HACIA UNA SEMIÓTICA INDICIAL

Acerca de la interpretación de los objetos y los comportamientos

(Setiembre, 2002-Enero, 2007)

 

  

Juan Magariños de Morentin


 

INDICE

  1. Hacia una Semiótica Indicial....................................................... 4
  1. La interpretación de la Semiosis Sustituyente en la Semiótica Indicial. Su diferencia respecto a la Semiótica Verbal.......................................................... 4
  2. Exploración del objeto en el museo, como introducción a una Semiótica Indicial...................................................................................................................... 7
  3. Más sobre el objeto en el museo; más sobre Semiótica Indicial................... 8
  4. Una primera aproximación al interpretante del objeto en el museo: el visitante.................................................................................................................. 10
  5. La contraposición de los Mundos Semióticos Posibles del curador y del visitante.................................................................................................................. 11
  6. La "puesta en escena" de objetos y comportamientos.................................. 12
  7. La semiótica como proceso de transformación y la asistematicidad peirceana en la caracterización del índice....................................................... 14
  8. Cómo se define y acota un contexto.................................................................. 16
  9. Primer esquema peirceano del Signo Indicial................................................ 18
  10. El primer componente del Signo Indicial: la relación que establece con su objeto....................................................................................................................... 20
  11. El segundo componente del Signo Indicial: su eficacia en la construcción de su objeto o fundamento................................................................................. 23
  12. Hacia el tercer componente del Signo Indicial: sobre texto, discurso, productor e interpretante.................................................................................... 25
  13. Más sobre el tercer componente del Signo Indicial: la concurrencia de los interpretantes productor e intérprete en el interpretante comunicativo... 27
  14. Las operaciones cognitivas en la producción y la interpretación del significado.............................................................................................................. 28
  15. Signo Indicial y ejemplos................................................................................... 30
  16. Estereotipos e identikits...................................................................................... 32
  17. Los índices por relación de contigüidad y los índices por relación de sustitución.............................................................................................................. 34
  18. Volviendo sobre el análisis contextual / 1........................................................ 36
  19. Volviendo sobre el análisis contextual / 2........................................................ 39

 

  1. Búsqueda del contexto más semejante, frente al cual la diferencia establece lo discreto.............................................................................................. 40
  2. Semiótica Indicial: ratificación y ejemplificación.......................................... 42
  3. Semiótica Indicial: contexto, configuración y disposición........................... 44
  4. Semiótica Indicial: sobre los modos de disposición...................................... 46
  5. Semiótica Indicial: de la escultura al juguete................................................. 48
  6. Semiótica Indicial: el registro de los objetos del museo y la Semiótica Indicial.................................................................................................................... 49
  7. Semiótica Indicial: concepto y variantes del Signo Indicial........................ 52

 

      I.            Algunos temas complementarios.............................................. 60

  1. Semiosis Sustituyente, Semiosis Sustituida y significación. Aproximación al tema de la Semiótica Indicial......................................................................... 60
  2. La falacia del lenguaje verbal como modelo necesario de toda Semiosis Sustituyente........................................................................................................... 62
  3. Desarrollos peirceanos: Semiosis Sustituyente - Semiosis Sustituida - Objeto Semiótico.................................................................................................. 64
  4. Desarrollos peirceanos: el interpretante comunicativo................................. 66
  5. El conocimiento semiótico.................................................................................. 68
  6. Sobre los Mundos Semióticos Posibles / 1...................................................... 71
  7. Sobre los Mundos Semióticos Posibles / 2...................................................... 73
  8. Sobre los Mundos Semióticos Posibles / 3...................................................... 75

 

REFERENCIAS....................................................................................... 78


I. Hacia una Semiótica Indicial

1. La interpretación de la Semiosis Sustituyente en la Semiótica Indicial. Su diferencia respecto a la semiótica verbal

Inicio este tentativo esbozo de una problemática que apunta al diseño de una Semiótica Indicial, o sea, de aquella semiótica en la cual los signos de la Semiosis Sustituyente son comportamientos u objetos en su calidad de existentes o los contenidos de la memoria, según la propuesta peirceana (Peirce, CP. 1.427; 2.86). Me parece conveniente esclarecer, primero, el tema de la interpretación de una Semiosis Sustituyente (sobre los términos "Semiosis Sustituyente", "Semiosis Sustituida" y "Objeto Semiótico", ver, en este mismo texto los temas complementarios 27 y 29), para, después de encuadrarlo en la Semiótica General, reconducirlo al ámbito de la Semiótica Indicial, mostrando la especificidad que en ésta adquiere.

A/ Con respecto a todas las semiosis: una pregunta que propongo como importante para el analista-investigador, ante una determinada propuesta textual, o sea, ante una Semiosis Sustituyente, cualquiera sea la materia prima de tal semiosis, sería la siguiente: ¿qué hay que saber para entender (interpretar, atribuirle un significado a) lo que se está percibiendo?

El saber al que me estoy refiriendo, por lo general, es no-consciente por parte del intérprete. Éste no suele darse cuenta de que está buscando y recorriendo su memoria asociativa (Kosslyn, 1996: 214-225), en el afán de encontrar otras Semiosis Sustituyentes o Sustituidas que pueda asociar con la que está percibiendo y, en virtud de tal asociación, entenderla, o sea, atribuirle un significado (es lo que está haciendo cada uno de los que leen estas líneas, para establecer lo que en otro momento ya ha leído y coincide de forma casi idéntica con lo que está leyendo, lo que contradice otras cosas leídas y lo que, al menos, es semejante a esto que está leyendo; en definitiva, sin correlato en la experiencia histórica personal no puede construirse un significado).

Una respuesta posible: en todos los casos, pero en especial en el caso de los objetos y los comportamientos, habrá que actualizar y utilizar (comparando, contraponiendo, transformando) las distintas semiosis (verbal, visual, comportamental) que están vigentes en la sociedad a la que pertenece el intérprete y, de entre ellas, aquellas de las que tal intérprete dispone y asocia como relacionadas con lo que percibe. De dónde resulta, como observaba Peirce (CP. 2.303, passim), la producción de una semiosis infinita a partir del interpretante; o sea, salvo desde una perspectiva dogmático-hermenéutica, no existe interpretación verdadera, sino interpretación coherente con determinadas semiosis sociales vigentes; ni interpretación falsa, sino interpretación divergente respecto de determinadas semiosis sociales vigentes; todo dependiendo de lo que dispone y de cómo lo maneja, lo relaciona, lo mezcla el intérprete.

O sea, que cuando percibimos como Sustituyente a determinada Semiosis (a la que siempre podremos también percibir como Sustituida, o sea, como Objeto Semiótico) necesitamos ponerla en relación con un conjunto de otras semiosis para que podamos entenderla; en este sentido se plantea el concepto de función como característica definicional de los que Foucault denomina "enunciados" y el de la exterioridad del significado y de su explicación (Foucault, 1969: 105ss).

Esas otras semiosis a las que se acude tienen el carácter de atractores mnemónicos, o sea, de imágenes (experiencias cualitativas, figurativas y/o normativas) conservadas en la memoria, que reconducen lo que se está percibiendo a otras percepciones ya dotadas de sentido (o dotadas de un significado histórico), atribuyéndoselo, contraponiéndolo, transfiriéndolo o proponiéndolo como el sentido (o como la búsqueda del significado) de la nueva propuesta perceptual.

Esto sería lo que realiza, en su proceso intuitivo y cotidiano de comunicación, el intérprete social y cuya explicación, encuadrada en las exigencias de una metodología rigurosa, es la tarea del analista-investigador que trabaja desde la semiótica.

B/ Con respecto a los objetos y a los comportamientos: los objetos serán considerados, habitualmente, como Objetos Semióticos, pero, en determinada situación o respecto de algunos de sus aspectos, se requerirá que se los considere como Semiosis Sustituyentes, siendo éste el aspecto de mayor importancia en relación a la posible constitución de una Semiótica Indicial.

Tal es lo que ocurre cuando se presentan exhibidos en los museos (y, más trivialmente, en la vidriera/escaparate de un comercio). En el caso de los museos, los objetos expuestos están (o deberían estar) rodeados de textos escritos, imágenes fotográficas, dispositivos audio-visuales, los discursos de las/os guías y hasta pueden instalarse talleres para la producción de objetos similares a los que están expuestos. Todos estos recursos están destinados a actualizar, en la mente del intérprete-visitante y de modo entre imperativo y sugerente, según la ideología del curador del museo (o del diseñador de la vidriera/escaparate comercial), esas otras semiosis que resultan indispensables o meramente convenientes o incluso originales para que el objeto exhibido produzca determinado significado.

Los comportamientos individuales o grupales serán considerados, habitualmente, como Objetos Semióticos, pero, en determinada situación o respecto de algunos de sus aspectos, se requerirá que se los considere como Semiosis Sustituyentes, siendo éste el aspecto de mayor importancia en relación a la posible constitución de una Semiótica Indicial. Comencemos a esbozar algunos ejemplos al respecto.

Las llamadas "maneras de mesa" son comportamientos que se cumplen como Semiosis Sustituyentes en la medida en que dan cuenta de valores culturales histórica y socialmente vinculados a la ingesta de alimentos. Comer es un Objeto (comportamiento) Semiótico, en cuanto acción que concreta esa ingesta y a la que las maneras de mesa confieren un determinado significado.

El corte de rutas y los comportamientos de los piqueteros son, predominantemente, Semiosis Sustituyentes. A poco que se tenga contacto con la cultura en la que se produce ese comportamiento (actualmente, casi en una dimensión global), quien lo percibe sabe (porque lo relaciona con información preexistente en su memoria semiótica) que no se trata de un festejo (como, en la región andina del noroeste argentino, lo serían los comportamientos correspondientes a la celebración de la Pachamama) sino de una protesta concretamente vinculada a la falta de trabajo o de pago de salarios adeudados. Este significado está construido a partir de determinados comportamientos aislados y de los diversos grupos o conjuntos de comportamientos que se perciben en esa situación. Esa percepción está redirigida o reorientada, en el caso individual de cada perceptor o intérprete, por la información conceptual, la experiencia personal y la memoria de imágenes visuales ya percibidas que atraigan lo que se está percibiendo, generando asociaciones, oposiciones y transformaciones que vayan construyendo el significado de tal percepción; de aquí el interés de la prensa, de los políticos, de los gremialistas en producir discursos verbales que reinterpreten (redirijan, reorienten) el significado original para cuya producción se produjo el discurso comportamental.

Lo que no puede exigirse, como pretendida prueba para establecer el carácter discursivo o de Semiosis Sustituyente, en el caso de comportamientos existenciales (en principio, afines a los objetos existenciales), es que estos cumplan con las posibilidades enunciativas que son propias y exclusivas del discurso verbal (ver apartado 28).

Los comportamientos (individuales o grupales), así como los objetos (en especial los exhibidos en un museo) y las imágenes materiales visuales (cualitativas y figurativas, pero no las simbólicas), no construyen enunciados condicionales (con "si... entonces"), ni causales (con "porque..."), ni muestran relaciones de concordancia en género, número y caso, etc., ya que se trata, en todos estos casos, de categorías estrictamente lingüísticas.

En cambio, el discurso verbal no puede mostrar, ni puede realizar acciones (mal que le pese a Austin), ni puede utilizar configuraciones 3D, 2½D y ni siquiera 2D para construir el significado, como sí lo hacen los comportamientos, los objetos y las imágenes (en cada caso, mutatis mutandis), junto con otras muchas posibilidades de eficacia específica que posee lo existencial-material cuando está socialmente propuesto como Semiosis Sustituyente.

Decir que el comportamiento (al igual que los objetos y las imágenes) necesita de la construcción conceptual que realiza el lenguaje verbal para alcanzar la capacidad de producir un significado es tan válido como la inversa: el lenguaje verbal necesita de la memoria de los comportamientos (y/o de los objetos y/o de las imágenes) para que se produzca el significado verbal. O sea, ninguna semiosis se basta a sí misma, sino que su interpretación necesita de otra u otras semiosis (y/o de más elementos de la propia semiosis) para que signifique.

Así, la tarea del investigador en semiótica consiste, al menos en parte, en buscar las reglas propias y pertinentes a cada una de las semiosis con las que se construye determinada significación en un determinado momento de una determinada sociedad.

Algunos de los problemas básicos son:

1/ ¿Cómo encontrar esas reglas que son específicas de una determinada semiosis? o bien, ¿cómo se diferencian en cada caso de las que pueden considerarse como reglas comunes pertenecientes a la Semiótica General? O sea, ¿cuáles son las reglas que rigen las relaciones entre comportamientos o entre objetos (o entre imágenes; las que están vigentes entre símbolos son más conocidas o lo están originaria y explícitamente) para que produzcan determinado y no otro significado? O sea, ¿cómo se diferencian las relaciones comportamentales que producen el significado "festividad" de las que producen el significado "protesta"?

2/ No confundir el análisis de la capacidad de producir el significado de otra entidad diferente a la semiosis que lo produce, con el análisis del significado que tiene un determinado fenómeno y que proviene de otras semiosis. O sea, una cosa es analizar cómo produce su significado de protesta el comportamiento de los piqueteros (en cuanto Semiosis Sustituyente) y otra distinta es analizar el significado que adquiere la falta de trabajo tal como resulta construido (en cuanto Objeto Semiótico) por el comportamiento de los piqueteros, a diferencia del que resulta construido en una eventual editorial de un diario.

3/ Identificar, en cada caso concreto, cuáles son las semiosis que concurren para construir la interpretación de cómo una determinada semiosis produce un determinado significado. O sea, qué imágenes, qué recuerdos de lo visto, leído o participado, confluyen para que quien es testigo del comportamiento de los piqueteros le dé una u otra interpretación de entre las muchas posibles.


 

2. Exploración del objeto en el museo, como introducción a una Semiótica Indicial

Me propongo explorar las líneas básicas y tentativas de un estudio semiótico acerca del significado de los objetos, en cuanto constituye uno de los aspectos fundamentales de la Semiótica Indicial. Lo cual, en cuanto tal expresión: "estudio semiótico acerca del significado de los objetos", requiere algunas precisiones preliminares que, no obstante, ya constituirían parte de esa misma semiótica. Para situarnos en el campo de lo observable y con un relativo acotamiento del dominio cuasi universal que correspondería al concepto de objeto, elijo la particular experiencia del museo como ámbito de exhibición de determinados objetos.

Por el momento, sólo pretendo dejar planteadas algunas líneas de reflexión acerca del tema. Creo que lo básico es tener en cuenta que, enfrentar el estudio del significado del objeto, en el específico contexto del museo, supone una tarea de exploración de la eficacia de la semiótica, en cuanto metodología de investigación, para explicar el proceso de proposición, interpretación y transformación del significado de lo exhibido, así como su resultado, por el hecho de estar exhibido, según las características del diseño de la exhibición y adecuándose a los sistemas de interpretación de los visitantes de dicha exhibición.

Esta significación será diferente a la que adquiriría ese mismo objeto en un comercio, en la habitación de un domicilio particular, en un hospital, en una iglesia, en un hotel, en un cuartel, en un parque o calle, en una escuela, en un club deportivo de barrio, etc. También será diferente a la significación que adquiriría ese mismo objeto al estar representado en una imagen gráfica, bi o tridimensional y a la significación de esta misma imagen en cuanto objeto. Por ello también excluyo, provisionalmente, de este trabajo, a la clase de objetos cuyo dominio está constituido por los que son representaciones de otros objetos; aun cuando su presencia constituye uno de los objetos más habitualmente exhibidos en los museos: preferentemente, museos de pintura y de escultura, pero también museos de maquetas, de fotografías, de reproducciones artísticas, de la voz, etc.

Por consiguiente, todo aquello acerca de lo que vayamos reflexionando en este trabajo se entenderá como referido a la exhibición del objeto, en su calidad básica de Objeto Semiótico, en un museo, y no a la exhibición de aquellos que se exhiben en virtud de su calidad básica de Semiosis Sustituyentes, salvo que, por exigencias de una semántica diferencial, se indique lo contrario. Hay que advertir que al exhibir, en un museo, cualquier objeto, éste deja de ser Objeto Semiótico y se transforma en Semiosis Sustituyente. Al hablar de "su calidad básica", me estoy refiriendo a la que, previa e históricamente, posee el objeto, con independencia de la que llegará a adquirir por el hecho de estar exhibido, que será siempre la de Semiosis Sustituyente.

El motivo de esta exclusión de objetos cuya calidad básica es la de Semiótica Sustituyente, consiste en que dicha calidad básica es ya metasemiótica, dado que los que se exhiben son discursos acerca de objetos, o sea, objetos que son, originariamente, representaciones de otros objetos, como es el caso de una exposición de imágenes visuales figurativas. Por el contrario, cuando la calidad básica es semiótica lo que se exhiben son objetos que no poseen, originariamente, carácter representativo, como es el caso, por ejemplo, de un museo de náutica. Excluyo a los primeros y me circunscribo a los segundos, por considerar que la problemática y las operaciones analíticas que habrán de utilizarse en uno y otro caso (el de la metasemiótica y el de la semiótica) son diferentes.

No obstante, esta exclusión no abarca a los discursos, en función co-textual (ver, para diferenciar "contexto" y "co-texto", el apartado 8), mediante los cuales los objetos exhibidos son propuestos como dotados de determinada significación, al menos en el diseño comunicativo del curador del museo; estos tendrán una particular importancia para establecer la relación entre el Mundo Semiótico Posible del curador tal como lo propone al diseñar la exhibición y los Mundos Semióticos Posibles de los visitantes tal como estos los construyen a partir de la propuesta del curador y de su propia capacidad de interpretación (ver, para "Mundos Semióticos Posibles", los apartados 32, 33 y 34).

No obstante, al estar exhibido, el objeto en el museo deja de ser lo que es "en sí mismo" (lo que, no obstante, ya lo incluye en una cultura y por tanto le confiere el carácter básico de Objeto Semiótico) y comienza a estar en representación de algo (lo que le confiere el carácter derivado de Semiosis Sustituyente).

En el museo, los objetos presentes nos conducen a una ausencia, a otro objeto y/o a otro espacio y/o a otro tiempo en el cual, ese objeto, siendo el mismo, ya no es el que está en la vitrina o sobre el pedestal. No teniendo como estructura básica convencionalmente admitida la de Semiosis Sustituyente (la que, en cambio, sí tienen las imágenes materiales visuales) se constituyen en tales por la eficacia del contexto. O sea, sin dejar de ser Objeto Semiótico (que, en cuanto tal, admite el conjunto de las Semiosis Sustituyentes que producen su específica significación: los textos escritos, las imágenes fotográficas, los audiovisuales, etc., que acompañan habitualmente al objeto exhibido, y a las que acabo de denominar "su co-texto"), queda propuesto, además, como Semiosis Sustituyente para la construcción de la significación de otros objetos o comportamientos, efectivamente ausentes del contexto de exhibición del museo (tal lo que ocurre con los objetos exhibidos en un museo de historia, por ejemplo).


 

3. Más sobre el objeto en el museo; más sobre Semiótica Indicial

Lo que llegué a proponer en el apartado anterior es considerar a ese objeto como un Objeto Semiótico al que se exhibe y que, al exhibírselo, adquiere una potencia representativa; se tratará por tanto de proponerlo como Semiosis Sustituyente, aun cuando (originariamente) es un Objeto Semiótico y sólo por eficacia de esa situación de exhibición se constituye en Semiosis Sustituyente sui generis.

Parece una contradicción. Pero, de lo que se trata es de exhibir (o sea, transformar en Semiosis Sustituyentes) objetos que no tienen la cualidad de ser Semiosis Sustituyentes. Una cosa es exhibir una pipa en un museo y otra muy distinta es exhibir la imagen de una pipa en un museo, situación esta última que le llevará a R. Magritte a escribir junto a dicha imagen: "esto no es una pipa" (lo que retomará M. Foucault, 1973, en un delicioso librito con ese título y sobre este tema). Si lo que se exhiben son imágenes de pipas, se están exhibiendo Semiosis Sustituyentes; si lo que se exhiben son pipas se están exhibiendo Objetos Semióticos; pero, mientras están exhibidas son Semiosis Sustituyentes, ya que representan a otra pipas de determinado estilo o fabricante o cultura o etnia o, incluso, representan a determinado fumador que las utilizó. Sólo que esta capacidad de representación es tal que ni R. Magritte ni M. Foucault podrían decir "esto no es una pipa", ya que, efectivamente, son pipas

Así es como adquiere la calidad representativa específica el objeto exhibido en el museo. La tarea cognitiva de base que se propone al exhibir un objeto en un museo (como en otros muchos ámbitos en los que podría exhibirse) consiste en que se lo perciba. Esta tarea se corresponde con el objetivo fundamental de la visión, según lo formuló D. Marr: "Saber qué hay dónde, mirando" (1982: 3). Pero, hasta aquí, no se produce la especificidad identificadora del objeto en el museo; al objeto se lo identificaría, del modo que propone Marr, como a cualquier otro objeto al que identificamos y situamos en coordenadas espaciales, por lo general intuitivas. En el museo, es necesario percibir, pero no basta con ello; habrá de asignarle una particular calidad a esa percepción: la de consistir en la percepción de una representación. Creo que ayuda a comprender esto si se tiene clara la diferencia entre uso y exhibición (que algo le debe a W. v. O. Quine, 1962: 77).

El objeto usado requiere percibir su colocación en el espacio y saber manipularlo con la eficacia pertinente según sus características. Pero es posible que no se lo perciba conscientemente, ni se tenga constante conciencia de los conocimientos que requiere su manipulación, como ocurre, por ejemplo, en mi relación con el teclado en el que escribo.

El objeto exhibido se propone explícitamente a la percepción, en una determinada situación que lo privilegia (o debería privilegiarlo) para su contemplación, y actualiza ante la conciencia del visitante determinada información, mediante la que se constituye como representación, en cuanto no se agota en sí mismo sino que su presencia propone algún tipo de relación con algo diferente al propio objeto. Pero esta relación con algo diferente tiene diversas variantes.

Por una parte, que no se agote en sí mismo no excluye que su única posibilidad representativa consista en poder estar en representación de sí mismo. Esto ocurre, en especial, con los llamados "objetos únicos". En tales casos, el objeto exhibido y el representado resultan no ser el mismo, pese a su aparente unicidad; el mismo objeto no posee una misma identidad en cuanto percibido y en cuanto interpretado.

En el caso del objeto único, el objeto representado se caracteriza siempre como una ausencia que contradice la efectiva presencia del objeto exhibido. El sable de San Martín, custodiado en el Regimiento de Granaderos en la Ciudad de Buenos Aires, no es (salvo desde una visión positivista "de secano", como diría N. Hanson, 1977: 21) el sable que se ceñía San Martín, sino que lo representa o evoca en cuanto posibilidad ya agotada o inexistente y, en todo caso, efectivamente ausente, respecto al sable exhibido; el Mundo Semiótico Posible del sable actual no es el Mundo Semiótico Posible del sable que manipulaba San Martín; esta diferencia en los mundos posibles hacen que se haya perdido la identidad entre lo que hoy percibimos y lo que percibió San Martín cuando lo buscaba para ceñírselo. Lo que no le quita valor, sino que le añade el valor de ser su propia representación y el inalcanzable valor de no poder volver a ser de San Martín; el caso de las réplicas o copias, como lo es el sable exhibido en el Museo Histórico, es ya el de los objetos que tienen el carácter de ser, originariamente, Semiosis Sustituyentes (pero advierto que al término "réplica" lo voy a usar en un sentido peirceanamente más riguroso y como tercer conjunto posible de las clases de objetos exhibibles en un museo; ver apartados 8 y 26).

No obstante el caso más habitual es aquel en que el objeto exhibido está en representación de todo un dominio de objetos, del cual él es, además, uno de sus integrantes. Tal es el caso de los objetos llamados "prototipos". Aquí, el objeto comparte sus características perceptuales y/o simbólicas con un conjunto de otros objetos, ostentándolas como determinantes y definitorias de su capacidad representativa de tales objetos (Rosch, E., 1973; Dubois, D., 1993: 15). Estos otros objetos son semejantes entre sí y respecto al exhibido, pero, además, están ausentes. Tal es el caso de la vieja moneda española de un maravedí, exhibida en un museo de numismática. Allí exhibida, tampoco esa moneda es tal, sino que se representa a sí misma y a todas las demás de su tipo y valor que alguna vez existieron. Esta distancia necesaria, creo poder afirmar que es lo que constituye la característica esencial de un objeto de museo, lo que le confiere su estatuto como signo y lo que lo hace objeto de conocimiento de una Semiótica Indicial.


 

4. Una primera aproximación al interpretante del objeto en el museo: el visitante

Uno de los aportes fundamentales de Ch. S. Peirce consistió en establecer el interpretante como el lugar de la plenitud (siempre provisional) del signo. No hay signo hasta tanto una determinada percepción no haya encontrado su lugar en el sistema mental de interpretación a donde lo remite el observador. No es que, mientras tanto, exista un signo no interpretado, es que no hay signo (coincidentemente, en relación con la modalidad de re: Kripke, 1980: 110).

Desde esta perspectiva, el objeto en el museo sólo adquiere su valor específico cuando resulta interpretado por cada uno de los visitantes que lo perciben efectivamente y según las características que, en la mente de cada uno de tales visitantes, adquiere esa percepción.

Vuelve a actualizarse una observación que formulé, en otro trabajo (Magariños de Morentin, 2000: 691), respecto de las semióticas de la imagen visual y que considero generalizable a la interpretación de cualquier clase de signo: ninguna semiosis es autosuficiente para la obtención de su interpretación. Esto quiere decir que el interpretante necesita poner en relación la percepción actual que pretende interpretar con la huella mnémica, en cuanto ya interpretada, de otra o de otras múltiples percepciones, experiencias sensoriales, nombres, expresiones y frases verbales, comportamientos percibidos o protagonizados, etc., etc., y en los que, por semejanza o diferencia, se basará para interpretar dicha percepción actual. Tal la función que cumple la parte del modelo cerebral de identificación del objeto visual al que, como mencioné antes, S. M. Kosslyn (1996: 214-225) denomina "Memoria Asociativa".

El término "interpretación" involucra una doble tarea: la de reconocimiento y la de interpretación propiamente dicha. La primera culmina cuando el espectador sabe qué es lo que está viendo. Suele asimilársela a estar capacitado para asignarle un nombre. La segunda cuando el espectador lo vincula con diversos aspectos del sistema cultural del que dicho espectador participa. Supone la capacidad para asignarle un contexto, fundamentalmente existencial o utilitario y/o para incluirlo en un sistema, fundamentalmente conceptual o virtual.

Este es el ámbito de concurrencia, que puede abarcar desde la complementariedad hasta el conflicto, entre la propuesta del curador de la exhibición y el universo de significaciones con el que el visitante llega al museo, acerca de todo lo cual hay mucho para precisar.


 

5. La contraposición de los Mundos Semióticos Posibles del curador y del visitante

El apartado anterior concluía comprometiéndome a continuar el desarrollo acerca del objeto en el museo, en cuanto parte de la Semiótica Indicial, aproximándome a ese espacio de complementariedad o conflicto que está constituido por la concurrencia entre la propuesta del curador de la exhibición y el universo de significaciones con el que el visitante llega al museo.

Téngase en cuenta que cuando me refiero al "curador" lo hago como designación de un sujeto colectivo, ya que en el diseño, organización y puesta en práctica de la exhibición, interviene siempre y necesariamente un equipo de diversas personas con diversos conocimientos y habilidades (comunicación personal de la museóloga Alicia Sarno). Por supuesto, también el término "visitante", sin ser de mi entera satisfacción, también designa un sujeto colectivo: el conjunto de personas que concurren al museo y establecen contacto con el objeto exhibido.

Pero retomando el hilo inicial, lo que ahora me interesa es considerar al objeto exhibido como un punto de encuentro entre los Mundos Semióticos Posibles del curador y del visitante.

Creo que la expresión "Mundo Semiótico Posible" va a requerir, en algún momento, un desarrollo atento (con algo contribuyo, en este mismo trabajo, en los apartados 32, 33 y 34 de los Temas Complementarios). Yo lo he trabajado, al menos, en un par de oportunidades (Magariños de Morentin, 1996 y 1999) Enfoques diferentes pueden encontrarse en la revista Versus Nº 17, 1977; en S. A. Kripke (1980), con la exploración metafísica de las relaciones entre lo designativo y lo óntico; en la muy atractiva recopilación que hace S. Allén (1989) del Nobel Symposium 65, con un interesante trabajo de U. Eco ("Report on Session 3: Literature and Arts"); en J. Hintikka (1996), con la dureza y la fascinación propia de un excelente lógico, entre otros muchos. Asimismo, resulta muy fructífero el concepto de "las formaciones discursivas" de M. Foucault (1969: 62; 72; 90; 97 passim) que yo, al menos, postulo como afín al de los Mundos Semióticos Posibles.

En la Semiótica Indicial, uno de estos Mundos Semióticos Posibles surge a partir de una situación empírica concreta, construida según determinadas relaciones espaciales y, en el caso del museo, decidida por el curador para la exhibición del objeto.

Algunas de estas relaciones espaciales pueden recaer sobre el mismo objeto y están destinadas a proponer una determinada visualización de dicho objeto. Otras a ponerlo en relación con un universo de conceptos e imágenes textuales de las que provendrá la información necesaria para su semantización. Otras, en fin, a vincularlo con un universo de comportamientos tendientes a la construcción de su dimensión pragmática. En cualquier caso, ese conjunto de relaciones espaciales implica una propuesta de ideologización del objeto, según determinaciones con las que el curador pretende controlar, o, al menos, desde la que pretende orientar la capacidad interpretativa del visitante.

El otro de estos Mundos Semióticos Posibles, es aquel constituido por un conjunto de posibilidades interpretativas predeterminadas, según el cual cada intérprete o, en el caso del museo, visitante se ubica en presencia del objeto para configurar una situación empírica imaginaria, construida según determinadas relaciones espaciales, en la que ese visitante está dispuesto a situar al objeto.

Algunas de estas relaciones espaciales pueden recaer sobre el mismo objeto y están destinadas a establecer las características que el visitante puede aceptar como adecuadas para la visualización de dicho objeto. Otras a poner a este objeto en relación con un universo de conceptos e imágenes mnemónicas de las que proviene, al tiempo de la puesta en presencia del visitante ante el objeto, la información necesaria para la semantización que ese visitante puede conferirle. Y otras relaciones espaciales, en fin, vincularán al objeto, en el imaginario del visitante, con un universo de comportamientos tendientes a la construcción de su dimensión pragmática. En cualquier caso, ese conjunto de relaciones espaciales implica una propuesta de reconocimiento del objeto, según determinaciones desde las cuales el visitante estará dispuesto o no a aceptar la propuesta ideologizadora del curador.

En su forma más elemental, los Mundos Semióticos Posibles del curador y del visitante están constituidos por las posibilidades dialécticas, en cuanto opositivas y eventualmente contradictorias, de visualización, semantización y utilización pragmática aplicables al objeto. Estas tres dimensiones son los ámbitos en los que se juega la posibilidad de intercambio comunicativo entre el curador colectivo y el conjunto de los visitantes individuales del museo. Se materializan en la forma de exhibición del objeto, los textos, los gráficos y audiovisuales a los que se lo asocia y las actividades pedagógicas o lúdicas que se programan como experiencia kinésica con el objeto o con sus réplicas o sus componentes o sus resultados.

¿Cómo lo exhibe el curador versus cómo lo hubiera querido percibir el visitante? ¿Qué información le asocia el curador versus qué sabía de él el visitante? ¿Qué relación física admite el curador que puede establecerse con el objeto versus cuál es la que al visitante le interesa establecer?

Tales considero, en principio, que pudieran ser los tres temas básicos para el análisis de los objetos de un museo en cuanto propuesta de comunicación.


 

6. La "puesta en escena" de objetos y comportamientos

Continúo con algunas reflexiones en el marco de una Semiótica Indicial. El tema se centra en la posibilidad de identificar cuándo nos encontramos ante una percepción de objetos y/o comportamientos que nos sugiere o, quizá, nos impone, proyectarnos hacia un universo diferente del que tenemos presente y, por tanto, construir una interpretación semiótica de dicha percepción a la que, en principio, consideramos como Objeto Semiótico pero que, posteriormente, se nos impone como Semiosis Sustituyente.

En este sentido propongo que todo despliegue de objetos/comportamientos tiene siempre algún aspecto de "puesta en escena" y la puesta en escena es una condición inicial y necesaria para toda comunicación. Por tanto, los objetos puestos en escena se diferencian de sí mismos (dejando de ser simples Objetos Semióticos) por ese plus al que remiten (y que les atribuye, en alguna medida, el carácter de Semiosis Sustituyentes).

La perspectiva semiótica, en esta reflexión, es general y abarca, una vez analizadas las propuestas simbólicas (por ejemplo, las lenguas verbales o de señas, la aritmética o la lógica simbólica) y las propuestas figurativas (por ejemplo, fotografías, pinturas y esculturas), a todas las entidades existentes y posibles, tanto artificiales como naturales. Vistas por el hombre, tales entidades están vistas (o dispuestas o construidas) para el hombre y ya no son lo que (supuesta pero inaccesiblemente) serían en sí, ni lo que serían (haciéndosenos igualmente inaccesibles) al ser vistas por un alienígena de otra galaxia, por alguna inteligencia eterna peirceana (el "æon" de CP. 3.433 que transcribo más adelante) o por el más cercano marciano de Chomsky; pero obsérvese que siempre tendrían que ser para alguien ya que de lo contrario simplemente no serían (o, al menos, no serían objeto posible de ninguna percepción consciente para ninguna mente imaginable).

La hipótesis, pues, consistiría en afirmar que todo Objeto Semiótico participa en algo, simultáneamente, de la calidad de Semiosis Sustituyente. Aun en su mero carácter (ontológico) de Objeto Semiótico, ninguna entidad se situaría (retomando la conocida expresión de R. Barthes, 1967a, 1967b) en "el grado cero" de alguna semiótica. Esto quiere decir que ningún objeto podría ser considerado como total y definitivamente terminado o construido en cuanto resultado final de alguna interpretación semiótica, ni podría ser considerado sin potencia alguna para semiotizar a algo que ya no es él mismo sino otro al que tal objeto se refiere o representa (otro objeto junto al cual aparecería o cuya ausencia revelaría; el propietario del objeto o su manipulador; un gesto o ademán que fue necesario, etc.), sino que, por negación de dicho "grado cero", conservaría siempre, además, la (al menos) potencia para estar remitiendo a algo distinto de sí mismo. Al estar puesto en algún lugar, inevitablemente con otros o junto a otros objetos, para ser visto en ese lugar y no en otro lugar posible, ni en asociación con otras entidades posibles, para ser visto por alguien (o por muchos), pero no por otros (o por alguno), está puesto para comunicar algo más que su mera presencia: algo que puede remitir a identidad, estatus, compromiso, poder, veneración, mentalidad, ideología, creatividad, moda, exclusión..., y tantos otros aspectos que los objetos construyen y para los que no alcanzan las palabras que los designen o los describan, pero cuya eficacia se constata al percibirlos o al estar o al circular entre ellos.

Hay "puestas en escena" explícitas de objetos, en cuanto, socialmente reconocibles como exhibidos para ser vistos: tal es el caso de los museos, colecciones y exposiciones, jardines botánicos, zoológicos y reservas naturales, vidrieras o escaparates de establecimientos comerciales, góndolas de supermercados, plazas, jardines y parques, fachadas de edificios, la ropa que se lleva puesta, el amoblamiento de una habitación en una vivienda particular, en un hotel, en un hospital, en una empresa, en la celda de una cárcel, etc.

Hay "puestas en escena" explícitas de comportamientos, en cuanto, socialmente reconocibles como exhibidos para ser vistos: los desfiles militares, las funciones de ballet, de teatro de mimos (para atender predominantemente a situaciones con mínima presencia de lo verbal), los espectáculos deportivos, las manifestaciones políticas y/o gremiales, ceremonias cívicas o religiosas, la consulta médica (en especial en la medicina social en la que el médico manipula el cuerpo del paciente con mínima participación e interés en la información verbal que le trasmite), desfiles de modelos, concurrencia y desplazamiento por lugares de encuentro y paseo urbano, como la Alameda en Santiago de Compostela, la vieja "vuelta del perro" en Tandil, la Recoleta en Buenos Aires (y cada habitante de cada ciudad, pueblo o villorrio sabe dónde y cuándo), las acrobacias aéreas, etc.

Es como un desafío el identificar este repertorio, prácticamente inagotable, de ámbitos destinados a la exhibición de objetos y/o comportamientos. Todos ellos son propuestas perceptuales (evito decir   "textos" ni "discursos" para eludir la intromisión de la lingüística; pero, entre comillas y entre paréntesis, lo digo; más adelante, en los apartados 22 y 23, utilizaré el término "disposición") acerca de las cuales la semiótica tiene (o tendría o debería tener) mucho que decir y explicar. Ésta es la opulenta línea de investigación y estudio en la que incluyo este tipo particular de reflexión: el de una Semiótica Indicial.

Ahora bien, la hipótesis que estoy esbozando es que, al margen de estas situaciones explícitas de puesta en escena de objetos y/o comportamientos, constitutivos inequívocamente de Semiosis Sustituyentes, también los objetos usados en la práctica social, según su finalidad específica y aunque, aparentemente, no estén destinados a ser exhibidos, o sea, en cuanto simples Objetos Semióticos, siempre e ineludiblemente incurren en alguna especie de situación implícita de puesta en escena y aparecen, por ello, dotados de una tensión semiótica que los constituye en objetos de estudio de una Semiótica Indicial.

La única exclusión estaría constituida por el conjunto de los que se podrían considerar como Objetos Semióticos imposibles (en la línea de las configuraciones ideadas por Escher). Pero, ¿existe el objeto imposible?


 

7. La semiótica como proceso de transformación y la asistematicidad peirceana en la caracterización del índice

Estoy pretendiendo desarrollar las líneas fundamentales de una Semiótica Indicial. Ya he anticipado algunos comentarios, cuando me he referido a los objetos, en especial exhibidos en un museo, y a los comportamientos, particularmente en el caso de los "piqueteros".

Pero más que reflexiones aisladas, trataría de ir sistematizando conceptos y operaciones que permitan ir construyendo esta parte de la semiótica que, según la información de que dispongo, es la menos desarrollada.

Por supuesto, Charles Sanders Peirce es quien ha construido el concepto de Índice con mayor profundidad y riqueza (CP. 2.284-2.291, passim). Lo tendré presente permanentemente, pero advirtiendo que no me preocuparé por ser ortodoxo; más bien preveo la necesidad de una notable heterodoxia o, al menos, la búsqueda de desarrollos alternativos.

En este sentido, comienzo planteando un par de temas, sobre los que será necesario continuar trabajando, para avanzar sobre una Semiótica Indicial.

El primero se refiere a la semiosis de base de esta Semiótica Indicial, que estaría constituida, por ejemplo, por los objetos y los comportamientos (así como por los contenidos de la memoria, que dejo para una elaboración posterior) a los que ya me he referido. Pero, como sabemos, una semiótica no se identifica por el tipo de referente que construye ni por la sensación sensorial de la que parte, sino por la transformación a que somete a percepciones y referentes y, en virtud de la cual, los constituye en signos. Así, las palabras, que son predominantemente símbolos, en la sistemática peirceana, tienen un (importante) aspecto indicial: por ejemplo, su calidad física y su presencia como existentes que se hacen oír o ver; y, por supuesto, un (importante) aspecto icónico: por ejemplo, la modulación de quien las pronuncia y la tipografía o caligrafía de su escritura, en ambos casos respetando una estructura formal de base. Y las imágenes, que son predominantemente iconos, tienen también un (importante) aspecto indicial: por ejemplo, su soporte físico y su presencia como existentes que ocupan un espacio en una pared (cuadros) o un volumen en un ámbito (estatua), etc.; y, por supuesto, un (importante) aspecto simbólico: por ejemplo, la cotización o precio en el mercado del arte o bien su carácter de pieza revolucionaria que inicia un nuevo período o de pieza pasatista que no aporta nada nuevo. O sea, considero que no es suficiente con decir que una Semiótica Indicial trata acerca, por ejemplo, de objetos o de comportamientos, ya que unos y otros tienen (importantes) aspectos icónicos y simbólicos, al margen de su predominante (en nuestra cultura) presencia existencial. En todos los signos predomina un aspecto, que hará que se los considere iconos, índices o símbolos, según circunstancias y/o condicionamientos socio-históricos, pero que no excluye los otros aspectos semióticos (más sobre esta copresencia de todos los signos en cada signo, en el apartado 11). El índice es, por tanto, una manera de representar y no una materia prima o sensación, aunque también debe tenerse en cuenta que esa manera de representar recae predominantemente (al menos en nuestra/s cultura/s) en los que llamamos "objetos" y "comportamientos".

El segundo tema es, conceptualmente, bastante complejo. Se refiere a cierta asistematicidad que pareciera manifestarse en el criterio seguido por Peirce para su construcción del índice, frente al criterio, más coherente e inambiguo, seguido para caracterizar al icono y al símbolo. Mientras estos últimos se identifican por adquirir su específica calidad representativa (su calidad de signo) situándose o apareciendo "en lugar de", en el caso del índice, éste pareciera identificase por adquirir su específica calidad representativa (su calidad de signo) según las características de su asociación física con otro u otros signos, o sea, por su capacidad y sus características de contextualización, o sea, situándose o apareciendo "en una conexión dinámica" con el objeto al que representa. Cuando se estudian los signos, la operación semiótica que se plantea como general es la de sustitución; o sea, se trataría de una dinámica de metáfora (representa porque está en lugar de). Por otra parte, cuando se estudian los contextos, la operación semiótica que se plantea como general es la de integración, o sea, se trataría de una dinámica de metonimia (representa porque es parte de). Pero, en el caso del índice la operación semiótica que, según Peirce, lo caracteriza, en cuanto signo, es la de integración (en un contexto más amplio), o sea, su identificación como signo respondería a la dinámica de la metonimia (representa por ser una parte de).

Esta opción por caracterizar al índice desde la perspectiva de su integración con otros signos se manifiesta, inicialmente, cuando establece la calidad de contexto existencial que atribuye Peirce al ámbito de valoración del índice, o sea, al que denomina "dicisigno" o "signo dicente" (CP. 2.250-251) frente a la calidad de sistema virtual que le atribuye al ámbito de valoración del icono, al que denomina "rhema" (CP. 2.250) o al del símbolo, al que denomina "argumento" (CP. 2.252-253). Esto se potencia cuando Peirce (CP. 2.283) diferencia, con términos evaluativos, entre el índice genuino, que consiste en una relación existencial (por tanto, vinculada a la integración y, en cuanto tal, relativamente próxima a lo metonímico), y el índice degradado, que consiste en una relación de referencialidad (por tanto, relativamente próxima a la sustitución y, por tanto, a lo metafórico). Y, sin aclarar si lo hace en el mismo sentido que antes, en la nota 23 al parágrafo 8.368 de CP., distingue entre dos clases de índices: los que "stand for..." o "designations", o sea, los que designan, ya que están en lugar de algo (lo que permite considerarlos relativamente próximos a los que estableció como índices degradados, por tanto según una relación metafórica con su objeto) y los que llama "reagents" o sea, los reactivos (quizá como un rastro de su formación académica de químico), en cuanto ponen a la mente en conexión con determinado fenómeno al que señalan o indican o del que son índices (lo que permite considerarlos relativamente próximos a los que estableció como índices genuinos y, por tanto, según una relación metonímica con su objeto).


 

8. Cómo se define y se acota un contexto

Considero importante detenerme y tratar de esclarecer una doble operación que vamos a necesitar con mucha frecuencia, en nuestra tarea de esbozar una Semiótica Indicial. Se trata de la comprensión teórica y la adecuación empírica del problema acerca de (1) cómo se define y (2) cómo se acota un contexto.

Casi nada de la semiótica se puede responder en dos palabras, pero sugiero tomar estos breves comentarios como esquemas mínimos para la comprensión del tema que se propone, y que requieren continuar siendo objeto de reflexión y profundización y de un más preciso ajuste en otros momentos.

(1) Con esta restricción, puede decirse entonces que el contexto, en principio, es el conjunto de signos, efectivamente existentes, que aparecen asociados a otro determinado signo, efectivamente existente, según las reglas de integración de la semiosis a la que pertenecen.

Además (como criterio analítico provisional e irreal, pero conveniente en función del rigor, y que deberá modificarse, como lo propondré más adelante, para adecuarse a situaciones efectivas), sólo se tomarán en cuenta, para afirmar que se está en presencia de mismo contexto, los signos que pertenecen a la misma semiosis que el signo cuyo contexto se estudia. Esto quiere decir que el contexto de un signo lingüístico estará constituido por otros signos lingüísticos, el de un signo gráfico por otros signos gráficos, el de un signo musical por otros signos musicales, etc. Si esos otros signos aparecen asociados, pero no pertenece a la misma semiosis que el signo en estudio, suele hablarse de "co-texto", un término por el que confieso que siento poca simpatía, por considerarlo no suficientemente definido y, sobre todo, poco definidas sus relaciones con el texto al que acompaña, por lo que no creo que pueda utilizarse para eliminar la irrealidad del anterior criterio; y hablo de "irrealidad" porque es prácticamente imposible encontrar una determinada secuencia de signos, o sea, un contexto, en la que todos sus componentes intervengan desempeñando una misma función semiótica: todos como y sólo como iconos o todos como y sólo como índices o todos como y sólo como símbolos. Ejemplos de situaciones a considerar desde una perspectiva co-textual serían los gestos que acompañan a las palabras o el título que acompaña a una pintura o a una escultura o las imágenes de la TV mientras se trasmite un concierto (sean paisajes naturales o detalles o panorámicas de los músicos y del director, etc.; interesante tema en el caso de los videoclips) o los mencionados textos informativos (escritos, audiovisuales, fotografías, etc.) que se yuxtaponen a un objeto exhibido en un museo.

El contexto, del que esbocé una definición, es el instrumento natural de toda semiosis, mediante el cual cada signo adquiere el sentido que le confieren los restantes signos del determinado contexto en el que aparece incluido (ver, respecto a la caracterización de "sentido" frente a "significado" y a "concepto", el apartado 18). Todo contexto siempre lo es de algún signo determinado; además, lo es de algún signo efectivamente existente, o sea, todo contexto es siempre un fenómeno material y no virtual.

Esto, a su vez, quiere decir que no sería semióticamente correcto hablar de contextos abstractos, por lo que no se podría decir (pese a que se lo dice con bastante frecuencia) que un sistema cultural o las reglas de una gramática o las ideas políticas vigentes en un momento dado, sean contextos de "algo" o que "algo" adquiera sentido en el contexto de un sistema o de unas reglas o de determinadas ideas. Puede decirse (pese a que casi nunca se lo dice) que algo adquiere sentido en el sistema de determinada cultura, o de las reglas de una gramática o de las ideas políticas de un determinado momento histórico, en cuyo caso, el algo del que se habla no se considera como un existente concreto sino como una virtualidad o abstracción. El contexto de algo concreto está constituido por elementos existenciales presentes en su entorno físico, mientras que el sistema lo está por elementos abstractos, conceptuales y/o virtuales. Por eso puede decirse que "algo" adquiere sentido en el contexto de un discurso político concreto o en el de los discursos políticos emitidos en el Parlamento, en determinada sesión o en determinado período, o en el contexto de las relaciones percibibles en una imagen publicitaria o en el de los libros de que dispone determinada biblioteca. Curiosamente, mientras parecería aceptable, pese a ser contradictorio, decir que "algo adquiere sentido en el contexto de determinado sistema", nadie se animaría a decir que "algo adquiere sentido en el sistema de determinado contexto", donde la contradicción se percibe como más evidente.

En el uso que le doy al término "contexto", las expresiones que critico no serían semióticamente correctas, en cuanto al uso adecuado (o incluso, científico o riguroso) de los términos y las relaciones propias de la semiótica, sino que corresponderían a una utilización del lenguaje coloquial, con su carga definitoria de ser el lugar semántico del equívoco (en el acertado decir del viejo estructuralista Galvano della Volpe, 1966), pese a toda la potencia creativa o poética de dicho lenguaje coloquial. La utilización correcta del término "contexto", si se comparten los criterios que estoy haciendo explícitos, consistirá en decir que "algo" aparece en el contexto, o sea, en el interior de un discurso concreto, o de una propuesta visual determinada, o de un determinado comportamiento individual o colectivo, pero, en todos los casos, existente en el tiempo y en el espacio (todo lo cual, por supuesto, proviene de la actualización existencial de las posibilidades virtuales de un sistema).

Para comprender todo esto es necesario tener en cuenta que el signo tiene dos niveles (o dos ámbitos) de existencia posibles: (a) una existencia abstracta o virtual en un sistema (o paradigma o formación discursiva, etc.) y (b) una existencia concreta o efectiva en un contexto (o sintagma o enunciado, etc.); a esta existencia concreta Peirce la denomina "la réplica" del signo en cuanto instancia de su aplicación (CP. 2.246), ya que el signo siempre actúa a través de su réplica (CP. 2.249). Añado, incluso, que es en este nivel de existencia concreta donde, al ser interpretado, el signo va modificando su significado, mientras que, en el nivel de su existencia abstracta, el signo se encuentra disponible, como el registro o archivo del conjunto de posibilidades que, en algún momento (pasado o presente), han sido o están siendo existencialmente realizadas. La creatividad supone una ruptura (futura) de tales posibilidades (de modo que toda creatividad depende siempre de las posibilidades ya creadas que le precedieron; o sea, no se crea de la nada; se transforman las posibilidades preexistentes) y siempre es un acontecimiento discursivo (o de alguna determinada Semiosis Sustituyente) y nunca un estado del sistema. Por eso también, un sistema de signos no es directamente cognoscible, sino tan sólo mediante una inferencia a partir del análisis de uno o varios determinados contextos en los que se actualizan algunas de sus formas o réplicas posibles y algunas de sus relaciones posibles.

(2) La doble operación a la que me estoy refiriendo continúa con el tema de cómo se acota un contexto, o sea, cómo se lo identifica o cómo se establece dónde comienza y dónde termina.

En el ámbito de los signos lingüísticos, en otro trabajo (Magariños de Morentin, 1998) he aplicado el criterio de segmentar la textualidad verbal conforme al criterio del mínimo sintáctico y semántico. O sea, se trata de identificar y segmentar (provisionalmente) aquella parte de un texto que constituye una estructura gramatical completa y que construye un determinado significado. En definitiva, identificar el contexto de un signo implica segmentar el texto que los contiene (al signo y a su contexto) y esto constituye un operación que requiere de una definición y de una descripción de su aplicación, adecuadas y rigurosas. En el ámbito de la semiótica verbal, es a lo que he tratado de aproximarme en la propuesta formulada en dicho trabajo.

Pero no me arriesgaría ahora a proponer criterios de segmentación para acotar contextos ni en las semióticas de las imágenes visuales, ni, menos aún, en la Semiótica Indicial. Incluso mantengo en suspenso, por el momento, la decisión acerca de si es efectivamente oportuno hablar en estos casos (que no son los lingüísticos) de "contexto". Puede arrastrar una extrapolación de categorías lingüísticas (al menos en cuanto designación) a ámbitos semióticos en los que podría no ser pertinente. Es un tema que voy a tratar más adelante (ver los apartados 18, 19, 20 y 22), pero del que ahora sólo digo que el análisis de un signo, para establecer el sentido que está adquiriendo, siempre va a requerir tomar en cuenta sus relaciones con los otros signos con los que comparte determinada existencia concreta. En "La(s) semiótica(s) de las imágenes visuales" hablo de "componentes perceptuales mediante cuyo agrupamiento interior y/o exterior se irá configurando la forma, hasta que se concrete el atractor" (Magariños de Morentin, 2000: 677), pero sólo lo considero provisional y hay allí mucho para repensar.

Creo que con esto aporto algo (o más bien, me disculpo por lo poco que aporto) al tema acerca de cómo proceder para el reconocimiento y la identificación de la dimensión precisa (o sea, cuál es el límite hasta el que se extiende la eficacia semantizadora que un contexto ejerce sobre determinado signo contenido en él) de los contextos en situaciones de Semiosis Indicial, particularmente, en los casos referidos a los comportamientos. ¿Qué fragmento del comportamiento colectivo de los "piqueteros" constituye un signo y qué valor adquiere, en cada situación concreta, por su vinculación con el resto del comportamiento colectivo que lo incluye, así como de qué modo determinar la dimensión necesaria o el límite máximo de ese comportamiento colectivo? Prefiero que la discusión del tema se vaya produciendo al trabajar sobre las propias características que el concepto de contexto, u otro concepto afín que haya que elaborar, adquiera en el conjunto del desarrollo de la Semiótica Indicial. Desde luego que siempre habrá que referirse a la existencia concreta de Semiosis Sustituyentes construidas con la materia prima de la correspondiente Semiosis Indicial.


 

9. Primer esquema peirceano del Signo Indicial

Un modo de producir un discurso riguroso con el que se construya un espacio teórico organizado en base a relaciones semióticas, consiste en explorar el tema en estudio aplicándole la estructura del signo. He seguido esta estrategia para replantear el análisis semiótico de las imágenes visuales y considero que el resultado ha sido específico y sugerente (Magariños de Morentin, 2000), sin dejar de ser discutible. Mi intento ahora es aplicar el mismo procedimiento para encuadrar, al menos elementalmente, las nociones constitutivas de una Semiótica Indicial.

Adopto el esquema lógico que utiliza Ch. S. Peirce para definir el Signo, tomándome cierta libertad para interpretar sus relaciones: "A sign, or representamen, is something which stands to somebody for something in some respect or capacity" (CP. 2.228); o sea: "Un signo o representamen es algo que está para alguien por algo en algún aspecto o capacidad".

En una primera aproximación, trataré de hacer expresivas las relaciones propuestas por Peirce mediante números y niveles de líneas de escritura.

"∞"/ El Signo es el resultado de la transformación de algo; intencionalmente, lo he señalado con el signo de "infinito", en alusión a la inagotable riqueza de las relaciones implicadas en la tríada peirceana, conocidas como la semiosis infinita (CP. 1.339; 2.92; 2.274; 2.303; 8.339, passim);

"0"/ este primer algo (el que apareció en el párrafo anterior y ése acerca del que Peirce va a ir diciéndolo todo; o sea, ese del que dice: "es algo que...") es lo que va a resultar transformado en signo pero que, todavía, no lo es. Es importante porque va a plantear gran parte de la problemática semiótica. En lo verbal (que ya es signo) ese algo (que todavía no lo es) sería la fonación del habla (no como objeto de conocimiento de la pragmática, sino como algo muy próximo al "sonido y la furia" con que Shakespeare evoca el lenguaje de los dementes), en cuya interioridad (o en cuyo ámbito) va a producirse la segmentación de la materia acústica destinada a ser interpretada y con capacidad para designar (o identificar) a un referente; la construcción teórica resultante dará lugar a una Semiótica Verbal. En el caso de la imagen visual (que ya es signo) ese algo (que todavía no lo es) sería la percepción (no como objeto de conocimiento del neuropsicólogo, sino como algo muy próximo al sistema del control de vuelo de una mosca que sabe esquivar obstáculos y cómo posarse), en cuya interioridad (o en cuyo ámbito) va a producirse la segmentación del estímulo visual destinado a ser interpretado y con capacidad para configurar a un referente; la construcción teórica resultante dará lugar a una Semiótica Visual. El problema, para una Semiótica Indicial, es que, en el caso del índice (que ya es signo), ese algo (que todavía no lo es) es lo que fue el referente de las otras dos semióticas: lo designado por la semiótica verbal y/o lo configurado por la semiótica visual; por supuesto, antes de haber sido referente de ninguna de ellas pero no como objeto de conocimiento de alguna ciencia natural positivista, ni del enfoque pretendidamente óntico de alguna metafísica, sino como algo muy próximo al caos en que se hubieran movido los "niños-lobo" si creyéramos las poco creíbles historias del siglo XIX acerca de lactantes abandonados y sobrevivientes (Lenneberg, 1975: 170). Y, para complicar el panorama, el "algo" de una Semiótica Indicial es también la materia prima de cada una de tales semióticas (o de otras que podamos imaginar: olfativas, kinésicas, etc.) en cuanto a los sonidos y la información visual o de los restantes sentidos, que perdura en la base de los signos verbales o visuales o cualesquiera otros ya constituidos. Ese es el algo que estará sometido a determinadas transformaciones para constituirse en Signo Indicial.

Con esto se está abarcando el universo de todos los existentes: objetos, comportamientos y contenidos de la memoria. Para entendernos, afirmo explícitamente que se excluyen los valores y los conceptos, o sea, los significados que sólo existen después de haber sido producidos por alguna Semiosis Sustituyente.

De alguna manera, estoy aludiendo, quizá peligrosamente, a lo óntico, a lo pre-significativo. Es necesario tener presente que estoy tratando de darle un contenido al algo peirceano, que va a ser construido como signo pero que todavía no lo es. Por eso, sólo puedo proponer esta ida y vuelta dialéctica entre lo significativo, para que pueda referirme a ello, y su negación, para mantenerlo en el espacio de la significación posible. Su existencia es necesaria y su significación es virtual.

En este punto es cuando puede intervenir determinada semiosis (verbal o visual, por ejemplo) y transformarlo en signo. Pero también es posible que ello mismo se transforme en signo, de modo que, invirtiendo la relación dialéctica, llegue a ser, no un existente, sino un referente de sí mismo. Todo el proceso por el cual esto llega a ocurrir es lo que es necesario describir mediante las relaciones que constituyen el Signo Indicial, si se pretende llegar a disponer (después de haberla elaborado) de una Semiótica Indicial.

Supongamos, provisionalmente, que estas reflexiones nos proporcionan, abductivamente, una intuición de eso que va a transformarse en signo. Esto que acabo de enunciar constituye una hipótesis de trabajo y, como dice el mismo Peirce, sólo falta probarla.

A título de ejemplo y para tratar de fortalecer la mencionada intuición: la mesa sobre la que trabajo puede ser dicha, como lo estoy haciendo, y así hacer que, en la mente de un intérprete (quienes lo leen y yo mismo), surja como un signo particular. O puedo fotografiarla de modo que su encuadre y la luminosidad a la que la someta, etc., hagan que, en la mente de un intérprete, surja como un signo particular (y diferente al anterior). O puedo tomar conciencia de que estoy trabajando sobre ella y de su relación con la biblioteca, con la computadora, con la ventana, etc., y hacer así que (1), en mi mente, la interprete como un signo (Objeto Semiótico) particular (y diferente a los dos anteriores). O bien hacer que (2) en la mente de alguien que la contempla y a mí trabajando en ella, se la interprete como un signo particular (Semiosis Sustituyente), según lo que ese intérprete tenga en su mente como información acerca de las mesas, del trabajo de escritorio y de mi propia actividad y lo considere como el modo como yo he querido ser visto por ese determinado intérprete (mediante determinada "puesta en escena"); en todo caso, construyendo un signo particular y diferente a todos los anteriores. Bien, como ejemplo, quizá trivial y no exento de problemas, en estos casos (1) y (2), lo que se está construyendo es un índice.

Termino aquí este apartado, pero de todas formas anticipo los otros niveles del análisis que estoy diseñando (posteriores al "∞" y al "0" por los que comencé este desarrollo) acerca de este Signo Indicial y con cuyo estudio continuará este pretendido esbozo de Semiótica Indicial.

"1"/ El aspecto o disposición según el cual se manifiesta, con su pretensión de ser un representamen, o sea, de no ser pero sustituir y hacer presente a otro algo que no es él mismo (de alguna manera, eso que hace que nos relacionemos con las cosas como portadoras de un significado). Sólo ahora hemos llegado al primer componente del signo; lo anterior era previo, materia prima pero no semiosis.

"2"/ El algo en lugar del cual está el Signo Indicial; o sea, el referente de ese pre-referente una vez que es capaz de señalarlo o sustituirlo.

"3"/ La operación que se cumple en la mente del interpretante para valorar y dar significado a ese existente, no por él mismo sino por su capacidad para ser sustituto del otro.


 

10. El primer componente del Signo Indicial: la relación que establece con su objeto

Terminé el apartado anterior caracterizando al primer componente como: "el aspecto o capacidad según el cual se manifiesta (el Signo Indicial), con su pretensión de ser un representamen, o sea, de no ser pero sustituir y hacer presente a otro algo que no es él mismo (de alguna manera, eso que hace que nos relacionemos con las cosas como portadoras de un significado)"

Para entender esto, es necesario tener en cuenta que, en el caso de los Signos Indiciales, nos encontramos, por ejemplo, con comportamientos (u objetos o contenidos de la memoria) producidos a partir de una semiosis que es existencial; a diferencia, por ejemplo, de las imágenes materiales visuales (o de las esculturas o diagramas, etc.) cuya semiosis es formal, en cuanto formas o configuraciones perceptuales, con la que se producirán signos icónicos; y a diferencia, por ejemplo, de las palabras (o de los números o de la escritura musical, etc.) cuya semiosis es valorativa y, por tanto, convencional, con la que se producirán signos simbólicos.

Pues bien, este aspecto o disposición o, dicho en forma más castellana: la relación que establece con su objeto para proponérsela a su interpretante (siendo "interpretante", en uno de sus sentidos, la designación con la que Peirce se refiere al aspecto más sistemático y menos psicológico del intérprete), en el caso del Signo Indicial que se está comenzando a construir, es una relación de presencia actual. Con esto se diferencia del signo icónico, que se relaciona con su objeto para proponerle a su interpretante una configuración visual que no es tal objeto sino que sustituye su forma. También se diferencia del signo simbólico, el cual se relaciona con su objeto para proponerle a su interpretante un sustituto convencional de su respectivo objeto. La pregunta es ¿de qué manera se produce la sustitución del objeto de un Signo Indicial para su interpretante? ¿Qué le proporciona el Signo Indicial a su interpretante como sustituto del objeto que, por definición, no puede estar presente?

Y aquí surge la alternativa: el Signo Indicial puede adquirir, ya bien un aspecto o capacidad designativa o ya bien un aspecto o capacidad reactiva o de conexión dinámica.

En la primera posibilidad, a la que Peirce denomina "designativa", el índice le proporciona a su interpretante un sustituto (con componentes operativos afines a los que se utilizan para transformar el lenguaje común en lenguaje retórico, mediante la metáfora; Jakobson, R., 1963: 43-67); lo que constituye la función más general de todo signo.

En la segunda posibilidad, a la que Peirce denomina "reactiva" (si bien posteriormente la denominará "indicativa", término que preferiré adoptar), el índice le proporciona a su interpretante una conexión dinámica con algo diferente al propio signo que está operando (con componentes operativos afines a los que se utilizan para transformar el lenguaje común en lenguaje retórico, mediante la metonimia; ibidem), pero al que este signo identifica y actualiza inequívocamente, salvo los casos desviantes de ambigüedad o polisemia.

Como ejemplo elemental de la primera posibilidad o eficacia designativa de un Signo Indicial puede considerarse a los objetos exhibidos en una vidriera o escaparate. Cuando quiero comprarme una camisa que he visto en la vidriera, le digo al vendedor: "Quiero llevarme esa camisa" y el vendedor se da vuelta hacia la estantería y saca otra camisa que me muestra; yo ratifico que es esa la que quiero, la pago y me la llevo. Es evidente que la camisa en la vidriera es un índice que estaba en lugar de la que, en definitiva, me llevé.

Como ejemplo de la segunda posibilidad o eficacia "indicativa", se despliega toda una serie de variantes que concretan la conexión dinámica que el Signo Indicial puede establecer con su objeto para determinado interpretante. Me referí antes, en este caso, a la operación retórica de construcción de la metonimia, en la que algo está en representación de la totalidad, en definitiva, de la otra parte del todo que no estoy percibiendo. Así, siempre hay una ausencia que se hace presente por esta función semiótica del Signo Indicial. Al anticipar que hay toda una serie de variantes, me refiero a que tratándose la conexión dinámica de relaciones efectivamente existenciales con su objeto, es posible establecer ciertas regularidades témporo–espaciales que, a su vez, permiten identificar diversas relaciones semióticas entre el índice presente y su objeto ausente, pero físicamente conectado, de modo que se reactualice o se haga presente para el interpretante.

Pero vayamos a "la serie de variantes" del índice en conexión dinámica con su objeto. En la multitud de designaciones que se utilizan para nombrar a los signos, en general en forma equívoca y poco técnica, están los término "señal", "indicio" (acerca de cuya diferencia con el índice propiamente dicho dejo sentada la consiguiente advertencia) y "síntoma"; creo, no obstante, que son recuperables semióticamente. Mi propuesta, sintetizando y reelaborando los tratamientos que estos términos han recibido en Morris (1955: 23, 46, 354), Wallon (1965: 164) y el mismo Peirce (con enfoques discordantes, en CP. 5.473, 6.338, 7.357, 8.313, 8.335) e, incluso Rastier (1991: 80, 84) entre otros, es la siguiente (me interesa más el acuerdo acerca de las operaciones que describo aquí muy elementalmente, que el eventual acuerdo acerca de la asignación de dichas operaciones a los términos que sugiero). En los tres casos se trata de réplicas particulares del Signo Indicial; o sea, considero a la señal, al indicio y al síntoma como índices.

Señal: es un signo que aparece en el mismo contexto que otro y antes de que ese otro sea percibible. Ejemplo: las nubes son una (eventual) señal de lluvia (elijo este ejemplo con toda intención, ya que rechazo la categoría de signos naturales de la que habló Charles Morris, 1955: 5,6; la relación semiótica que constituye al signo la establece la mente humana; en este sentido, todo signo es artificial, si así consideramos a la intromisión del hombre atribuyéndole sentido a los fenómenos de la naturaleza). Hay una conexión dinámica de anticipación: el objeto (la lluvia), que todavía no está, aparece anticipado mediante la señal (la nube). Es coherente con la segunda posibilidad de la definición de índice: el índice le proporciona a su interpretante una conexión dinámica con algo diferente al propio signo, pero al que este signo identifica y actualiza inequívocamente, salvo los casos desviantes de ambigüedad o polisemia.

Indicio: es un signo que aparece en el mismo contexto que otro y después de que ese otro sea percibible. Ejemplo: la huella de una pisada en la arena de la playa (también, los tradicionalmente llamados "indicios" de las novelas y de los acontecimientos policiales). Hay una conexión dinámica de recuperación: el objeto (el pie que pisó), que ya no está, aparece recuperado mediante el indicio (la huella). Es coherente con la segunda posibilidad de la definición de índice: el índice le proporciona a su interpretante una conexión dinámica con algo diferente al propio signo, pero al que este signo identifica y actualiza inequívocamente, salvo los casos desviantes de ambigüedad o polisemia.

Síntoma: es un signo que aparece en el mismo contexto que otro y de modo simultaneo con la posible percepción de ese otro (estratégicamente o para la plena expresividad del síntoma es preferible la situación en que, coexistiendo, no es percibible el otro signo). Ejemplo: la columna de humo que se eleva al otro lado de un muro (también, los clásicos síntomas de la semiología clínica: la palidez, la rubicundez del rostro; la temperatura; el sarpullido; el dolor; en general no son la enfermedad sino que son sus síntomas; también sería un síntoma el ejemplo más conocido que da Peirce del índice: la veleta y el viento). Hay una conexión dinámica testimonial: el objeto (el fuego, la enfermedad, la dirección del viento), que no se percibe pero que coexiste, aparece recuperado mediante el síntoma (el humo, la temperatura, la veleta), el cual se percibe y coexiste de modo inapreciable con su objeto. La propuesta sigue siendo coherente con la segunda posibilidad de la definición de índice: el índice le proporciona a su interpretante una conexión dinámica con algo diferente al propio signo, pero al que este signo identifica y actualiza inequívocamente, salvo los casos desviantes de ambigüedad o polisemia.


 

11. El segundo componente del Signo Indicial: su eficacia en la construcción de su objeto o fundamento

He caracterizado, al menos tentativamente, el primer componente del Signo Indicial, o sea, su representamen o aspecto perceptual según el cual se manifiesta, como lo existencial, en cuanto presencia material actual, que es, en el caso del Signo Indicial, el instrumento mediante el cual otro algo, su objeto o fundamento, se actualiza para alguien, su interpretante.

Lo que corresponde desarrollar ahora es ese segundo componente del Signo Indicial al que acabo de aludir como su objeto o fundamento. O sea, plantea para una Semiótica Indicial el problema de establecer la calidad del referente al que un índice puede representar/proyectar/construir.

Conviene tener presente, en todo lo que sigue, que el primer aspecto (o componente del Signo Indicial) constituye lo que vengo denominando "Semiosis Sustituyente" y que el segundo constituye lo que vengo denominando "Objeto Semiótico" o "Semiosis Sustituida".

Para comprender este segundo aspecto creo que es conveniente ponernos de acuerdo acerca de una regla de la Semiótica General, muy básica y elemental, pero cuyo relegamiento puede ocasionar problemas. Quizá no sea fácil el acuerdo, pero como en tantas otras cuestiones de la semiótica, lo importante es saber que el tema (o el problema) existe y, eventualmente, reflexionar sobre él para tomar una posición al respecto.

La regla de la Semiótica General a la que me refiero puede enunciarse del siguiente modo:

Cualquier clase de signo: icono, índice o símbolo puede permitir representar/ proyectar/ construir un referente de naturaleza icónica, indicial o simbólica.

O sea, los símbolos no son las operaciones necesarias para representar/ proyectar/ construir símbolos, ni tampoco están limitados a representar/ proyectar/ construir símbolos. Con símbolos se pueden representar/ proyectar/ construir tanto iconos como índices y símbolos.

Por ejemplo: con símbolos se construyen iconos cuando, con palabras (símbolos), se describe (icono) un paisaje. Con símbolos se construyen índices cuando, con palabras (símbolos), se narra un acontecimiento (índice). Con símbolos se construyen símbolos cuando, con palabras (símbolos), se definen conceptos (símbolos); y también es el caso de la matemática, cuyos signos son símbolos, en cuanto convencionalmente establecidos y utilizados, con los que se definen y/o analizan cantidades y/o relaciones entre cantidades, que son símbolos en cuanto convencionalmente establecidos y utilizados. Por supuesto estoy usando el término "símbolo" en sentido peirceano en cuanto norma convencional.

Pero continúo: los iconos no son las operaciones necesarias para representar/ proyectar/ construir iconos, ni tampoco están limitados a representar/ proyectar/ construir iconos. Con iconos se pueden representar/ proyectar/ construir tanto iconos como índices y símbolos.

Por ejemplo: con iconos se construyen iconos cuando, con imágenes (iconos), se reproducen imágenes (iconos); tal es el caso de un libro con reproducciones (iconos) de pinturas (iconos) de Jheronimus Bosh. Con iconos se construyen índices cuando, con imágenes (iconos), se representan objetos, personas o acontecimientos (índices); tal es el caso de una fotografía del edificio de Gaudí conocido como "La Pedrera" o el cuadro "Madison Square, 1944" de Richard Estes. Con iconos se construyen símbolos cuando, con imágenes (iconos), se representan palabras (símbolos), tal es el caso de la escritura; o con imágenes (iconos) se formulan órdenes, prohibiciones o recomendaciones (símbolos) como es el caso de los comúnmente llamados "iconos", habitualmente colocados en aeropuertos, computadoras y prendas de vestir.

Y termino: los índices no son las operaciones necesarias para representar/ proyectar/ construir índices, ni tampoco están limitados a representar/ proyectar/ construir índices. Con índices se pueden representar/ proyectar/ construir tanto iconos, como símbolos e índices.

Por ejemplo: con índices se construyen iconos cuando, con comportamientos (índices), se actualizan las formas (iconos) de otros comportamientos, como es el caso del mimo que representa/ proyecta/ construye el imaginario encuentro con un amigo; o ciertos tipos de danza experimental (índice) que exploran las posibilidades posturales y expresivas (iconos) del cuerpo humano. Con índices se construyen índices cuando, con objetos (índices), se representan objetos (índices), como es el caso de un museo de mineralogía (pero, cuidado con los museos, ya que puede tratarse de situaciones en que con objetos (índices) se representan formas (iconos) que es lo que se produce en un museo de pintura o de escultura o de situaciones en que con objetos (índices) se representan valores (símbolos), como es el caso de un museo histórico). Con índices se construyen símbolos cuando, con objetos (índices), se actualizan valores (símbolos), como, aparte de los objetos exhibidos en el museo histórico recién mencionado, es el caso de la veleta de Peirce, ya que el objeto veleta (índice) lo que representa es la dirección (símbolo) del viento y no al viento (índice) propiamente dicho; o, también, una lápida (índice) funeraria (símbolo).

Para una Semiótica Indicial interesa especialmente, por supuesto, esta última parte, relativa a las posibilidades constructivas a partir de los índices.

Todavía hay otro aspecto, también básico y elemental (pero sin acuerdo sobre el cual no podremos debatir coherentemente sobre nuestras opiniones) a tener en cuenta y que no conviene confundir con el anterior: es el relativo a que cada icono, índice y símbolo tiene su correspondiente aspecto icónico, indicial y simbólico, lo que constituye una lectura operativa de la peirceana "división de relaciones triádicas" (CP. 2.233-2.242).

Rápidamente:

1/ El aspecto icónico de un icono consiste en sus características puramente formales o cualitativas: por ejemplo, la tipografía (aspecto icónico) de la escritura (icono) de un libro; o los trazos del dibujo sobreagregado (aspecto icónico) en una pintura (icono) de Georges Rouault.

2/ El aspecto indicial de un icono consiste en sus características existenciales: por ejemplo, la tinta y el papel (aspecto indicial)que constituyen el soporte físico de la escritura (icono) de un libro; o la textura en la aplicación del óleo (aspecto indicial) en una pintura (icono) de Georges Rouault.

3/ El aspecto simbólico de un icono consiste en sus características valorativas: por ejemplo, el significado de una palabra (aspecto simbólico) escrita (icono) en un libro; o la protesta expresionista (aspecto simbólico) en una pintura (icono) de Georges Rouault.

4/ El aspecto icónico de un índice consiste en sus características puramente formales o cualitativas: por ejemplo, el diseño en cuanto forma específica (aspecto icónico) de una silla concreta (índice).

5/ El aspecto indicial de un índice consiste en sus características existenciales: por ejemplo, la madera, la pintura y el barniz (aspectos indiciales)que intervienen en la efectiva construcción de una silla concreta (índice).

6/ El aspecto simbólico de un índice consiste en sus características valorativas: por ejemplo, el precio, el estilo, el recuerdo familiar (todos ellos aspectos simbólicos) de una silla concreta (índice).

7/ El aspecto icónico de un símbolo consiste en sus características puramente formales o cualitativas: por ejemplo, la modulación de la voz en cuanto forma específica (aspecto icónico) de una determinada educación o clase social (símbolo).

8/ El aspecto indicial de un símbolo consiste en sus características existenciales: por ejemplo, el tono y el timbre como efecto del aliento pasando por las cuerdas vocales de determinada persona (aspecto indicial) cuando habla (símbolo).

9/ El aspecto simbólico de un símbolo consiste en sus características valorativas: por ejemplo, los temas (aspecto simbólico) de los que alguien habla (símbolo).

Otra cosa a tener en cuenta es que el hecho de asumir la presencia de estas combinatorias y su eficacia semiótica en cada caso, no las equipara arbitrariamente, sino que determinada cultura (y determinado individuo o grupo en determinada cultura), en determinado momento histórico, utilizará predominantemente una u otra de estas variantes constructivas, según una dialéctica histórica que puede ser investigada.


 

12. Hacia el tercer componente del Signo Indicial: sobre texto, discurso, productor e interpretante

Hasta ahora vimos determinados aspectos acerca de (1) la materia prima con la que se puede construir una Semiosis Sustituyente de carácter indicial y (2) la materia prima que resulta actualizada (en cuanto representada), como Objeto Semiótico o Semiosis Sustituida a consecuencia de la intervención del Signo Indicial. Debe tenerse presente que falta (3) un estudio acerca del conjunto de conocimientos mediante cuya sistematización se constituye el interpretante del Signo Indicial, y cuáles sean sus características fundamentales.

Esto lo planteo, porque me parece fundamental a los efectos de entender que, con cuanto hasta ahora he tratado de desarrollar, todavía no tenemos un Signo Indicial operando, sino tan solo ciertos rasgos que caracterizan a sus dos primeros componentes. Pero no hay signo hasta que no se completan las relaciones triádicas con la presencia dinámica del tercer componente que es el interpretante.

Siempre anticipando, pero sin meterme todavía en ello, llamo la atención sobre una característica específica del interpretante: ser una entidad semiótica radicada en dos sujetos distintos, cada uno de los cuales la aplica con una eficacia contrapuesta, si bien simétrica. Será, por tanto, necesario estudiar al interpretante en sus dos posibles posiciones (que, en el apartado siguiente, como veremos, Peirce lleva a tres): en cuanto interpretante productor de la Semiosis Sustituyente y en cuanto interpretante intérprete de esa misma Semiosis Sustituyente, constituyéndose a su vez, en este último sentido, en productor de la Semiosis Sustituida u Objetos Semióticos actualizados, que sólo surgen al interpretar la Semiosis Sustituyente. Recupero, en esta instancia meramente como aforismos metodológicos, este par de enunciados, en relación quasi parafrástica:

1/ sin sintaxis no hay semántica, y

2/ sin texto no hay discurso

O sea, (a) que el interpretante, en cuanto productor de la Semiosis Sustituyente, no hace más que proponernos ciertas relaciones sintácticas entre representámenes o manifestaciones del aspecto perceptual del signo, con las que trata, ideológicamente, de que veamos el mundo (o los aspectos específicos en los que interviene la Semiosis Sustituyente) tal como puede verse desde esa propuesta sintáctica que nos está ofreciendo. O sea, (b) el interpretante productor sabe o, al menos, supone, que determinada comunidad en determinado momento histórico va a interpretar esa Semiosis Sustituyente de modo que produzca determinados significados, que son los que él pretende que se le atribuyan al mundo (o que quiere impedir que se le atribuyan). O sea, (c) que el interpretante productor nos ofrece un texto en el que ha ubicado y distribuido estratégicamente determinadas relaciones sintácticas que son las productoras de determinada significación (o sea, determinada semántica), con lo cual espera que su texto se transforme en el discurso que él desea (Magariños, 1983: 44-57; 1991: 121-138; 2002b).

Pero lo que efectivamente ocurra nunca puede estar enteramente manipulado por el interpretante productor que produjo su texto. La comunidad y cada uno de sus integrantes, en cuanto interpretantes intérpretes de ese texto, pueden encontrar, en los elementos físicos o representámenes del texto propuesto, la actualización de otras relaciones mnemónicas con la misma o con otras semiosis que les lleve a interpretarlo como constructor de otra semántica (o sea, de otras significaciones).

En definitiva: el discurso que construye el interpretante intérprete de la Semiosis Sustituyente (o, en principio, el destinatario del texto) no es, necesariamente, el mismo discurso que el interpretante productor del texto pretendió (esperó e intentó) que construyese ese otro interpretante intérprete.

Lo que falta estudiar se refiere a esta doble capacidad operativa del interpretante intérprete: (1) como (re)productor de un texto que se (el otro productor originario) supone que va a ser interpretado como un determinado discurso (o sea, de determinada y no otra manera); y (2) como intérprete de ese mismo texto, pero, eventualmente, no (o sí) del modo como el otro lo esperaba, o sea, (re)interpretándolo como otro (o el mismo) determinado discurso.

Este estudio del interpretante, tanto productor como intérprete, para el investigador semiólogo, requeriría el conocimiento de todos los sistemas semióticos que tienen (tales interpretantes) a su disposición para la producción y/o para, correspondientemente, la interpretación del mismo texto; esto es imposible, así que sólo se utilizarán aquellos que se supone que se activan para interpretar el texto en cuestión. Una observación técnica: si se conocen las reglas de producción textual aplicadas por un interpretante para la producción de sus propios textos, se conocen también las reglas de interpretación que tiene disponibles para interpretar el texto de otro; de dónde la importancia de conocer las formaciones discursivas a las que se refiere Foucault (1969: 53, passim), tarea de la cual se desprenderá la posible explicación de la eficacia interpretativa que puede alcanzar determinado texto al ser interpretado por los miembros de determinada comunidad, con lo que ya no será texto sino discurso.

Creo que, en cuanto antecede está lo que quería introducir como paréntesis y lo que quería recordar y anticipar como continuación del estudio de nuestro Signo Indicial. Dejo al gusto de los lectores (mis interpretantes intérpretes) decidir si aceptan convertir este texto en el discurso que yo, como interpretante productor, estoy pretendiendo producir o si prefieren leer de otra manera lo aquí escrito, para producir otro discurso más afín con su propio sistema de interpretación. Yo escribí desde el mío; cada cual lo leerá (así creo que es inevitable que lo haga) desde el suyo.


 

13. Más sobre el tercer componente del Signo Indicial: la concurrencia de los interpretantes productor e intérprete en el interpretante comunicativo

El intento de trabajar en la identificación de las características del interpretante en la estructura del Signo Indicial, ha tenido importantes aportes, en especial la posibilidad de focalizar ese tercer interpretante: comunicativo, sobre cuyas características, en la obra de Peirce, profundizó Robert Marty (1990).

Disponer del constructo teórico consistente en la triple perspectiva desde la que puede estudiarse al interpretante: como productor, como intérprete y como confluencia comunicativa, permite diseñar la eventual investigación que conduciría a disponer de un eficaz instrumento constructivo y analítico para organizar una posible Semiótica Indicial.

Creo que a estas alturas ya todos coincidimos (aun cuando algunos discutan su efectiva existencia o su autonomía; ¡trágico destino para una Semiótica Indicial: que se discuta su existencia!) en que una Semiótica Indicial consiste en un sistema teórico-operativo que puede dar cuenta de la capacidad y eficacia significativa que poseen determinadas entidades que tienen la calidad de objetos, comportamientos o recuerdos mnemónicos, así como del proceso mediante el cual objetos, comportamientos o recuerdos mnemónicos producen determinados y específicos significados (no sustituibles por su representación verbal o gráfica).

Un objeto, comportamiento o recuerdo, en cuanto representamen en sentido estricto, o sea, como propuesta perceptual existencial, es un estímulo físico (que es entrada para múltiples y concurrentes informaciones multisensoriales) que requiere (como cualquier otra clase de semiosis) el cumplimiento de un proceso de interacción entre las tres categorías de interpretantes para llegar a constituirse en un juicio perceptual y, en cuanto tal, en un existente significativo. Desde la perspectiva de la investigación, se necesita, a su vez, de un sistema analítico-inferencial para describir ese proceso y esbozar una explicación de su eficacia.

Este sistema del que deberá disponer el investigador requiere, en principio, (1) que el analista hipotetice y construya el cálculo pertinente, acerca de cómo el interpretante productor ha establecido la correspondencia entre la entrada multisensorial que va proponiendo al construir un objeto, al actuar un comportamiento o al recuperar un recuerdo y determinado atractor que se habrá ido activando en su memoria experiencial intermedia, conforme avanza en esa construcción. Posteriormente, se requiere (2) explorar las posibles relaciones de la imagen existencial generada por ese interpretante productor, con atractores pertenecientes a otros sistemas semióticos, disponibles en su memoria asociativa, en cuanto sujeto partícipe de determinada sociedad en determinado momento histórico, que le confieran, a dicha imagen existencial, la interpretación que le atribuye.

En una segunda instancia, se requiere (3) que el analista hipotetice y construya el cálculo pertinente, acerca de la correspondencia entre la entrada multisensorial de la imagen existencial percibida por el interpretante intérprete y determinado atractor que se active en la memoria experiencial intermedia de ese interpretante intérprete. Posteriormente, se requiere (4) explorar, a través de la memoria asociativa, las posibles relaciones de la imagen existencial percibida con los atractores pertenecientes a otros sistemas semióticos de los que dispone ese interpretante intérprete, en cuanto sujeto partícipe de determinada sociedad en determinado momento histórico, y que le conferirán a la imagen existencial percibida la interpretación que habrá de atribuirle ese determinado sujeto en cuanto tal interpretante intérprete.

Todo esto no tendría posibilidad de producirse, si el analista (5) no pudiera hipotetizar y construir el cálculo pertinente destinado a demostrar que, entre el interpretante productor y el interpretante intérprete, se da una coincidencia, al menos relativa, en lo que Peirce denominó "interpretante comunicativo". Coincidencia que podrá referirse o no tanto a una parte de los atractores disponibles en uno y otro y activables a partir de la imagen existencial propuesta y/o percibida, como a determinada parte de las relaciones posibles que vinculen a esa imagen existencial con otros atractores semióticos vigentes y disponibles tanto por el interpretante productor como por el intérprete, en cuanto partícipes ambos de determinada sociedad en determinado momento histórico. Todo lo cual podrá llevarlos o no a construir una nueva coincidencia, siempre relativa, acerca de la interpretación definitiva que ambos le atribuyan a dicha imagen existencial. Si no se construye tal coincidencia, la interpretación propuesta no se corresponderá con la interpretación que le atribuya el intérprete: el productor del objeto, del comportamiento o del recuerdo no habrá logrado que la interpretación que él le atribuye sea la misma que la interpretación que le atribuye el intérprete.

Parece difícil, pero quizá yo me expresé complejamente y no lo es tanto. Por de pronto (revelando el secreto), he seguido un esquema que es el mismo para cualquier semiótica ya que basta con sustituir, en este apartado, "imagen existencial" por "imagen visual" o por "imagen simbólica" para que pueda disponerse del cálculo necesario para construir las correspondientes semióticas.


 

14. Las operaciones cognitivas en la producción y la interpretación del significado

El tema del interpretante es fundamental en muchos aspectos, cualquiera sea el tipo de signo que se esté estudiando. Pero, en el caso de los signos icónicos (en cualquiera de las tres clases sobre las que trabajo: plásticos, figurativos o simbólicos; Magariños de Morentin: 2000) y, muy particularmente, en el caso de los Signos Indiciales, constituye un auténtico desafío, por otra parte, ineludible. Y lo califico de auténtico desafío ineludible por estar poco estudiado y constituir no obstante la clave para cualquier explicación plausible que se pretenda dar acerca de la eficacia significativa de iconos o índices. O sea, el concepto de interpretante es necesario para explicar, con rigor, el proceso de atribución de un significado a una imagen o a un objeto o a un comportamiento (dejo, por el momento, el tema del recuerdo mnemónico).

Propongo, tentativamente, el siguiente esquema analítico-inferencial, al que he aludido en varias oportunidades: para conocer cómo un intérprete puede interpretar un mensaje es necesario conocer cómo, ese eventual intérprete, produce sus mensajes, porque (y ésta es la hipótesis central), en ambos casos, se está poniendo en práctica un mismo sistema cognitivo.

Por tanto será necesario partir del análisis de determinada cantidad de mensajes producidos por el eventual intérprete (o comunidad intérprete) para saber cómo contextualiza los signos que sitúa en su mensaje, ya que, a partir de las reglas así y allí identificadas, será posible reconstruir (en este caso, por inferencia) las reglas de las que dispone para aceptar o rechazar la contextualización de los signos que se le proponen en un determinado mensaje ajeno, o sea, para aceptar o rechazar el significado que se pretende que le atribuya.

(Utilizo "intérprete" en un sentido muy próximo a uno de los sentidos en que Peirce define a su "interpretante", o sea, como un sistema lógico de interpretación; en el otro sentido, identifica las distintas instancias de la eficacia del signo en la mente de alguien (ver las diferencias que señala entre el Interpretante Dinámico, por una parte, y los Interpretantes Inmediato y Final, por otra; CP. 8.315, passim). Pero conste que no es cierto que Peirce no se refiera también a ese sujeto como "intérprete" (p.e., CP. 8.346); lo hace, pero, cuando utiliza el término "interpretante", en lugar de "intérprete", simplemente quiere distanciarse de la construcción psicológica, sin eliminarla, y afincarse en la construcción lógica de la operación de interpretación. Tampoco yo excluyo, en esta propuesta, las componentes psico-sociales del intérprete o interpretante en estudio.)

Si se trata de estudiar el sistema de interpretación de que dispone un interpretante para atribuir significación a determinado texto (por ejemplo, cómo alguien, en cuanto integrante de determinada comunidad, va a interpretar determinado discurso político en determinado momento) es necesario conocer cuál es el sistema de atribución de sentido que pone en funcionamiento cuando construye un texto (o sea, en el ejemplo anterior, habrá que estudiar cómo produce su discurso cotidiano cuando habla de lo que habla el político).

En el caso de la lengua, es posible que el analista reconstruya esas relaciones con relativa precisión, por el hecho de estar materializadas en concretos textos que puede analizar. O sea, las relaciones interpretativas se materializan tanto en el texto cuya eficacia se pretende averiguar (el del político), como en los textos de aquellos que van a atribuirle significado al primer texto (o sea, los textos que produce la comunidad a la que va destinado el discurso producido por el político).

Esas redes y esas reglas se supone que son las que maneja efectivamente el intérprete. O sea, el analista construye, a partir de la aplicación concreta de sus operaciones analíticas al texto en estudio, una inferencia consistente en determinada configuración con la que se representan las posibilidades cognitivas de los intérpretes; por supuesto, del mismo modo que quedan reconocidas y representadas las posibilidades cognitivas del productor del texto político. Y aquí, aunque no es el tema que pretendo desarrollar por el momento, aparece el instrumento de los Mundos Semióticos Posibles (ver los apartados 32, 33 y 34) para establecer el contraste y determinar el posible gradiente, desde la identidad hasta la contradicción, que media entre ambos sistemas de posibilidades cognitivas.

Pero, ¿qué ocurre cuando de lo que se trata es de explicar la eficacia significativa que determinada imagen tiene para determinada comunidad? ¿Qué ocurre cuando se trata de explicar la eficacia significativa de un objeto o de un comportamiento?

La pregunta operativa que se plantearía es: ¿cómo recuperar las operaciones cognitivas que se aplican a la producción del significado de una imagen o, por otra parte, de un objeto o de un comportamiento? (los separo, no sólo para seguir la estructura de Peirce, sino porque considero que son operaciones notablemente diferentes).

O sea, ¿cómo se recupera la memoria visual o, en la Semiótica Indicial, la memoria de los objetos y de los comportamientos? Porque en la memoria de cada uno (y en la memoria socialmente compartida) se conservan las posibilidades relacionales que construyen el significado de tales imágenes, objetos y comportamientos, o sea, donde pueden recuperarse las operaciones cognitivas productoras de la respectiva significación.

Podemos tener discursos verbales acerca de tales relaciones, pero parece que, así como se puede hacer que un sujeto produzca un discurso verbal en el que, después, se analicen las relaciones utilizadas, no se podría hacer o no se lo podría hacer con la misma simplicidad, que produjese un discurso visual, o sea, que construya una imagen, en la que descubrir sus hábitos para establecer las relaciones visuales con las que construye el específico significado de lo visual (he avanzado en la exploración de este tema en Magariños de Morentin, 2002a, en prensa). Tampoco, o por su propia naturaleza semiótica menos aún, se podría conseguir que produjese discursos indiciales, con objetos o con comportamientos, tales que permitan conocer sus reglas de producción del significado de lo indicial. Intuitivamente, y de modo semejante a como G. Moore (1974: 257) calificaba al sentido común, todos entendemos tales significados, lo difícil es explicarlos. No obstante, es el único procedimiento que garantizaría la validez de la explicación que se alcance. Creo que es posible, pero hay que construir el conjunto de experiencias que proporcionen la adecuada posibilidad de análisis con el adecuado rigor como para justificar la inferencia que se elabore.


 

15. Signo Indicial y ejemplos

Para no perdernos en el bosque, éste será un avance más hacia una definición del índice. Por paráfrasis libre del concepto de signo en Peirce (CP. 2.228), se puede decir que un Signo Indicial es:

0/ (Something which stands...) (Algo que está...) un existente puesto por un interpretante productor, ...

1/ (... in some respect or capacity...) (... en algún aspecto o disposición) ... mediante determinadas relaciones de contigüidad o sustitución, ...

2/ (... for something...) (... por algo...) ... para actualizar a otro existente, ...

3/ (... to somebody.) (... para alguien.) ... la eficacia de cuya actualización habrá de ser valorada por un interpretante intérprete.

Diversos aspectos de estas tres relaciones y de su semiosis de base: (Something which stands... (Algo que está...), un existente puesto...), han sido el tema que he venido comentando en los apartados anteriores. Mi objetivo es continuar con estos comentarios, pero creo que se hace necesario un acotamiento del problema, que lo ordene y que permita explorarlo en su aplicación a concretas situaciones empíricas ejemplares.

Por de pronto, propongo, a título de ejemplos, algunas observaciones (al margen o con independencia de los ejemplos peirceanos), la comprensión de cuya significación se enriquece cuando se parte de considerar (y discutir) la calidad indicial de la o las semiosis involucradas.

El punto crítico consiste en diferenciar los que aparecen a la observación como Objetos Semióticos indiciales (que son significativos en virtud de alguna otra u otras Semiosis Sustituyentes de diversas clases posibles que los constituyen en tales; pero que, en la situación en que se los observa, no constituyen una Semiosis Sustituyente generadora de una significación para otra entidad distinta) y los que aparecen a la observación como Semiosis Sustituyentes indiciales, o sea, productoras de la significación de otra u otras entidades por la eficacia de su propia calidad indicial; o sea que, con independencia de la intención de su productor, cumplen efectivamente, por las valoraciones sociales vigentes, una función de sustitución o de integración, por lo que se los percibe con eficacia representativa.

Hay que diferenciar la calidad semiótica de la Semiosis Sustituyente que se está analizando, a la que se exige su carácter indicial, de la calidad semiótica de la significación construida que, como dije en el apartado 11, puede ser tanto indicial, como icónica o simbólica.

También hay que tener en cuenta que no puede darse una Semiosis Sustituyente constituida por una sola clase de signos, en nuestro caso por índices, sino que siempre podremos encontrar rastros o presencias importantes de los otros dos: iconos y símbolos. Se trata de una identificación por predominio o vigencia cultural en la sociedad donde se hace presente o circula.

Es importante, también, tener en cuenta que, aunque se mencionen mayoritariamente en plural, los ejemplos no se refieren a la clase de los fenómenos mencionados, sino a la individualidad de cada una de sus manifestaciones.

Y, en definitiva, hay que reconocer las particulares características mediante las cuales la Semiosis Sustituyente indicial produce su específico efecto de significación, sin hipostasiar los efectos de significación de las Semiosis Sustituyentes verbales o visuales mediante las cuales se da cuenta de las primeras. Cualquier otra Semiosis Sustituyente, y en especial la verbal, puede explicar el proceso de producción del efecto de significación originado por una Semiosis Sustituyente indicial, pero no puede producirlo. Son, pues, ejemplos de Semiosis Sustituyentes de carácter indicial:

1- la actuación de un mimo

2- los objetos exhibidos en un museo

3- los objetos exhibidos en la vidriera o escaparate de un comercio

4- los animales de un zoológico

5- la ropa que se usa

6- el mobiliario de un domicilio, de una empresa o institución, de un consultorio

7- los jardines públicos o privados, las plazas o parques

8- una partida de ajedrez (Hjelmslev le niega carácter semiótico; 1971: 139-143)

9- las "promociones" publicitarias

10- las maneras de mesa

11- el tono y la modulación de la voz

12- las representaciones teatrales

13- las funciones de ballet

14- todos los deportes

15- los juegos manuales de ingenio (incluida la Torre de Hanoi)

16- los sueños

17- los restos arqueológicos

18- los monumentos, obras y edificios históricos

19- los desfiles militares

20- las ceremonias civiles, religiosas, académicas, etc.

21- cualquier entidad tridimensional (¿necesita serlo?) situada en el contexto adecuado, o sea, con eficacia para mostrarla y no sólo para utilizarla.

etc.


 

16. Estereotipos e identikits

El hecho de haber planteado el tema de la Semiótica Indicial genera, en los grupos de trabajo sobre temas semióticos, reflexiones que los enriquecen o que modifican, al menos, su enfoque.

Una tarea puntual, (integrada en un Proyecto de Investigación más amplio: el estudio de la construcción de la identidad individual y social en la Provincia de Buenos Aires), sobre la que estamos trabajando en la Universidad Nacional de La Plata, consiste en un análisis de los Escudos de las Municipalidades de esa Provincia. Se trata de establecer la imagen socio-institucional que, en los distintos momentos históricos en que fueron elaborados y aprobados dichos escudos, se tenía y/o se proponía, a propios y ajenos, como identificación de cada comunidad.

El análisis semiótico de las imágenes que integran a tales escudos se propone establecer las específicas características de su calidad simbólica, lo que también es el objetivo del análisis de las expresiones verbales, cuando aparecen en el espacio de esos mismos escudos. O sea, imágenes y escrituras se analizan teniendo en cuenta su eficacia semiótica en cuanto legisignos icónicos o representaciones simbólicas (CP. 2.258; el fundamento, las exigencias y las consecuencias analíticas que de ello se derivan pueden encontrarse en mi trabajo, varias mencionado "La(s) semiótica(s) de la imagen visual", Magariños de Morentin, 2000).

La mayoría de las imágenes que aparecen en los escudos son esquematizaciones de otras posibles imágenes adecuadamente figurativas. O sea, que se ha producido un estereotipo por eliminación de los rasgos de semejanza o individualización con concretos existentes. El proceso y su resultado es el mismo que conduce a los llamados iconos, en sentido vulgar y no técnico-semiótico, tanto los que aparecen en la propia computadora: el icono de la impresora, el de la lupa sobre el papel para la visión preliminar, el del cesto de papeles para la papelera de reciclaje, etc.; como los de la señalética en las calles, cines, instituciones públicas, aeropuertos, etc.: el hombre y la mujer que indican la existencia de los respectivos toilettes; el círculo en rojo con una barra roja cruzándolo diametralmente, bajo el cual aparece el cigarrillo, el teléfono celular, el frasco con calavera, etc., con los que se prohibe fumar, utilizar comunicaciones telefónicas, transportar sustancias corrosivas, etc.; el hombre o mujer doblado sobre su asiento para indicar la posición en caso de aterrizaje de emergencia, etc. En estas imágenes se reconoce la clase de personas u objetos representados, pero no se identifica a ningún individuo concreto de tales clases, ya que la finalidad es que todos y cualquiera de los integrantes de dichas clases se sientan apelados.

Por eso podemos llamarlos "estereotipos" y la tarea de su elaboración ha requerido todo un proceso de distanciamiento que va de los eventuales rasgos individualizadores (los que, en nuestra interpretación de la sistemática peirceana, serían los sinsignos icónicos o representaciones figurativas; CP. 2.255) a la representación genérica (los que, en esa misma sistemática, serían los legisignos icónicos o representaciones simbólicas).

Por eso, también, adquieren un valor simbólico, desde el que se interpreta la propuesta icónica. Y si puede hablarse de legisignos icónicos es porque permiten una interpretación próxima a la de las palabras, las cuales no remiten a un determinado ejemplar (en cuanto existente), sino a la correspondiente clase de objetos (en cuanto concepto). Recordemos que, en su carácter de signo lingüístico, la palabra es un legisigno simbólico (CP. 2.263; ya que son conjuntos virtuales de rasgos convencionalmente identificados, en cada lengua, como aceptados para ser, en su existencia intangible de tipos, portadores de determinada capacidad sustitutiva), si bien a su presencia visual, en cuanto escritura, corresponde considerarla un legisigno icónico (ya que son conjuntos de rasgos visualmente percibibles y convencionalmente identificados, en cada lengua, como aceptados para ser portadores de determinada capacidad sustitutiva: ser la representación visual de determinado signo lingüístico); y sería una propuesta a discutir si su manifestación oral, en cuanto acontecimiento de enunciación, podría considerarse como un legisigno indicial (CP. 2.269; ya que son conjuntos de rasgos existencialmente producidos y convencionalmente identificados, en cada lengua, como aceptados para ser la réplica de determinado signo lingüístico y, por tanto, como portadores de determinada capacidad sustitutiva).

Así pues, pese a la pérdida de la posibilidad de representar a un determinado individuo, los legisignos icónicos o estereotipos, presentes en los escudos (en nuestro caso de las Municipalidades o Intendencias o Alcaldías o Ayuntamientos, que todos esos y quizá otros nombres adquiere la institución a la que me refiero en los países de habla hispánica; pero también, en general, las imágenes que intervienen en la heráldica), aquellos legisignos icónicos o estereotipos, decía, poseen un fuerte efecto identificador de la comunidad, familia, persona, región, actividad económica, etc. Esta eficacia identificadora proviene del segundo proceso al que se somete a cada uno de los legisignos icónicos que componen el escudo en estudio: su reelaboración, o sea, la morfología que adquiere por transformación de la estructura de base (Fontana, R., 1996: 40); y esto reforzado por la contextualización en la que la imagen en estudio aparece incluida, o sea, el resto de las otras imágenes y su segmentación en "cuarteles".

Así, y sin entrar en más detalle en esto que ya va siendo excesivo, cuando miramos las imágenes de un escudo, estamos viendo el resultado de un proceso de abstracción o estereotipación que va de lo figurativo que identifica al individuo a lo genérico que identifica la clase en la que se incluyen un conjunto de individuos y que, en cuanto convencionalmente aceptado (lo que incluye a lo coactivamente impuesto) adquiere un valor de identificación simbólica.

Cuando, en el Equipo de Investigación al que he hecho referencia inicialmente (compuesto por Guillermo Seminara, Ariel Barbieri e Irene Silin), se estaban discutiendo algunos de estos aspectos, surgió, como un proceso de construcción simétrico al del legisigno icónico o estereotipo, pero lógicamente inverso, el tema del proceso de construcción que conduciría al tipo de imágenes conocido como "identikit" o sinsigno icónico, de particulares características en su producción, entre las que atribuyo una particular incidencia a la Semiótica Indicial: comportamiento del productor, por aproximaciones sucesivas, al identikit apetecido.

A partir de un conjunto de variantes representativas de determinados elementos "estereotípicos", cuyo archivo está disponible para ser integrado en un contexto específico, el de un rostro humano, se trata de llegar a una representación individualizadora de un concreto existente que, por su intermedio, pudiera ser reconocido.

O sea, en este caso se trata de un proceso que va del legisigno icónico (determinada secuencia de rasgos estereotípicos que se seleccionan) hasta llegar al sinsigno icónico (una representación figurativa identificable).

Cabe, entonces, preguntarse, ¿cuáles son las operaciones cognitivas mediante las cuales un interpretante intérprete efectúa la interpretación pertinente en el caso de interpretar un estereotipo o "icono" (en sentido vulgar) versus las que un interpretante intérprete deberá aplicar para realizar la interpretación de un identikit?

Y también, ¿cuáles son las operaciones cognitivas que ha ido utilizando sucesivamente el interpretante productor de un estereotipo o "icono" (en sentido vulgar) hasta llegar a él, desde su arranque en determinada representación figurativa, versus las sucesivamente utilizadas por el interpretante productor de un identikit hasta llegar a él, desde su arranque en un conjunto fragmentario de estereotipos no figurativos?


 

17. Los índices por relación de contigüidad y los índices por relación de sustitución

A riesgo de reiterar algunos conceptos, me parece útil tratar de organizar, mediante una cierta sistematización, el universo de los fenómenos a los que podemos identificar como Signos Indiciales.

Considero que una de las dificultades mayores para su estudio lo constituye la cantidad y diversidad de las propuestas perceptuales a las que podemos denominar como "Signos Indiciales". Como de costumbre, seguiré de cerca las propuestas de Peirce, pero sin el compromiso de mantenerme en el interior de su específica ortodoxia.

Adoptando un criterio amplio, puede dividirse a los Signos Indiciales en dos grandes conjuntos (véase el apartado 7, sobre cierta asistematicidad en el criterio seguido por Peirce en la caracterización del Índice):

1/ Los que lo son mediante la relación por contigüidad que establecen con su objeto. Peirce lo expresa como "que tiene una Relación genuina con ese Objeto, con independencia del Interpretante. Tal, por ejemplo, es la exclamación "¡Eh!" ["¡Hi!"], como indicativa de un peligro presente, o un golpe en la puerta como indicativa de un visitante" (CP 2.92), a los que, utilizando ejemplos ya conocidos, se pueden agregar: determinadas nubes como indicativas de lluvia, la huella del pie en la arena como indicativa del paso de alguien, o el humo que sale de una chimenea como indicativo del fuego encendido en el hogar. Reiteré estos ejemplos, para proponer el mantenimiento de la subclasificación de esta clase de índices, como ya lo he hecho antes, en señales, indicios y síntomas (correlativamente a cada uno de los tres ejemplos precedentes). Observad que retengo el término peirceano de "indicativo/a" para designar a la especial relación que establecen estos Representámenes (en cuanto aspecto perceptual del signo) con su Objeto; en otro lugar (CP. nota 23 al parágrafo 8.368) es la relación que nombra como "reactiva". Pero cuestiono las expresiones "relación genuina" y "con independencia del interpretante"; esta última considero que constituye una incoherencia teórica, ya que "con independencia del interpretante" nada puede relacionarse con nada. Frente al contenido axiológico inherente a la calificación de "genuina" atribuida a la relación constitutiva del Signo Indicial, creo que se trata más bien de una concreta relación por contigüidad (y no, de contigüidad), en cuanto proximidad física, efectiva o imaginaria, entre el representamen y su objeto representado; lo que no es más que una variante del proceso de sustitución, operación central en el proceso semiótico. Al establecerla como relación por contigüidad queda abierta la posibilidad de que tal contigüidad sólo exista en (o esté propuesta por) la mente de su interprete o en (o por) los presupuestos culturales de determinado sector social. Así, por ejemplo, integran este conjunto de Signos Indiciales por contigüidad las supersticiones. Pasar por debajo de una escalera, derramar la sal, que se cruce un gato negro, matar una araña de noche, etc. quedan asociadas a la ocurrencia de otro acontecimiento que, además, tendrá el carácter de no deseado o perjudicial. La semiótica no tiene por objetivo establecer la verdad o la falsedad de un signo, ni de un texto, ni de una Semiosis Sustituyente, sino su efectiva vigencia en determinada sociedad. Por eso, esta relación por contigüidad no puede derivarse hasta convertirla en una relación de causalidad. Ni importa si la contigüidad establecida por el intérprete, a partir de la propuesta del Signo Indicial, forma parte de las relaciones "científicamente" establecidas o si se integran en determinadas "creencias míticas" o si sólo resulta así interpretada por la mente de un paciente neurótico o psicótico. En todos los casos, estamos en presencia de un Signo Indicial con su específica eficacia para actualizar a un determinado objeto, para un determinado intérprete. Aquí el objeto es indicativo de la presencia efectiva o imaginaria de otro objeto futuro, pasado o contemporáneo del primero.

2/ Los que por una relación de designación, resultan ser Signos Indiciales, con independencia de la proximidad física que pueda o no existir entre el Representamen y su Objeto. La subclasificación que se abre en este caso es la menos desarrollada por Peirce y, no obstante, de fuerte expresividad. El mimo que designa a un policía ebrio; la camisa en la vidriera que designa a la camisa que decido comprar; el acento con que alguien habla que designa un lugar de origen, etc. Aquí el objeto designa la presencia posible o efectiva o convencional de otro objeto.

Me limito, por ahora, a esbozar una distribución tentativa de variantes indiciales designativas (estoy tratando de evitar hablar de clasificación, porque no me parecen oportunas las taxonomías):

2.1/ Un existente que designa puras cualidades posible de otro existente: por ejemplo, el ballet en cuanto designación (exploración, propuesta y mostración) de las posibilidades kinésicas del cuerpo humano.

2.2/ Un existente que designa a otro existente, que puede ser ese mismo existente, en otro Mundo Semiótico Posible, u otro existente de la misma especie: un ejemplo del primer caso (ya mencionado antes) sería el objeto único (el ejemplo había sido la espada del General San Martín) exhibido en el museo que ya no es él mismo, sino que se designa a sí mismo en otro contexto. Para el segundo caso, el ejemplo sería el prototipo (el tigre en la reserva que designa a todos los restantes tigres); o la réplica (la punta lítica de flecha que designa a las demás de una misma cultura).

2.3/ Un existente que designa a un valor o norma: como ejemplo también en otra oportunidad me referí a los "piqueteros" como comportamiento existencial que designa a determinada situación existencial de falta de trabajo o de falta de pago de salarios. Más trivialmente, pero con plena eficacia indicial, el envase de plástico puesto sobre el techo de un automóvil que designa la situación de compra-venta en que se encuentra ese vehículo (al menos en Argentina, así se acostumbra).


 

18. Volviendo sobre el análisis contextual / 1

El análisis contextual es básico en los estudios semióticos, porque identificar el contexto al que pertenece o en el que aparece determinada entidad es fundamental para conocer su significado y, por tanto, para relacionarse con el mundo y sobrevivir en él.

Al margen de decidir si se trata de una capacidad innata de la mente/cerebro del ser humano (¿o de todos los mamíferos; o de todo organismo; o generalizable a la totalidad de lo biológico?), filogenéticamente disponible, o si es una capacidad adquirida y, por tanto, vinculada a la cultura, y dejando provisionalmente sin decidir cuáles serían los restantes ámbitos en los que resulta eficaz el proceso de contextualización, creo que puede afirmarse que la significación es siempre el resultado de un proceso de contextualización, aun cuando, por tratarse ese proceso de algo acontecido en un pasado cuya memoria, generalmente, se ha perdido, nos deslumbre su por carácter categorial e, incluso, apodíctico. Esta pérdida de memoria histórica hace que parezca que muchas entidades significan por sí mismas, o sea, con independencia de la presencia de interpretante alguno. Sin embargo, primero la lingüística y después las restantes semióticas pudieron demostrar que el significado proviene, ya bien de una voluntad normativa socialmente aceptada y compartida (los signos simbólicos y el aspecto simbólico de todos los signos) o ya bien de una fijación de determinadas relaciones contextuales socialmente aceptada y compartida (los signos indiciales y el aspecto indicial de todos los signos). Pero el conocimiento, tanto empírico como especulativo, de ese significado se adquiere ya bien compartiendo el uso, ya bien observándolo, o sea, recuperando y analizando la presencia de determinados signos en su contexto de utilización. A este proceso lo he identificado (Magariños de Morentin, 1996: 113) con el nombre de "atribución", como una de las operaciones básicas de la semiótica y, en ese lugar, defino esa operación como "aquella mediante la cual se pone en relación una forma con un valor", o sea, se le atribuye un valor a una forma, habiendo establecido previamente que, siendo forma "la existencia posible del resultado de una percepción sensorial", corresponde entender por valor "la relación entre (al menos) dos formas", estableciéndose, así, la relación contextual mínima como la condición necesaria para que se actualice una calidad semántica mínima: semántica intrasemiótica que constituye una sintaxis. Pretendo decir que el significado (o valor) mínimo de cualquier signo está constituido por el conjunto de sus posibilidades de relación con los restantes signos de la misma semiosis (Magariños de Morentin, 2002b).

Por cuanto antecede, la definición normativa de un signo no es válida si carece de vigencia, o sea, si el signo en estudio no se materializa en efectivas relaciones contextuales que, en determinado momento, le atribuyen ese y no otro valor. Un Diccionario de Uso, especialmente en el caso de los signos lingüísticos, registra la vigencia del significado de un término o expresión, dependiendo su validez de la aceptación institucional de esa vigencia en cuanto a su conformidad con determinado sistema normativo (Winchkler, 2002). Pero, en el transcurso histórico, siempre se imponen las relaciones contextuales vigentes sobre las normativas, constituyéndose aquellas en nuevas normas destinadas a ser superadas por otra nueva y diferente vigencia. A este proceso lo he identificado (Magariños, 1996: 205) con el nombre de "superación".

Me animo, pues, a reiterar la afirmación, al menos como hipótesis metodológica exploratoria, de que la contextualización, en el ser humano, es necesaria tanto para producir el fenómeno de la significación (aunque la ausencia de la necesidad de estar realizando conscientemente tal contextualización no lo haga evidente) como para explicarlo (que es donde se hace necesario evidenciar la intervención de la contextualización) y que las componentes históricas y sociales le confieren a dicha contextualización la materia prima a la que se aplica y los concretos procesos operativos que se ponen en funcionamiento.

Quisiera, muy brevemente, acotar algunas precisiones acerca de la productividad de la noción de contexto en relación a las nociones de sentido, significado y concepto, así como a una orientación hacia su definición. Los términos "sentido", "significado/ción" y "concepto", etc., tiene, cada uno de ellos, una cierta movilidad semántica, en cuanto pueden verse afectados por leves desplazamientos que, fundamentalmente, creo que responden a la perspectiva desde la que los diversos autores los consideran. En el enfoque que vengo desarrollando, no interesa tanto o interesa menos un ajuste que tome en consideración sus aspectos vinculados, por ejemplo, a la enunciación, sino que interesan aquellos relativos al análisis contextual. Así pues, y sin pretender que estos elementales esbozos completen una definición, establezco provisionalmente que utilizo "sentido" como la significación mínima que recibe un término por la eficacia del contexto en que se lo incluye (en el que aparece incluido; donde lo sitúa el productor del texto, etc.). Utilizo "significado" como el conjunto de "sentidos" atribuidos por el uso a determinado término. Implica necesariamente un recorte o selección de los textos que habrán de tomarse en cuenta. Se construirán, por tanto, conjuntos según criterios de temporalidad (históricos), de espacialidad (grupos sociales), de ambos (socio-históricos) o de algún otro (temático) pertinente a la investigación que se esté realizando. Finalmente, utilizo "concepto" como el resultado de la abstracción de alguno o algunos de tales significados. En oposición al análisis de contenido, considero que el concepto es siempre posterior y consecuencia de la utilización, en el discurso, del término o expresión en estudio, por el simple hecho de que también el significado y su unidad generativa, el sentido, son posteriores y consecuencia de la utilización, en el discurso, del término o expresión en estudio. Hay conceptos históricos, pero no hay conceptos innatos (inherentes a la mente/cerebro), ni sustanciales (inherentes a los entes o fenómenos); todos provienen de su uso en contextos vulgares, científicos o poéticos (Della Volpe, 1966: 120-125), sin otro axioma (lógico) ni premisa (empírica) que lo previamente construido mediante otras contextualizaciones ya históricas para cualquier nueva contemporaneidad. O sea, el hecho de que los sentidos, significados y conceptos vigentes en determinado momento de determinada sociedad se adquieran por definición y, por tanto, adopten la forma de definiciones sustanciales o categóricas, no debe oscurecer ni desviar la atención del investigador respecto a la calidad contextual de su proceso histórico de constitución, del cual es resumen y síntesis la definición de los conceptos científicos, filosóficos, éticos y estéticos, ofrecidos por cada cultura para el funcionamiento social de los integrantes de cada sociedad. Disponer de definiciones, sin tener que recrearlas cada nueva generación, es la condición para que exista una cultura, la que proporciona, a su vez, un mínimo de seguridad social; seguridad de los individuos para el desarrollo de su convivencia y seguridad de la sociedad ante la eventual dispersión cognitiva de sus integrantes. Pero explicar el origen y la eficacia de los conceptos efectivamente vigentes en determinada sociedad, tiene que quebrar el espejismo de su necesariedad apodíctica y encuadrarlos en la productividad convencional y contingente de los correspondientes procesos de contextualización.

Todo esto viene a cuento, en relación a la necesidad de dotar al investigador, que decide trabajar desde la semiótica los temas relativos a la producción, interpretación y transformación del significado de los fenómenos sociales, de instrumentos adecuados y rigurosos para resolver los problemas que se plantean cuando pretende realizar tales análisis contextuales, sin eludirlos ni sustituirlos por la aceptación acrítica de definiciones preestablecidas desde algún discurso hegemónico.

Y lo específico del problema analítico comienza del siguiente modo: si las unidades que integran un contexto son unidades discretas, o sea, acotadas diferencialmente en cuanto formas perceptuales y con normas explícitas acerca de cómo producir la interrelación de tales entidades para la producción de determinada significación, el análisis contextual es factible y puede exponerse con rigor explicativo.

Ocurre que tal factibilidad solo se da o, quizá mejor, sólo se hace evidente ante construcciones simbólicas y, en mayor medida, conforme estas construcciones provienen de sistemas completa o relativamente formalizados, o sea, de construcciones simbólicas bien formadas. Esto ocurre con las proposiciones lógicas y/o matemáticas y, todavía de un modo relativamente fuerte, con el lenguaje verbal. ¿Qué ocurre con las restantes semiosis? ¿Cómo puede analizarse el contexto de entidades provenientes de la(s) semiosis visual(es) y, en especial, como es el caso que hemos comenzado a estudiar y que ha provocado todo este largo exordio, con las pertenecientes a alguna de las posibles Semiosis Indiciales?

En unas y otras (visuales e indiciales) parece predominar lo continuum vs lo discreto (impidiendo aparentemente la especificación de la identidad y de la diferencia y de las posibles operaciones que las relacionen) y, así, se dificulta o, incluso, para algunos autores, se excluye la posibilidad de realizar un análisis contextual riguroso de las imágenes visuales en cuanto representación o un análisis contextual riguroso de los comportamientos individuales o grupales y de los objetos naturales o artificiales también en cuanto representación.

Es nuestra responsabilidad, en cuanto teóricos de una disciplina que pretende explicar la significación, resolver este conflicto y dotar a la comunidad científica de los instrumentos específicos y adecuados para resolver las diversas dimensiones del problema enunciado. 


 

19. Volviendo sobre el análisis contextual / 2

Como advertía en el apartado anterior, el estudio del contexto, en el caso de las semiosis icónica e indicial tiene una complejidad que, según la información de la que dispongo, todavía no ha sido adecuadamente estudiada.

Por supuesto, no me refiero a la interpretación verbal de tales semiosis, ni, por consiguiente, al análisis del contexto resultante de tal interpretación, ya que eso pertenece a la problemática de la semiosis simbólica.

En los otros casos, cuando se trabaja con iconos o con índices, surge, con características propias, el problema de lo discreto (aparentemente ausente) vs. lo continuo (aparentemente presente). Para comprender que existe un problema y de qué se trata ese problema es necesario aplicar un concepto unívoco de icono y de índice, (y, pese al pleonasmo, añado: no equívoco, ni ambiguo), que se mantenga invariable (salvo la exigencia de un cambio que, si se decide, deberá hacerse explícito y aplicarse a la totalidad de lo escrito), de modo que nos permita establecer un acuerdo acerca de aquello de lo que estamos hablando. Además deberá ser adecuado, en cuanto dotado de eficacia para construir la interpretación de los fenómenos en los que pretendemos intervenir, y sistemático, en cuanto pueda atribuírsele un lugar en un sistema conceptual que posea (o se aproxime lo más posible a) las características que suelen exigirse a los sistemas rigurosos (o relativamente rigurosos): completo: que dé cuenta de la implicación semántica de todo lo que afirme; consistente: que no incurra en contradicción; y decidible: que pueda establecer si un nuevo concepto o una nueva afirmación pertenece o no al sistema propuesto.

Sin embargo, como formulación temática general, anticipo la idea guía que trataré de ir elaborando y desarrollando, la cual se refiere a la posibilidad de identificar, en los contextos pertinentes, la presencia y las características relacionales de sus iconos e índices constitutivos, ya que, según el supuesto que vengo desarrollando es el contexto el que atribuye significado a cada uno de sus componentes (o, al menos, le atribuye un sentido a cada uno de tales componentes, de cuyo conjunto surgirá el significado).

Resumiendo: esbozo un problema consistente en la dificultad existente para identificar las entidades de un contexto, cuando está compuesto por imágenes perceptuales de imágenes materiales visuales (y comienzo a buscar el núcleo que propongo para el concepto de icono) o de imágenes perceptuales de objetos y/o comportamientos en cuanto existentes (como aproximación inicial al concepto de índice).

Al haber identificado un problema, se hace posible formular por abducción (o sea, como resumen intuitivo de experiencias, conocimientos y emociones) una hipótesis, cuyo único requisito es que sea comprobable, o sea, que pueda probarse (Peirce. CP. 5.145 y 8.209) o, desde la perspectiva inversa, pero con la misma eficacia, que sea falsable (Popper, 1974: 185; 1977: 75-88; ).

Formulo, pues, como hipótesis, que pretende explicar aquel problema, la siguiente: La identificación de entidades presentes y constitutivas de contextos icónicos y/o indiciales se produce por comparación contrastativa entre, al menos, dos contextos: el contexto que está siendo efectivamente percibido por determinado interprete y "el contexto más semejante" que puede recuperarse en la memoria de ese mismo interprete; la diferencia establece lo discreto.

Esa última frase enuncia la eficacia operativa que se pretende como derivación del procesamiento cognitivo propuesto. Como anticipo provisional, ensayo la siguiente reflexión: aquella mínima entidad efectivamente percibida que puede ser sustituida por otra, manteniéndose la posibilidad de atribuirle un sentido a la totalidad resultante de tal sustitución (aunque no sea el mismo sentido) es lo que podemos considerar una entidad discreta constitutiva de dicha totalidad, en cuanto su contexto. De todo el párrafo se requerirán definiciones explícitas de los términos e, incluso, ajustar el rigor de expresiones todavía un tanto indefinidas, como la de "el contexto más semejante". Al margen de estas precisiones, la formulación de la hipótesis se vincula a la problemática del reconocimiento de objetos y comportamientos en sus correspondientes disposiciones y de imágenes en sus configuraciones (ver apartado 22), en cuanto "escenas" complejas y a su explicación, y trata, explícitamente, de apartarse de las propuestas de comprensión holística de tales escenas.


 

20. Búsqueda del contexto más semejante frente al cual, la diferencia establece lo discreto

Sólo dos breves aproximaciones al planteo que trato de esbozar, relativo a la posibilidad de análisis de los contextos indiciales y/o icónicos (mientras la problemática de unos y otros muestre un desarrollo relativamente paralelo).

Por una parte, una reflexión que nos ayude (también a mí) a entender las características de los que he designado (un tanto intuitivamente, todavía) como "contexto efectivamente percibido" y "contexto más semejante" y a la paráfrasis de estos mediante lo que también puede enunciarse como "escena compleja".

La situación empírica a la que se trata de encontrar explicación, desde una semiótica cognitiva, está constituida por los casos en que se está produciendo la interpretación de determinadas Semiosis Sustituyentes correspondientes a iconos o índices. O sea, se atiende a la actividad interpretativa que se cumple ante una imagen figurativa visual o ante la percepción de objetos o comportamientos en museos o escenarios respectivamente.

En tales casos el supuesto hipotético (que deberá probarse), afirma que se está produciendo un análisis contrastativo entre lo efectivamente presente y registrado mediante la percepción visual (en ambos casos: icónico e indicial) y el registro en la memoria de otra imagen compleja. Ésta se supone actualizada por un subsistema de búsqueda de propiedades categóricas (identificadoras) y de coordenadas espaciales (situacionales), hasta actualizar el correspondiente atractor complejo (imagen mental mnemónica) que permita un reconocimiento del contexto efectivamente percibido, que configure de determinada manera la entrada de información sensorial, permitiendo el margen de variaciones necesarias para identificar lo nuevo u original de la percepción actual, versus la histórica.

El proceso sería, en algunos aspectos, semejante al que realizamos cuando comparamos fotografías del mismo motivo: un mismo paisaje urbano o rural o el rostro de una misma persona (el rostro como escena), con la única variante del transcurso del tiempo o bien, con muchas restricciones, cuando la variante consiste en un cambio de ángulo en el encuadre o de la iluminación. Supongamos que tenemos un archivo con muchas fotografías, pero sabemos que del motivo que acabamos de fotografiar y cuya fotografía tenemos ante nosotros, hay otras fotografías, "sacadas" en otro momento, con las que quisiéramos comparar la actual. La diferencia perceptible, en tales casos, constituiría lo que mencioné, en el apartado anterior, diciendo que "la diferencia establece lo discreto". Así, el primer trabajo interpretativo consistiría en encontrar la "escena diferencial" de la que se está percibiendo y, en ese par, establecer los puntos de semejanza y de diferencia, pudiendo asegurar que lo diferente nos asegura la presencia de una unidad discreta.

La otra aproximación al mismo problema consiste en una cita de Peirce. Sin considerar que Peirce tenga necesariamente la respuesta a problemas que, hoy en día, la semiótica y las corrientes cognitivas se plantea de modo notablemente diferente al que él organizó en su momento (fallece en 1914), sigue siendo útil la organización lógica de los problemas que tomó en consideración, entre la inmensa cantidad de los cuales hay alguno relativamente próximo al que estamos esbozando. Me limito a transcribir mi traducción del parágrafo correspondiente de Collected Papers, poniendo en cursiva las expresiones sobre las que pretendo llamar la atención.

"3.433: [...] Cuando se hace una afirmación, existe efectivamente algún hablante, escritor u otro hacedor-de-signos que la comunica; y él supone que hay, o habrá, algún oyente, lector o otro intérprete que lo recibirá. Puede ser un desconocido en otro planeta, un último eón; o puede ser este mismo hombre como será un segundo después. De cualquier modo, el comunicador le hace señas al receptor. Algunos de estos signos (o al menos uno de ellos) se supone que provoca en la mente del receptor imágenes familiares, figuras o, casi podríamos decir, sueños; o sea, reminiscencias de vistas, sonidos, sentimientos, gustos, olores u otras sensaciones, ahora totalmente alejadas de las circunstancias originales de su primera manifestación, de modo que son libres de asociarse a nuevas ocasiones. El comunicador puede evocar, en su propia mente, esas imágenes a su arbitrio (con mayor o menor esfuerzo); y supone que el receptor puede hacer lo mismo. Por ejemplo, los vagabundos tienen la costumbre de llevar trozos de tiza y de hacer marcas en los vallados para indicar los hábitos de la gente que vive allí, en beneficio de otros vagabundos que puedan llegar más tarde. Así, si un vagabundo deja una afirmación acerca de que la gente es tacaña, supone que el lector de la señal habrá encontrado gente tacaña con anterioridad y podrá evocar una imagen de tal persona atribuible a la persona que aún no ha conocido. No sólo es signo la palabra significante externa o la marca, sino que también lo será la imagen que se espera que suscite en la mente del receptor (una imagen por semejanza o, como decimos, un icono) de la imagen semejante en la mente del comunicador y, mediante ella, también un signo de la efectiva cualidad de la cosa. A este icono se lo llama el predicado de la afirmación. Pero en vez de un icono único, o signo por semejanza con una imagen familiar o "sueño", evocable a voluntad, puede haber un complejo de tales iconos, formando una imagen compuesta cuya totalidad no es familiar. Pero aunque la totalidad no sea familiar, sin embargo no sólo las partes son imágenes familiares, sino que también habrá una imagen familiar de su modo de composición. En realidad, será bastante con dos tipos de complejidad. Por ejemplo, puede haber una combinación conjuntiva o una combinación disyuntiva. La combinación conjuntiva se da cuando se usan dos imágenes a la vez; y disyuntiva cuando se usa una u otra. (Esta no es la más científica selección de tipos; pero servirá al presente objetivo.) La clase de idea que un icono materializa, si debe ser tal que lleve alguna concreta información, siendo aplicable a algunas cosas pero no a otras, se llama una primera intención. La idea materializada por un icono que no puede llevar ninguna información por sí sólo, siendo aplicable a todo o a nada, pero que, sin embargo, puede ser útil para modificar otros iconos, se llama una segunda intención".


 

21. Semiótica Indicial: ratificación y ejemplificación

Repaso lo que vengo escribiendo, para ir dando cuenta de aspectos, problemas, conceptos que puede ser conveniente o necesario aclarar o resolver o ampliar.

Con respecto a las dos grandes conjuntos en que pueden dividirse los Signos Indiciales, ratifico y sintetizo la diferencia fundamental:

1/ Los que operan en una relación de contigüidad entre signo y objeto, la que depende de la relación física que se establece entre ellos. Me parece interesante y útil atender al término "indicativo" que utiliza Peirce para referirse a la específica eficacia de la forma perceptual de esta clase de Signos Indiciales; o sea, a la eficacia del representamen, en cuanto capacidad para actualizar, en la mente del intérprete, al (todavía o ya o contemporáneamente) objeto ausente. El término "indicativo" se vincula semánticamente con el término "ostensivo" y, en definitiva, ambos confluyen en el propio término "indicial", en cuanto lo señalado (con el dedo).

2/ Los que operan en una relación de sustitución entre signo y objeto, con independencia de la relación física que pueda reconocerse entre ellos. También aquí es plenamente recuperable el término "designativo" que utiliza Peirce para referirse a la específica eficacia de la forma perceptual de esta clase de Signos Indiciales; o sea, a la eficacia del representamen, en cuanto capacidad para actualizar, en la mente del intérprete, al (con independencia de cualquier relación temporal) objeto ausente. El término "designativo" se vincula semánticamente con el término "denominativo", en cuanto recupera y mantiene la diferencia y la independencia entre el representamen y el objeto, y adopta la convencionalidad en cuanto necesidad del conocimiento de los códigos de determinada comunidad para comprender la relación semiótica producida por esta clase de Signos Indiciales.

Con respecto a los ejemplos que propuse en un determinado momento (ver apartado 17), quisiera retomarlos (añadiendo, posiblemente, otros) y, sin pretender construir una taxonomía (a lo que con reiteración me he manifestado especialmente renuente), remitirlos a esta gran (y, por eso mismo, un tanto burda) división de los índices; conviene tener especialmente en cuenta que, ni siquiera a grandes rasgos, resultará totalmente convincente esta asignación de unos ejemplos a una categoría y la de otros a la otra; siempre estamos refiriéndonos a predominios de uno u otro carácter (lo indicativo y lo designativo) y no a inclusiones o exclusiones categóricas. Aprovecho para dar un paso más en el análisis de tales ejemplos, diferenciando explícitamente entre el representamen y el objeto, ya bien en el caso de la indicación, o ya bien en el de la designación.

(En lo que sigue, léase, lo que va antes de la doble barra ←←←/xxx/, como enunciación verbal del representamen y, lo que va después de la doble barra /xxx/→→→, como enunciación verbal de su objeto; lo que va entre barras /xxx/ enuncia la calidad del signo indicial que le atribuyo al ejemplo. Téngase en cuenta que el interpretante es el signo que, en base a lo anterior, construye cada intérprete en su sistema de conocimientos)

A/ Son ejemplos de Signo Indicial Indicativo:

- el estado de las piezas de ajedrez, en un determinado momento de una partida /es predominantemente indicativo (como señal)/ del desenlace técnicamente inevitable (otra cosa es la capacidad de la mente para descubrir la secuencia que conduce a él)

- las "promociones" publicitarias /son predominantemente indicativas (como síntoma)/ del contenido del producto publicitado

- todos los deportes como espectáculo /son predominantemente indicativos (como síntoma)/ de las posibilidades y habilidades del cuerpo humano

- todos los deportes como competencia /son predominantemente indicativos (como señal)/ de la superioridad del estado físico del cuerpo de determinado individuo o equipo de individuos respecto de otro u otros

- el mobiliario de un consultorio /es predominantemente indicativo (como síntoma)/ de las acciones y operaciones que en él se realizan

- los juegos manuales de ingenio (incluida la Torre de Hanoi) /son predominantemente indicativos (como síntoma)/ de la capacidad mental de configuración de las relaciones espaciales coordinadas para guiar la acción

- los sueños /son predominantemente indicativos (como indicio)/ de la actividad diurna realizada en estado de vigilia (sin entrar en, pero respetando a, las sutilezas del psicoanálisis)

- los restos arqueológicos /son predominantemente indicativos (como indicio)/ de la actividad y/o acaecimientos que, en el pasado, les sobrevinieron de modo individual y/o social (incluida la cultura material) al o a los integrantes de determinada comunidad sin presencia activa en el presente

- los monumentos, obras y edificios históricos /son predominantemente indicativos (como síntoma)/ de opciones y vigencias culturales pertinentes a determinado momento y lugar de una comunidad

- los jardines públicos o privados, las plazas o parques /son predominantemente indicativos (como síntoma)/ de las actividades de esparcimiento, de reposo o de salubridad que están vigentes en determinada comunidad

- cualquier entidad tridimensional (¿necesita serlo?) situada en el contexto adecuado, o sea, dotado de eficacia para mostrarla y no sólo para utilizarla /es predominantemente indicativa (como síntoma)/ de esa eficacia (pensar en la necesaria dependencia de los "ready-made" p.e. de Duchamp, respecto del contexto en el que se los sitúa)

B/ Son ejemplos de Signo Indicial Designativo:

- la actuación de un mimo /es predominantemente designativa (como icono)/ de una situación o comportamiento individual o social

- los objetos exhibidos en un museo /son predominantemente designativos (como índices (de modo, a su vez, indicativo o designativo)) de otros objetos de su misma clase (como índice-designativo-designativo) o de otros con los que estuvieron asociados (como índice-designativo-indicativo)

- los objetos exhibidos en la vidriera o escaparate de un comercio /son predominantemente designativos (como índices)/ de los objetos disponibles en determinado establecimiento comercial

- los animales de un zoológico o de una reserva natural /son predominantemente designativos (como índices)/ de los restantes animales de su especie

- la ropa que se usa /es predominantemente designativa (como símbolo)/ de la situación económica, profesional o ideológica del individuo que la viste

- el mobiliario de un domicilio, de una empresa o institución /es predominantemente designativa (como símbolo)/ del significado social que se le pretende atribuir

- las maneras de mesa /son predominantemente designativas (como símbolo)/de la cultura de una persona, familia o grupo social

- el tono y la modulación de la voz /es predominantemente designativa (como símbolo)/ del tipo de educación que ha tenido una persona

- las representaciones teatrales /son predominantemente designativas (como icono)/ de situaciones y acontecimientos total o relativamente imaginarios

- las actuaciones de un cuerpo de baile o ballet /son predominantemente designativas (como símbolo)/ de las cualidades estéticas del movimiento del cuerpo humano

- los desfiles militares /son predominantemente designativos (como índice)/ de la potencia militar de un país

- las ceremonias civiles, religiosas, académicas, etc. /son predominantemente designativas (como símbolo)/ de determinados valores civiles, religiosos, académicos, etc.


 

22. Semiótica Indicial: contexto, configuracion y disposicion

Continúo las reflexiones tendientes a ir elaborando una Semiótica Indicial, en cuanto conjunto de operaciones disponibles para proponer explicaciones adecuadas y rigurosas acerca de los procesos de producción e interpretación de la significación de los pertinentes fenómenos sociales. Ya he comenzado a esbozar una aproximación a esta "pertinencia" (de los fenómenos sociales que requieren ser estudiados desde una Semiótica Indicial) mediante los ejemplos mencionados en algunos de los apartados anteriores.

También había anticipado la reflexión acerca de que, para el análisis conducente a la pretendida propuesta explicativa, resulta imprescindible un adecuando conocimiento e identificación del contexto en que se encuentran situados los Signos Indiciales constitutivos del fenómeno en estudio. Y habíamos entrevisto algunos problemas vinculados tanto al concepto como a la producción/interpretación de lo que se entienda por "contexto".

En principio, recuerdo la conveniencia de tomar distancia de las reflexiones vinculadas con la lingüística, a los efectos de que sus términos y procesos analíticos no sesguen la investigación, reconduciéndola hacia lo verbal. Esto requiere que se construya un conjunto de términos y procesos analíticos específicos de lo existencial, en el caso de los fenómenos indiciales, o de lo cualitativo, en el caso de los fenómenos icónicos. En este último universo de los fenómenos icónicos, había sugerido utilizar el término "configuración" en vez de "contexto" y, para el universo de los fenómenos indiciales propongo sustituirlo por el término "disposición". O sea:

1/ se propone "contexto" para designar el ámbito en el que existen y adquieren o reproducen su significación los fenómenos simbólicos;

2/ se propone "configuración" para designar el ámbito en el que existen y adquieren o reproducen su significación los fenómenos icónicos;

3/ se propone "disposición" para designar el ámbito en el que existen y adquieren o reproducen su significación los fenómenos indiciales.

No es un capricho por complicar la terminología. Es que las relaciones (contextuales) mediante las cuales adquieren significado los símbolos, no son las mismas relaciones (configurativas) mediante las cuales adquieren significado los iconos, ni son las mismas relaciones (dispositivas) mediante las cuales adquieren significado los índices, todas las cuales, si no las diferenciamos mediante los respectivos términos, específicos para cada tipo de relación, tenderían a homogeneizarse (como lo están actualmente) mediante el uso compartido del término "contexto".

(Si bien el término "disposición" o "dispositio" también tiene un uso particular en la retórica, éste no está tan difundido ni estereotipado como "contexto", por lo que admite su redefinición en otra u otras disciplinas, sin tener que someterse a predeterminaciones conceptuales hereditarias. No obstante, en todos los casos, estos ajustes terminológicos deben considerarse tentativos, hasta tanto su uso, en la práctica semiótica, justifique o excluya su conveniencia. Sin ser, tampoco, excesivamente optimista en que se instaure el uso de estos términos; pero, al menos, el intento de precisarlos y de desarrollar sus peculiaridades ayudará a comprender que el ámbito existencial y las relaciones que, en él, vinculan a símbolos, iconos e índices son diferentes en cada caso.)

Pero, de inmediato, nos encontramos también con que contexto, configuración y disposición no son estructuras generalizables sin más a cada una de las tres semióticas; pero tienen la utilidad de focalizar la calidad simbólica, icónica e indicial que predomina en cada uno de estos tres grandes conjuntos de fenómenos sociales.

Así, para no quedarnos en lo puramente terminológico y para aproximarnos a la calidad existencial de los ámbitos en que se materializa cada una de estas tres clases de signos, convendrá esbozar las tres hipótesis de trabajo siguientes:

1/ Referirse al contexto estará implicando referirse a un conjunto de elementos (a) efectivamente existentes (con lo que se excluye del término "contexto" toda alusión a su existencia virtual, la cual, en cuanto constitutiva de los correspondientes tipos, pertenece a un sistema determinado) y (b) relacionados según reglas fuertemente convencionales, adoptadas por una determinada comunidad (cualquiera sea su dimensión cuantitativa o espacial) para su interpretación. Como resultado del análisis de las relaciones con las que se vincula dicho conjunto de elementos efectivamente existentes, (c) podrá afirmarse o negarse su carácter de buena formación (en cuanto el cumplimiento de aquellas reglas constituye el requisito elemental para su aceptabilidad). En función de esta buena formación (d) se lo interpretará a dicho contexto, construyéndose, por su intermedio, el significado de cada uno de tales elementos efectivamente existentes y el de la totalidad.

2/ Referirse a la configuración estará implicando referirse a un conjunto de elementos (a) efectivamente existentes (con lo que se excluye del término "configuración" toda alusión a su existencia virtual, la cual, en cuanto constitutiva de los correspondientes atractores, pertenece al archivo perceptual de lo mnemónico) y (b) relacionados según cualidades débilmente convencionales, propuestas a una determinada comunidad (cualquiera sea su dimensión cuantitativa o espacial) para su interpretación. Como resultado de la percepción de las cualidades con las que se vincula dicho conjunto de elementos efectivamente existentes, (c) podrá afirmarse o negarse su carácter de semejanza/diferencia respecto al preexistente atractor mnemónico. En función de esta semejanza/diferencia (d) se la interpretará a dicha configuración, construyéndose, por su intermedio, el significado de cada uno de tales elementos efectivamente existentes y el de la totalidad.

3/ Referirse a la disposición estará implicando referirse a un conjunto de elementos (a) efectivamente existentes (con lo que se excluye del término "disposición" toda alusión a su existencia virtual, la cual, en cuanto constitutiva de las correspondientes posibilidades, pertenece al archivo experiencial de lo mnemónico) y (b) relacionados según conexiones tridimensionales débilmente convencionales, propuestas a una determinada comunidad (cualquiera sea su dimensión cuantitativa o espacial) para su interpretación. Como resultado de la percepción de las conexiones tridimensionales con las que se vincula dicho conjunto de elementos efectivamente existentes, (c) podrá afirmarse o negarse su carácter designativo y/o indicativo respecto de la preexistente experiencia mnemónicamente registrada. En función de este carácter designativo y/o indicativo (d) se la interpretará a dicha disposición, construyéndose, por su intermedio, el significado de cada uno de tales elementos efectivamente existentes y el de la totalidad.


 

23. Semiótica Indicial: sobre los modos de disposición

Las reflexiones que les voy a proponer han surgido en ocasión de la visita que realicé (octubre, 2001), en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, a la Exposición itinerante "Más allá de los preconceptos", de la que es curadora Milena Kalinovska y que viene recorriendo los principales museos del mundo, en función de cierta actualización del interés por el arte conceptual de la década de los 60 y principio de los 70.

No me interesa, ahora, referirme a las características del arte conceptual en cuanto propuesta estética. Más bien, trataré de destacar cómo intervinieron ciertas manipulaciones (o el recurso a determinadas formas de disposición) a las que han sido sometidos algunos de los objetos exhibidos y cómo, mediante las correspondientes operaciones cognitivas aplicadas por el productor y reconocidas, admitidas y utilizadas en la interpretación por los espectadores, algunas de las propuestas exhibidas (objetos dispuestos de determinado modo) adquieren la capacidad de actualizar, en la memoria del intérprete, otro u otros objetos ausentes, o sea, adquieren un determinado significado y, por tanto, su eventual calidad estética y, en todos los casos, su efectiva calidad semiótica, pudiendo calificar a esa calidad adquirida como indicial.

Lo que sigue constituye una enumeración, no sistemática, tentativa y experimental (a partir de efectivas observaciones realizadas en la Exposición mencionada), de algunos modos de disposición, según los cuales se puede hacer que determinado objeto o conjunto de objetos sean percibidos por determinado sector de los integrantes de una determinada comunidad como una Semiosis Sustituyente, resultante de un tipo de procesamiento cognitivo al que, por hipótesis, le atribuyo una calidad operativa de naturaleza indicial y que, a través de los correspondientes ejemplos, trataré de ir desentrañando en qué consiste.

En todos los casos se requiere que las disposiciones que aquí se mencionan sean propuestas por alguien o por algunos (como productor/es de la Semiosis Sustituyente) y sean percibidas por muchos o por algunos o, en caso extremo, por uno (como intérprete que construye la Semiosis Sustituida). O sea, estoy suponiendo que no existe eficacia semiótica si no es en una situación de comunicación (o sea, no existe eficacia semiótica si no se construye un interpretante en la mente de algún, al menos uno, intérprete).

Modos de disposición identificados:

1/ Distribución de un conjunto de objetos relativamente semejantes, de un modo que no es aquel según el cual se los percibe habitualmente en determinada comunidad, pero que es similar a como suelen distribuirse, con notable frecuencia y, por tanto, de modo bastante o muy conocido, en esa misma comunidad, otro conjunto de objetos diferentes a los anteriores.

2/ Situando un objeto masivo o un conjunto de objetos idénticos (en cuanto producidos en serie) dentro de una vitrina o sobre un pedestal o asociado con algún otro soporte que, en determinada sociedad, está destinado a recibir, mostrar o sostener objetos singulares o dotados de alguna característica que los hace o los aproxima a ser únicos.

3/ Asociando (por proximidad) dos (o más) objetos pertenecientes a ámbitos socio-culturales que no guardan entre sí ninguna conexión, y reforzando, además, la asociación al realzar alguna cualidad (por ejemplo, determinada semejanza de cromatismo) que se reproduce en ambos.

4/ Evidenciando la ausencia de un objeto, mediante la mostración de un dispositivo que, habitualmente, es el receptáculo de algo, pero sin el algo cuya carencia se invita a construir.

5/ Reproduciendo la estructura de algo habitual, cuya disposición cotidiana requiere, por convención social, determinado tipo de materia prima, pero trastocando la materia prima que sostiene esa estructura; trastocamiento que, por lo general, pasa de una materia prima considerada socialmente valiosa (lo ausente, pero representado), a otra materia prima socialmente desvalorizada (lo presente, con eficacia representativa).

6/ Presentando un objeto vinculado a otro objeto (o a varios objetos, en una cadena de vinculaciones) como fragmento de un comportamiento, por ejemplo laboral, que actualiza al sujeto ausente y a un resultado en elaboración.

Habría muchas disposiciones posibles, además de las mencionadas. Éstas, las mencionadas, no son ni las básicas, ni siquiera ejemplos efectivamente diversos que marquen series posibles de disposiciones posibles. Sólo son (si consiguen serlo) muestras de por dónde creo que podría avanzar la reflexión que buscase identificar formas o modos posibles de relacionarse objetos presentes, de modo tal que adquieran la posibilidad de constituirse en representaciones (porque designan sustituyendo o porque señalan al faltante) de otros objetos ausentes, o sea, de modo tal que adquieran la posibilidad de constituirse en Signos Indiciales.


 

24. Semiótica Indicial: de la escultura al juguete

Como, por mi propia reflexión sobre la Exposición de Arte Conceptual, se ha rozado el tema de la estética, creo conveniente ensayar algunas reflexiones que la vinculen con la Semiótica Indicial.

Según ya se ha considerado aquí mismo (apartado 11), pero creo necesario actualizar, todo signo tiene características que permiten analizarlo desde cualquiera de las tres perspectivas semióticas fundamentales: como icono, como índice y como símbolo. Lo que ocurre es que en determinada sociedad e, incluso, en determinada situación de determinada sociedad, se establece alguna de estas tres perspectivas como culturalmente predominante.

Lo indicial de la palabra hablada es el aliento que la sostiene, el tono, la cadencia y la tonada de la voz con que se emite e, incluso, la sucesividad y el intercambio de todo ello en el monólogo o en el diálogo; no el intercambio o la sucesividad de las significaciones, que pertenece a su aspecto simbólico, el cual, en general y respecto de la palabra, constituye la perspectiva semiótica predominante; ni el reconocimiento o la imitación de alguien, al que se lo identifica por rasgos específicos de su modo de hablar, lo que pertenecería al aspecto icónico de la palabra.

Un cuadro, una tela o una tabla pintada, también tiene su aspecto indicial, que prevalece cuando se trata de decidir, por ejemplo, de qué soporte se lo va a suspender o de qué modo va a dirigirse la luz hacia su superficie. Por supuesto que, en general, la perspectiva semiótica predominante consistirá en su aspecto icónico. Pero, en determinados casos, cada vez más frecuentes, en la producción de imágenes visuales va adquiriendo una mayor importancia su aspecto simbólico, o sea, la capacidad de la imagen visual para trasmitir información socialmente codificada, como en las indicaciones gráficas de aeropuertos y aeronaves, estadios, computadoras, prendas de ropa, etc.

Los objetos (dejando de lado, por el momento, a los comportamientos) no son índices por ser objetos, sino que son índices cuando están en representación de otro u otros objetos, ya bien porque los designan sustituyendo (como el automóvil exhibido en una exposición) o porque los señalan como faltantes (como un abrigo de piel denota al resto del cuerpo del animal que se ha matado para obtenerla).

El arte conceptual, cuando utiliza objetos (ya que no sólo utiliza objetos y entiendo, aquí, por "objetos" los que se emplean habitualmente de modo utilitario y sin una finalidad predominantemente estética), los muestra en alguna variante de esas dos posibilidades genéricas para construir índices: sustituyendo o mostrando una ausencia (o una presencia incongruente, lo que es una variante para mostrar la ausencia). O sea que el arte conceptual, sin dejar de proponer sus objetos a la percepción, es decir, sin dejar de constituirlos en iconos, agudiza o recupera o se basa para el salto estético, en el desarrollo y la construcción del propio carácter indicial de tales objetos.

Éste es un momento oportuno para que se haga presente el término "escultura". De modo semejante (pero no idéntico) a lo que he planteado para la imagen visual (ya que la escultura lo es), diría que, (1) cuando es figurativa, se trata de un icono indicial (o, mejor, un sinsigno-icónico), cuya pretensión de semejanza incluye lo tridimensional (a lo que la representación sobre el plano tiene que renunciar, salvo como trompe-l’oeil); tal sería el caso de La Piedad de Miguel Angel. (2) Cuando la escultura es plástica (en el sentido en que usa el término el Grupo μ , o sea, Klinkenberg, Edeline y Minguet, 1992: 186-196), se trata de un icono icónico (o, mejor, un cualisigno-icónico), cuya pretensión ya no es de semejanza con algún concreto existente, sino que pretende actualizar el qualia de lo espacial, o sea, la sensación o vivencia interior de una experiencia, pretendidamente inédita, de la espacialidad (CP. 6.222-6.237; Dennett, D. C. 1995: 381); tal sería el caso del Large Upright Internal/External Form 1953-54 de Henry Moore. (3) Cuando la escultura pretende ser portadora de una convención socialmente vigente, se constituye en simbólica, y puede decirse que se trata de un icono simbólico (o, mejor, de un legisigno icónico), como puede ser el caso del Modelo del Monumento a la III Internacional de Vladimir Tatlin.

O sea, el objeto escultórico es fundamentalmente icónico, en alguna de sus variantes, por el simple hecho de que está propuesto como forma para su contemplación. Por eso, también son esculturas, o sea, iconos, las réplicas de los juguetes (que son juguetes ficticios o para ser vistos) construidos para mostrar características estructurales o dinámicas o texturales de los juguetes (reales o para ser jugados; por lo cual son índices, consistiendo el juego, precisamente, en añadir o completar lo ausente). Y también esta reflexión se enriqueció con la visita a la Exposición sobre el Juguete, en el Centro Cultural de La Recoleta, en Buenos Aires, organizada con motivo de la posible afluencia de escolares por estar en época de las vacaciones de invierno. No obstante, salvo una parte: "The Dolls of Japan", con piezas demasiado delicadas para jugar con ellas pero que, no obstante, eran efectivamente muñecas y muñecos (o sea, que no representaban juguetes, sino que lo eran y, por tanto, eran índices), el resto de los objetos expuestos no eran juguetes sino que los representaban y, por tanto, eran iconos.

En definitiva, tratando de ir comprendiendo en qué consiste la calidad indicial de determinados objetos, he llegado a los juguetes a los que considero índices pese a cierta semejanza que puede encontrárseles con las esculturas que serían iconos, si se acepta la reflexión precedente. Creo que el análisis de los juguetes se presta, todavía, para mucho más.


 

25. Semiótica Indicial: el registro de los objetos del museo y la Semiótica Indicial

Quisiera ampliar un poco la propuesta de esta tarea, destinada a la investigación sobre el museo, que he denominado: "registro de las características interpretativas y representativas que poseen los objetos exhibidos en un Museo".

Se supone que una Investigación que pretende conocer las características específicas de un determinado Museo (aparte de aspectos coyunturales que también serán tenidos en cuenta en su oportunidad) debe proporcionar conocimiento acerca de tres aspectos fundamentales:

Los objetos.

Los visitantes.

Las políticas de los curadores relativas a la exhibición de los objetos a los visitantes.

No son aspectos simples, sino que poseen una notable complejidad, en la que habrá que ir penetrando paulatinamente.

El tema del "registro de las características interpretativas y representativas que poseen los objetos exhibidos en un Museo", pretende proporcionar conocimiento acerca de los objetos. En este sentido, su estudio pertenece al área de la Semiótica Indicial.

Existe un fuerte debate acerca de si el objeto es o no un elemento esencial y definitorio de lo que se entiende por Museo (comentario personal de la museóloga Alicia Sarno). Provisionalmente, considero que, tomando el concepto de objeto con suficiente amplitud: cualquier entidad material existente susceptible de ser percibida por los sentidos y, en especial, considerado el objeto desde la perspectiva cognitiva de una Semiótica Indicial, puede afirmarse que, para que exista un Museo se requiere la exhibición de determinados objetos, en cuanto representación de algo diferente a ellos mismos, sometidos a la percepción de un conjunto genérico (pero especificable) de visitantes.

Para avanzar en la posible elaboración del registro de objetos (de los que excluyo a las imágenes) que estoy proponiendo, considero conveniente distribuirlos en tres grandes grupos (a los que ya he hecho alusión):

  1. El objeto único.
  2. El objeto ejemplar.
  3. El objeto réplica.

En el primer caso, como objeto único, el objeto posee de modo exclusivo un determinado valor intrínseco, que lo constituye en único, en cuanto cualquier otro que pretenda equiparársele (en alguna o varias de sus múltiples características) será considerado como una reproducción o una falsificación (y aquí puede seguir todo un interesante desarrollo semiótico acerca de las características diferenciales entre reproducción y falsificación).

En el segundo caso, como objeto ejemplar, el objeto es uno perteneciente al dominio existencial de un conjunto cuyos elementos puede identificarse por poseer determinados rasgos morfológicos y relacionales que los acreditan como pertenecientes a dicho conjunto y que el denominado "objeto ejemplar" exhibe, adquiriendo, por esta capacidad de exhibirlos, el valor de representar a los demás de ese determinado conjunto.

En el tercer caso, como objeto réplica, el objeto actualiza una posibilidad emergente de un sistema virtual, mostrando, en su materialidad, rasgos formales y relaciones concretas que sólo a través de tal réplica pueden conocerse, por lo cual la percepción de esos rasgos y de esas relaciones, a partir de su presencia material en determinado contexto, permite inferir la vigencia del tipo en el nivel virtual del sistema al que dicha réplica corresponde.

Desde luego, puede haber un objeto ejemplar que por la especial calidad de las características que lo hacen pertenecer a un determinado conjunto, se constituya en objeto único sin perder su calidad de "ejemplar". Por ejemplo, la belleza de determinados rasgos de una vasija de la cultura Aguada.

Con independencia de esta división entre único, ejemplar y réplica, en el objeto incide también

A/ su interpretación (histórica) y

B/ su representación (futura)

Creo que es posible decir que el conjunto de interpretación y representación constituye el significado del objeto. Por supuesto que todo depende de cómo se defina interpretación y representación.

Para irnos acercando a las operaciones cognitivas que estoy tratando de esbozar, diría que la interpretación de un objeto está constituida por el conjunto de discursos/semiosis, disponibles en determinado momento por determinada sociedad, que lo van construyendo (siempre desde, al menos, un instante previo a su percepción) como referente. O sea, la interpretación, aquí, la estoy considerando como la suma de características de Semiosis Sustituida que pueden identificarse en determinado objeto, en virtud del conocimiento que a él se refiere, o sea, en virtud del conjunto de discursos/semiosis que pueden aplicársele; o sea, lo que cada uno sabe (con toda la gama de diferencias que esto implica) acerca de un objeto. Esto constituye su modo posible (o sus modos posibles) de interpretarlo; por tanto este sentido de interpretación implica resumir el conocimiento histórico que se tiene acerca de algo. Un importante aspecto que deberá tener en cuenta todo curador de un Museo cuando comienza a pensar en exhibir algo: qué sabe la comunidad acerca de ello.

Por su parte, la representación es aquello que el objeto puede construir. En este caso, las características (representacionales) de un objeto son las que se refieren a algo distinto de él mismo y en virtud de las cuales, eso distinto adquiere, así, una determinada interpretación. El objeto se constituye en Semiosis Sustituyente para hacer que (siempre desde, al menos, un instante posterior a su percepción) otra cosa se interprete de determinada manera, o sea, resulte ser un Objeto Semiótico o Semiosis Sustituida.

Lo interesante es que todo objeto participa de esta doble cualidad: ser el resultado de la eficacia de otro y ejercer su propia eficacia de la que otro será el resultado.

El primer aspecto es el que designo como interpretación u objeto interpretado y quizá ahora pueda entenderse por qué también puede designársele como Objeto Semiótico o como Semiosis Sustituida. Siempre, todo objeto es el resultado de la acción de otro (siendo por lo general este otro un discurso verbal y/o una configuración gráfica y/o una disposición de otros objetos).

El segundo aspecto, la posibilidad de ejercer la propia eficacia para que otro resulte interpretado, es el que designo como representación o representamen (aprovechando el término peirceano) y quizá ahora pueda entenderse por qué también puede designársele como Semiosis Sustituyente, ya que viéndolo no lo vemos como tal sino como forma que construye al otro (la tan conocida "transparencia" del lenguaje, que se aplica a cualquier materia prima semiótica en su propuesta representativa).

O sea, como en el caso del cambio en la dirección de la profundidad del cubo de Necker, cualquier objeto (lo que es extensible a cualquier signo, ya que se trata de una característica general de todos los sistemas semióticos) puede ser visto, ya bien como interpretación resultante de otros discursos/semiosis, o ya bien como agente representativo de algo diferente de él mismo. Pero lo que no puede ocurrir, como tampoco ocurre con el cubo de Necker, es que se lo pueda considerar simultáneamente en los dos aspectos.

Para que un objeto produzca una representación de otra cosa es preciso que se sitúe como propuesta comunicativa, lo que ya depende de los usos y costumbre de cada sociedad en cada época. Y ésta es la tarea del curador del Museo: ofrecer los objetos a la percepción de los visitantes de modo que estos construyan algo diferente al objeto que están viendo pero que es lo que ese objeto representa (o lo que el curador pretende que represente).

Quizá así se comprenda la resistencia a admitir que el objeto es esencial y necesario para la existencia del Museo; porque no es en cuanto tal objeto o en sí mismo, sino en función de la potencia representativa que la disposición en que aparece en una determinada exhibición es capaz de atribuirle a un objeto. Lo que se exhibe en el museo no es el objeto en sí, sino investido de su potencia representativa.

Entonces, es tarea básica en el estudio acerca de la identidad de un Museo existente o de uno que se está diseñando o de una exposición determinada, parcial y temporal, disponer de lo que, provisionalmente, he denominado como el "registro de las características interpretativas y representativas que poseen los objetos exhibidos en un Museo".

Si el resultado de este registro se interrelaciona con el resultado del repertorio de preguntas básicas que se le habrán formulado a los eventuales visitantes, para conocer los contenidos y las reglas de su capacidad de interpretación, el curador del Museo comienza a disponer del primer esbozo de información como para bocetar una política de exhibición del patrimonio del Museo.

Por eso, éstas tareas pertinentes a una Semiótica Indicial son tareas que estoy proponiendo a la reflexión de quienes se interesen en la investigación acerca del Museo y que sería importante explorar empíricamente en distintos ámbitos, con distintas tradiciones culturales, ya que permitirían explicar la dispersión de los problemas de comunicación de Museos distintos, vinculados a distintas comunidades de visitantes posibles.


 

26. Semiótica Indicial: concepto y variantes del Signo Indicial

Aprovechando los distintos aspectos que han ido surgiendo, en los precedentes apartados, acerca de los rasgos pertinentes al diseño de una Semiótica Indicial, creo que disponemos de los fundamentos elementales y necesarios para proponer y desarrollar, ordenada y enriquecidamente, las características identificatorias del Signo Indicial, que han venido siendo esbozadas.

Sigo, como lo he hecho anteriormente respecto del propio Signo Indicial y, en especial, con respecto al Signo Icónico (en Magariños de Morentin, 2000), la estructura conceptual de la que se considera la más completa, simple y difundida definición del Signo (pertinente a una Semiótica General), la de C. P. 2. 228, de entre las elaboradas por Peirce (de ellas, 76 las registra Robert Marty, 1996)

I/ El Signo Indicial es algo: un existente, o sea:

1/ un objeto o

2/ un comportamiento

II/ que está en alguna relación: se lo propone (en cuanto Semiosis Sustituyente) como representación:

1/ indicativa

2/ o designativa

III/ respecto de (otro) algo: su objeto o fundamento, respecto del cual

(A) si la relación es indicativa, podrá tener el carácter de:

1/ señal (si lo anticipa),

2/ indicio (si lo recupera) o

3/ síntoma (si son simultáneos)

(B) si la relación es designativa, podrá tener el carácter de:

4/ objeto único (que se representa a sí mismo),

5/ prototipo (que representa a los demás de su propio conjunto) o

6/ réplica (que actualiza una posibilidad emergente de un sistema virtual)

IV/ para alguien: el que lo interpreta (en cualquiera de los dos casos: como Representación Indicativa o Designativa), atribuyéndole (en cuanto Semiosis Sustituida y, por tanto, como nuevo signo en la mente del intérprete) una calidad de:

1/ icono (en cuanto valor formal),

2/ índice (en cuanto valor existencial) o

3/ símbolo (en cuanto valor convencional o normativo).

 

Hasta aquí la derivación de la definición peirceana de Signo, para construir, específicamente, al Signo Indicial

La pretensión de este esquema es que, desde una Semiótica Indicial, la propuesta de identificar a determinado Signo como un Índice será válida si puede encuadrarse en sus categorías, permitiendo identificar, en el proceso de producción de su eficacia significativa, cada una de las sucesivas relaciones en él registradas.

De este modo, puede servir como instrumento de falsación, o sea, permitiría demostrar que la propuesta (de Signo Indicial) formulada sería falsa, si fuera posible encontrar un signo existencial (o sea, un Objeto o un Comportamiento en situación de Semiosis Sustituyente) que no contenga ninguna o alguna de las relaciones identificadas en dicho esquema.

Pero el esquema propuesto también sirve para evidenciar el proceso mental y las características cognitivas de cada una de sus etapas, cuando se pretende atribuir significado a algo mediante objetos o comportamientos, o sea, describir rigurosamente esas situaciones en las cuales los objetos o los comportamientos son eficaces para que algo adquiera, en la mente de quien los interprete, un determinado significado.

Lo que ahora paso a hacer, muy someramente, es proporcionar los recorridos de cada una de las combinatorias posibles, correspondientes a cada una de las variantes establecidas en la definición, aprovechando para evidenciar que se trata de 36 variantes de Signos Indiciales posibles. De todos los casos, iré proponiendo también los correspondientes ejemplos. Irán precedidos por la identificación numérica de cada variante y por (a) la descripción técnico-semiótica de esa variante; (b) por la descripción empírica de las relaciones existenciales que componen la presencia social de la variante correspondiente; y (c), finalmente, propondré el ejemplo (uno entre los innumerables) en el que se me ocurre que se materializan todos los rasgos pertinentes a la variable en estudio (cuando alguna vez digo "y, por supuesto,...", me estoy refiriendo a algún ejemplo que ya he utilizado en apartados anteriores).

(Ver Esquemas 1, 2 y 3)

1: I/ 1; II/ 1; III/ 1; IV/ 1 = (a) Un objeto indicativo como señal icónica; (b) algo que aparece en un lugar anticipando una forma que va a sobrevenir; (c) un lápiz labial anticipa el color sobre los labios de alguien.

2: I/ 1; II/ 1; III/ 1; IV/ 2 = (a) Un objeto indicativo como señal indicial; (b) algo que aparece en un lugar anticipando una existencia que va a sobrevenir; (c) un arma de fuego anticipa la producción de un orificio en un blanco u objetivo; y, por supuesto, las nubes que, eventualmente, anticipan la lluvia.

3: I/ 1; II/ 1; III/ 1; IV/ 3 = (a) Un objeto indicativo como señal simbólica; (b) algo que aparece en un lugar anticipando un valor que va a sobrevenir; (c) un traje de novia, en el taller de la modista, anticipa una unión matrimonial.

4: I/ 1; II/ 1; III/ 2; IV/ 1 = (a) Un objeto indicativo como indicio icónico; (b) algo que aparece en un lugar recuperando una forma que ya no está; (c) una fotografía recupera el rostro de un ausente (o de un presente, en otro momento pasado).

5: I/ 1; II/ 1; III/ 2; IV/ 2 = (a) Un objeto indicativo como indicio indicial; (b) algo que aparece en un lugar recuperando un existente que ya no está; (c) un cigarrillo que ha sido apagado recupera la presencia de un fumador; y, por supuesto, la huella del pie, en la arena, recupera el pie de alguien que pasó por allí.

6: I/ 1; II/ 1; III/ 2; IV/ 3 = (a) Un objeto indicativo como indicio simbólico; (b) algo que aparece en un lugar recuperando un valor que ya no está; (c) un buen traje deshilachado, usado por alguien, recupera los tiempos de bonanza en que se lo usó nuevo.

7: I/ 1; II/ 1; III/ 3; IV/ 1 = (a) Un objeto indicativo como síntoma icónico; (b) algo que aparece en un lugar evidenciando una forma contemporánea; (c) una trasmisión televisiva "en vivo" evidencia cómo "luce", en ese momento, el rostro de un personaje.

8: I/ 1; II/ 1; III/ 3; IV/ 2 = (a) Un objeto indicativo como síntoma indicial; (b) algo que aparece en un lugar evidenciando un existente contemporáneo; (c) la lamparilla encendida sobre la puerta de un estudio de radio evidencia que, dentro del estudio, se está trasmitiendo; y, por supuesto, el humo, que se ve por encima de un muro y que evidencia la existencia de fuego.

9: I/ 1; II/ 1; III/ 3; IV/ 3 = (a) Un objeto indicativo como síntoma simbólico; (b) algo que aparece en un lugar evidenciando un valor contemporáneo; (c) la estrella de David o la media luna o la cruz, etc., en lo alto de un edificio evidencia que se trata de un lugar religioso.

Obsérvese que, a partir de aquí (para los Objetos), se pasa de la Relación Indicativa ("II/1") a la Relación Designativa ("II/2"), por lo cual también sus variantes pasan de ser ("III") (1) Señal, (2) Indicio o (3) Síntoma (que son Relaciones Indicativas) a ser ("III/4") Objeto Único, luego ("III/5") Prototipo, y finalmente ("III/6") Réplica (que son Relaciones específicamente Designativas), cada una con su posibilidad de ser interpretada como ("IV") (1) Icono, (2) Índice o (3) Símbolo.

10: I/ 1; II/ 2; III/ 4; IV/ 1 = (a) Un objeto designativo como objeto único icónico; (b) algo que aparece en un lugar representándose a sí mismo en cuanto forma; (c) una pirámide egipcia se muestra a sí misma como siendo esa forma que se ve en las postales turísticas; o bien el rostro de un político cuando lo reconocemos en presencia, por haberlo visto en los medios.

11: I/ 1; II/ 2; III/ 4; IV/ 2 = (a) Un objeto designativo como objeto único indicial; (b) algo que aparece en un lugar representándose a sí mismo en cuanto existente; (c) la voz de alguien que permite individualizarlo inequívocamente.

12: I/ 1; II/ 2; III/ 4; IV/ 3 = (a) Un objeto designativo como objeto único simbólico; (b) algo que aparece en un lugar representándose a sí mismo en cuanto valor; (c) El sillón de Rivadavia que representa la presidencia; y, por supuesto, la espada de San Martín.

13: I/ 1; II/ 2; III/ 5; IV/ 1 = (a) Un objeto designativo como prototipo icónico; (b) algo que aparece en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto formas; (c) un automóvil en una exposición que nos muestra cómo son los restantes automóviles de esa marca y modelo; y, por supuesto ,una moneda de un maravedí que nos muestra cómo eran las monedas de un maravedí.

14: I/ 1; II/ 2; III/ 5; IV/ 2 = (a) Un objeto designativo como prototipo indicial; (b) algo que aparece en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto existentes; (c) un cráneo representa la osamenta de un tipo de cabezas.

15: I/ 1; II/ 2; III/ 5; IV/ 3 = (a) Un objeto designativo como prototipo simbólico; (b) algo que aparece en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto valores; (c) un billete de banco en circulación representa el mismo valor económico que los restantes de su misma designación.

16: I/ 1; II/ 2; III/ 6; IV/ 1 = (a) Un objeto designativo como réplica icónica; (b) algo que aparece en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenece en cuanto formas; (c) el mismo billete de banco del ejemplo anterior, visto como una de las variantes, diferencial e identificable, de los diversos diseños de billetes que circulan.

17: I/ 1; II/ 2; III/ 6; IV/ 2 = (a) Un objeto designativo como réplica indicial; (b) algo que aparece en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenece en cuanto existentes; (c) un medicamento, en una farmacia, como alternativa posible junto a otros de la misma o semejante eficacia.

18: I/ 1; II/ 2; III/ 6; IV/ 3 = (a) Un objeto designativo como réplica simbólica; (b) algo que aparece en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenece en cuanto valores; (c) un receptáculo como fracción posible de un sistema de medidas de capacidad por litros o galones, etc.

A partir de aquí, comienza la primera de una secuencia de otras 18 posibilidades semejantes a las anteriores, sólo que a partir de un algo inicial consistente, ya no en un ("I/1") Objeto, sino en un ("I/2") Comportamiento.

19: I/ 2; II/ 1; III/ 1; IV/ 1 = (a) Un comportamiento indicativo como señal icónica; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar anticipando una forma que va a sobrevenir; (c) la tarea de un dibujante dibujando, que indica que va a poder verse un dibujo.


ESQUEMA (1)

II

(en alguna relación)

CONSIDERADO COMO REPRESENTACIÓN:

1.        INDICATIVA

2.        DESIGNATIVA

I

 

(Algo)

1.        UN OBJETO

2.        UN COMPORTAMIENTO

III

(respecto de otro algo: su Objeto o Fundamento)

si la representación es INDICATIVA será:

1.        SEÑAL

2.        INDICIO

3.        SÍNTOMA

si la representación es DESIGNATIVA será:

1.        OBJETO ÚNICO

2.        PROTOTIPO

3.        RÉPLICA

IV

(para alguien)

QUE LO INTERPRETA ATRIBUYÉNDOLE LA CALIDAD DE:

1.        ICONO

2.        ÍNDICE

3.        SÍMBOLO


 

ESQUEMA (2)

I.1   OBJETO

II.1 En relación

INDICATIVA

II.2 En relación

DESIGNATIVA

III. Tendrá el carácter de:

1. SEÑAL

IV. A la que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

1. OBJETO ÚNICO

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

2. INDICIO

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

2. PROTOTIPO

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

3. SÍNTOMA

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

3. RÉPLICA

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO


 

ESQUEMA (3)

I.2       COMPORTAMIENTO

II.1 En relación

INDICATIVA

II.2 En relación

DESIGNATIVA

III. Tendrá el carácter de:

1. SEÑAL

IV. A la que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

1. OBJETO ÚNICO

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

2. INDICIO

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

2. PROTOTIPO

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

3. SÍNTOMA

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO

III. Tendrá el carácter de:

3. RÉPLICA

IV. Al que se interpreta como:

1. ICONO

2. ÍNDICE

3. SÍMBOLO


20: I/ 2; II/ 1; III/ 1; IV/ 2 = (a) Un comportamiento indicativo como señal indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar anticipando un existente que va a sobrevenir; (c) la tarea de un albañil de la que resultará una pared.

21: I/ 2; II/ 1; III/ 1; IV/ 3 = (a) Un comportamiento indicativo como señal simbólica; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar anticipando un valor que va a sobrevenir; (c) el trabajo de un empleado por el que le corresponderá recibir un salario.

22: I/ 2; II/ 1; III/ 2; IV/ 1 = (a) Un comportamiento indicativo como indicio icónico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar recuperando una forma que ya no está; (c) mirarse en el espejo buscando lo que queda de la cara que se tenía hace 20 años.

23: I/ 2; II/ 1; III/ 2; IV/ 2 = (a) Un comportamiento indicativo como indicio indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar recuperando un existente que ya no está; (c) un gesto que alguien ejecuta automáticamente, reproduciendo el que hacía cuando el que lo hace tenía un gato como destinatario del gesto.

24: I/ 2; II/ 1; III/ 2; IV/ 3 = (a) Un comportamiento indicativo como indicio simbólico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar recuperando un valor que ya no está; (c) usar traje y corbata para dar clase como jerarquización de la tarea docente.

25: I/ 2; II/ 1; III/ 3; IV/ 1 = (a) Un comportamiento indicativo como síntoma icónico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar evidenciando una forma contemporánea; (c) usar colores de ropa que armonicen con los ojos azules de quien la usa.

26: I/ 2; II/ 1; III/ 3; IV/ 2 = (a) Un comportamiento indicativo como síntoma indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar evidenciando un existente contemporáneo; (c) el temblor como demostración de miedo.

27: I/ 2; II/ 1; III/ 3; IV/ 3 = (a) Un comportamiento indicativo como síntoma simbólico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar evidenciando un valor contemporáneo; (c) actitudes obedientes como reconocimiento de la autoridad de otro.

28: I/ 2; II/ 2; III/ 4; IV/ 1 = (a) Un comportamiento designativo como objeto único icónico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representándose a sí mismas como formas; (c) el canto de Kiri Te Kanawa disfrutado por las cualidades que le son propias.

29: I/ 2; II/ 2; III/ 4; IV/ 2 = (a) Un comportamiento designativo como objeto único indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representándose a sí mismas como existentes; (c) el viaje de Cristóbal Colón, que lo representa en cuanto sólo fue capitaneado por él.

30: I/ 2; II/ 2; III/ 4; IV/ 3 = (a) Un comportamiento designativo como objeto único simbólico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representándose a sí mismas como valores; (c) el manejo arbitrario de operaciones financieras representan el concreto poderío político-económico de determinado Banco.

31: I/ 2; II/ 2; III/ 5; IV/ 1 = (a) Un comportamiento designativo como prototipo icónico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto formas; (c) las actitudes que aprende un clérigo para ser visto por la sociedad como clérigo.

32: I/ 2; II/ 2; III/ 5; IV/ 2 = (a) Un comportamiento designativo como prototipo indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto existentes; (c) fumar un cigarrillo tras otro permite identificar a un fumador compulsivo.

33: I/ 2; II/ 2; III/ 5; IV/ 3 = (a) Un comportamiento designativo como prototipo simbólico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto valores; (c) el modo de manejar los cubiertos permite identificar la educación de una persona.

34: I/ 2; II/ 2; III/ 6; IV/ 1 = (a) Un comportamiento designativo como réplica icónica; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenecen en cuanto formas; (c) los gestos y actitudes corporales que selecciona un mimo para representar a un ebrio.

35: I/ 2; II/ 2; III/ 6; IV/ 2 = (a) Un comportamiento designativo como réplica indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenecen en cuanto existentes; (c) los movimiento de un cirujano mientras opera provienen del aprendizaje de la práctica de la cirugía.

36: I/ 2; II/ 2; III/ 6; IV/ 3 = (a) Un comportamiento designativo como réplica simbólica; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a algunas de las posibilidades del sistema al que pertenecen en cuanto valores; (c) gastar mucho "ad exhibendum".



 

 

II. Algunos temas complementarios

 

27. Semiosis Sustituyente, Semiosis Sustituida y significación. Aproximación desde el tema de la Semiótica Indicial

No creo que sea posible utilizar el término "significación" como sinónimo ni de "Semiosis Sustituyente", ni de "Semiosis Sustituida".

La diferencia fundamental consiste en que "la significación" (o, incluso, "el significado", con los matices que tienen de diferentes ambos términos, según los autores o las corrientes) es el producto, mientras que el par "Semiosis Sustituyente" y "Semiosis Sustituida" designa los dos polos de la actividad semiotizante; o sea, podría decirse que el primero de ellos designa al agente y el segundo al paciente. Dicho de otra manera, "Semiosis Sustituyente" designa el instrumento con el que se pretende producir determinado significado, mientras que "Semiosis Sustituida" designa al objeto o fenómeno sobre el que actúa aquel instrumento y en el que habrá de manifestarse el resultado de la operación que ese instrumento permite realizar, al adquirir un determinado significado.

Por lo general es fácil identificar estos que he llamado "polos de la actividad semiotizante"; pero no siempre es así. En mi reciente estadía en la Universidad Nacional de Jujuy, en el extremo norte de la Argentina, surgió una pregunta, vinculada a los problemas económicos de esa provincia, formulada aproximadamente en estos términos: "¿Cuál es la Semiosis Sustituyente que construye la significación de los cortes de ruta o las actividades de los que se conocen como piqueteros (ver, sobre este tema, los apartados 1, 7, 8, 17 y 28)?"

El tema es importante, porque toda investigación semiótica trata de explicar el significado de un fenómeno social, teniendo especialmente en cuenta que se entiende por "social" a aquel fenómeno que esta representado/ interpretado en alguna semiosis social. Corresponde advertir que no existe ningún fenómeno virgen, o sea, no interpretado, pero advirtiendo también que la tarea del semiólogo excluye una intervención directa en el fenómeno, cuya posibilidad es siempre una falacia metafísica, sino que exige una intervención en los discursos (o semiosis, en general) con los que se construye su significación.

Hay que tener en cuenta que "piqueteros" es la designación popular con que se conoce a los participantes en piquetes o grupos de gentes que interrumpen el tránsito, por lo general en carreteras o rutas, pero también en avenidas y calles, con la finalidad de protestar por alguna situación urgente que no parece ser atendida por el Gobierno, como la falta de trabajo o el largo atraso en el pago de salarios de los empleados públicos.

Aquí, el interés de la pregunta consistió en que permitió advertir la existencia de una serie de niveles escalonados o interdependientes, en lo que se refiere al recorrido de las distintas Semiosis Sustituyentes que intervenían para darle determinado significado a diversas Semiosis Sustituidas que estaban involucradas en el planteo de la situación semiótica.

Lo más contundente, creo que fue poder constatar que el conjunto de comportamientos correspondientes a los cortes de ruta o a las actividades de los piqueteros, no era el fenómeno social que se semantizaba, sino que constituían una Semiosis Sustituyente que buscaba atribuir determinado significado a la falta de trabajo o al largo atraso en el pago de salarios. Por consiguiente, los cortes de ruta y las actividades de los piqueteros constituían una Semiosis Sustituyente que se estaba utilizando como instrumento semiótico capaz de conferir una específica significación a una Semiosis Sustituida, que era, en definitiva, el fenómeno social que se trataba de semantizar, consistente en la falta de trabajo o el largo atraso en el pago de salarios de los empleados públicos (concurrentemente con otras Semiosis Sustituyentes que también compiten para construir el significado de este último fenómeno).

Pero, como ya lo comenté en alguna otra oportunidad, en semiótica nada es definitivamente y para siempre de determinada manera. Las actividades de los piqueteros son, en principio, un discurso o Semiosis Sustituyente que trata de darle determinado significado al referente consistente en la falta de trabajo o Semiosis Sustituida. Pero, a su vez, son una Semiosis Sustituida que aparece semantizada por los discursos o Semiosis Sustituyentes de los políticos, sindicalistas, conductores de vehículos que ven impedido su tránsito y el de los propios participantes en los cortes de ruta o el de cualquier otro que opinara al respecto.

O sea, el discurso social se integra con distintos niveles semióticos interrelacionados y constituyentes, todos ellos, del instrumento semantizador del fenómeno social; consistiendo este último, en definitiva, en la falta de trabajo.

El otro aspecto interesante es que estos distintos discursos, el del comportamiento y el de las opiniones y discursos verbales no operan exactamente como una intervención metalingüística de un lenguaje en otro lenguaje, sino como la intervención de un lenguaje exterior al lenguaje en estudio (en cuanto intervención de lo simbólico o verbal en lo indicial o comportamental y viceversa) lo que implica una transformación de la eficacia interpretativa del lenguaje (exterior o diferente) que se utiliza para atribuir significación al otro lenguaje (Desclés, J. P. et Guentcheva Desclés, Z. 1977: 60-61). Pese al rechazo emocional que ello puede provocar, la intervención de la policía o de la gendarmería es la que constituiría un metalenguaje del corte de rutas (o quizá, mejor, una metasemiosis) en cuanto se trataría de "semiosis" de las mismas características semióticas que la de los piqueteros, las que en ambos casos serían indiciales, o sea, comportamentales, y con la pretensión, en el caso de esta última, de intervenir, modificándola, en la sintaxis de la primera. Así pueden interpretarse las características diferenciales entre un debate simbólico (de argumentación y crítica verbal) versus un debate indicial (de represión y violencia).

Hasta aquí llego, como aproximación al uso técnico de las expresiones "Semiosis Sustituyente" y "Semiosis Sustituida" y a mi rechazo de que puedan considerarse como sinónimas del término "significación".


 

28. La falacia del lenguaje verbal como modelo necesario de toda Semiosis Sustituyente.

Aparentemente, se enfrenta un dilema: determinados comportamientos (o todos, pero algunos más contundentemente que otros) parece que podrían ser considerados, alternativa y no conjuntamente, ya bien como referentes y, en cuanto tales, destinados a que su significación resulte construida por alguna otra semiosis (preferentemente la verbal, pero también la visual de las imágenes de tv, p.e.); ya bien como Semiosis Sustituyentes y, en cuanto tales, productores de la significación de alguna otra entidad (el trabajo, el salario, etc.), que así resultaría ser el referente construido por esta semiosis comportamental.

El dilema surgiría si tuviéramos que decidir entre una y otra posibilidad, o sea, si adoptar una exigiera, necesaria y definitivamente, rechazar la otra. Pero ésta sería una perspectiva positivista; desde la semiótica, como ya vimos, algo puede, en un momento determinado, ser considerado como Semiosis Sustituida y, por lo tanto, exigir al investigador que establezca cuál es la semiosis que construye su significado; mientras que, en otro momento, ese mismo algo puede ser considerado como Semiosis Sustituyente y, por lo tanto, exigir al investigador que identifique la semiosis cuyo significado se está construyendo con ella. No se trata de intervenir en el lábil campo de la subjetividad del analista ni en el de las intenciones del autor, sino que, en cada caso, el investigador tiene que encontrar respuesta a este par de preguntas (y probar que se trata de la respuesta exigida por la pregunta):

1/¿Hay "algo" cuyo significado resulta producido por alguna otra semiosis y cuál sería ese "algo"? Entonces, es posible considerar a ese "algo" como Semiosis Sustituida o, en otros términos, como Objeto Semiótico, e incluso, en otros términos, como referente.

2/ ¿Hay "algo" que resulte necesario para producir el significado de alguna otra semiosis y cuál sería ese "algo"? Entonces, es posible considerar a ese "algo" como Semiosis Sustituyente o, en otros términos, como signo, e incluso, en otros términos, como discurso.

Creo que, hasta aquí, puede haber bastante consenso. Desde la semiótica, algo puede ser en un momento el instrumento para la producción del significado y, en otro momento, puede ser algo que recibe de otro su significado. Ahora bien, el problema se replantea desde otra perspectiva, en cuanto parecería comúnmente admitido que hay determinadas semiosis que han sido vistas, histórica y predominantemente, como Semiosis Sustituidas, o sea, como Objetos Semióticos, o sea, como referentes; y lo que habitualmente se llama "comportamiento" sería una de tales semiosis necesariamente sustituidas.

Hay, también, otras determinadas semiosis que han sido vistas, histórica y predominantemente, como Semiosis Sustituyentes, o sea, como signos, o sea, como discursos. Y el habla es la más habitualmente mencionada entre tales Semiosis Sustituyentes (otras son las imágenes materiales visuales, la música, los lenguajes gestuales de los mudos, de los mimos, etc.).

Entre estas últimas semiosis, el lenguaje, verbal o escrito, se ha constituido en el modelo de las Semiosis Sustituyentes. O sea, que ha llegado a considerarse que, si algo pretende tener eficacia para construir el significado de otro algo, deberá compartir las características fundamentales del lenguaje verbal o escrito.

Esto es una falacia, porque las características del lenguaje verbal o escrito dependen de las características de la materia prima que lo constituye: los sonidos fonéticos y, por tanto, su carácter discreto, su secuencialidad, ser no-superponibles, su repetibilidad, su variabilidad formal a partir de la transformación de rasgos mínimos, etc. , con todo lo cual se construye su gramaticalidad específica.

Del mismo modo, las características de cualquier otra semiosis, por ejemplo, visual o comportamental, van a depender de las características de la materia prima que la constituye. Así, respecto a las imágenes materiales visuales: su planaridad, la admisibilidad de lo cromático, la simultaneidad de elementos formales diferentes, sus amplios márgenes de variabilidad formal con mantenimiento de la identidad, entre otras características. Y con respecto a las actitudes comportamentales: su tridimensionalidad, la integración y desintegración de unidades complejas por concurrencia o dispersión de unidades simples, su movilidad necesaria, la constante producción de transformaciones físicas perceptuales, etc. (en uno y otro caso, no pretendo establecer una taxonomía de rasgos, sino formular una enunciación meramente ejemplificativa y exploratoria).

Esta falacia de la necesaria referencia modélica a las características del habla ha frenado y tergiversado el desarrollo, por ejemplo, de las Semióticas de la Imagen Visual, limitando su estudio a lo que pudiera surgir del trasplante metafórico de operaciones metalingüísticas; ha frenado, por motivos semejantes, el surgimiento y desarrollo de una Semiótica Indicial, tanto como semiótica de los objetos, la que resulta imprescindible, por ejemplo, cuando se pretende estudiarlos por su calidad representativa en cuanto exhibidos en un museo; así como también, ha frenado el surgimiento y desarrollo de una semiótica del comportamiento individual y/o grupal, la que resulta fundamental, por ejemplo, cuando se pretende estudiarlos por su calidad representativa en cuanto indicativos de acontecimientos o valores independientes de su carácter de comportamientos, como son los de los "piqueteros" anteriormente aludidos.


 

29. Desarrollos peirceanos: Semiosis Sustituyente - Semiosis Sustituida - Objeto Semiótico

Regreso, aquí, a un tema fundamentalmente peirceano, si bien en su comprensión intervienen algunas reflexiones que son una transformación de las propuestas saussureanas. Pese a la aparente antinomia, nunca he considerado que Saussure y Peirce hayan elaborado concepciones incompatibles. Y como siempre, el tema que propongo (no por primera vez, pero sí tratando de ir consolidándolo) está vinculado tanto a su implementación como metodología de análisis en la explicación de la producción, circulación y transformación de la significación, como a su exploración en función de las distintas semiosis sociales vigentes en determinada sociedad, sean éstas icónicas, indiciales o simbólicas.

Como hemos venido viendo, suelen utilizarse, en semiótica, tres expresiones que no son intercambiables, sino que cada una se refiere a un aspecto determinado de la interrelación semiótica que produce el conocimiento e, incluso, a un estado determinado en el progreso del signo hacia su eficacia específica. Son las expresiones "Semiosis Sustituyente", "Semiosis Sustituida" y "Objeto Semiótico". En especial, en esta oportunidad, quisiera proponer algunas reflexiones acerca de la diferencia y proximidad entre las dos últimas expresiones: "Semiosis Sustituida" y "Objeto Semiótico".

Cierto que estas últimas no tienen sentido sino es en función de la Semiosis Sustituyente en cuanto esta semiosis es el instrumento operativo que, percibido sensorialmente e interpretado desde alguna mente, da lugar a la producción de la Semiosis Sustituida y del Objeto Semiótico.

Me interesa destacar el carácter de instrumento operativo que le atribuyo a la Semiosis Sustituyente. Puede ayudar a comprenderlo, tener en cuenta que la página que se está leyendo es una Semiosis Sustituyente, como lo es una exhibición en un museo o los objetos situados tras la vidriera (o escaparate) de un comercio, etc. Son operativos porque construyen (y ésta es su operatividad) la idea y/o el concepto y/o el significado de otra cosa y, por eso, son sustituyentes de algo que es distinto de lo que se está percibiendo e interpretando.

Vamos a explorar hasta qué punto puede ser metodológicamente útil y estar teóricamente bien fundamentado considerar que el Objeto Semiótico es cualquier ente o fenómeno con el significado que las Semiosis Sustituyentes que circularon en la sociedad en la que cada intérprete vive le han atribuido; exactamente así, dicho en pasado, ya que usaríamos "Objeto Semiótico" para referirnos a lo que sabemos acerca de algo en algún momento en el que no estamos incrementando nuestro conocimiento acerca de él, o sea, en un momento en el que no lo consideramos como lo que está siendo sustituido por alguna Semiosis Sustituyente, sino que ya lo ha sido históricamente. El Objeto Semiótico es cualquier objeto del mundo tal como nos lo han enseñado a ver en determinado momento.

La utilidad metodológica de diferenciar entre el Objeto Semiótico y la Semiosis Sustituida es que permite identificar a esta última como lo nuevo que podemos conocer de ese objeto porque estamos percibiendo una Semiosis Sustituyente que le añade algo, lo construye de otro modo, transforma su significado de modo que ya no es el anterior sino otro diferente. O sea, la Semiosis Sustituida es un nuevo modo de ver y de interpretar al Objeto Semiótico; o sea, es cualquier objeto del mundo al que se lo construye, se lo ve, se lo interpreta desde otra Semiosis Sustituyente que, por tanto, le atribuye un nuevo significado.

Pero, ¿qué es lo que hace que esa Semiosis Sustituyente sea otra y no ya aquella con la que históricamente (aunque sea la historia que media entre el tiempo de lectura de un párrafo y el del otro párrafo que le sigue, cuando el cambio justifica que se hable de "historia") se había construido el significado de lo que habíamos llegado a conocer? Esa alteridad de la Semiosis Sustituyente consiste, de modo necesario y suficiente, en una transformación de la sintaxis con la que se relacionaban los signos que constituían cada uno de los contextos (o configuraciones o disposiciones) de la precedente (o de cada una de las precedentes) Semiosis Sustituyente(s). Pero la sintaxis es la réplica o materialización del valor del signo en su respectivo sistema, y este concepto de "valor" es el que constituye en científica a la lingüística saussureana.

Saussure no quiso entrar en el estudio del habla; todo lo que, no obstante, después se desarrolló en la pragmática. Por eso no estudia el cambio, sino la situación (una diacronía es el resultado de la transformación identificable entre dos sincronías). Si aceptamos la visión acerca del interpretante que propone Peirce (y en la que se basa todo lo que vengo diciendo) podemos explicar el cambio, no sólo en el sistema de signos desde el que se construye diferencialmente cada contexto de Semiosis Sustituyente, sino en el significado que adquieren los fenómenos del mundo (significado que los constituye a su vez en signos de algún sistema o de alguna semiosis); en cuanto han adquirido los significados que les atribuyó determinada Semiosis Sustituyente los podemos identificar como Objetos Semióticos, o sea, fenómenos semantizados. En cuanto, por la eficacia de (la sintaxis de) cada Semiosis Sustituyente, tales fenómenos del mundo modifican el significado que tenían anteriormente y en cuanto el intérprete está elaborando esa propuesta nueva de significado, al objeto que ese intérprete está interpretando es al que podemos denominar "Semiosis Sustituida".

Ya sé que todavía quedan aspectos por aclarar, pero voy a sintetizar lo dicho hasta aquí:

Una Semiosis Sustituyente es un contexto de signos, vigente en determinada sociedad, que, en virtud de la sintaxis que relaciona a los signos constitutivos de tal contexto, se aplica a algo diferente de ella misma, atribuyéndole de ese modo un determinado significado.

Un Objeto Semiótico es una entidad o fenómeno del mundo que, en determinado momento de determinada sociedad, ha adquirido un determinado significado por la acción eficaz de una Semiosis Sustituyente que se lo atribuye, en la mente de determinado intérprete.

Una Semiosis Sustituida es el significado modificado de una entidad o fenómeno del mundo, que está siendo producido por una Semiosis Sustituyente al constituirse en signo de esa entidad o fenómeno del mundo. Toda Semiosis Sustituida está destinada necesariamente a transformarse en un Objeto Semiótico, en cuanto ya queda admitida como la significación (que ha entrado en la historia) de determinada entidad o fenómeno del mundo; hasta que una nueva Semiosis Sustituyente sea capaz de atribuirle un nuevo significado, con lo que se constituye en otra Semiosis Sustituida que, en cuanto socialmente reproducible, pasa a ser un Objeto Semiótico histórico hasta que una nueva Semiosis Sustituyente genere otra Semiosis Sustituida en cuanto nuevo objeto de conocimiento para la mente de un intérprete.

La base peirceana de esta reflexión puede encontrase en la relativa correspondencia entre:

1/ Semiosis Sustituyente e Interpretante Inmediato, en cuanto el esquema que actualiza al signo (o conjunto de signos) en la mente del intérprete (o sea, su eficacia representativa).

2/ Semiosis Sustituida e Interpretante Dinámico, en cuanto el efecto efectivamente producido en la mente por el signo (o sea, el nuevo significado).

3/ Objeto Semiótico e Interpretante Normal (o Último o Final), en cuanto el efecto que se producirá en la mente del intérprete por el signo, después de suficiente desarrollo del pensamiento (o sea, el significado histórico).


 

30. Desarrollos peirceanos: el interpretante comunicativo

Peirce, (citado por Marty, R., 1990: n°33 Annexe A) en su definición del signo como "el medium para la comunicación de una forma" construye el concepto de Interpretante Comunicativo, que traduzco: "Está el Interpretante Intencional, que es una determinación de la mente del emisor; el Interpretante Eficaz, que es una determinación de la mente del intérprete; y el Interpretante Comunicativo o, digamos, el Cominterpretante, que es una determinación de esa mente en la que las mentes del emisor y del intérprete deben fundirse para que pueda tener lugar una comunicación."

En la construcción de cada uno de estos tres Interpretantes: Intencional, Eficaz y Comunicativo (elaborados por Peirce, desde una perspectiva teórica diferente a la que le condujo a los conceptos de Inmediato, Dinámico y Normal, que acabamos de ver en el apartado anterior) utiliza el término "determinación", de profunda raigambre hegeliana (con quien Peirce siempre mantuvo una dialéctica relación de amor-odio), en cuanto concreción de ese aspecto de las mentes que se refiere a la tarea conjunta de producción e interpretación, respectivamente, de determinada Semiosis Sustituyente.

Un poco más me cuesta admitir la tercera mente, esa "en la que las mentes del emisor y del intérprete deben fundirse", porque en este contexto ya hablamos de una entelequia en la que el término "mente" aporta su sentido metafórico, en cuanto mente virtual: no pertenece a nadie en concreto, sino, como en un diagrama de Venn, a la parte común a dos mentes (lo que no es una tercera mente).

Y, prescindiendo de la referencia a esta mente en la que las otras se funden, esto es lo que me parece importante del concepto de interpretante comunicativo: cuando el interpretante productor (designación que incluye al peirceano Interpretante Intencional) generó su Semiosis Sustituyente, aplicó determinadas formas que tenía disponibles y las aplicó según determinadas relaciones que también tenía disponibles (aparte de otras formas y otras relaciones que también tenía disponibles pero que no aplicó). Una parte de esas forma y de esas relaciones que aplicó efectivamente deberá coincidir con las formas y las relaciones de las que el interpretante intérprete (designación que incluye al peirceano Interpretante Eficaz) dispone para aplicar a la interpretación de tal Semiosis Sustituyente y está dispuesto a aplicarlas y las aplica efectivamente; si no fuera así, no existiría un acuerdo mínimo para comunicarse acerca de algo (el contrato simbólico implícito en todo acto de comunicación o lo que la cita de Marty nos trae como interpretante comunicativo).

Pero el interpretante intérprete dispone también de otras relaciones que puede aplicar para relacionar las formas propuestas en la Semiosis Sustituyente y que no son las que proyectó el interpretante productor, pero que tienen que ser posibles entre las disponibilidades relacionales (la capacidad de contextualización) ostentadas por determinada comunidad en determinado momento histórico, como para que pueda utilizarlas alguno y cualquiera de sus integrantes. O sea, el intérprete puede leer o percibir lo que le propone el autor del texto, imagen o comportamiento, de un modo distinto a como ese autor suponía y esperaba que el intérprete lo leyese o percibiese.

El interpretante intérprete dispone, además, de otros términos que, posiblemente, hubiera preferido encontrar en la Semiosis Sustituyente en lugar de encontrar los que aplicó el interpretante productor, pero que tienen que ser posibles entre las disponibilidades representacionales (otras designaciones con otra historia de contextualización que les proporciona otra carga semántica) ostentadas por determinada comunidad en determinado momento histórico, como para que pueda utilizarlas alguno y cualquiera de sus integrantes. O sea, el intérprete hubiera elaborado un texto, imagen o comportamiento utilizando otro vocabulario, otras imágenes u otras actitudes diferentes a las que el autor del texto, imagen y comportamiento eligió para elaborar el que propuso a la percepción del intérprete.

EL conjunto compartido de términos y relaciones es lo que establece el grado de comunicabilidad que se da entre los dos interpretantes en función de una misma Semiosis Sustituyente respectivamente producida e interpretada y tal es la utilización que hago de la expresión interpretante comunicativo, que viene a resultar en el cumplimiento concreto del imprescindible y ya aludido contrato simbólico. Ese conjunto compartido se aproxima a los que M. Foucault denomina discursos producidos a partir de una misma "formación discursiva" y a lo que vengo identificando como Mundos Semióticos Posibles compartidos.

En la medida en que tales términos y relaciones divergen, la producción de la Semiosis Sustituyente y su interpretación también divergen. Es lo que constituye la lucha política por instaurar una discursividad hegemónica (Foucault, M., 1971; Pêcheux, M., 1975) lucha política destinada, a largo o corto plazo, al fracaso en beneficio de la pluralidad ideológica: en una sociedad determinada y en un momento determinado, el conjunto de los Mundos Semióticos Posibles está caracterizado por su inconsistencia, o sea, por la vigencia de lo contradictorio; o sea, si bien cada Mundo Semiótico Posible debe ser consistente hacia su propio interior, también se requiere reconocer la inconsistencia que afecta al conjunto de los Mundos Semióticos Posibles simultáneamente vigentes en determinada sociedad y en determinado momento histórico, lo que constituye la manifestación semiótica de la pluralidad inherente a lo social.

Todo esto nos lleva, como en un agregado relativamente marginal, a reflexionar sobre la pasividad del representamen. Es como decir que las propuestas perceptuales (las Semiosis Sustituyentes) no significan en sí mismas, sino que las hacen significativas los interpretantes. En una tarea de investigación, en la que se está tratando de explicar las características según las que se produce la significación de determinado fenómeno social, es importante no caer en esta especie de animismo de las formas significantes, cualquiera sea su calidad: icónica, indicial o simbólica. Esto se manifiesta atribuyendo un "anima" a determinadas entidades materiales (en nuestro caso, la página, el dibujo, la partitura o el sonido musical, etc.) que asumirían la calidad de sujeto agente de los llamados por Russell y Quine verbos de "actitudes proposicionales" (Quine, 1960: 150-156) o "de lengua" (como "dice" o "habla" o "se expresa" o "propone", etc.; Sánchez Márquez, 1982: #289) En este sentido, habría, por tanto, animismo en el concepto peirceano de tercera mente o mente por fusión de mentes, como acontecimiento cognitivo que dota de eficacia por sí misma al aspecto comunicativo del representamen, lo que lo lleva a Peirce a designarlo como "interpretante comunicativo". Un discurso, la página de un libro, una imagen, una pieza musical, una reunión de personas interrumpiendo el tránsito en la vía pública, etc., no "hablan", no son "elocuentes", no "dicen" nada por sí mismas (por más que su habitualidad, en determinada cultura, atribuya ya una interpretación a su mera presencia); en definitiva, por sí mismas, no significan. Lo que tiene capacidad para significar algo, o sea, para hacer significativo a algo, es el interpretante que lo produce y/o el que lo interpreta. O sea, sin interpretante no hay significado; ahora bien, en lo que interviene el interpretante todo es significativo.


 

31. El conocimiento semiótico

En el Tema Complementario 29, trataba de aportar algunos elementos más acerca de las relaciones entre la "Semiosis Sustituyente", la "Semiosis Sustituida" y el "Objeto Semiótico". Con esto apuntaba (1) a identificar con mayor claridad cuál es el conocimiento que puede esperarse como resultado de una investigación realizada con metodología semiótica y, por tanto, (2) también permitiría comprender mejor cuál es la estructura y la formulación adecuada de una hipótesis en un Proyecto de investigación semiótica. Me referiré ahora, más detalladamente, a ambos aspectos.

1. En relación al conocimiento que puede esperarse como resultado de una investigación realizada con metodología semiótica, dicho conocimiento estará referido a cómo y mediante qué instrumentos se ha producido la actualización del significado de determinado fenómeno social, en un determinado momento de una determinada sociedad.

Todo fenómeno es social porque todos los fenómenos de los que tiene conocimiento el hombre han estado representados desde alguna Semiosis Sustituyente (discurso simbólico: verbal, matemático, algorítmico, etc., y/o configuración visual y/o disposición de objetos o comportamientos y/o etc.) que es el instrumento operativo que permite que ese hombre ya haya interpretado al correspondiente fenómeno (o sea, no se lo interpreta por observación inmediata del fenómeno, sino por su observación mediada por alguna Semiosis Sustituyente que lo representa), atribuyéndole significado, o sea, conociéndolo, o sea, constituyéndolo en el Objeto Semiótico que tal Semiosis Sustituyente o conjunto de Semiosis Sustituyentes había(n) producido. En cada propuesta de una nueva Semiosis Sustituyente, si ésta efectivamente es nueva, el aporte significativo hará que el intérprete considere al fenómeno representado, no ya como un Objeto Semiótico conocido (histórico), sino como una Semiosis Sustituida diferente, directamente vinculada a alguna nueva Semiosis Sustituyente, o sea, como un fenómeno original. Y también la investigación semiótica es la que posee los instrumentos necesarios y adecuados para establecer si se han dado o no esas nuevas relaciones (que pueden llegar a constituir una superación, en sentido dialéctico, de las anteriores Semiosis Sustituyentes) y, por tanto, si se da el caso o no de que, con respecto al fenómeno en estudio, se haya construido o no esa nueva Semiosis Sustituida.

Como ejemplo, puede decirse que en cada discurso político, al hablar el político de la justicia, del trabajo, de la pobreza, de las inversiones, de la deuda, etc., etc., se está constituyendo a esos fenómenos en sociales, o sea, en Objetos Semióticos. En el plural panorama de los discursos políticos, cada discurso político, en cuanto particular Semiosis Sustituyente de cada uno de aquellos fenómenos, construye de un modo diferente a esos Objetos Semióticos. El intento que hace cada político para que la comunidad interprete de modo específico y diferencial su propio discurso, se materializa en establecer relaciones sintácticas diferentes al situar en su discurso a cada uno de tales signos lingüísticos ("pobreza", "justicia", "trabajo", "deuda", etc.), de modo que el intérprete construya relaciones semánticas diferentes (respecto al uso de esos mismos signos por otro político), o sea, que la comunidad perciba como Semiosis Sustituidas y, por tanto, originales, a tales aspectos del acontecer social y, por supuesto, de modo afín a como determinado sector de la comunidad (lo más amplio posible, a efectos electorales) los construiría. Esto último no es un enigma, sino que puede conocerse (al discurso político no emitido por la comunidad, pero emitible por ella, en cuanto positivamente interpretable) mediante el análisis semiótico del discurso cotidiano (en el que se habla de los mismos fenómenos de los que habla el político) de diversos integrantes de la comunidad en estudio; análisis semiótico que mostrará las relaciones sintácticas diferenciales con las que esos integrantes de la comunidad construyen las relaciones semánticas diferenciales que considerarían aceptables cuando se habla de esos aspectos del quehacer social (justicia, trabajo, pobreza, deuda, desarrollo, etc.). En definitiva, cada político construye su discurso (o desearía construirlo) como una réplica de los discursos sociales vigentes y no emitidos, pero emitibles (políticamente) que (y aquí se produce la necesaria decisión del político) ya bien construyen relaciones sintácticas afines a las que el político desea proponer para que surjan las relaciones semánticas afines con su propia ideología (discurso emitido desde determinada plataforma política), o que ya bien construyan las relaciones sintácticas (la "manière de parler", Marandin, 1979: 51-52 y 57-84) más difundidas, de las que se sabe que surgirán las relaciones semánticas que encontrarán aceptabilidad en los sectores mayoritarios de esa comunidad (discurso demagógico). Y todavía hay otra posibilidad consistente en que sin importar las relaciones sintácticas del discurso ni los significados emergentes de las relaciones semánticas así construidas, el político actúe, se muestre y se comporte situándose a sí mismo (como "persona" en el sentido griego de "personaje") en un particular modo de ser visto como para evocar sus actuaciones previas en determinado contexto, cuyas relaciones sintácticas (el modo de comportarse) le confirieron un valor semántico personal, a él como signo ya socialmente interpretado, con prescindencia (total o parcial) de los valores semánticos que construya con su discurso político. Tal es el caso de la persona (en cuanto signo indicial de una Semiosis Sustituyente) que usa la sintaxis de su propia posición en el conjunto de las relaciones sociales (como actor, artista, deportista, etc.) sabiendo que ya ha sido positivamente interpretada como constructora de una semántica, o sea, de un significado que resulta altamente aceptable por amplios (también aquí se busca que sean lo más amplios posibles, por fines exclusivamente electoralistas) sectores sociales. Todo lo anterior tiene muy semejante desarrollo y aplicabilidad en el caso del discurso publicitario.

No se trata del mero gusto de utilizar términos técnicos: Semiosis Sustituyente, Sustituida, Objeto Semiótico, relaciones sintácticas, semánticas. Es que mediante la definición precisa de tales términos, el análisis de la construcción del significado (por ejemplo, la eficacia política o publicitaria de los distintos discursos) puede alcanzar una mayor precisión, al proporcionar la explicación, no de cuál es el significado verdadero de determinado fenómeno (que siempre será una inferencia dogmático-ideológica; inferencia también explicable semióticamente, en cuanto al proceso de su producción, pero no en cuanto al valor absoluto de su verdad o falsedad), sino la explicación de cuál es la vigencia social y de qué discursos provienen las distintas opciones que existen en determinado momento de determinada sociedad para construir el significado de determinados fenómenos.

La investigación semiótica proporciona, por tanto, un conocimiento riguroso acerca de este proceso por el cual determinado fenómeno adquiere determinado significado.

2. Con respecto a la estructura y formulación adecuada de una hipótesis en un proyecto de investigación semiótica, lo que se requiere es enunciar, lo más concisamente posible, una conjetura (o abducción, que, como lo platea Peirce, es lo que deberá probarse; de dónde la conveniencia de la concisión) acerca de las relaciones semánticas que constituyen la capacidad que posee determinada Semiosis Sustituyente, vigente en un momento determinado de determinada sociedad, para construir determinado significado para determinado fenómeno social.

La carga de la prueba recaerá en la necesidad de evidenciar mediante qué relaciones sintácticas establecidas entre qué entidades o signos se construyeron esas relaciones semánticas. Éste aspecto analítico que parte de lo perceptual (la sintaxis) para explicar lo conceptual (la semántica) es uno de los aspectos que le confieren rigor y especificidad a una hipótesis, tal como requiere que se la formule y se la pruebe en una determinada investigación en la que se utiliza la metodología semiótica. Por supuesto, el conjunto de Semiosis Sustituyentes que confluyen en la producción de tal significado (o sea, en la atribución de un contenido semántico a determinado fenómeno) hace necesario ampliar el conocimiento del funcionamiento de las distintas semiosis que pueden estar vigentes en determinada sociedad: ello dará lugar, como simple esquema ya conocido, a las semióticas icónicas, indiciales y simbólicas, sin que sea suficiente con el manejo de las estructuras lingüísticas (que sólo son una parte o variante de la semiótica simbólica).

También requiere reflexionar sobre cierto ajuste a la noción del lenguaje como la facultad, natural al hombre, de constituir un sistema de signos distintos que correspondan a ideas distintas, según la expresión de los alumnos amanuenses de Saussure, ya que tal facultad sería lo que estoy denominado en este trabajo "facultad semiótica", que incluye pero no se limita al lenguaje verbal.

Una vez más y en definitiva, el enunciado acerca de la facultad natural al hombre, de constituir un sistema de signos distintos que corresponden a ideas distintas es, desde esta perspectiva, la definición de la facultad semiótica y no se reduce a ser la definición del lenguaje como facultad, sino que incluye al lenguaje como uno más de los sistemas de signos distintos que corresponden a ideas distintas.

Por esto mismo, prefiero la concepción hjelmsleviana (como ya lo he manifestado en alguna oportunidad) que incluye al lenguaje verbal en el universo de la semiótica, y rechazo la concepción barthiana que reconduce todas las semióticas al lenguaje verbal, por ser éste capaz de dar cuenta de todas las demás. Este "dar cuenta" se refiere a producir una explicación, lo que bien puede ser la eficacia específica de lo verbal en cuanto a su aptitud para la construcción de conceptos, pero nunca alcanzará la posibilidad de producir la misma significación, lo que depende de la especificidad de cada semiótica.

Considero, también, que referirse a "procesos mentales" o a "procesos neurológicos" es utilizar expresiones que tienen una mayor relación con y permiten una más eficaz inclusión de los actuales conocimientos acerca del funcionamiento del cerebro, que la saussureana expresión de "facultad natural al hombre". No lo planteo como un mero dilema terminológico, sino como la identificación de un espacio de reflexión conceptual en el que se vayan explorando las nuevas hipótesis cognitivas. Así, puede decirse que la semiótica, en singular, se refiere, de modo general, a los procesos (naturales y evolutivos) neurológico-mentales, de producción de signos que sustituyen o representan ideas distintas.

Por su parte, las semióticas, en plural, se refieren, específicamente, a los procesos (naturales y evolutivos) neurológico-mentales de producción de distintas clases de signos que sustituyen o representan, de modos diferentes, a ideas distintas.

Desde otra perspectiva, con la designación de "semiosis sociales" se están designando las diversas realizaciones históricas de tales semióticas.

En cambio, desde una tercera perspectiva, hay que tener en cuenta que también se habla de "semiótica" como de la disciplina teórica que da cuenta del proceso de producción, interpretación y transformación del significado de los fenómenos sociales.

Otro aspecto a considerar es que ninguna semiosis es autosuficiente para su interpretación; ni para producir, ni para explicar el correspondiente proceso de interpretación. Así pues, para interpretar las Semiosis Sustituyentes de naturaleza verbal, se deberá disponer, en la memoria, de atractores icónicos e indiciales, además de los específicamente simbólico-verbales. Y la misma reflexión, mutatis mutandis, será aplicable a las restantes semiosis. Por eso, argumentar que se requiere la mediación de la acción del lenguaje como determinante de la naturaleza de las semióticas icónicas e indiciales, no es más ni menos válido, pero en modo alguno determinante, que argumentar que se requiere la mediación de la acción de las semióticas icónicas e indiciales como determinante de la naturaleza del lenguaje verbal; ninguna semiosis determina la naturaleza de otra, pero todas confluyen en su interpretación.

Por todo esto, la hipótesis, en una investigación en la que se aplique la metodología semiótica, consistirá en una anticipación de la explicación acerca de los procesos de producción de la significación de los fenómenos sociales, como el resultado del funcionamiento de la facultad semiótica, tal como se puede establecer que está constituida, en cuanto a las entidades y relaciones disponibles, o sea, en cuanto a los plurales y competitivos Mundos Semióticos Posibles vigentes, en un momento determinado de una sociedad determinada.

Todo esto lo digo desde mi buen saber y entender y, errores aparte, considero que todo es discutible y que, simplemente, vamos buscando la posibilidad de disponer de la Semiótica como instrumento analítico que nos permita entender, cada vez un poco más, por qué, cómo y cuál sea la significación de los fenómenos sociales, inmensamente complejos para cada contemporaneidad.


 

32. Sobre los Mundos Semióticos Posibles / 1

Voy a intentar ordenar un poco el planteo del tema de los Mundos Semióticos Posibles (de ahora en adelante, MSP; ver el párrafo con las referencias bibliográficas del apartado 5).

En primer lugar, llamo la atención hacia el añadido de "semióticos", que no es arbitrario, sino que pretende destacar que, en las tareas de producción y análisis del significado de los Objetos Semióticos, los mundos posibles adquieren una eficacia que depende de que hayan sido adecuadamente establecidas sus características semióticas particulares. También, ese agregado pretende acentuar el hecho del distanciamiento respecto de su ámbito de origen en la lógica modal y su plena inclusión en el de la semiótica.

También conviene tener en cuenta que la mayoría de los términos que voy a emplear requieren de una definición explícita, ya que pueden ser interpretados polisémicamente. Se trata de que, en este trabajo, se los lea unívocamente, o sea, con una única y determinada significación, para hacer posible la comprensión de la propuesta y su eventual discusión. No obstante, para no extenderme excesivamente, esas definiciones explícitas las dejaré provisionalmente en suspenso, para trasmitir ahora una idea intuitiva y general.

El esquema que propongo, como organizador de la problemática de los MSP es el siguiente.

En la construcción del significado de un Objeto Semiótico intervienen diferentes Semiosis Sustituyentes.

En un momento dado de una sociedad dada (o de un grupo social dado) es posible identificar las semiosis desde las cuales recibe su interpretación el Objeto Semiótico en estudio.

La construcción del significado de un Objeto Semiótico se realiza mediante la producción de las interpretaciones vigentes, o sea, mediante las Semiosis Sustituyentes que lo interpretan.

Cada conjunto de interpretaciones que, en un momento y en una sociedad determinada, construyen la calidad semiótica de un Objeto Semiótico determinado (su visibilidad y cognoscibilidad) constituyen un MSP de ese objeto.

La identificación de estos MSPs (saber cuáles son), el conocimiento de sus reglas constructivas (saber cómo funcionan) y la determinación de su vigencia social compartida y contrastante (saber cuál es su eficacia), son los objetivos y, por tanto, el encuadre de la problemática de toda investigación social en la que se aplique la metodología semiótica.

Las Semiosis Sustituyentes que intervienen en la atribución de "semioticidad" a un objeto determinado (uso "objeto" en sentido amplio, abarcando entidades y fenómenos de cualesquiera naturalezas) provienen de conjuntos semióticos virtuales (sistemas lingüísticos, repertorios de imágenes, sonidos, comportamientos, etc.) disponibles en determinado momento de determinada sociedad, conjuntos a los que dichas Semiosis Sustituyentes actualizan.

Cada Semiosis Sustituyente es un producto, perceptualmente identificable, constituido por determinada selección en el conjunto de entidades semióticas virtuales y por determinada selección en el repertorio de reglas semióticas, disponibles unas y otras en ese momento de esa sociedad.

En otro momento de esa misma sociedad (o grupo social), o en ese mismo momento de otra sociedad (o grupo social), o en otro momento de otra sociedad (o grupo social), otras Semiosis Sustituyentes podrían ser actualizadas por otros sujetos productores (individuales o colectivos), para dar lugar a otras interpretaciones que construirían otros Objetos Semióticos al aplicarse a la misma entidad, que ya no sería la misma.

Tenemos, entonces:

1) el conjunto de las Semiosis Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o sea, que la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto Semiótico), en un momento de una sociedad;

2) el conjunto de las Semiosis Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o sea, que la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto Semiótico), en otro momento de esa misma sociedad;

3) el conjunto de las Semiosis Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o sea, que la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto Semiótico), en ese mismo momento de otra sociedad;

4) el conjunto de las Semiosis Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o sea, que la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto Semiótico), en otro momento de otra sociedad.

Cada uno de los conjuntos señalados bajo 1, 2, 3 y 4 pueden ser (teóricamente) consistentes, completos y decidibles (Sacristán, M., 1973: 47), o no.

Se entiende por conjunto consistente aquel que no contiene una contradicción entre las Semiosis Sustituyentes que lo constituyen.

Se entiende por conjunto completo aquel que permite identificar a una determinada Semiosis Sustituyente como producida o producible a partir de las reglas inherentes a dicho conjunto.

Se entiende por conjunto decidible aquel que permite establecer si una determinada Semiosis Sustituyente le pertenece o no.

El conjunto de conjuntos, resultante de intentar integrar cada uno de los conjuntos 1, 2, 3 y 4 con cada uno y/o todos los conjuntos restantes, pueden ser, a su vez, (teóricamente) consistentes, completos y decidibles, o no.

Siempre será posible, en este conjunto de conjuntos, identificar, al menos, determinados subconjuntos de Semiosis Sustituyentes que sean (teóricamente) consistentes, completos y decidibles.

Cada conjunto o subconjunto de las Semiosis Sustituyentes efectivamente aplicadas a la semiotización de determinada entidad (o sea, que la interpretan y, así, la constituyen en Objeto Semiótico) que sea (teóricamente) consistente, completo y decidible, es lo que puede denominarse un MSP de esa entidad. O sea, un MSP es un conjunto de interpretaciones que construyen un único y mismo Objeto Semiótico.

Cuando el conjunto o subconjunto en estudio evidencia que existe/n inconsistencia/s, incompletitud/es o indecidibilidad/es entre las Semiosis Sustituyentes que lo integran, entonces pude decirse que no se está construyendo un mismo MSP, por lo que, también puede decirse, que el Objeto Semiótico que aparece (por lo general con el mismo "nombre" y/o "configuración" y/o "3D") no es el mismo, o sea, que no se da una relación de identidad entre las designaciones de tales Objetos Semióticos en los distintos MSP en los que se registra su presencia.

Por el contrario, cuando los MSP en los que se hace presente un determinado Objeto Semiótico pueden agruparse en un conjunto del que pueda demostrarse que es consistente, completo y decidible, entonces puede afirmarse que existe una relación de identidad entre las diversas presencias del "nombre" y/o "configuración" y/o "3D" del Objeto Semiótico en las diversas Semiosis Sustituyentes en las que se registre su presencia.


 

33. Sobre los Mundos Semióticos Posibles / 2

Para ir elaborando el conjunto de operaciones que habrán de constituir los MSP, creo conveniente proponer un concepto intuitivo, no técnico, que los describa y muestre la eficacia que se pretende atribuirles, en el ámbito de la semiótica.

Los MSPs son constructos que el analista elabora al intervenir en un determinado corpus de Semiosis Sustituyentes. O sea, los MSPs proceden siempre y exclusivamente de las Semiosis Sustituyentes.

Tentativamente, defino un MSP como una representación que muestra las características relacionales según las cuales determinada entidad se vincula con otras, en el conjunto de contextos en los que efectivamente se registra su presencia (con la dimensión que, en determinada investigación, se considere adecuada para tal registro).

Cuando esta entidad sea un signo lingüístico (o, en general, un símbolo) cada uno de tales contextos será una definición contextual; cuando sea un signo gráfico (o, en general, un icono) cada una de las configuraciones correspondientes será una definición configurativa; cuando esta entidad sea un signo existencial (o, en general, un índice) cada una de las disposiciones correspondientes será una definición disposicional (ver apartado 22).

O sea, con un (1) MSP se tiene una serie o listado constituido por una única entidad, que se repite en cada línea de la serie o listado, y varios contextos (o configuraciones o disposiciones) diferentes, cada uno constituido por cada una de las líneas que el investigador haya ido agregando, durante la recopilación de la información, a partir del análisis de la semiosis sustituyente en estudio.

Por tanto, cada MSP está constituido por múltiples definiciones contextuales y/o configuracionales y/o disposicionales, todo ello referido a una única entidad (sólo icónica o sólo indicial o sólo simbólica o transfiriéndose de una a otra de estas categorías semióticas; transferencia hipotética, ya que habrá que probar que la entidad ha permanecido con la misma identidad).

En el conjunto constituido por un (1) MSP es posible identificar las relaciones de cada entidad única con los contextos y/o configuraciones y/o disposiciones que la incluyen. El subconjunto de estas relaciones respecto de una única entidad constituirá la identificación de la entidad en estudio. O sea, identificar las relaciones es la operación semiótica que permite identificar la entidad que se relaciona y no a la inversa.

Este subconjunto de relaciones mostrará similitudes e, incluso, diferencias que, mientras no perturben sus exigencias de consistencia, completitud y decidibilidad (ya definidas nocionalmente en el apartado anterior), podrá afirmarse que se está ante un sólo y mismo MSP.

Mientras se esté ante un sólo y mismo MSP podrá afirmarse que, desde las Semiosis Sustituyentes analizadas, se está construyendo un universo de significaciones en el cual, la significación correspondiente a la entidad en estudio se mantiene como idéntica a sí misma. Por ello, también puede decirse que la propuesta, circulación e interpretación de esas Semiosis Sustituyentes identifican a un grupo social relativamente homogéneo, con prescindencia de las variaciones sociales, culturales, económicas, etc. que pudieran haberse registrado desde una caracterización positivista. Desde el punto de vista que aquí sostengo, un grupo social se identifica por su capacidad para generar una cantidad indefinida de Semiosis Sustituyentes en las que se atribuye la misma significación a la misma entidad, al hacerla aparecer situada en tales Semiosis Sustituyentes y participante en las mismas u homogéneas relaciones.

También podrá decirse que, cuando el subconjunto de relaciones muestre diferencias que perturben las exigencias de consistencia, completitud y decidibilidad de dicho subconjunto, se estará ante tantos MSPs como sub-subconjuntos puedan reconocerse que cumplan, cada uno hacia su propia interioridad, con las correspondientes exigencias de consistencia, completitud y decidibilidad.

Cada uno de estos últimos constituye, por tanto, un MSP diferente, en el cual la entidad en estudio encuentra su lugar, pero no siendo ya la misma, sino habiéndose transformado en la medida en que se transforman las relaciones que mantiene con las restantes entidades de cada Semiosis Sustituyente, por lo que habrá resultado ser otra.

Así puede llegar a constatarse, cuando se da esta última situación (lo que es prácticamente universal, salvo en algunos de los grupos constituidos en función de la adhesión a determinados postulados dogmáticos), que un grupo social aparentemente coherente no lo es tanto o que tiene determinados aspectos en que se disgrega, porque la construcción de los MSPs, efectivamente cumplida por tal grupo, no es reconducible a la configuración de un único MSP consistente, completo y decidible. Todo lo cual conduce a ratificar la pluralidad inherente a todo y a cualquier grupo social.

El instrumento de los MSPs servirá, por tanto, para demostrar la cohesión de grupos sociales efectivamente vinculados por la atribución de identidad de significación, pese a su eventual dispersión espacial, temporal, etaria, de género, ingreso o cultura. A la inversa, también servirá para demostrar la disgregación de grupos sociales aparentemente dotados de unidad espacial, temporal, etaria, de género, ingreso o cultura, etc.; y, por supuesto, también servirá para demostrar la diferencia de grupos sociales efectivamente dispersos y la semejanza de grupos sociales efectivamente próximos.

Los MSPs servirán, especularmente, para conocer los diferentes modos de interpretación, efectivamente vigentes, de los que disponen los diversos grupos sociales integrantes de determinada comunidad, ante la necesidad de producir comunicaciones eficaces, como es el caso de los mensajes políticos, publicitarios, pedagógicos, etc. O sea, son el instrumento específico para conocer la identidad y la diferencia de los mundos construidos, que nunca serán más que MSPs, a partir de las Semiosis Sustituyentes producidas en el interior de un determinado grupo social.


 

34. Sobre los Mundos Semióticos Posibles / 3

Continúo el trabajo sobre precisiones terminológicas vinculadas al tema de los MSP.

Como resumen del apartado anterior, en lo que se refiere a la Semiótica Verbal: el significado de un término o expresión se mostrará mediante una red de definiciones contextuales que registre las relaciones de contextualización a que dicho término o expresión ha estado efectivamente sometido en el/los texto/s seleccionado/s (Magariños de Morentin, 1998).

Así creo que se va llegando a una expresión formal que estructure el diagrama de presentación, para su lectura e interpretación, de los MSP. Yo la he denominado, por una parte "Redes Secuenciales", en cuanto conjunto de definiciones contextuales que provienen de un texto o de un conjunto de textos relativamente homogéneos; y, por otra, "Redes Contrastantes", cuando muestran conjuntos de definiciones contextuales consistentes hacia el interior de cada uno de ellos, pero inconsistentes (en cuanto contradictorios) entre ellos; o sea, no reunibles en un único conjunto consistente. Téngase presente que el buen logro de una investigación sobre la construcción y vigencia de determinada significación en determinado momento de determinada sociedad, requiere haber definido la inconsistencia del modo como específicamente se produce en esas sociedad, o sea, haber identificado los rasgos semánticos que construyen la contradicción, a partir del supuesto de la pluralidad inherente a todo formación social.

Y con esto nos aproximamos a lo que M. Foucault denominó "Formaciones Discursivas" y que considero interesante reconducir a la noción de MSP (simplemente, al menos, para dar cabida a otras semiosis además de la verbal).Se nos impone, pues, la necesidad de dar cuenta de otra serie de definiciones vinculadas a estos MSP.

Puedo hablar de "mundos" como metáfora acerca de la complejidad del conjunto o conjuntos de significados a los que se está identificando como pertinentes a los fenómenos sociales de un determinado ámbito a especificar. También elijo considerarlo metáfora para excluir, del término "mundos", cualquier alusión a lo real o a la realidad, el conocimiento de la cual es un resultado y no un antecedente de tales mundos. En vez de interpretación de la realidad, el mundo de los MSP es el texto que la construye (a la realidad) y que, si interpreta algo, interpreta a los textos con los que, precedentemente, se estaba construyendo aquella realidad.

Puedo hablar de "posibles" en cuanto se trata de algo todavía no efectivamente realizado, sino de algo virtual o disponible para ser utilizado en algún momento por alguien, para que algo adquiera algún significado; o bien de algo contingentemente realizado a partir del mismo algo que estuvo disponible para que alguien en algún momento atribuyera a algo algún significado. No tiene un carácter de necesariedad; pertenece a las modalidades enunciativas y está disponible en determinado momento de determinada sociedad; disponibilidad que el analista conoce después de haber analizado los textos y recuperado el sistema de posibilidades de donde tales textos procedieron. El tema puede parecer un poco confuso, pero hay que diferenciar el trabajo cumplido por el discurso social y el trabajo del analista. En determinada sociedad, si es posible decir algo según determinada modalidad enunciativa, es porque esa posibilidad preexistía en el universo virtual de la significación disponible en esa sociedad, o sea, en los MSP de los que dispone para atribuirle significado al entorno; disponibilidad que la comunidad utiliza de modo ya bien unívoco, ya bien equívoco o ya bien poli-sentido (Galvano della Volpe, ibidem), sepa o no, tenga o no conciencia (y, en general, sin saberlo y sin tener conciencia) de tal disponibilidad.

Para el analista, en principio, si no está dicho no puede conocerlo. Por lo tanto el analista identifica el carácter de posible de esos mundos semióticos, a posteriori, cuando ya se han concretado en el discurso y, por tanto, ya han construido el significado del entorno. Pero lo interesante en la tarea del analista es que, aparte de la constatación de la vigencia, también puede prever las posibles transformaciones en función de la superación de las contradicciones que identifique en los MSP de la sociedad en estudio y, de ese modo, anticipar nuevas significaciones de las que podrá disponer esa sociedad para, con ellas, construir su realidad.

Puedo hablar de "semiótico", hablando de "MSP", porque abarcan todas y cualquiera de las materias primas de la comunicación social (iconos, índices, símbolos y su combinatoria) y porque se refieren a la construcción del significado de la realidad, de por sí in-significante, como resultado de la intervención de la facultad semiótica.

Puedo hablar de "mundos posibles" porque la realidad construida a partir de cada texto y como resultado de todos los textos, puede ser interpretada, parafraseada, reformulada metalingüísticamente, sustituida, abandonada, contradicha, en virtud de determinada función de interpretación (de otro determinado texto o textos, pero no respecto de realidad alguna). Un mundo posible deriva siempre (es sucesor) de otro (su ancestro) y ello se puede determinar estableciendo las relaciones de accesibilidad y de alternatividad que lo vinculan a los otros mundos posibles con los que coexiste. Permite identificar la relación de transformación que lo ha generado; excluye la posibilidad de hablar de "mundos imposibles", porque sólo serían tales aquellos que no pueden pensarse ni imaginarse, porque no son sucesores de ningún otro mundo posible y, por tanto, carecen de ancestros y, por tanto, nada los hace posibles (Magariños de Morentin, 1996: 454-459). O sea, el mundo posible del que hablo cuando hablo de los MSP no es una alternativa respecto de la realidad, y ni siquiera respecto de un determinado texto (lo que nos conduciría a una clausura hermenéutica y, por tanto, a una verdad, la dicha en tal texto originario y, por tanto, a hacer posibles determinados Mundos Semióticos Imposibles, que serían los que contradirían tal verdad, si bien ya con otra calidad gnoseológica de lo posible/imposible,); sino que son alternativas recíprocas entre las posibilidades enunciativas disponibles en una comunidad. Cada conjunto de definiciones contextuales es una transformación de otro conjunto de definiciones contextuales y se hace posible por la eficacia de la existencia de ese otro mundo posible. Según cuál sea el que el analista-investigador tome de base, los restantes serán sus variaciones posibles y construirán la polifonía social de los significados vigentes.

Puedo hablar de "mundos semióticos" como metáfora de lugares repletos de significados, como lo son los mundos habitados por el hombre. Durante un mismo día circulamos por múltiples mundos semióticos diferentes, a veces sabiéndolo y a veces inadvertidamente. Cada puerta que abrimos, cada persona con la que nos encontramos y cada actividad social en la que participamos nos plantea una incógnita acerca de en qué mundo semiótico vamos a integrarnos y si el nuestro poseerá la distancia y la proximidad necesarias para la comunicación. Lo que no podemos es encontrar alguien o algo en un espacio que no esté todavía semiotizado, que no sea ya algo diferente a lo que sería en sí, si ese ser en sí pudiera ser conocido.

Puedo, en definitiva, hablar de "Mundos Semióticos Posibles" como resumen y síntesis de cuanto vengo diciendo y como anticipo de lo que habré de continuar diciendo como superación (en sentido dialéctico, no de progreso o mejoramiento positivista) de lo ya dicho (Magariños de Morentin, 2001: 7); que es el modo como preveo e intuyo que habrá de ser la identificación de "la realidad" en los MSP, a partir del conocimiento que pueda llegar a proporcionarnos una Semiótica Indicial.


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(Se coloca en primer término la edición consultada)

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