consciente de objetos que están, en
consecuencia, subjetivamente delimitados. En la comunicación verbal
percibimos habitualmente frases, podemos atender a palabras, pero atendemos al
timbre y tono de la voz del que habla sólo fugazmente y perdiendo al menos
parte de la información de lo que se está diciendo y sólo con gran esfuerzo
podríamos individualizar e identificar cada uno de los sonidos que emite la garganta
del hablante. Esto se invierte en el caso del canto, en el que la atención del
oyente se fija en los sonidos que emite la garganta del cantante, en su timbre
y tono y sólo complementariamente llega a atender a las frases que construyen
lo que efectivamente significa, lo que canta. Las pinceladas de
Tintoretto, del Greco o de Velázquez son lo más interesante de su obra, cuya
temática carece de vigencia y constituye una información complementaria y
anecdótica. Pero la textura se elimina intencionalmente en el caso de las
imágenes conceptuales o simbólicas (Figura 2) y, ante un hiperrealismo, por
ejemplo del tipo de Richard Estes (Figura 3), sólo con dificultad se
recupera la pincelada, siendo objeto de conocimiento su desaparición, hasta que
se logra identificarla como evidencia de que no se trata de una fotografía.
Pero en otras obras, como las de Antoni Tàpies (Figura 4) o László Péri (Figura
5), la aplicación de materia, el cromatismo o el juego de formas y planos es la
propuesta fundamental, si no la única (en Tàpies siempre aparece la otra
semiosis; aquí la semiosis simbólica; en otras obras, como en la Figura 6,
además de la semiosis simbólica, la índicial, mediante concretos objetos
o pedazos de objetos mostrados en su unicidad). En esto consiste lo
cualitativo, en lo estructurante, aunque no estructure más que a sí mismo; toda
imagen material visual lo contiene y existen imágenes materiales visuales que
sólo proponen su percepción.
Lo que se activa, en la mente de un espectador, ante el aspecto
cualitativo de una imagen material visual es un atractor
abstractivo. Sus características, bajo otras denominaciones, han sido
poco exploradas. Ha generado no obstante mucha literatura, y lo digo en sentido
encomiástico y delimitador de campos de conocimiento: provoca a la producción
de textos que proponen su comprensión fenomenológica, pero pocos han sido los
textos que han trabajado este aspecto puramente cualitativo de las propuestas
visuales desde la perspectiva de una semiótica rigurosa y cognitiva.
En una síntesis elemental, que por ahora apenas expandiré en los
comentarios que siguen, propongo, tentativamente, que el atractor
abstractivo es un quale o sensación perteneciente a una semiosis
privada y, en cuanto tal, a la experiencia individual, de
modo que la tarea correspondiente al productor de tales propuestas cualitativas
consiste en lograr formular una expresión visual que trae determinados
qualia, de los que el espectador tiene que poder disponer en su memoria
no-consciente, al plano de la comunicación y, por tanto, los hace
socialmente compartibles.
Con la expresión “semiosis privada”, intento establecer la
existencia, en la memoria, de determinados atractores abstractivos, originados
en la experiencia o vivencia perceptual, que se van acumulando de modo
inconsciente o no-consciente.
¿Existe una experiencia o sensación cromática que no pueda traducirse en
palabras y que sólo pueda recuperarse a través de una imagen material visual?
¿Tenemos la seguridad de que nuestras experiencias cromáticas son las mismas
que las experiencias cromáticas de otros? Conocemos y compartimos los nombres y
las expresiones que designan a esas experiencias, pero ¿estamos seguros de que
los nombres y las expresiones compartidas designan experiencias compartidas o
nunca podremos saber si al nombrar un color no estamos nombrando una
experiencia muy distinta a la que otro designa con ese mismo nombre? Esta es
fundamentalmente la problemática que se plantea Wittgenstein al referirse a la
existencia de un “lenguaje privado” (1953: 243ss) y también de una “experiencia
privada”, que no consistiría tanto en afirmar ”que cada persona posee su propio
ejemplar, sino que nadie sabe si el resto de la gente también tiene esto o
alguna otra cosa. Sería posible (pero
inverificable) suponer que una parte de la humanidad tiene una sensación de
rojo y otra otra” (“The essential thing about private experience is really not
that each person possesses his own exemplar, but that nobody knows whether
other people also have this or something else. The assumption
would thus be possible -though unverifiable- that one section of mankind had
one sensation of red and another section another”, 1953: 272). O, en otro sentido, admitir la existencia de
experiencias privadas también implica quedar atrapado, uno mismo, en la
dualidad entre significar y referirse a: “la
palabra 'rojo' significa algo conocido por todos; y, además, para cada persona,
¿significa algo sólo conocido por ella? (O quizá, más bien: se refiere a algo sólo conocido por
ella.)”; (“The word 'red' means something know to everyone; and in addition,
for each person, it means something known only to him? (Or perhaps rather: it
refers to something known only to him.)”. 1953: 273).[9]
Esto comenzaría a perfilar el concepto de “semiosis privada”.
La idea consiste en proponer la existencia de experiencias que no son
conscientes, que en modo alguno son verbalizables, pero que pueden actualizarse
y, en el caso de tratarse de experiencias visuales, su actualización (y el
éxito de su aceptabilidad por otros) constituye la tarea del productor de este
tipo (cualisignos icónicos) de imágenes materiales visuales. No se excluyen de
estas experiencias a las imágenes figurativas efectivamente vistas pero no
registradas como tales, ni a las imágenes simbólicas percibidas pero no
atendidas en cuanto a su eficacia socializante, ya que todo ello puede ser
objeto de la propuesta perceptual que se materializa en una imagen material
visual. Pero en la base (delimitación, coloración y textura) de la construcción
de estas imágenes figurativas o simbólicas intervienen elementos cuya eficacia,
en la mente del espectador, depende de su preexistencia en la memoria, con la
calidad de rastros de experiencias delimitadoras, cromáticas y texturales,
eficaces en la construcción del universo visual pero de las que no había
específica conciencia.
Creo que los términos “quale” y “qualia” (respectivamente,
en singular y plural) son los adecuados para designar la o las sensaciones
constitutivas de ese atractor abstractivo que requiere ser
activado por la propuesta perceptual de las imágenes visuales puramente
cualitativas (o por el aspecto cualitativo de las propuestas perceptuales en
general) para que se reconozca su existencia y su eficacia como elemento
dinámico, constitutivo del aspecto visual de la semiosis privada. Con el origen
de su uso filosófico en Locke y Berkley, la expresión
“conciencia-del-quale” (“quale-consciousness”) es retomada por Ch.
Peirce, quien, en su “Metafísica Científica”, le dedica 16 parágrafos (6.222 –
6.237). Los enunciados principales con los que Peirce construye este objeto de
conocimiento pueden sintetizarse así.
(1) Existe una conciencia-del-quale, respecto de la cual el sujeto será
completamente inconsciente, que es diferente de la conciencia que se
intensifica por la atención; a esta, objetivamente considerada, Peirce la llama
“intensidad” y, en cuanto facultad, “vivacidad” (6.222)[10].
(2) El quale es en sí y por sí mismo (6.234)[11], sin referencia a ningún otro (6.224)[12], es una unidad en la que se originan las
diversas unidades sintéticas (Kant) con las que opera el intelecto, y también
la unidad de los objetos individuales (6.225)[13], lo que no excluye que la conciencia del
quale no se limite a las sensaciones simples; el ejemplo peirceano es el del
quale del púrpura, en cuanto mezcla de rojo y azul (6.223)[14].
(3) La unidad de la conciencia-del-quale es lógica, ya que sentir, ser
repentinamente consciente, supone una conciencia y no dos o más (6.230)[15].
(4) Si la cualidad, en cuanto conciencia-del-quale relativa al promedio
general de la experiencia, fuera doble, el principio de contradicción se
derrumbaría (6.232)[16].
Un mismo objeto no puede ser y no ser azul simultáneamente; pero puede ser azul
y duro, ya que ambas cualidades no se piensan asociadas a una única y misma
conciencia-del-quale (6.231)[17].
(5) Todas las operaciones del intelecto implican introducir el conflicto
donde sólo estaba la propia conciencia-del-quale (6.233)[18].
(6) Diferentes conciencias-del-quale no pueden mezclarse sin perder su
identidad (6.235)[19].
(7) De esto surge una consecuencia importante: no existe comprobación posible
acerca de la gran variedad y diversidad de conciencias-del-quale, tal como se
le hacen evidente al intelecto que compara. No hay elemento común a comparar,
ya que cada conciencia-del quale es sui generis y por sí mismo. Lo que
es absolutamente simple debe ser absolutamente libre. Cada conciencia-del-quale
es “totus, teres, atque rotundus” (6.236)[20].
(8) Por esta lógica, la unidad de la conciencia-del-quale, que implica
simplicidad y libertad, deriva necesariamente en una multiplicidad y variedad
interminable (6.237)[21]
Tales serían las características, desde el enfoque de Peirce, que deberá
reunir la entidad que estoy tratando de construir mediante el término “atractor
abstractivo”.
Por su parte, D. C. Dennett redefine el término “qualia” como “los modos
como se nos presentan las cosas” (“The ways things seem to us”, 1995:
381). De estos modos afirma que “se supone que son propiedades del estado
mental del sujeto”, las cuales consisten en ser “(1) inefables, (2)
intrínsecas, (3) privadas y (4) directa o inmediatamente aprehensibles en la
conciencia” (“qualia are supposed to be properties of a subject’s mental state
that are (1) ineffable, (2) intrinsic, (3) private, (4) directly or immediately
apprehensible in consciousness”, 1995: 385). A través de 14 ejemplos va
trasmitiendo una comprensión intuitiva (denomina a cada uno de sus ejemplos “intuition
pump”) de tales qualia. Algunos de ellos (en especial: 3: que pone en duda
la constancia, 4: que atribuye a otro y 5: que atribuye a uno mismo, la
diferencia en los colores efectivamente percibidos) se refieren a temas que
podemos retomar, a su vez, como ejemplos de la semiosis privada[22] de naturaleza visual.
Las cuatro características que, pese a su escepticismo, atribuye Dennett
a los qualia coinciden con el desarrollo peirceano, del cual,
además, se pueden recuperar otras características como: ser materia prima de
las operaciones intelectuales (6.225), su unicidad (6.230), su suficiencia
(6.236) y su capacidad para generar una multitud de réplicas (6.237). Todo ello
distancia al atractor abstractivo de los atractores existenciales
y simbólicos, y justifica la propuesta de constituir con ellos, no un sistema
conceptual ni un repertorio analógico, sino una semiosis privada
sin leyes ni taxonomías, en la que buscan su objeto o fundamento representativo
las propuestas perceptuales puramente cualitativas (o, como dije, el aspecto
cualitativo de las propuestas perceptuales existenciales o simbólicas).
3.- INTERPRETACION
Como venía diciendo: en el punto
1, relativo a la calidad representativa de la imagen material visual,
se establecieron las variantes perceptuales que activarían las correspondientes
operaciones mentales, cada una de ellas conducente a la producción de una identificación
específica. En el punto 2, relativo a los componentes que
intervienen en la configuración de determinada forma, se identificaron
las entidades que se irían asociando hasta actualizar, en la memoria de un
perceptor, el atractor correspondiente, por aceptación del cual
se producirá el reconocimiento que satisfaga la calidad
representativa de la imagen material visual. Ahora, en este 3er
punto, relativo a la atribución de un efecto de sentido a la imagen
material visual, se considerarán los mecanismos de su posible
interrelación con las restantes semiosis vigentes en determinado momento de
determinada sociedad; de esta interrelación habrán de surgir los discursos
interpretativos que le atribuyan su específica significación o el
conjunto de específicas significaciones efectivamente disponibles en
determinado momento de determinada sociedad.
Como ya observé inicialmente,
las imágenes visuales no son autosuficientes para interpretarse en sí
mismas, requiriendo de ese complemento externo al que alude M. Foucault
con su metáfora de la transformación de los documentos en monumentos (1969: 15)
y que constituye el eje de su concepto de enunciado: “Una serie
de signos pasará a ser un enunciado a condición de que tenga con ‘otra cosa’ [...]
una relación específica que le concierna a ella misma y no a su causa, ni a sus
elementos” (“Une série de signes deviendra énoncé à condition qu’elle ait à
‘autre chose’ [...] un rapport spécifique que la concerne elle-même, -et non
point sa cause, non point ses éléments.” (1969: 117). Así, una imagen material
visual sólo adquirirá su significado por eficacia de otra u otras semiosis
(incluso de otras manifestaciones de la propia semiosis visual). En definitiva,
las imágenes materiales visuales, por sí solas, no significan, sino que tan
sólo llegan a producir un efecto de mostración.
Esta necesidad de interacción
con otras semiosis o con otras manifestaciones de la propia semiosis de la
imagen visual, requiere que la investigación semiótica esté en condiciones de
dar cuenta de cuáles sean esas otras semiosis, así como de las características
de tal interacción. El instrumento sugerido para ello es el que, en otros
trabajos (1996a, 1996b, 1999a, 1999b), he denominado “Mundos Semióticos
Posibles”. También pueden derivarse operaciones interesantes y eficaces
de los trabajos de Gilles Fauconnier (1984) y de G. Fauconnier & Mark
Turner (1998), sobre los espacios mentales y las redes de integración
conceptual. Como intuición operativa puede decirse que el investigador tiene
que dar respuesta a preguntas que derivan de la siguiente: ¿Qué necesita
saber el espectador para interpretar esta imagen? Esta necesidad de
conocimiento es la que nunca se agota en la propia imagen. Pero todo ello queda
aquí meramente enunciado.
3.1
Mostración de carencia, en la semiótica plástica
En el
caso de las imágenes materiales constituidas por cualisignos, la
demostración de su eficacia interpretativa consistirá, por parte
del investigador semiólogo, en mostrar la preexistencia, en la memoria
del espectador, de un atractor abstractivo o sensación o
experiencia perceptual (los qualia pertenecientes a una semiosis
privada), de la relación con el cual extraerá su significado actual;
mientras que la demostración de su eficacia creativa consistirá,
por parte del investigador semiólogo, en mostrar una carencia, en cuanto
ausencia de memoria consciente de la experiencia visual propuesta.
3.2
Mostración de semejanza/diferencia, en la semiótica figurativa
Respecto
de las imágenes materiales constituidas por sinsignos, la
demostración de su eficacia interpretativa consistirá, por parte
del investigador semiólogo, en mostrar la preexistencia, en la memoria del
espectador, de un atractor existencial, de la relación con el
cual extraerá su significado actual; mientras que la demostración de su eficacia
creativa consistirá, por parte del investigador semiólogo, en mostrar
la existencia de una relación de semejanza /diferencia respecto de algún
atractor existencial, en cuanto imagen mnemónica dinámica.
3.3 Mostración del lugar en un
sistema, en la semiótica conceptual
En cuanto a las imágenes
materiales constituidas por legisignos, la demostración de su eficacia
interpretativa consistirá, por parte del investigador semiólogo, en
mostrar la preexistencia, en la memoria del espectador, de un atractor
simbólico, de la relación con el cual extraerá su significado actual;
mientras que la demostración de su eficacia creativa consistirá,
por parte del investigador semiólogo, en mostrar el lugar, en el correspondiente
sistema de percepciones visuales socialmente normadas, donde se actualiza el
atractor simbólico previamente aprendido y disponible en la sociedad
correspondiente.
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Figura 1: [9 canales trabajando en paralelo] (p.
1)
----------
[Figura 2: semiótica simbólica]
[Figura 3: semiótica figurativa;
Richard Estes, Avenue of the Americas at Spring Street, 1998]
[Figura 4: semiótica plástica (y simbólica);
Antoni Tàpies, Taula negra, 1966]
[Figura 5: semiótica plástica; László Péri, Térkonstrukció
16, 1922]
* "La(s) semiótica(s) de la imagen visual", Cuadernos
17, Revista de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad
Nacional de Jujuy; noviembre, 2001; 295-320. Ver también en: “The (Many) Semiotics of the Visual
Image”, en S.European Journal for Semiotic Studies Vol. 12 (4),
ps.: 665-695. IASS, Wien, diciembre, 2000.
[1] Éste ha sido uno de los primeros aportes del estudio de
la semiosis visual y no el menos importante: comprender que ninguna semiosis,
incluyendo por supuesto la semiosis verbal, es autosuficiente para la obtención
de su interpretación. Una interesante tarea empírica, que se desprende de esta
afirmación, consiste en, ante cualquier semiosis sustityente (verbal, visual,
musical, etc.), preguntarse ¿qué información necesito poseer para comprenderla,
o sea, para atribuirle un significado? Cada sociedad en cada momento de su
historia proveerá esa información mediante alguna o varias de las semiosis que
circulan entre sus integrantes; y en cada momento y en cada sociedad esas
semiosis serán diferentes.
[2] Modificación que opera la cultura a partir
de la aptitud natural para ver , aptitud que expresa Kosslyn: “La razón por la
que la visión nos resulta tan simple es que venimos equipados con una enorme
cantidad de maquinaria sofisticada. Esas habilidades innatas son nuestras para
ser usadas; no necesitamos aprender a ver.” (“The reason vision is so easy for us is that we come equipped with an
enormous amount of sophisticated machinery. These inborn abilities are ours for
the using; we do not need to learn to see.” 1996: 70. El destacado es mío.)
[3]
Por otra parte, entre las imágenes perceptuales y las mentales se
establecen tres grandes diferencias: “Primero, las imágenes mentales se
desvanecen rápidamente, a diferencia de las percepciones... En la percepción,
el mundo sirve de depósito exterior... Segundo, las imágenes mentales se crean
a partir de información almacenada; el mundo exterior no determina, en ningún
momento, el contenido de la propia imaginería. Las imágenes mentales surgen a
partir de diversos contextos y puede no existir ninguna semejanza con las
representaciones perceptuales que se están teniendo. Tercero, las imágenes
[mentales], a diferencia de las percepciones de la gente normal, se destacan
por su maleabilidad. Pueden imaginarse objetos retorcidos, rotados, curvados,
etc.; pero la percepción no coopera tanto (y no convendría que lo haga, en
beneficio de nuestra propia supervivencia)” (“First, mental images fade
rapidly, unlike percepts... In perception, the world serves
as an external store... Second, mental images are created from stored
information; the external world does not dictate the contents of one’s imagery
at any specific time. Mental images arise under a variety of contexts, and may
not have any resemblance to the on-line perceptual representations. Third,
images, unlike the perceptions of normal people, are remarkably malleable. One
can image objects twisting, turning, bending, and so on -but perceptions not
(and should not be, for the sake of one’s survival) so cooperative”; S. M.
Kosslyn, 1996: 74-5). Además, el estudio de las imágenes
perceptuales requiere conocer con detalle los mecanismos de la retina,
lo que puede decirse que ya se ha alcanzado, mientras que acerca del proceso
cortical superior que es responsable de la memoria visual, constituida por las imágenes
mentales, sólo puede hablarse de modo muy general (Kosslyn, 1996: 53).
[4]
Es lo que Peirce denomina “quale-consciousness”, tomándola en su completa
simplicidad (6.231) y, también, “tone” en cuanto “los tonos son signos de
cualidades viscerales del sentimiento” (“tones are signs of visceral qualities
of feeling”) y los analiza, en especial, respecto de los olores y aromas
(1.313), mientras que aquí interesa respecto de las formas visuales (Figura 3
Tàpies). Desde otra perspectiva los denomina “potisigns”: “Objetos que son
signos en cuanto son meramente posibles, pero sentidos como efectivamente
posibles” (“Objects which are signs so far as they are merely possible, but felt
to be positively possible...”) y los vincula al plano de la abstracción, “como,
por ejemplo, el séptimo rayo que pasa a través de tres intersecciones de los
lados opuestos del hexagrama de Pascal” (“as, for example, the seventh ray that
passes through the three intersections of opposite sides of Pascal´s
hexagrams”; 8.347)
[5] Uso la acentuación argentina (“ícono”) y no la
española ("icono") porque aquí vivo.
[6] Al desarrollar las convenciones
que habrán de regir las cualidades perceptuales de los grafos, o con mayor
precisión, de las réplicas o instancias de los grafos, puntualiza su carácter
representativo: “Su belleza [se refiere a los diagramas de Euler][...] y sus
otros méritos, que son considerables, provienen del hecho de ser verdaderamente
icónicos, naturalmente análogos a la cosa [concepto lógico]
representada...” (“Its beauty [...] and its other merits, which are fairly
considerable, spring from its being veridically iconic, naturally analogous to
the thing represented...”; 4.368) “Estas convenciones se suponen mutuamente
comprendidas por dos personas: un Grafista que expresa las proposiciones
conforme al sistema de expresión llamado el de los Grafos Existenciales y
un Intérprete que las interpreta y acepta sin discusión. Un grafo es la expresión proposicional en el
Sistema de los Grafos Existenciales de cualquier estado posible del universo”
(“These Conventions are supposed to be mutual understanding between two
persons: a Graphist, who expresses propositions according to the system
of expression called that of Existential Graphs, and an Interpreter,
who interprets those propositions and accepts them without dispute. A graph
is the propositional expression in the System of Existential Graphs of any
possible state of the universe”; 4. 395)
[7] “The secondness” peirceano; de sus múltiples
tratamientos, ver 5.45, con su ejemplo acerca de la necesaria resistencia de
una imagen mental geométrica para garantizar el mantenimiento de su identidad
pese a las metamorfosis a que la someta una demostración geométrica.
[8] Memoria que posee “la categoría de lo fáctico”
(“the category of fact”), ya que “supone una necesidad incondicional, o sea,
sin ley ni razón” (“whatever involves an unconditional necessity, that is,
force without law or reason”; 1.427); carácter existencial de la memoria que
proviene del hecho de “proporcionarnos un conocimiento del pasado mediante una
especie de fuerza bruta, una acción efectivamente binaria, sin razonamiento
alguno” (“Memory supplies us a knowledge of the past by a sort of brute force,
a quite binary action, without any reasoning”, 2.86).
[9] Y añade: "¿Cómo es posible que nos tiente pensar
que usamos una palabra para significar, en un momento, el color
conocido por todos y, en otro momento, la 'impresión visual' que estoy teniendo
ahora? [...] Yo no atiendo al color de la misma manera en los dos
casos. Cuando pienso en la impresión de
color que (por así decir) me pertenece a mí sólo, me sumerjo a mí mismo en el
color; casi como cuando ante un color 'no puedo apartar la vista'"
("But how is even possible for us to be tempted to think that we use a
word to mean at one time the colour known to everyone -and at
another the 'visual impression' which I am getting now?
[...] I don't turn the same kind of attention on the colour in the two cases.
When I mean the colour impression that (as I should like say) belongs to me
alone I immerse myself in the colour -rather like when I 'cannot get my fill of
a colour'." 1953: 277).
[10] “[...] This illustration puts into a high light the
distintion between two kinds of consciousness, the quale-consciousness
and that kind of consciousness which is intensified by attention, which
objectively considered, I call vividness, and as a faculty we may call liveliness”
(6.222).
[11] “[...] Quality or
quale-consciousness is all that it is in and for itself [...]” (6.234).
[12] “Each quale is in
itself what it is for itself, without reference to any other [...]” (6.224).
[13] “[...] In so far as qualia
can be said to have anything in common, that which belongs to one and all is unity;
and the various synthetical unities which Kant attributes to different
operations of the mind, as well as the unity of logical consistency, or specific
unity, and also the unity of the individual object, all these unities
originate, not in the operations of the intellect, but in the quale-consciousness
upon which the intelect operates” (6.225).
[14] “The quale-consciousness
is not confined to simple sensations. There is a peculiar quale to purple,
though it be only a mixture of red and blue. [...]” (6.223).
[15] “I say then that this unity is logical in this
sense, that to feel, to be immediately conscious, so far as possible, without
any action and reaction nor any reflection, logically supposes one
consciousness and not two nor more.[...]” (6.230).
[16] “[...] The quality itself is nothing in the world
but a quale-consciousness of a composite photograph or general average
of experience. And if the quality can be double, the principle of contradiction
falls to the ground.” (6.232).
[17] “[...] Any object, A, cannot be blue and not
blue at once. It can be blue and hard, because blueness and hardness are
not thought of as joined in quale-conciousness, one appealing to one
experiment and the other to another.[...]” (6.231).
[18] “All the operations of the intellect consist in
taking composite photographs of quale-consciousnesses. Instead of
introducing any unity, they only introduce conflict that was not in the quale-consciousness
itself.[...]” (6.233).
[19] “[...] Quale-consciousness cannot blend
with quale-consciousness without loss of its identity.” (6.235).
[20] “[...] I now call attention to a remarkable consequence
of it. Namely it follows that there is not check upon the utmost variety and
diversity of quale-consciousness as it appears to the comparing
intellect. For if consciousness is to blend with consciousness, there must be
common elements. But if it has nothing in itself but just itself, it is sui
generis and is cut loose from all need of agreeing with anything. Whatever
is absolutely simple must be absolutely free; for a law over it must
apply to some common feature of it. And if it has no feature, no law can seize
upon it. It is totus, teres, atque rotundus.[...] (6.236).
[21] “[...] This is the logic by which the unity of quale-consciousness,
implying simplicity, and through simplicity, freedon, necessarily results in
endless mutiplicity and variety. [...]
(6.237).
[22] En su “intuition pump 3”
, recupera, como también lo habían hecho Ch. Peirce y L. Wittgenstein, “el
espectro [cromático] invertido” de Locke: “¿cómo sé que tú y yo vemos
el mismo color subjetivo cuando miramos algo? Dado que ambos aprendimos los
nombres de los colores mediante la ostensión pública de objetos coloreados,
nuestro comportamiento verbal coincidirá aunque experimentemos colores
subjetivos enteramente distintos” (“how do I know that you and I see the
same subjective colour when we look at something? Since we both learned colour words by being shown public coloured
objects, our verbal behaviour will match even if we experience entirely
different subjective colours”, 1995: 387). La “intuition pump 4” supone que “existe algún aparato
neurocientífico que encaja en tu cabeza e incorpora tu experiencia visual
dentro de mi cerebro [...]. Con los ojos cerrados, me informo con precisión de
todo lo que tú estás viendo, salvo que me asombro de que el cielo sea amarillo,
el cesped rojo, etc. ¿No confirmaría esto,
empíricamente, que nuestros qualia son diferentes?” (“there were some
neuroscientific apparatus that fits on your head and feeds your visual
experience into my brain [...]. With eyes closed I accurately report everything
you are looking at, except that I marvel at how the sky is yellow, the grass
red, and so forth. Would this not confirm, empirically, that our qualia were
different?”, 1995: 387). Da un paso más y, en la “fuente
de intuición 5: la travesura neuroquirúrgica, las experiencias que se
comparan están en una misma mente. Te levantas una mañana y te encuentras con
que el cesped se ha vuelto rojo, el cielo amarillo, etc. [...]. (y más tarde se
descubre, si quieres, cómo los perversos neurofisiólogos manipularon tus
neuronas para lograrlo. Parecería, en principio [...], que los qualia, después
de todo, son propiedades aceptables, porque las proposiciones que se refieren a
ellas puede afirmarse justificadamente, verificarse empíricamente e, incluso,
explicarse)” (“intuition pump 5: the neurosurgical prank, the
experiences to be compared are all in one mind. You wake up one morning to find that the grass has turned red, the sky
yelow, and so forth [...]. (and we later discover, if you like, just how the
evil neurophysiologists tampered with your neurons to accomplish this). Here it
seems at first [...], that qualia are acceptable properties after all, because
propositions about them can be justifiably asserted, empirically verified, and
even explained”, 1995: 387-388). No
obstante, Dennett desarrolla su trabajo apuntando, pesimistamente, a la
conclusión de que, frente a lo que parece obvio, los qualia no existen: “So
contrary to what seems obvious at first blush, there simply are no qualia at
all”, 1995: 409.