HACIA
UNA SEMIÓTICA INDICIAL
Acerca
de la interpretación de los objetos y los comportamientos
(Setiembre, 2002-Enero,
2007)
Juan
Magariños de Morentin
INDICE
I.
Algunos temas
complementarios.............................................. 60
REFERENCIAS.......................................................................................
78
I.
Hacia una Semiótica Indicial
1. La interpretación de
la Semiosis Sustituyente en la Semiótica Indicial. Su diferencia respecto a la
semiótica verbal
Inicio este tentativo
esbozo de una problemática que apunta al diseño de una Semiótica Indicial,
o sea, de aquella semiótica en la cual los signos de la Semiosis Sustituyente
son comportamientos u objetos en su calidad de existentes o los contenidos de
la memoria, según la propuesta peirceana (Peirce, CP. 1.427; 2.86). Me parece
conveniente esclarecer, primero, el tema de la interpretación de una Semiosis
Sustituyente (sobre los términos "Semiosis Sustituyente",
"Semiosis Sustituida" y "Objeto Semiótico", ver, en este
mismo texto los temas complementarios 27 y 29), para, después de encuadrarlo en
la Semiótica General, reconducirlo al ámbito de la Semiótica Indicial,
mostrando la especificidad que en ésta adquiere.
A/ Con respecto a
todas las semiosis: una pregunta que propongo como importante para el
analista-investigador, ante una determinada propuesta textual, o sea, ante una
Semiosis Sustituyente, cualquiera sea la materia prima de tal semiosis, sería
la siguiente: ¿qué hay que saber para entender (interpretar, atribuirle un
significado a) lo que se está percibiendo?
El saber al que me
estoy refiriendo, por lo general, es no-consciente por parte del intérprete.
Éste no suele darse cuenta de que está buscando y recorriendo su memoria
asociativa (Kosslyn, 1996: 214-225), en el afán de encontrar otras Semiosis
Sustituyentes o Sustituidas que pueda asociar con la que está percibiendo y, en
virtud de tal asociación, entenderla, o sea, atribuirle un significado (es lo
que está haciendo cada uno de los que leen estas líneas, para establecer lo que
en otro momento ya ha leído y coincide de forma casi idéntica con lo que está
leyendo, lo que contradice otras cosas leídas y lo que, al menos, es semejante
a esto que está leyendo; en definitiva, sin correlato en la experiencia
histórica personal no puede construirse un significado).
Una respuesta posible: en
todos los casos, pero en especial en el caso de los objetos y los
comportamientos, habrá que actualizar y utilizar (comparando, contraponiendo,
transformando) las distintas semiosis (verbal, visual, comportamental) que
están vigentes en la sociedad a la que pertenece el intérprete y, de entre
ellas, aquellas de las que tal intérprete dispone y asocia como relacionadas
con lo que percibe. De dónde resulta, como observaba Peirce (CP. 2.303, passim),
la producción de una semiosis infinita a partir del interpretante; o
sea, salvo desde una perspectiva dogmático-hermenéutica, no existe
interpretación verdadera, sino interpretación coherente con determinadas
semiosis sociales vigentes; ni interpretación falsa, sino interpretación
divergente respecto de determinadas semiosis sociales vigentes; todo
dependiendo de lo que dispone y de cómo lo maneja, lo relaciona, lo mezcla el
intérprete.
O sea, que cuando
percibimos como Sustituyente a determinada Semiosis (a la que siempre podremos
también percibir como Sustituida, o sea, como Objeto Semiótico) necesitamos
ponerla en relación con un conjunto de otras semiosis para que podamos
entenderla; en este sentido se plantea el concepto de función como
característica definicional de los que Foucault denomina "enunciados"
y el de la exterioridad del significado y de su explicación (Foucault,
1969: 105ss).
Esas otras semiosis a las
que se acude tienen el carácter de atractores mnemónicos, o sea, de
imágenes (experiencias cualitativas, figurativas y/o normativas) conservadas en
la memoria, que reconducen lo que se está percibiendo a otras percepciones ya
dotadas de sentido (o dotadas de un significado histórico), atribuyéndoselo,
contraponiéndolo, transfiriéndolo o proponiéndolo como el sentido (o como la
búsqueda del significado) de la nueva propuesta perceptual.
Esto sería lo que realiza,
en su proceso intuitivo y cotidiano de comunicación, el intérprete social y
cuya explicación, encuadrada en las exigencias de una metodología rigurosa, es
la tarea del analista-investigador que trabaja desde la semiótica.
B/ Con respecto a los
objetos y a los comportamientos: los objetos serán considerados,
habitualmente, como Objetos Semióticos, pero, en determinada situación o
respecto de algunos de sus aspectos, se requerirá que se los considere como
Semiosis Sustituyentes, siendo éste el aspecto de mayor importancia en relación
a la posible constitución de una Semiótica Indicial.
Tal es lo que ocurre cuando
se presentan exhibidos en los museos (y, más trivialmente, en la
vidriera/escaparate de un comercio). En el caso de los museos, los objetos
expuestos están (o deberían estar) rodeados de textos escritos, imágenes fotográficas,
dispositivos audio-visuales, los discursos de las/os guías y hasta pueden
instalarse talleres para la producción de objetos similares a los que están
expuestos. Todos estos recursos están destinados a actualizar, en la mente del
intérprete-visitante y de modo entre imperativo y sugerente, según la ideología
del curador del museo (o del diseñador de la vidriera/escaparate comercial),
esas otras semiosis que resultan indispensables o meramente convenientes o
incluso originales para que el objeto exhibido produzca determinado
significado.
Los comportamientos
individuales o grupales serán
considerados, habitualmente, como Objetos Semióticos, pero, en determinada
situación o respecto de algunos de sus aspectos, se requerirá que se los considere
como Semiosis Sustituyentes, siendo éste el aspecto de mayor importancia en
relación a la posible constitución de una Semiótica Indicial. Comencemos a
esbozar algunos ejemplos al respecto.
Las llamadas "maneras
de mesa" son comportamientos que se cumplen como Semiosis Sustituyentes en
la medida en que dan cuenta de valores culturales histórica y socialmente
vinculados a la ingesta de alimentos. Comer es un Objeto (comportamiento)
Semiótico, en cuanto acción que concreta esa ingesta y a la que las maneras de
mesa confieren un determinado significado.
El corte de rutas y los
comportamientos de los piqueteros son, predominantemente, Semiosis
Sustituyentes. A poco que se tenga contacto con la cultura en la que se produce
ese comportamiento (actualmente, casi en una dimensión global), quien lo
percibe sabe (porque lo relaciona con información preexistente en su memoria
semiótica) que no se trata de un festejo (como, en la región andina del
noroeste argentino, lo serían los comportamientos correspondientes a la
celebración de la Pachamama) sino de una protesta concretamente vinculada a la
falta de trabajo o de pago de salarios adeudados. Este significado está
construido a partir de determinados comportamientos aislados y de los diversos
grupos o conjuntos de comportamientos que se perciben en esa situación. Esa
percepción está redirigida o reorientada, en el caso individual de cada
perceptor o intérprete, por la información conceptual, la experiencia personal
y la memoria de imágenes visuales ya percibidas que atraigan lo que se está
percibiendo, generando asociaciones, oposiciones y transformaciones que vayan
construyendo el significado de tal percepción; de aquí el interés de la prensa,
de los políticos, de los gremialistas en producir discursos verbales que
reinterpreten (redirijan, reorienten) el significado original para cuya
producción se produjo el discurso comportamental.
Lo que no puede exigirse,
como pretendida prueba para establecer el carácter discursivo o de Semiosis
Sustituyente, en el caso de comportamientos existenciales (en principio, afines
a los objetos existenciales), es que estos cumplan con las posibilidades
enunciativas que son propias y exclusivas del discurso verbal (ver apartado
28).
Los comportamientos
(individuales o grupales), así como los objetos (en especial los exhibidos en
un museo) y las imágenes materiales visuales (cualitativas y figurativas, pero
no las simbólicas), no construyen enunciados condicionales (con "si...
entonces"), ni causales (con "porque..."), ni muestran relaciones
de concordancia en género, número y caso, etc., ya que se trata, en todos estos
casos, de categorías estrictamente lingüísticas.
En cambio, el discurso
verbal no puede mostrar, ni puede realizar acciones (mal que le pese a
Austin), ni puede utilizar configuraciones 3D, 2½D y ni siquiera 2D para
construir el significado, como sí lo hacen los comportamientos, los objetos y
las imágenes (en cada caso, mutatis mutandis), junto con otras muchas
posibilidades de eficacia específica que posee lo existencial-material cuando
está socialmente propuesto como Semiosis Sustituyente.
Decir que el comportamiento
(al igual que los objetos y las imágenes) necesita de la construcción
conceptual que realiza el lenguaje verbal para alcanzar la capacidad de
producir un significado es tan válido como la inversa: el lenguaje verbal
necesita de la memoria de los comportamientos (y/o de los objetos y/o de las
imágenes) para que se produzca el significado verbal. O sea, ninguna
semiosis se basta a sí misma, sino que su interpretación necesita de otra u
otras semiosis (y/o de más elementos de la propia semiosis) para que
signifique.
Así, la tarea del
investigador en semiótica consiste, al menos en parte, en buscar las reglas
propias y pertinentes a cada una de las semiosis con las que se construye
determinada significación en un determinado momento de una determinada
sociedad.
Algunos de los problemas
básicos son:
1/ ¿Cómo encontrar esas
reglas que son específicas de una determinada semiosis? o bien, ¿cómo se
diferencian en cada caso de las que pueden considerarse como reglas comunes
pertenecientes a la Semiótica General? O sea, ¿cuáles son las reglas que rigen
las relaciones entre comportamientos o entre objetos (o entre imágenes; las que
están vigentes entre símbolos son más conocidas o lo están originaria y
explícitamente) para que produzcan determinado y no otro significado? O sea,
¿cómo se diferencian las relaciones comportamentales que producen el
significado "festividad" de las que producen el significado
"protesta"?
2/ No confundir el
análisis de la capacidad de producir el significado de otra entidad diferente
a la semiosis que lo produce, con el análisis del significado que tiene un
determinado fenómeno y que proviene de otras semiosis. O sea, una cosa es
analizar cómo produce su significado de protesta el comportamiento de
los piqueteros (en cuanto Semiosis Sustituyente) y otra distinta es analizar el
significado que adquiere la falta de trabajo tal como resulta construido
(en cuanto Objeto Semiótico) por el comportamiento de los piqueteros, a
diferencia del que resulta construido en una eventual editorial de un diario.
3/ Identificar, en cada
caso concreto, cuáles son las semiosis que concurren para construir la
interpretación de cómo una determinada semiosis produce un determinado
significado. O sea, qué imágenes, qué recuerdos de lo visto, leído o
participado, confluyen para que quien es testigo del comportamiento de los
piqueteros le dé una u otra interpretación de entre las muchas posibles.
2. Exploración del
objeto en el museo, como introducción a una Semiótica Indicial
Me propongo explorar las
líneas básicas y tentativas de un estudio semiótico acerca del significado
de los objetos, en cuanto constituye uno de los aspectos fundamentales de
la Semiótica Indicial. Lo cual, en cuanto tal expresión: "estudio
semiótico acerca del significado de los objetos", requiere algunas
precisiones preliminares que, no obstante, ya constituirían parte de esa misma
semiótica. Para situarnos en el campo de lo observable y con un relativo
acotamiento del dominio cuasi universal que correspondería al concepto de
objeto, elijo la particular experiencia del museo como ámbito de
exhibición de determinados objetos.
Por el momento, sólo
pretendo dejar planteadas algunas líneas de reflexión acerca del tema. Creo que
lo básico es tener en cuenta que, enfrentar el estudio del significado del
objeto, en el específico contexto del museo, supone una tarea de exploración de
la eficacia de la semiótica, en cuanto metodología de investigación, para
explicar el proceso de proposición, interpretación y transformación del
significado de lo exhibido, así como su resultado, por el hecho de estar
exhibido, según las características del diseño de la exhibición y adecuándose a
los sistemas de interpretación de los visitantes de dicha exhibición.
Esta significación será
diferente a la que adquiriría ese mismo objeto en un comercio, en la habitación
de un domicilio particular, en un hospital, en una iglesia, en un hotel, en un
cuartel, en un parque o calle, en una escuela, en un club deportivo de barrio,
etc. También será diferente a la significación que adquiriría ese mismo objeto
al estar representado en una imagen gráfica, bi o tridimensional y a la
significación de esta misma imagen en cuanto objeto. Por ello también excluyo,
provisionalmente, de este trabajo, a la clase de objetos cuyo dominio está
constituido por los que son representaciones de otros objetos;
aun cuando su presencia constituye uno de los objetos más habitualmente
exhibidos en los museos: preferentemente, museos de pintura y de escultura,
pero también museos de maquetas, de fotografías, de reproducciones artísticas,
de la voz, etc.
Por consiguiente, todo
aquello acerca de lo que vayamos reflexionando en este trabajo se entenderá
como referido a la exhibición del objeto, en su calidad básica de Objeto
Semiótico, en un museo, y no a la exhibición de aquellos que se exhiben en
virtud de su calidad básica de Semiosis Sustituyentes, salvo que, por
exigencias de una semántica diferencial, se indique lo contrario. Hay que
advertir que al exhibir, en un museo, cualquier objeto, éste deja de ser Objeto
Semiótico y se transforma en Semiosis Sustituyente. Al hablar de "su calidad
básica", me estoy refiriendo a la que, previa e históricamente, posee el
objeto, con independencia de la que llegará a adquirir por el hecho de estar
exhibido, que será siempre la de Semiosis Sustituyente.
El motivo de esta exclusión
de objetos cuya calidad básica es la de Semiótica Sustituyente, consiste en que
dicha calidad básica es ya metasemiótica, dado que los que se exhiben
son discursos acerca de objetos, o sea, objetos que son, originariamente,
representaciones de otros objetos, como es el caso de una exposición de
imágenes visuales figurativas. Por el contrario, cuando la calidad básica es
semiótica lo que se exhiben son objetos que no poseen, originariamente,
carácter representativo, como es el caso, por ejemplo, de un museo de náutica.
Excluyo a los primeros y me circunscribo a los segundos, por considerar que la
problemática y las operaciones analíticas que habrán de utilizarse en uno y
otro caso (el de la metasemiótica y el de la semiótica) son diferentes.
No obstante, esta exclusión
no abarca a los discursos, en función co-textual (ver, para diferenciar
"contexto" y "co-texto", el apartado 8), mediante los
cuales los objetos exhibidos son propuestos como dotados de determinada
significación, al menos en el diseño comunicativo del curador del museo; estos
tendrán una particular importancia para establecer la relación entre el Mundo
Semiótico Posible del curador tal como lo propone al diseñar la exhibición
y los Mundos Semióticos Posibles de los visitantes tal como estos los
construyen a partir de la propuesta del curador y de su propia capacidad de
interpretación (ver, para "Mundos Semióticos Posibles", los apartados
32, 33 y 34).
No obstante, al estar
exhibido, el objeto en el museo deja de ser lo que es "en sí mismo"
(lo que, no obstante, ya lo incluye en una cultura y por tanto le confiere el
carácter básico de Objeto Semiótico) y comienza a estar en representación de
algo (lo que le confiere el carácter derivado de Semiosis Sustituyente).
En el museo, los objetos
presentes nos conducen a una ausencia, a otro objeto y/o a otro espacio y/o
a otro tiempo en el cual, ese objeto, siendo el mismo, ya no es el que está en
la vitrina o sobre el pedestal. No teniendo como estructura básica
convencionalmente admitida la de Semiosis Sustituyente (la que, en cambio, sí
tienen las imágenes materiales visuales) se constituyen en tales por la
eficacia del contexto. O sea, sin dejar de ser Objeto Semiótico (que, en cuanto
tal, admite el conjunto de las Semiosis Sustituyentes que producen su
específica significación: los textos escritos, las imágenes fotográficas, los
audiovisuales, etc., que acompañan habitualmente al objeto exhibido, y a las
que acabo de denominar "su co-texto"), queda propuesto, además, como
Semiosis Sustituyente para la construcción de la significación de otros objetos
o comportamientos, efectivamente ausentes del contexto de exhibición del museo
(tal lo que ocurre con los objetos exhibidos en un museo de historia, por
ejemplo).
3. Más sobre el objeto
en el museo; más sobre Semiótica Indicial
Lo que llegué a proponer en
el apartado anterior es considerar a ese objeto como un Objeto Semiótico al que
se exhibe y que, al exhibírselo, adquiere una potencia representativa; se
tratará por tanto de proponerlo como Semiosis Sustituyente, aun cuando
(originariamente) es un Objeto Semiótico y sólo por eficacia de esa situación
de exhibición se constituye en Semiosis Sustituyente sui generis.
Parece una contradicción.
Pero, de lo que se trata es de exhibir (o sea, transformar en Semiosis
Sustituyentes) objetos que no tienen la cualidad de ser Semiosis Sustituyentes.
Una cosa es exhibir una pipa en un museo y otra muy distinta es exhibir la
imagen de una pipa en un museo, situación esta última que le llevará a R. Magritte
a escribir junto a dicha imagen: "esto no es una pipa" (lo que
retomará M. Foucault, 1973, en un delicioso librito con ese título y sobre este
tema). Si lo que se exhiben son imágenes de pipas, se están exhibiendo
Semiosis Sustituyentes; si lo que se exhiben son pipas se están
exhibiendo Objetos Semióticos; pero, mientras están exhibidas son Semiosis
Sustituyentes, ya que representan a otra pipas de determinado estilo o
fabricante o cultura o etnia o, incluso, representan a determinado fumador que
las utilizó. Sólo que esta capacidad de representación es tal que ni R.
Magritte ni M. Foucault podrían decir "esto no es una pipa", ya que,
efectivamente, son pipas
Así es como adquiere la
calidad representativa específica el objeto exhibido en el museo. La tarea
cognitiva de base que se propone al exhibir un objeto en un museo (como en
otros muchos ámbitos en los que podría exhibirse) consiste en que se lo
perciba. Esta tarea se corresponde con el objetivo fundamental de la visión,
según lo formuló D. Marr: "Saber qué hay dónde, mirando" (1982: 3).
Pero, hasta aquí, no se produce la especificidad identificadora del objeto en
el museo; al objeto se lo identificaría, del modo que propone Marr, como a
cualquier otro objeto al que identificamos y situamos en coordenadas
espaciales, por lo general intuitivas. En el museo, es necesario percibir, pero
no basta con ello; habrá de asignarle una particular calidad a esa percepción: la
de consistir en la percepción de una representación. Creo que ayuda a
comprender esto si se tiene clara la diferencia entre uso y exhibición (que
algo le debe a W. v. O. Quine, 1962: 77).
El objeto usado requiere percibir su colocación en
el espacio y saber manipularlo con la eficacia pertinente según sus
características. Pero es posible que no se lo perciba conscientemente, ni se
tenga constante conciencia de los conocimientos que requiere su manipulación,
como ocurre, por ejemplo, en mi relación con el teclado en el que escribo.
El objeto exhibido se propone explícitamente a la
percepción, en una determinada situación que lo privilegia (o debería
privilegiarlo) para su contemplación, y actualiza ante la conciencia del
visitante determinada información, mediante la que se constituye como
representación, en cuanto no se agota en sí mismo sino que su presencia propone
algún tipo de relación con algo diferente al propio objeto. Pero esta relación
con algo diferente tiene diversas variantes.
Por una parte, que no se
agote en sí mismo no excluye que su única posibilidad representativa consista
en poder estar en representación de sí mismo. Esto ocurre, en especial, con los
llamados "objetos únicos". En tales casos, el objeto exhibido
y el representado resultan no ser el mismo, pese a su aparente unicidad; el
mismo objeto no posee una misma identidad en cuanto percibido y en cuanto
interpretado.
En el caso del objeto
único, el objeto representado se caracteriza siempre como una ausencia que
contradice la efectiva presencia del objeto exhibido. El sable de San Martín,
custodiado en el Regimiento de Granaderos en la Ciudad de Buenos Aires, no es
(salvo desde una visión positivista "de secano", como diría N.
Hanson, 1977: 21) el sable que se ceñía San Martín, sino que lo representa o
evoca en cuanto posibilidad ya agotada o inexistente y, en todo caso, efectivamente
ausente, respecto al sable exhibido; el Mundo Semiótico Posible del sable
actual no es el Mundo Semiótico Posible del sable que manipulaba San Martín;
esta diferencia en los mundos posibles hacen que se haya perdido la identidad
entre lo que hoy percibimos y lo que percibió San Martín cuando lo buscaba para
ceñírselo. Lo que no le quita valor, sino que le añade el valor de ser su
propia representación y el inalcanzable valor de no poder volver a ser de San
Martín; el caso de las réplicas o copias, como lo es el sable exhibido en el
Museo Histórico, es ya el de los objetos que tienen el carácter de ser,
originariamente, Semiosis Sustituyentes (pero advierto que al término "réplica"
lo voy a usar en un sentido peirceanamente más riguroso y como tercer conjunto
posible de las clases de objetos exhibibles en un museo; ver apartados 8 y 26).
No obstante el caso más
habitual es aquel en que el objeto exhibido está en representación de todo un
dominio de objetos, del cual él es, además, uno de sus integrantes. Tal es el
caso de los objetos llamados "prototipos". Aquí, el objeto
comparte sus características perceptuales y/o simbólicas con un conjunto de
otros objetos, ostentándolas como determinantes y definitorias de su capacidad
representativa de tales objetos (Rosch, E., 1973; Dubois, D., 1993: 15). Estos
otros objetos son semejantes entre sí y respecto al exhibido, pero, además,
están ausentes. Tal es el caso de la vieja moneda española de un maravedí,
exhibida en un museo de numismática. Allí exhibida, tampoco esa moneda es tal,
sino que se representa a sí misma y a todas las demás de su tipo y valor que
alguna vez existieron. Esta distancia necesaria, creo poder afirmar que
es lo que constituye la característica esencial de un objeto de museo, lo que
le confiere su estatuto como signo y lo que lo hace objeto de conocimiento de
una Semiótica Indicial.
4. Una primera
aproximación al interpretante del objeto en el museo: el visitante
Uno de los aportes
fundamentales de Ch. S. Peirce consistió en establecer el interpretante como el
lugar de la plenitud (siempre provisional) del signo. No hay signo hasta tanto
una determinada percepción no haya encontrado su lugar en el sistema mental de
interpretación a donde lo remite el observador. No es que, mientras tanto,
exista un signo no interpretado, es que no hay signo (coincidentemente, en
relación con la modalidad de re: Kripke, 1980: 110).
Desde esta perspectiva, el
objeto en el museo sólo adquiere su valor específico cuando resulta
interpretado por cada uno de los visitantes que lo perciben efectivamente y
según las características que, en la mente de cada uno de tales visitantes,
adquiere esa percepción.
Vuelve a actualizarse una
observación que formulé, en otro trabajo (Magariños de Morentin, 2000: 691),
respecto de las semióticas de la imagen visual y que considero generalizable a
la interpretación de cualquier clase de signo: ninguna semiosis es
autosuficiente para la obtención de su interpretación. Esto quiere decir que el
interpretante necesita poner en relación la percepción actual que pretende
interpretar con la huella mnémica, en cuanto ya interpretada, de otra o de
otras múltiples percepciones, experiencias sensoriales, nombres, expresiones y
frases verbales, comportamientos percibidos o protagonizados, etc., etc., y en
los que, por semejanza o diferencia, se basará para interpretar dicha
percepción actual. Tal la función que cumple la parte del modelo cerebral de
identificación del objeto visual al que, como mencioné antes, S. M. Kosslyn
(1996: 214-225) denomina "Memoria Asociativa".
El término
"interpretación" involucra una doble tarea: la de reconocimiento y la
de interpretación propiamente dicha. La primera culmina cuando el espectador
sabe qué es lo que está viendo. Suele asimilársela a estar capacitado para
asignarle un nombre. La segunda cuando el espectador lo vincula con diversos
aspectos del sistema cultural del que dicho espectador participa. Supone la
capacidad para asignarle un contexto, fundamentalmente existencial o utilitario
y/o para incluirlo en un sistema, fundamentalmente conceptual o virtual.
Este es el ámbito de
concurrencia, que puede abarcar desde la complementariedad hasta el conflicto,
entre la propuesta del curador de la exhibición y el universo de
significaciones con el que el visitante llega al museo, acerca de todo lo cual
hay mucho para precisar.
5. La contraposición de
los Mundos Semióticos Posibles del curador y del visitante
El apartado anterior
concluía comprometiéndome a continuar el desarrollo acerca del objeto en el
museo, en cuanto parte de la Semiótica Indicial, aproximándome a ese espacio de
complementariedad o conflicto que está constituido por la concurrencia entre la
propuesta del curador de la exhibición y el universo de significaciones con el
que el visitante llega al museo.
Téngase en cuenta que
cuando me refiero al "curador" lo hago como designación de un sujeto
colectivo, ya que en el diseño, organización y puesta en práctica de la
exhibición, interviene siempre y necesariamente un equipo de diversas personas
con diversos conocimientos y habilidades (comunicación personal de la museóloga
Alicia Sarno). Por supuesto, también el término "visitante", sin ser
de mi entera satisfacción, también designa un sujeto colectivo: el conjunto de
personas que concurren al museo y establecen contacto con el objeto exhibido.
Pero retomando el hilo
inicial, lo que ahora me interesa es considerar al objeto exhibido como un
punto de encuentro entre los Mundos Semióticos Posibles del curador y del
visitante.
Creo que la expresión
"Mundo Semiótico Posible" va a requerir, en algún momento, un
desarrollo atento (con algo contribuyo, en este mismo trabajo, en los apartados
32, 33 y 34 de los Temas Complementarios). Yo lo he trabajado, al menos, en un
par de oportunidades (Magariños de Morentin, 1996 y 1999) Enfoques diferentes
pueden encontrarse en la revista Versus Nº 17, 1977; en S. A. Kripke (1980), con la
exploración metafísica de las relaciones entre lo designativo y lo óntico; en
la muy atractiva recopilación que hace S. Allén (1989) del Nobel Symposium 65,
con un interesante trabajo de U. Eco ("Report on Session 3: Literature and
Arts"); en J. Hintikka (1996), con la dureza y la fascinación propia de un
excelente lógico, entre otros muchos. Asimismo, resulta muy fructífero el
concepto de "las formaciones discursivas" de M. Foucault
(1969: 62; 72; 90; 97 passim) que yo, al menos, postulo como afín al de
los Mundos Semióticos Posibles.
En la Semiótica Indicial,
uno de estos Mundos Semióticos Posibles surge a partir de una situación
empírica concreta, construida según determinadas relaciones espaciales y, en el
caso del museo, decidida por el curador para la exhibición del objeto.
Algunas de estas relaciones
espaciales pueden recaer sobre el mismo objeto y están destinadas a
proponer una determinada visualización de dicho objeto. Otras a ponerlo
en relación con un universo de conceptos e imágenes textuales de las que
provendrá la información necesaria para su semantización. Otras, en fin,
a vincularlo con un universo de comportamientos tendientes a la construcción de
su dimensión pragmática. En cualquier caso, ese conjunto de relaciones
espaciales implica una propuesta de ideologización del objeto, según
determinaciones con las que el curador pretende controlar, o, al menos, desde
la que pretende orientar la capacidad interpretativa del visitante.
El otro de estos Mundos
Semióticos Posibles, es aquel constituido por un conjunto de posibilidades
interpretativas predeterminadas, según el cual cada intérprete o, en el
caso del museo, visitante se ubica en presencia del objeto para
configurar una situación empírica imaginaria, construida según determinadas
relaciones espaciales, en la que ese visitante está dispuesto a situar al
objeto.
Algunas de estas relaciones
espaciales pueden recaer sobre el mismo objeto y están destinadas a
establecer las características que el visitante puede aceptar como adecuadas
para la visualización de dicho objeto. Otras a poner a este
objeto en relación con un universo de conceptos e imágenes mnemónicas de las
que proviene, al tiempo de la puesta en presencia del visitante ante el objeto,
la información necesaria para la semantización que ese visitante
puede conferirle. Y otras relaciones espaciales, en fin, vincularán al objeto,
en el imaginario del visitante, con un universo de comportamientos tendientes a
la construcción de su dimensión pragmática. En cualquier caso, ese conjunto
de relaciones espaciales implica una propuesta de reconocimiento del objeto,
según determinaciones desde las cuales el visitante estará dispuesto o no a
aceptar la propuesta ideologizadora del curador.
En su forma más elemental,
los Mundos Semióticos Posibles del curador y del visitante están constituidos
por las posibilidades dialécticas, en cuanto opositivas y eventualmente
contradictorias, de visualización, semantización y utilización pragmática
aplicables al objeto. Estas tres dimensiones son los ámbitos en los que se
juega la posibilidad de intercambio comunicativo entre el curador colectivo y
el conjunto de los visitantes individuales del museo. Se materializan en la
forma de exhibición del objeto, los textos, los gráficos y audiovisuales a los
que se lo asocia y las actividades pedagógicas o lúdicas que se programan como
experiencia kinésica con el objeto o con sus réplicas o sus componentes o sus
resultados.
¿Cómo lo exhibe el curador versus
cómo lo hubiera querido percibir el visitante? ¿Qué información le asocia el
curador versus qué sabía de él el visitante? ¿Qué relación física
admite el curador que puede establecerse con el objeto versus cuál es la
que al visitante le interesa establecer?
Tales considero, en
principio, que pudieran ser los tres temas básicos para el análisis de los
objetos de un museo en cuanto propuesta de comunicación.
6. La "puesta en
escena" de objetos y comportamientos
Continúo con algunas
reflexiones en el marco de una Semiótica Indicial. El tema se centra en la
posibilidad de identificar cuándo nos encontramos ante una percepción de
objetos y/o comportamientos que nos sugiere o, quizá, nos impone, proyectarnos
hacia un universo diferente del que tenemos presente y, por tanto, construir
una interpretación semiótica de dicha percepción a la que, en principio,
consideramos como Objeto Semiótico pero que, posteriormente, se nos impone como
Semiosis Sustituyente.
En este sentido propongo
que todo despliegue de objetos/comportamientos tiene siempre algún aspecto de "puesta
en escena" y la puesta en escena es una condición inicial y necesaria
para toda comunicación. Por tanto, los objetos puestos en escena se diferencian
de sí mismos (dejando de ser simples Objetos Semióticos) por ese plus al que
remiten (y que les atribuye, en alguna medida, el carácter de Semiosis
Sustituyentes).
La perspectiva semiótica,
en esta reflexión, es general y abarca, una vez analizadas las propuestas
simbólicas (por ejemplo, las lenguas verbales o de señas, la aritmética o la
lógica simbólica) y las propuestas figurativas (por ejemplo, fotografías,
pinturas y esculturas), a todas las entidades existentes y posibles, tanto
artificiales como naturales. Vistas por el hombre, tales
entidades están vistas (o dispuestas o construidas) para el hombre y ya
no son lo que (supuesta pero inaccesiblemente) serían en sí, ni lo que serían
(haciéndosenos igualmente inaccesibles) al ser vistas por un alienígena de otra
galaxia, por alguna inteligencia eterna peirceana (el "æon" de CP.
3.433 que transcribo más adelante) o por el más cercano marciano de Chomsky;
pero obsérvese que siempre tendrían que ser para alguien ya que de lo
contrario simplemente no serían (o, al menos, no serían objeto posible de
ninguna percepción consciente para ninguna mente imaginable).
La hipótesis, pues,
consistiría en afirmar que todo Objeto Semiótico participa en algo,
simultáneamente, de la calidad de Semiosis Sustituyente. Aun en su mero
carácter (ontológico) de Objeto Semiótico, ninguna entidad se situaría
(retomando la conocida expresión de R. Barthes, 1967a, 1967b) en "el grado
cero" de alguna semiótica. Esto quiere decir que ningún objeto podría ser
considerado como total y definitivamente terminado o construido en cuanto resultado
final de alguna interpretación semiótica, ni podría ser considerado sin
potencia alguna para semiotizar a algo que ya no es él mismo sino otro al que
tal objeto se refiere o representa (otro objeto junto al cual aparecería o cuya
ausencia revelaría; el propietario del objeto o su manipulador; un gesto o
ademán que fue necesario, etc.), sino que, por negación de dicho "grado
cero", conservaría siempre, además, la (al menos) potencia para estar
remitiendo a algo distinto de sí mismo. Al estar puesto en algún lugar,
inevitablemente con otros o junto a otros objetos, para ser visto en ese lugar
y no en otro lugar posible, ni en asociación con otras entidades posibles, para
ser visto por alguien (o por muchos), pero no por otros (o por alguno), está
puesto para comunicar algo más que su mera presencia: algo que puede remitir a
identidad, estatus, compromiso, poder, veneración, mentalidad, ideología,
creatividad, moda, exclusión..., y tantos otros aspectos que los objetos
construyen y para los que no alcanzan las palabras que los designen o los
describan, pero cuya eficacia se constata al percibirlos o al estar o al
circular entre ellos.
Hay "puestas en
escena" explícitas de objetos,
en cuanto, socialmente reconocibles como exhibidos para ser vistos: tal es el
caso de los museos, colecciones y exposiciones, jardines botánicos, zoológicos
y reservas naturales, vidrieras o escaparates de establecimientos comerciales,
góndolas de supermercados, plazas, jardines y parques, fachadas de edificios,
la ropa que se lleva puesta, el amoblamiento de una habitación en una vivienda
particular, en un hotel, en un hospital, en una empresa, en la celda de una
cárcel, etc.
Hay "puestas en
escena" explícitas de comportamientos, en cuanto, socialmente reconocibles como exhibidos
para ser vistos: los desfiles militares, las funciones de ballet, de teatro de
mimos (para atender predominantemente a situaciones con mínima presencia de lo
verbal), los espectáculos deportivos, las manifestaciones políticas y/o
gremiales, ceremonias cívicas o religiosas, la consulta médica (en especial en
la medicina social en la que el médico manipula el cuerpo del paciente con
mínima participación e interés en la información verbal que le trasmite),
desfiles de modelos, concurrencia y desplazamiento por lugares de encuentro y
paseo urbano, como la Alameda en Santiago de Compostela, la vieja "vuelta
del perro" en Tandil, la Recoleta en Buenos Aires (y cada habitante de
cada ciudad, pueblo o villorrio sabe dónde y cuándo), las acrobacias aéreas,
etc.
Es como un desafío el
identificar este repertorio, prácticamente inagotable, de ámbitos destinados a
la exhibición de objetos y/o comportamientos. Todos ellos son propuestas
perceptuales (evito decir "textos" ni
"discursos" para eludir la intromisión de la lingüística; pero, entre
comillas y entre paréntesis, lo digo; más adelante, en los apartados 22 y 23,
utilizaré el término "disposición") acerca de las cuales la semiótica
tiene (o tendría o debería tener) mucho que decir y explicar. Ésta es la
opulenta línea de investigación y estudio en la que incluyo este tipo
particular de reflexión: el de una Semiótica Indicial.
Ahora bien, la hipótesis
que estoy esbozando es que, al margen de estas situaciones explícitas de puesta
en escena de objetos y/o comportamientos, constitutivos inequívocamente de
Semiosis Sustituyentes, también los objetos usados en la práctica social, según
su finalidad específica y aunque, aparentemente, no estén destinados a ser
exhibidos, o sea, en cuanto simples Objetos Semióticos, siempre e
ineludiblemente incurren en alguna especie de situación implícita de puesta en
escena y aparecen, por ello, dotados de una tensión semiótica que los
constituye en objetos de estudio de una Semiótica Indicial.
La única exclusión estaría
constituida por el conjunto de los que se podrían considerar como Objetos
Semióticos imposibles (en la línea de las configuraciones ideadas por
Escher). Pero, ¿existe el objeto imposible?
7. La semiótica como
proceso de transformación y la asistematicidad peirceana en la caracterización
del índice
Estoy pretendiendo
desarrollar las líneas fundamentales de una Semiótica Indicial. Ya he
anticipado algunos comentarios, cuando me he referido a los objetos, en
especial exhibidos en un museo, y a los comportamientos, particularmente en el
caso de los "piqueteros".
Pero más que reflexiones
aisladas, trataría de ir sistematizando conceptos y operaciones que permitan ir
construyendo esta parte de la semiótica que, según la información de que
dispongo, es la menos desarrollada.
Por supuesto, Charles
Sanders Peirce es quien ha construido el concepto de Índice con mayor
profundidad y riqueza (CP. 2.284-2.291, passim). Lo tendré presente
permanentemente, pero advirtiendo que no me preocuparé por ser ortodoxo; más
bien preveo la necesidad de una notable heterodoxia o, al menos, la búsqueda de
desarrollos alternativos.
En este sentido, comienzo
planteando un par de temas, sobre los que será necesario continuar trabajando,
para avanzar sobre una Semiótica Indicial.
El primero se refiere a
la semiosis de base de esta Semiótica Indicial, que estaría constituida, por
ejemplo, por los objetos y los comportamientos (así como por los contenidos
de la memoria, que dejo para una elaboración posterior) a los que ya me he
referido. Pero, como sabemos, una semiótica no se identifica por el tipo de
referente que construye ni por la sensación sensorial de la que parte, sino por
la transformación a que somete a percepciones y referentes y, en
virtud de la cual, los constituye en signos. Así, las palabras, que son
predominantemente símbolos, en la sistemática peirceana, tienen un
(importante) aspecto indicial: por ejemplo, su calidad física y su presencia
como existentes que se hacen oír o ver; y, por supuesto, un (importante)
aspecto icónico: por ejemplo, la modulación de quien las pronuncia y la
tipografía o caligrafía de su escritura, en ambos casos respetando una
estructura formal de base. Y las imágenes, que son predominantemente iconos,
tienen también un (importante) aspecto indicial: por ejemplo, su soporte físico
y su presencia como existentes que ocupan un espacio en una pared (cuadros) o
un volumen en un ámbito (estatua), etc.; y, por supuesto, un (importante)
aspecto simbólico: por ejemplo, la cotización o precio en el mercado del arte o
bien su carácter de pieza revolucionaria que inicia un nuevo período o de pieza
pasatista que no aporta nada nuevo. O sea, considero que no es suficiente con decir
que una Semiótica Indicial trata acerca, por ejemplo, de objetos o de
comportamientos, ya que unos y otros tienen (importantes) aspectos icónicos y
simbólicos, al margen de su predominante (en nuestra cultura) presencia
existencial. En todos los signos predomina un aspecto, que hará que se los
considere iconos, índices o símbolos, según circunstancias y/o
condicionamientos socio-históricos, pero que no excluye los otros aspectos
semióticos (más sobre esta copresencia de todos los signos en cada signo, en el
apartado 11). El índice es, por tanto, una manera de representar y no una
materia prima o sensación, aunque también debe tenerse en cuenta que esa manera
de representar recae predominantemente (al menos en nuestra/s cultura/s) en los
que llamamos "objetos" y "comportamientos".
El segundo tema es, conceptualmente, bastante
complejo. Se refiere a cierta asistematicidad que pareciera manifestarse en
el criterio seguido por Peirce para su construcción del índice, frente al
criterio, más coherente e inambiguo, seguido para caracterizar al icono y al
símbolo. Mientras estos últimos se identifican por adquirir su específica
calidad representativa (su calidad de signo) situándose o apareciendo "en
lugar de", en el caso del índice, éste pareciera identificase por adquirir
su específica calidad representativa (su calidad de signo) según las
características de su asociación física con otro u otros signos, o sea, por su
capacidad y sus características de contextualización, o sea, situándose o
apareciendo "en una conexión dinámica" con el objeto al que
representa. Cuando se estudian los signos, la operación semiótica que se
plantea como general es la de sustitución; o sea, se trataría de
una dinámica de metáfora (representa porque está en lugar de). Por otra parte, cuando
se estudian los contextos, la operación semiótica que se plantea como
general es la de integración, o sea, se trataría de una dinámica de
metonimia (representa porque es parte de). Pero, en el caso del índice la
operación semiótica que, según Peirce, lo caracteriza, en cuanto signo, es
la de integración (en un contexto más amplio), o sea, su
identificación como signo respondería a la dinámica de la metonimia (representa
por ser una parte de).
Esta opción por
caracterizar al índice desde la perspectiva de su integración con otros signos
se manifiesta, inicialmente, cuando establece la calidad de contexto
existencial que atribuye Peirce al ámbito de valoración del índice, o sea,
al que denomina "dicisigno" o "signo dicente"
(CP. 2.250-251) frente a la calidad de sistema virtual que le atribuye
al ámbito de valoración del icono, al que denomina "rhema"
(CP. 2.250) o al del símbolo, al que denomina "argumento" (CP.
2.252-253). Esto se potencia cuando Peirce (CP. 2.283) diferencia, con términos
evaluativos, entre el índice genuino, que consiste en una relación
existencial (por tanto, vinculada a la integración y, en cuanto tal,
relativamente próxima a lo metonímico), y el índice degradado, que
consiste en una relación de referencialidad (por tanto, relativamente próxima a
la sustitución y, por tanto, a lo metafórico). Y, sin aclarar si lo hace en el
mismo sentido que antes, en la nota 23 al parágrafo 8.368 de CP., distingue
entre dos clases de índices: los que "stand for..." o "designations",
o sea, los que designan, ya que están en lugar de algo (lo que
permite considerarlos relativamente próximos a los que estableció como índices
degradados, por tanto según una relación metafórica con su objeto) y los que
llama "reagents" o sea, los reactivos (quizá como un
rastro de su formación académica de químico), en cuanto ponen a la mente en
conexión con determinado fenómeno al que señalan o indican o del que son
índices (lo que permite considerarlos relativamente próximos a los que
estableció como índices genuinos y, por tanto, según una relación metonímica
con su objeto).
8. Cómo se define y se
acota un contexto
Considero importante
detenerme y tratar de esclarecer una doble operación que vamos a necesitar con
mucha frecuencia, en nuestra tarea de esbozar una Semiótica Indicial. Se trata
de la comprensión teórica y la adecuación empírica del problema acerca de (1)
cómo se define y (2) cómo se acota un contexto.
Casi nada de la semiótica
se puede responder en dos palabras, pero sugiero tomar estos breves comentarios
como esquemas mínimos para la comprensión del tema que se propone, y que
requieren continuar siendo objeto de reflexión y profundización y de un más
preciso ajuste en otros momentos.
(1) Con esta restricción,
puede decirse entonces que el contexto, en principio, es el conjunto
de signos, efectivamente existentes, que aparecen asociados a otro determinado
signo, efectivamente existente, según las reglas de integración de la semiosis
a la que pertenecen.
Además (como criterio
analítico provisional e irreal, pero conveniente en función del rigor, y
que deberá modificarse, como lo propondré más adelante, para adecuarse a
situaciones efectivas), sólo se tomarán en cuenta, para afirmar que se está en
presencia de mismo contexto, los signos que pertenecen a la misma semiosis que
el signo cuyo contexto se estudia. Esto quiere decir que el contexto de un
signo lingüístico estará constituido por otros signos lingüísticos, el de un
signo gráfico por otros signos gráficos, el de un signo musical por otros
signos musicales, etc. Si esos otros signos aparecen asociados, pero no
pertenece a la misma semiosis que el signo en estudio, suele hablarse de "co-texto",
un término por el que confieso que siento poca simpatía, por considerarlo no
suficientemente definido y, sobre todo, poco definidas sus relaciones con el
texto al que acompaña, por lo que no creo que pueda utilizarse para eliminar la
irrealidad del anterior criterio; y hablo de "irrealidad"
porque es prácticamente imposible encontrar una determinada secuencia de
signos, o sea, un contexto, en la que todos sus componentes intervengan
desempeñando una misma función semiótica: todos como y sólo como iconos
o todos como y sólo como índices o todos como y sólo como símbolos. Ejemplos de
situaciones a considerar desde una perspectiva co-textual serían
los gestos que acompañan a las palabras o el título que acompaña a una
pintura o a una escultura o las imágenes de la TV mientras se trasmite un
concierto (sean paisajes naturales o detalles o panorámicas de los músicos y
del director, etc.; interesante tema en el caso de los videoclips) o los
mencionados textos informativos (escritos, audiovisuales, fotografías, etc.)
que se yuxtaponen a un objeto exhibido en un museo.
El contexto, del que esbocé
una definición, es el instrumento natural de toda semiosis, mediante el cual
cada signo adquiere el sentido que le confieren los restantes signos del
determinado contexto en el que aparece incluido (ver, respecto a la
caracterización de "sentido" frente a "significado" y a
"concepto", el apartado 18). Todo contexto siempre lo es de algún
signo determinado; además, lo es de algún signo efectivamente existente, o sea,
todo contexto es siempre un fenómeno material y no virtual.
Esto, a su vez, quiere
decir que no sería semióticamente correcto hablar de contextos abstractos,
por lo que no se podría decir (pese a que se lo dice con bastante
frecuencia) que un sistema cultural o las reglas de una gramática o las ideas
políticas vigentes en un momento dado, sean contextos de "algo" o que
"algo" adquiera sentido en el contexto de un sistema o de unas
reglas o de determinadas ideas. Puede decirse (pese a que casi nunca se lo
dice) que algo adquiere sentido en el sistema de determinada cultura, o
de las reglas de una gramática o de las ideas políticas de un determinado
momento histórico, en cuyo caso, el algo del que se habla no se considera como
un existente concreto sino como una virtualidad o abstracción. El contexto
de algo concreto está constituido por elementos existenciales presentes en
su entorno físico, mientras que el sistema lo está por elementos abstractos,
conceptuales y/o virtuales. Por eso puede decirse que "algo" adquiere
sentido en el contexto de un discurso político concreto o en el de los
discursos políticos emitidos en el Parlamento, en determinada sesión o en
determinado período, o en el contexto de las relaciones percibibles en una
imagen publicitaria o en el de los libros de que dispone determinada
biblioteca. Curiosamente, mientras parecería aceptable, pese a ser
contradictorio, decir que "algo adquiere sentido en el contexto de
determinado sistema", nadie se animaría a decir que "algo
adquiere sentido en el sistema de determinado contexto", donde la
contradicción se percibe como más evidente.
En el uso que le doy al
término "contexto", las expresiones que critico no serían
semióticamente correctas, en cuanto al uso adecuado (o incluso, científico o
riguroso) de los términos y las relaciones propias de la semiótica, sino que
corresponderían a una utilización del lenguaje coloquial, con su carga
definitoria de ser el lugar semántico del equívoco (en el acertado decir
del viejo estructuralista Galvano della Volpe, 1966), pese a toda la potencia creativa
o poética de dicho lenguaje coloquial. La utilización correcta del término "contexto",
si se comparten los criterios que estoy haciendo explícitos, consistirá en
decir que "algo" aparece en el contexto, o sea, en el interior de
un discurso concreto, o de una propuesta visual determinada, o de un
determinado comportamiento individual o colectivo, pero, en todos los casos,
existente en el tiempo y en el espacio (todo lo cual, por supuesto,
proviene de la actualización existencial de las posibilidades virtuales de un
sistema).
Para comprender todo esto
es necesario tener en cuenta que el signo tiene dos niveles (o dos ámbitos)
de existencia posibles: (a) una existencia abstracta o virtual en un sistema (o
paradigma o formación discursiva, etc.) y (b) una existencia concreta o
efectiva en un contexto (o sintagma o enunciado, etc.); a esta
existencia concreta Peirce la denomina "la réplica" del signo en
cuanto instancia de su aplicación (CP. 2.246), ya que el signo siempre actúa a
través de su réplica (CP. 2.249). Añado, incluso, que es en este nivel de
existencia concreta donde, al ser interpretado, el signo va modificando su
significado, mientras que, en el nivel de su existencia abstracta, el signo se
encuentra disponible, como el registro o archivo del conjunto de posibilidades
que, en algún momento (pasado o presente), han sido o están siendo
existencialmente realizadas. La creatividad supone una ruptura (futura) de
tales posibilidades (de modo que toda creatividad depende siempre de las
posibilidades ya creadas que le precedieron; o sea, no se crea de la nada; se
transforman las posibilidades preexistentes) y siempre es un acontecimiento
discursivo (o de alguna determinada Semiosis Sustituyente) y nunca un estado
del sistema. Por eso también, un sistema de signos no es directamente
cognoscible, sino tan sólo mediante una inferencia a partir del análisis
de uno o varios determinados contextos en los que se actualizan algunas de sus
formas o réplicas posibles y algunas de sus relaciones posibles.
(2) La doble operación a la
que me estoy refiriendo continúa con el tema de cómo se acota un contexto,
o sea, cómo se lo identifica o cómo se establece dónde comienza y dónde
termina.
En el ámbito de los signos
lingüísticos, en otro trabajo (Magariños de Morentin, 1998) he aplicado el
criterio de segmentar la textualidad verbal conforme al criterio del mínimo
sintáctico y semántico. O sea, se trata de identificar y segmentar
(provisionalmente) aquella parte de un texto que constituye una estructura
gramatical completa y que construye un determinado significado. En definitiva,
identificar el contexto de un signo implica segmentar el texto que los contiene
(al signo y a su contexto) y esto constituye un operación que requiere de una
definición y de una descripción de su aplicación, adecuadas y rigurosas. En el
ámbito de la semiótica verbal, es a lo que he tratado de aproximarme en la
propuesta formulada en dicho trabajo.
Pero no me arriesgaría
ahora a proponer criterios de segmentación para acotar contextos ni en las semióticas
de las imágenes visuales, ni, menos aún, en la Semiótica Indicial. Incluso
mantengo en suspenso, por el momento, la decisión acerca de si es efectivamente
oportuno hablar en estos casos (que no son los lingüísticos) de
"contexto". Puede arrastrar una extrapolación de categorías
lingüísticas (al menos en cuanto designación) a ámbitos semióticos en los que
podría no ser pertinente. Es un tema que voy a tratar más adelante (ver los
apartados 18, 19, 20 y 22), pero del que ahora sólo digo que el análisis de un
signo, para establecer el sentido que está adquiriendo, siempre va a requerir
tomar en cuenta sus relaciones con los otros signos con los que comparte
determinada existencia concreta. En "La(s) semiótica(s) de las imágenes
visuales" hablo de "componentes perceptuales mediante cuyo
agrupamiento interior y/o exterior se irá configurando la forma, hasta que se
concrete el atractor" (Magariños de Morentin, 2000: 677), pero sólo lo
considero provisional y hay allí mucho para repensar.
Creo que con esto aporto
algo (o más bien, me disculpo por lo poco que aporto) al tema acerca de cómo
proceder para el reconocimiento y la identificación de la dimensión precisa (o
sea, cuál es el límite hasta el que se extiende la eficacia semantizadora que
un contexto ejerce sobre determinado signo contenido en él) de los contextos en
situaciones de Semiosis Indicial, particularmente, en los casos
referidos a los comportamientos. ¿Qué fragmento del comportamiento colectivo de
los "piqueteros" constituye un signo y qué valor adquiere, en cada
situación concreta, por su vinculación con el resto del comportamiento
colectivo que lo incluye, así como de qué modo determinar la dimensión
necesaria o el límite máximo de ese comportamiento colectivo? Prefiero que la
discusión del tema se vaya produciendo al trabajar sobre las propias
características que el concepto de contexto, u otro concepto afín que haya que
elaborar, adquiera en el conjunto del desarrollo de la Semiótica Indicial.
Desde luego que siempre habrá que referirse a la existencia concreta de
Semiosis Sustituyentes construidas con la materia prima de la correspondiente
Semiosis Indicial.
9. Primer esquema
peirceano del Signo Indicial
Un modo de producir un discurso riguroso con el que se construya un espacio teórico organizado en base a relaciones semióticas, consiste en explorar el tema en estudio aplicándole la estructura del signo. He seguido esta estrategia para replantear el análisis semiótico de las imágenes visuales y considero que el resultado ha sido específico y sugerente (Magariños de Morentin, 2000), sin dejar de ser discutible. Mi intento ahora es aplicar el mismo procedimiento para encuadrar, al menos elementalmente, las nociones constitutivas de una Semiótica Indicial.
Adopto el esquema lógico
que utiliza Ch. S. Peirce para definir el Signo, tomándome cierta libertad para
interpretar sus relaciones: "A sign, or representamen, is something
which stands to somebody for something in some respect or capacity" (CP.
2.228); o sea: "Un signo o representamen es algo que está para
alguien por algo en algún aspecto o capacidad".
En una primera
aproximación, trataré de hacer expresivas las relaciones propuestas por Peirce
mediante números y niveles de líneas de escritura.
"∞"/ El Signo es el resultado de la
transformación de algo;
intencionalmente, lo he señalado con el signo de "infinito", en
alusión a la inagotable riqueza de las relaciones implicadas en la tríada
peirceana, conocidas como la semiosis infinita (CP. 1.339; 2.92; 2.274;
2.303; 8.339, passim);
"0"/ este primer algo (el que apareció en el párrafo
anterior y ése acerca del que Peirce va a ir diciéndolo todo; o sea, ese del
que dice: "es algo que...") es lo que va a resultar transformado
en signo pero que, todavía, no lo es. Es importante porque va a plantear
gran parte de la problemática semiótica. En lo verbal (que ya es signo) ese
algo (que todavía no lo es) sería la fonación del habla (no como objeto de
conocimiento de la pragmática, sino como algo muy próximo al "sonido y la
furia" con que Shakespeare evoca el lenguaje de los dementes), en cuya
interioridad (o en cuyo ámbito) va a producirse la segmentación de la materia
acústica destinada a ser interpretada y con capacidad para designar (o identificar)
a un referente; la construcción teórica resultante dará lugar a una Semiótica
Verbal. En el caso de la imagen visual (que ya es signo) ese algo (que
todavía no lo es) sería la percepción (no como objeto de conocimiento del
neuropsicólogo, sino como algo muy próximo al sistema del control de vuelo de
una mosca que sabe esquivar obstáculos y cómo posarse), en cuya interioridad (o
en cuyo ámbito) va a producirse la segmentación del estímulo visual destinado a
ser interpretado y con capacidad para configurar a un referente; la
construcción teórica resultante dará lugar a una Semiótica Visual. El problema,
para una Semiótica Indicial, es que, en el caso del índice (que ya es
signo), ese algo (que todavía no lo es) es lo que fue el referente de las
otras dos semióticas: lo designado por la semiótica verbal y/o lo configurado
por la semiótica visual; por supuesto, antes de haber sido referente de ninguna
de ellas pero no como objeto de conocimiento de alguna ciencia natural
positivista, ni del enfoque pretendidamente óntico de alguna metafísica, sino
como algo muy próximo al caos en que se hubieran movido los
"niños-lobo" si creyéramos las poco creíbles historias del siglo XIX
acerca de lactantes abandonados y sobrevivientes (Lenneberg, 1975: 170). Y,
para complicar el panorama, el "algo" de una Semiótica Indicial es
también la materia prima de cada una de tales semióticas (o de otras que
podamos imaginar: olfativas, kinésicas, etc.) en cuanto a los sonidos y la
información visual o de los restantes sentidos, que perdura en la base de los
signos verbales o visuales o cualesquiera otros ya constituidos. Ese es el algo
que estará sometido a determinadas transformaciones para constituirse en Signo
Indicial.
Con esto se está abarcando
el universo de todos los existentes: objetos, comportamientos y contenidos
de la memoria. Para entendernos, afirmo explícitamente que se excluyen los
valores y los conceptos, o sea, los significados que sólo existen después de
haber sido producidos por alguna Semiosis Sustituyente.
De alguna manera, estoy
aludiendo, quizá peligrosamente, a lo óntico, a lo pre-significativo. Es
necesario tener presente que estoy tratando de darle un contenido al algo
peirceano, que va a ser construido como signo pero que todavía no lo es.
Por eso, sólo puedo proponer esta ida y vuelta dialéctica entre lo
significativo, para que pueda referirme a ello, y su negación, para mantenerlo
en el espacio de la significación posible. Su existencia es necesaria y su
significación es virtual.
En este punto es cuando
puede intervenir determinada semiosis (verbal o visual, por ejemplo) y
transformarlo en signo. Pero también es posible que ello mismo se transforme en
signo, de modo que, invirtiendo la relación dialéctica, llegue a ser, no un existente,
sino un referente de sí mismo. Todo el proceso por el cual esto llega a ocurrir
es lo que es necesario describir mediante las relaciones que constituyen el
Signo Indicial, si se pretende llegar a disponer (después de haberla elaborado)
de una Semiótica Indicial.
Supongamos,
provisionalmente, que estas reflexiones nos proporcionan, abductivamente, una
intuición de eso que va a transformarse en signo. Esto que acabo de enunciar
constituye una hipótesis de trabajo y, como dice el mismo Peirce, sólo falta
probarla.
A título de ejemplo y para
tratar de fortalecer la mencionada intuición: la mesa sobre la que trabajo
puede ser dicha, como lo estoy haciendo, y así hacer que, en la mente de un
intérprete (quienes lo leen y yo mismo), surja como un signo particular. O
puedo fotografiarla de modo que su encuadre y la luminosidad a la que la
someta, etc., hagan que, en la mente de un intérprete, surja como un signo
particular (y diferente al anterior). O puedo tomar conciencia de que estoy
trabajando sobre ella y de su relación con la biblioteca, con la computadora,
con la ventana, etc., y hacer así que (1), en mi mente, la interprete como un
signo (Objeto Semiótico) particular (y diferente a los dos anteriores). O bien
hacer que (2) en la mente de alguien que la contempla y a mí trabajando en
ella, se la interprete como un signo particular (Semiosis Sustituyente), según
lo que ese intérprete tenga en su mente como información acerca de las mesas,
del trabajo de escritorio y de mi propia actividad y lo considere como el
modo como yo he querido ser visto por ese determinado intérprete (mediante
determinada "puesta en escena"); en todo caso, construyendo un signo
particular y diferente a todos los anteriores. Bien, como ejemplo, quizá
trivial y no exento de problemas, en estos casos (1) y (2), lo que se está
construyendo es un índice.
Termino aquí este apartado,
pero de todas formas anticipo los otros niveles del análisis que estoy
diseñando (posteriores al "∞" y al "0" por los que
comencé este desarrollo) acerca de este Signo Indicial y con cuyo estudio
continuará este pretendido esbozo de Semiótica Indicial.
"1"/ El
aspecto o disposición según el cual se manifiesta, con su pretensión de ser
un representamen, o sea, de no ser pero sustituir y hacer presente a otro algo que
no es él mismo (de alguna manera, eso que hace que nos relacionemos con las
cosas como portadoras de un significado). Sólo ahora hemos llegado al primer
componente del signo; lo anterior era previo, materia prima pero no semiosis.
"2"/ El algo
en lugar del cual está el Signo Indicial; o sea, el referente de ese
pre-referente una vez que es capaz de señalarlo o sustituirlo.
"3"/ La
operación que se cumple en la mente del interpretante para valorar y dar
significado a ese existente, no por él mismo sino por su capacidad para ser
sustituto del otro.
10. El primer componente
del Signo Indicial: la relación que establece con su objeto
Terminé el apartado
anterior caracterizando al primer componente como: "el aspecto o capacidad
según el cual se manifiesta (el Signo Indicial), con su pretensión de ser un
representamen, o sea, de no ser pero sustituir y hacer presente a otro algo que
no es él mismo (de alguna manera, eso que hace que nos relacionemos con las
cosas como portadoras de un significado)"
Para entender esto, es
necesario tener en cuenta que, en el caso de los Signos Indiciales, nos
encontramos, por ejemplo, con comportamientos (u objetos o contenidos de la
memoria) producidos a partir de una semiosis que es existencial; a diferencia,
por ejemplo, de las imágenes materiales visuales (o de las esculturas o
diagramas, etc.) cuya semiosis es formal, en cuanto formas o configuraciones
perceptuales, con la que se producirán signos icónicos; y a diferencia, por
ejemplo, de las palabras (o de los números o de la escritura musical, etc.)
cuya semiosis es valorativa y, por tanto, convencional, con la que se
producirán signos simbólicos.
Pues bien, este aspecto o
disposición o, dicho en forma más castellana: la relación que establece con
su objeto para proponérsela a su interpretante (siendo
"interpretante", en uno de sus sentidos, la designación con la que
Peirce se refiere al aspecto más sistemático y menos psicológico del
intérprete), en el caso del Signo Indicial que se está comenzando a construir, es
una relación de presencia actual. Con esto se diferencia del signo icónico,
que se relaciona con su objeto para proponerle a su interpretante una
configuración visual que no es tal objeto sino que sustituye su forma. También
se diferencia del signo simbólico, el cual se relaciona con su objeto para
proponerle a su interpretante un sustituto convencional de su respectivo
objeto. La pregunta es ¿de qué manera se produce la sustitución del objeto de
un Signo Indicial para su interpretante? ¿Qué le proporciona el Signo Indicial
a su interpretante como sustituto del objeto que, por definición, no puede
estar presente?
Y aquí surge la
alternativa: el Signo Indicial puede adquirir, ya bien un aspecto o capacidad designativa
o ya bien un aspecto o capacidad reactiva o de conexión dinámica.
En la primera posibilidad,
a la que Peirce denomina "designativa", el índice le
proporciona a su interpretante un sustituto (con componentes operativos
afines a los que se utilizan para transformar el lenguaje común en lenguaje
retórico, mediante la metáfora; Jakobson, R., 1963: 43-67); lo que constituye
la función más general de todo signo.
En la segunda posibilidad,
a la que Peirce denomina "reactiva" (si bien posteriormente la
denominará "indicativa", término que preferiré adoptar), el
índice le proporciona a su interpretante una conexión dinámica con algo
diferente al propio signo que está operando (con componentes operativos afines
a los que se utilizan para transformar el lenguaje común en lenguaje retórico,
mediante la metonimia; ibidem), pero al que este signo identifica y
actualiza inequívocamente, salvo los casos desviantes de ambigüedad o
polisemia.
Como ejemplo elemental de
la primera posibilidad o eficacia designativa de un Signo Indicial puede
considerarse a los objetos exhibidos en una vidriera o escaparate. Cuando
quiero comprarme una camisa que he visto en la vidriera, le digo al vendedor:
"Quiero llevarme esa camisa" y el vendedor se da vuelta hacia la
estantería y saca otra camisa que me muestra; yo ratifico que es esa la
que quiero, la pago y me la llevo. Es evidente que la camisa en la vidriera es
un índice que estaba en lugar de la que, en definitiva, me llevé.
Como ejemplo de la segunda
posibilidad o eficacia "indicativa", se despliega toda una
serie de variantes que concretan la conexión dinámica que el Signo Indicial
puede establecer con su objeto para determinado interpretante. Me referí antes,
en este caso, a la operación retórica de construcción de la metonimia, en la
que algo está en representación de la totalidad, en definitiva, de la otra
parte del todo que no estoy percibiendo. Así, siempre hay una ausencia que se
hace presente por esta función semiótica del Signo Indicial. Al anticipar que
hay toda una serie de variantes, me refiero a que tratándose la conexión
dinámica de relaciones efectivamente existenciales con su objeto, es posible
establecer ciertas regularidades témporo–espaciales que, a su vez, permiten
identificar diversas relaciones semióticas entre el índice presente y su objeto
ausente, pero físicamente conectado, de modo que se reactualice o se haga
presente para el interpretante.
Pero vayamos a "la
serie de variantes" del índice en conexión dinámica con su objeto. En la
multitud de designaciones que se utilizan para nombrar a los signos, en general
en forma equívoca y poco técnica, están los término "señal",
"indicio" (acerca de cuya diferencia con el índice propiamente
dicho dejo sentada la consiguiente advertencia) y "síntoma";
creo, no obstante, que son recuperables semióticamente. Mi propuesta,
sintetizando y reelaborando los tratamientos que estos términos han recibido en
Morris (1955: 23, 46, 354), Wallon (1965: 164) y el mismo Peirce (con enfoques
discordantes, en CP. 5.473, 6.338, 7.357, 8.313, 8.335) e, incluso Rastier
(1991: 80, 84) entre otros, es la siguiente (me interesa más el acuerdo acerca
de las operaciones que describo aquí muy elementalmente, que el eventual
acuerdo acerca de la asignación de dichas operaciones a los términos que
sugiero). En los tres casos se trata de réplicas particulares del Signo
Indicial; o sea, considero a la señal, al indicio y al síntoma como
índices.
Señal: es un signo que
aparece en el mismo contexto que otro y antes de que ese otro sea percibible. Ejemplo: las nubes son una
(eventual) señal de lluvia (elijo este ejemplo con toda intención, ya que
rechazo la categoría de signos naturales de la que habló Charles Morris,
1955: 5,6; la relación semiótica que constituye al signo la establece la mente
humana; en este sentido, todo signo es artificial, si así consideramos a
la intromisión del hombre atribuyéndole sentido a los fenómenos de la
naturaleza). Hay una conexión dinámica de anticipación: el objeto (la lluvia),
que todavía no está, aparece anticipado mediante la señal (la nube). Es
coherente con la segunda posibilidad de la definición de índice: el índice le
proporciona a su interpretante una conexión dinámica con algo diferente al
propio signo, pero al que este signo identifica y actualiza inequívocamente,
salvo los casos desviantes de ambigüedad o polisemia.
Indicio: es un signo que
aparece en el mismo contexto que otro y después de que ese otro sea percibible. Ejemplo: la huella de una pisada
en la arena de la playa (también, los tradicionalmente llamados
"indicios" de las novelas y de los acontecimientos policiales). Hay
una conexión dinámica de recuperación: el objeto (el pie que pisó), que ya no
está, aparece recuperado mediante el indicio (la huella). Es coherente con la
segunda posibilidad de la definición de índice: el índice le proporciona a su
interpretante una conexión dinámica con algo diferente al propio signo, pero al
que este signo identifica y actualiza inequívocamente, salvo los casos
desviantes de ambigüedad o polisemia.
Síntoma: es un signo que
aparece en el mismo contexto que otro y de modo simultaneo con la posible
percepción de ese otro (estratégicamente
o para la plena expresividad del síntoma es preferible la situación en que,
coexistiendo, no es percibible el otro signo). Ejemplo: la columna de humo que
se eleva al otro lado de un muro (también, los clásicos síntomas de la
semiología clínica: la palidez, la rubicundez del rostro; la temperatura; el
sarpullido; el dolor; en general no son la enfermedad sino que son sus
síntomas; también sería un síntoma el ejemplo más conocido que da Peirce del
índice: la veleta y el viento). Hay una conexión dinámica testimonial: el
objeto (el fuego, la enfermedad, la dirección del viento), que no se percibe
pero que coexiste, aparece recuperado mediante el síntoma (el humo, la
temperatura, la veleta), el cual se percibe y coexiste de modo inapreciable con
su objeto. La propuesta sigue siendo coherente con la segunda posibilidad de la
definición de índice: el índice le proporciona a su interpretante una conexión
dinámica con algo diferente al propio signo, pero al que este signo identifica
y actualiza inequívocamente, salvo los casos desviantes de ambigüedad o
polisemia.
11. El segundo
componente del Signo Indicial: su eficacia en la construcción de su objeto o
fundamento
He caracterizado, al menos
tentativamente, el primer componente del Signo Indicial, o sea, su representamen
o aspecto perceptual según el cual se manifiesta, como lo existencial, en
cuanto presencia material actual, que es, en el caso del Signo Indicial, el
instrumento mediante el cual otro algo, su objeto o fundamento, se actualiza
para alguien, su interpretante.
Lo que corresponde
desarrollar ahora es ese segundo componente del Signo Indicial al que acabo de
aludir como su objeto o fundamento. O sea, plantea para una Semiótica
Indicial el problema de establecer la calidad del referente al que un índice
puede representar/proyectar/construir.
Conviene tener presente, en
todo lo que sigue, que el primer aspecto (o componente del Signo Indicial)
constituye lo que vengo denominando "Semiosis Sustituyente" y
que el segundo constituye lo que vengo denominando "Objeto
Semiótico" o "Semiosis Sustituida".
Para comprender este
segundo aspecto creo que es conveniente ponernos de acuerdo acerca de una regla
de la Semiótica General, muy básica y elemental, pero cuyo relegamiento puede
ocasionar problemas. Quizá no sea fácil el acuerdo, pero como en tantas otras
cuestiones de la semiótica, lo importante es saber que el tema (o el problema)
existe y, eventualmente, reflexionar sobre él para tomar una posición al
respecto.
La regla de la Semiótica
General a la que me refiero puede enunciarse del siguiente modo:
Cualquier clase de
signo: icono, índice o símbolo puede permitir representar/ proyectar/ construir
un referente de naturaleza icónica, indicial o simbólica.
O sea, los símbolos no
son las operaciones necesarias para representar/ proyectar/ construir símbolos,
ni tampoco están limitados a representar/ proyectar/ construir símbolos. Con
símbolos se pueden representar/ proyectar/ construir tanto iconos como índices
y símbolos.
Por ejemplo: con
símbolos se construyen iconos cuando, con palabras (símbolos), se
describe (icono) un paisaje. Con símbolos se construyen índices cuando,
con palabras (símbolos), se narra un acontecimiento (índice). Con símbolos
se construyen símbolos cuando, con palabras (símbolos), se definen
conceptos (símbolos); y también es el caso de la matemática, cuyos signos son
símbolos, en cuanto convencionalmente establecidos y utilizados, con los que se
definen y/o analizan cantidades y/o relaciones entre cantidades, que son
símbolos en cuanto convencionalmente establecidos y utilizados. Por supuesto
estoy usando el término "símbolo" en sentido peirceano en cuanto
norma convencional.
Pero continúo: los
iconos no son las operaciones necesarias para representar/ proyectar/ construir
iconos, ni tampoco están limitados a representar/ proyectar/ construir iconos.
Con iconos se pueden representar/ proyectar/ construir tanto iconos como
índices y símbolos.
Por ejemplo: con iconos
se construyen iconos cuando, con imágenes (iconos), se reproducen
imágenes (iconos); tal es el caso de un libro con reproducciones (iconos) de
pinturas (iconos) de Jheronimus Bosh. Con iconos se construyen índices
cuando, con imágenes (iconos), se representan objetos, personas o
acontecimientos (índices); tal es el caso de una fotografía del edificio de
Gaudí conocido como "La Pedrera" o el cuadro "Madison Square,
1944" de Richard Estes. Con iconos se construyen símbolos cuando,
con imágenes (iconos), se representan palabras (símbolos), tal es el caso de la
escritura; o con imágenes (iconos) se formulan órdenes, prohibiciones o
recomendaciones (símbolos) como es el caso de los comúnmente llamados
"iconos", habitualmente colocados en aeropuertos, computadoras y
prendas de vestir.
Y termino: los índices
no son las operaciones necesarias para representar/ proyectar/ construir
índices, ni tampoco están limitados a representar/ proyectar/ construir
índices. Con índices se pueden representar/ proyectar/ construir tanto iconos,
como símbolos e índices.
Por ejemplo: con índices
se construyen iconos cuando, con comportamientos (índices), se
actualizan las formas (iconos) de otros comportamientos, como es el caso del
mimo que representa/ proyecta/ construye el imaginario encuentro con un amigo;
o ciertos tipos de danza experimental (índice) que exploran las posibilidades
posturales y expresivas (iconos) del cuerpo humano. Con índices se construyen
índices cuando, con objetos (índices), se representan objetos
(índices), como es el caso de un museo de mineralogía (pero, cuidado con los
museos, ya que puede tratarse de situaciones en que con objetos (índices) se
representan formas (iconos) que es lo que se produce en un museo de pintura o
de escultura o de situaciones en que con objetos (índices) se representan
valores (símbolos), como es el caso de un museo histórico). Con índices se
construyen símbolos cuando, con objetos (índices), se actualizan valores
(símbolos), como, aparte de los objetos exhibidos en el museo histórico recién
mencionado, es el caso de la veleta de Peirce, ya que el objeto veleta (índice)
lo que representa es la dirección (símbolo) del viento y no al viento (índice)
propiamente dicho; o, también, una lápida (índice) funeraria (símbolo).
Para una Semiótica Indicial
interesa especialmente, por supuesto, esta última parte, relativa a las
posibilidades constructivas a partir de los índices.
Todavía hay otro aspecto,
también básico y elemental (pero sin acuerdo sobre el cual no podremos debatir
coherentemente sobre nuestras opiniones) a tener en cuenta y que no conviene
confundir con el anterior: es el relativo a que cada icono, índice y símbolo
tiene su correspondiente aspecto icónico, indicial y simbólico, lo que
constituye una lectura operativa de la peirceana "división de
relaciones triádicas" (CP. 2.233-2.242).
Rápidamente:
1/ El aspecto icónico de
un icono consiste en sus características puramente formales o cualitativas: por
ejemplo, la tipografía (aspecto icónico) de la escritura (icono) de un libro; o
los trazos del dibujo sobreagregado (aspecto icónico) en una pintura (icono) de
Georges Rouault.
2/ El aspecto indicial
de un icono consiste en sus características existenciales: por ejemplo, la
tinta y el papel (aspecto indicial)que constituyen el soporte físico de la
escritura (icono) de un libro; o la textura en la aplicación del óleo (aspecto
indicial) en una pintura (icono) de Georges Rouault.
3/ El aspecto simbólico
de un icono consiste en sus características valorativas: por ejemplo, el
significado de una palabra (aspecto simbólico) escrita (icono) en un libro; o
la protesta expresionista (aspecto simbólico) en una pintura (icono) de Georges
Rouault.
4/ El aspecto icónico de
un índice consiste en sus características puramente formales o cualitativas:
por ejemplo, el diseño en cuanto forma específica (aspecto icónico) de una
silla concreta (índice).
5/ El aspecto indicial
de un índice consiste en sus características existenciales: por ejemplo, la
madera, la pintura y el barniz (aspectos indiciales)que intervienen en la
efectiva construcción de una silla concreta (índice).
6/ El aspecto simbólico
de un índice consiste en sus características valorativas: por ejemplo, el
precio, el estilo, el recuerdo familiar (todos ellos aspectos simbólicos) de
una silla concreta (índice).
7/ El aspecto icónico de
un símbolo consiste en sus características puramente formales o cualitativas:
por ejemplo, la modulación de la voz en cuanto forma específica (aspecto
icónico) de una determinada educación o clase social (símbolo).
8/ El aspecto indicial
de un símbolo consiste en sus características existenciales: por ejemplo,
el tono y el timbre como efecto del aliento pasando por las cuerdas vocales de determinada
persona (aspecto indicial) cuando habla (símbolo).
9/ El aspecto simbólico
de un símbolo consiste en sus características valorativas: por ejemplo, los
temas (aspecto simbólico) de los que alguien habla (símbolo).
Otra cosa a tener en cuenta
es que el hecho de asumir la presencia de estas combinatorias y su eficacia
semiótica en cada caso, no las equipara arbitrariamente, sino que determinada
cultura (y determinado individuo o grupo en determinada cultura), en
determinado momento histórico, utilizará predominantemente una u otra de estas
variantes constructivas, según una dialéctica histórica que puede ser
investigada.
12. Hacia el tercer
componente del Signo Indicial: sobre texto, discurso, productor e interpretante
Hasta ahora vimos
determinados aspectos acerca de (1) la materia prima con la que se puede
construir una Semiosis Sustituyente de carácter indicial y (2) la materia prima
que resulta actualizada (en cuanto representada), como Objeto Semiótico o Semiosis
Sustituida a consecuencia de la intervención del Signo Indicial. Debe tenerse
presente que falta (3) un estudio acerca del conjunto de conocimientos mediante
cuya sistematización se constituye el interpretante del Signo Indicial, y
cuáles sean sus características fundamentales.
Esto lo planteo, porque me
parece fundamental a los efectos de entender que, con cuanto hasta ahora he
tratado de desarrollar, todavía no tenemos un Signo Indicial operando, sino tan
solo ciertos rasgos que caracterizan a sus dos primeros componentes. Pero no
hay signo hasta que no se completan las relaciones triádicas con la presencia
dinámica del tercer componente que es el interpretante.
Siempre anticipando, pero
sin meterme todavía en ello, llamo la atención sobre una característica
específica del interpretante: ser una entidad semiótica radicada en dos
sujetos distintos, cada uno de los cuales la aplica con una eficacia
contrapuesta, si bien simétrica. Será, por tanto, necesario estudiar al
interpretante en sus dos posibles posiciones (que, en el apartado siguiente,
como veremos, Peirce lleva a tres): en cuanto interpretante productor de
la Semiosis Sustituyente y en cuanto interpretante intérprete de esa
misma Semiosis Sustituyente, constituyéndose a su vez, en este último sentido,
en productor de la Semiosis Sustituida u Objetos Semióticos actualizados, que
sólo surgen al interpretar la Semiosis Sustituyente. Recupero, en esta
instancia meramente como aforismos metodológicos, este par de enunciados, en
relación quasi parafrástica:
1/ sin sintaxis no hay
semántica, y
2/ sin texto no hay
discurso
O sea, (a) que el
interpretante, en cuanto productor de la Semiosis Sustituyente, no hace
más que proponernos ciertas relaciones sintácticas entre representámenes o
manifestaciones del aspecto perceptual del signo, con las que trata,
ideológicamente, de que veamos el mundo (o los aspectos específicos en los que
interviene la Semiosis Sustituyente) tal como puede verse desde esa propuesta
sintáctica que nos está ofreciendo. O sea, (b) el interpretante productor sabe
o, al menos, supone, que determinada comunidad en determinado momento histórico
va a interpretar esa Semiosis Sustituyente de modo que produzca determinados
significados, que son los que él pretende que se le atribuyan al mundo (o que
quiere impedir que se le atribuyan). O sea, (c) que el interpretante productor
nos ofrece un texto en el que ha ubicado y distribuido estratégicamente
determinadas relaciones sintácticas que son las productoras de determinada
significación (o sea, determinada semántica), con lo cual espera que su texto
se transforme en el discurso que él desea (Magariños, 1983: 44-57; 1991:
121-138; 2002b).
Pero lo que efectivamente
ocurra nunca puede estar enteramente manipulado por el interpretante
productor que produjo su texto. La comunidad y cada uno de sus integrantes,
en cuanto interpretantes intérpretes de ese texto, pueden encontrar, en
los elementos físicos o representámenes del texto propuesto, la actualización
de otras relaciones mnemónicas con la misma o con otras semiosis que les lleve
a interpretarlo como constructor de otra semántica (o sea, de otras
significaciones).
En definitiva: el discurso
que construye el interpretante intérprete de la Semiosis Sustituyente (o, en
principio, el destinatario del texto) no es, necesariamente, el mismo discurso
que el interpretante productor del texto pretendió (esperó e intentó) que
construyese ese otro interpretante intérprete.
Lo que falta estudiar se
refiere a esta doble capacidad operativa del interpretante intérprete:
(1) como (re)productor de un texto que se (el otro productor originario)
supone que va a ser interpretado como un determinado discurso (o sea, de
determinada y no otra manera); y (2) como intérprete de ese mismo texto,
pero, eventualmente, no (o sí) del modo como el otro lo esperaba, o sea,
(re)interpretándolo como otro (o el mismo) determinado discurso.
Este estudio del
interpretante, tanto productor como intérprete, para el investigador semiólogo,
requeriría el conocimiento de todos los sistemas semióticos que tienen (tales
interpretantes) a su disposición para la producción y/o para,
correspondientemente, la interpretación del mismo texto; esto es imposible, así
que sólo se utilizarán aquellos que se supone que se activan para interpretar
el texto en cuestión. Una observación técnica: si se conocen las reglas de
producción textual aplicadas por un interpretante para la producción de sus
propios textos, se conocen también las reglas de interpretación que tiene
disponibles para interpretar el texto de otro; de dónde la importancia de
conocer las formaciones discursivas a las que se refiere Foucault (1969:
53, passim), tarea de la cual se desprenderá la posible explicación de
la eficacia interpretativa que puede alcanzar determinado texto al ser
interpretado por los miembros de determinada comunidad, con lo que ya no será
texto sino discurso.
Creo que, en cuanto
antecede está lo que quería introducir como paréntesis y lo que quería recordar
y anticipar como continuación del estudio de nuestro Signo Indicial. Dejo al
gusto de los lectores (mis interpretantes intérpretes) decidir si aceptan
convertir este texto en el discurso que yo, como interpretante productor, estoy
pretendiendo producir o si prefieren leer de otra manera lo aquí escrito, para
producir otro discurso más afín con su propio sistema de interpretación. Yo
escribí desde el mío; cada cual lo leerá (así creo que es inevitable que lo
haga) desde el suyo.
13. Más sobre el tercer
componente del Signo Indicial: la concurrencia de los interpretantes productor
e intérprete en el interpretante comunicativo
El intento de trabajar en
la identificación de las características del interpretante en la estructura del
Signo Indicial, ha tenido importantes aportes, en especial la posibilidad de
focalizar ese tercer interpretante: comunicativo, sobre cuyas
características, en la obra de Peirce, profundizó Robert Marty (1990).
Disponer del constructo
teórico consistente en la triple perspectiva desde la que puede estudiarse al
interpretante: como productor, como intérprete y como confluencia
comunicativa, permite diseñar la eventual investigación que conduciría a
disponer de un eficaz instrumento constructivo y analítico para organizar una
posible Semiótica Indicial.
Creo que a estas alturas ya
todos coincidimos (aun cuando algunos discutan su efectiva existencia o su
autonomía; ¡trágico destino para una Semiótica Indicial: que se discuta su
existencia!) en que una Semiótica Indicial consiste en un sistema
teórico-operativo que puede dar cuenta de la capacidad y eficacia significativa
que poseen determinadas entidades que tienen la calidad de objetos,
comportamientos o recuerdos mnemónicos, así como del proceso mediante el cual
objetos, comportamientos o recuerdos mnemónicos producen determinados y
específicos significados (no sustituibles por su representación verbal o
gráfica).
Un objeto, comportamiento o
recuerdo, en cuanto representamen en sentido estricto, o sea, como propuesta
perceptual existencial, es un estímulo físico (que es entrada para múltiples y
concurrentes informaciones multisensoriales) que requiere (como cualquier otra
clase de semiosis) el cumplimiento de un proceso de interacción entre las tres
categorías de interpretantes para llegar a constituirse en un juicio perceptual
y, en cuanto tal, en un existente significativo. Desde la perspectiva de la
investigación, se necesita, a su vez, de un sistema analítico-inferencial para
describir ese proceso y esbozar una explicación de su eficacia.
Este sistema del que deberá
disponer el investigador requiere, en principio, (1) que el analista hipotetice
y construya el cálculo pertinente, acerca de cómo el interpretante productor
ha establecido la correspondencia entre la entrada multisensorial que va
proponiendo al construir un objeto, al actuar un comportamiento o al recuperar
un recuerdo y determinado atractor que se habrá ido activando en su memoria
experiencial intermedia, conforme avanza en esa construcción. Posteriormente,
se requiere (2) explorar las posibles relaciones de la imagen existencial
generada por ese interpretante productor, con atractores pertenecientes
a otros sistemas semióticos, disponibles en su memoria asociativa, en cuanto
sujeto partícipe de determinada sociedad en determinado momento histórico, que
le confieran, a dicha imagen existencial, la interpretación que le atribuye.
En una segunda instancia,
se requiere (3) que el analista hipotetice y construya el cálculo pertinente,
acerca de la correspondencia entre la entrada multisensorial de la imagen
existencial percibida por el interpretante intérprete y determinado
atractor que se active en la memoria experiencial intermedia de ese
interpretante intérprete. Posteriormente, se requiere (4) explorar, a través de
la memoria asociativa, las posibles relaciones de la imagen existencial
percibida con los atractores pertenecientes a otros sistemas semióticos de los
que dispone ese interpretante intérprete, en cuanto sujeto partícipe de
determinada sociedad en determinado momento histórico, y que le conferirán a la
imagen existencial percibida la interpretación que habrá de atribuirle ese
determinado sujeto en cuanto tal interpretante intérprete.
Todo esto no tendría
posibilidad de producirse, si el analista (5) no pudiera hipotetizar y
construir el cálculo pertinente destinado a demostrar que, entre el
interpretante productor y el interpretante intérprete, se da una coincidencia,
al menos relativa, en lo que Peirce denominó "interpretante
comunicativo". Coincidencia que podrá referirse o no tanto a una parte
de los atractores disponibles en uno y otro y activables a partir de la imagen
existencial propuesta y/o percibida, como a determinada parte de las relaciones
posibles que vinculen a esa imagen existencial con otros atractores semióticos
vigentes y disponibles tanto por el interpretante productor como por el
intérprete, en cuanto partícipes ambos de determinada sociedad en determinado
momento histórico. Todo lo cual podrá llevarlos o no a construir una nueva
coincidencia, siempre relativa, acerca de la interpretación definitiva que
ambos le atribuyan a dicha imagen existencial. Si no se construye tal
coincidencia, la interpretación propuesta no se corresponderá con la
interpretación que le atribuya el intérprete: el productor del objeto, del
comportamiento o del recuerdo no habrá logrado que la interpretación que él le
atribuye sea la misma que la interpretación que le atribuye el intérprete.
Parece difícil, pero quizá
yo me expresé complejamente y no lo es tanto. Por de pronto (revelando el
secreto), he seguido un esquema que es el mismo para cualquier semiótica ya que
basta con sustituir, en este apartado, "imagen existencial" por
"imagen visual" o por "imagen simbólica" para que pueda
disponerse del cálculo necesario para construir las correspondientes
semióticas.
14. Las operaciones
cognitivas en la producción y la interpretación del significado
El tema del interpretante
es fundamental en muchos aspectos, cualquiera sea el tipo de signo que se
esté estudiando. Pero, en el caso de los signos icónicos (en cualquiera de las
tres clases sobre las que trabajo: plásticos, figurativos o simbólicos;
Magariños de Morentin: 2000) y, muy particularmente, en el caso de los Signos
Indiciales, constituye un auténtico desafío, por otra parte, ineludible. Y lo
califico de auténtico desafío ineludible por estar poco estudiado y constituir
no obstante la clave para cualquier explicación plausible que se pretenda dar
acerca de la eficacia significativa de iconos o índices. O sea, el concepto de
interpretante es necesario para explicar, con rigor, el proceso de atribución
de un significado a una imagen o a un objeto o a un comportamiento (dejo, por
el momento, el tema del recuerdo mnemónico).
Propongo, tentativamente,
el siguiente esquema analítico-inferencial, al que he aludido en varias
oportunidades: para conocer cómo un intérprete puede interpretar un mensaje
es necesario conocer cómo, ese eventual intérprete, produce sus mensajes,
porque (y ésta es la hipótesis central), en ambos casos, se está poniendo en
práctica un mismo sistema cognitivo.
Por tanto será necesario
partir del análisis de determinada cantidad de mensajes producidos por el
eventual intérprete (o comunidad intérprete) para saber cómo contextualiza los
signos que sitúa en su mensaje, ya que, a partir de las reglas así y allí
identificadas, será posible reconstruir (en este caso, por inferencia) las
reglas de las que dispone para aceptar o rechazar la contextualización de los
signos que se le proponen en un determinado mensaje ajeno, o sea, para aceptar
o rechazar el significado que se pretende que le atribuya.
(Utilizo "intérprete"
en un sentido muy próximo a uno de los sentidos en que Peirce define a su "interpretante",
o sea, como un sistema lógico de interpretación; en el otro sentido,
identifica las distintas instancias de la eficacia del signo en la mente de
alguien (ver las diferencias que señala entre el Interpretante Dinámico, por
una parte, y los Interpretantes Inmediato y Final, por otra; CP. 8.315, passim).
Pero conste que no es cierto que Peirce no se refiera también a ese sujeto como
"intérprete" (p.e., CP. 8.346); lo hace, pero, cuando utiliza el
término "interpretante", en lugar de "intérprete",
simplemente quiere distanciarse de la construcción psicológica, sin eliminarla,
y afincarse en la construcción lógica de la operación de interpretación.
Tampoco yo excluyo, en esta propuesta, las componentes psico-sociales del
intérprete o interpretante en estudio.)
Si se trata de estudiar el
sistema de interpretación de que dispone un interpretante para atribuir
significación a determinado texto (por ejemplo, cómo alguien, en cuanto
integrante de determinada comunidad, va a interpretar determinado discurso
político en determinado momento) es necesario conocer cuál es el sistema de
atribución de sentido que pone en funcionamiento cuando construye un texto (o
sea, en el ejemplo anterior, habrá que estudiar cómo produce su discurso
cotidiano cuando habla de lo que habla el político).
En el caso de la lengua, es posible que el analista
reconstruya esas relaciones con relativa precisión, por el hecho de estar
materializadas en concretos textos que puede analizar. O sea, las relaciones
interpretativas se materializan tanto en el texto cuya eficacia se pretende
averiguar (el del político), como en los textos de aquellos que van a
atribuirle significado al primer texto (o sea, los textos que produce la
comunidad a la que va destinado el discurso producido por el político).
Esas redes y esas reglas se
supone que son las que maneja efectivamente el intérprete. O sea, el analista
construye, a partir de la aplicación concreta de sus operaciones analíticas al
texto en estudio, una inferencia consistente en determinada
configuración con la que se representan las posibilidades cognitivas de los
intérpretes; por supuesto, del mismo modo que quedan reconocidas y
representadas las posibilidades cognitivas del productor del texto político. Y
aquí, aunque no es el tema que pretendo desarrollar por el momento, aparece el
instrumento de los Mundos Semióticos Posibles (ver los apartados 32, 33
y 34) para establecer el contraste y determinar el posible gradiente, desde la
identidad hasta la contradicción, que media entre ambos sistemas de posibilidades
cognitivas.
Pero, ¿qué ocurre cuando de
lo que se trata es de explicar la eficacia significativa que determinada imagen
tiene para determinada comunidad? ¿Qué ocurre cuando se trata de explicar
la eficacia significativa de un objeto o de un comportamiento?
La pregunta operativa que
se plantearía es: ¿cómo recuperar las operaciones cognitivas que se aplican
a la producción del significado de una imagen o, por otra parte, de un objeto o
de un comportamiento? (los separo, no sólo para seguir la estructura de
Peirce, sino porque considero que son operaciones notablemente diferentes).
O sea, ¿cómo se recupera
la memoria visual o, en la Semiótica Indicial, la memoria de los objetos y de
los comportamientos? Porque en la memoria de cada uno (y en la memoria
socialmente compartida) se conservan las posibilidades relacionales que
construyen el significado de tales imágenes, objetos y comportamientos, o sea,
donde pueden recuperarse las operaciones cognitivas productoras de la
respectiva significación.
Podemos tener discursos
verbales acerca de tales relaciones, pero parece que, así como se puede hacer
que un sujeto produzca un discurso verbal en el que, después, se
analicen las relaciones utilizadas, no se podría hacer o no se lo podría hacer
con la misma simplicidad, que produjese un discurso visual, o sea, que
construya una imagen, en la que descubrir sus hábitos para establecer las
relaciones visuales con las que construye el específico significado de lo
visual (he avanzado en la exploración de este tema en Magariños de Morentin,
2002a, en prensa). Tampoco, o por su propia naturaleza semiótica menos
aún, se podría conseguir que produjese discursos indiciales, con objetos
o con comportamientos, tales que permitan conocer sus reglas de producción del
significado de lo indicial. Intuitivamente, y de modo semejante a como G. Moore
(1974: 257) calificaba al sentido común, todos entendemos tales
significados, lo difícil es explicarlos. No obstante, es el único procedimiento
que garantizaría la validez de la explicación que se alcance. Creo que es
posible, pero hay que construir el conjunto de experiencias que proporcionen la
adecuada posibilidad de análisis con el adecuado rigor como para justificar la
inferencia que se elabore.
15. Signo Indicial y
ejemplos
Para no perdernos en el
bosque, éste será un avance más hacia una definición del índice. Por paráfrasis
libre del concepto de signo en Peirce (CP. 2.228), se puede decir que un Signo
Indicial es:
0/ (Something which
stands...) (Algo que está...) un existente puesto por un interpretante
productor, ...
1/ (... in some respect or capacity...) (... en algún aspecto o disposición) ... mediante
determinadas relaciones de contigüidad o sustitución, ...
2/ (... for something...)
(... por algo...) ... para actualizar a otro existente, ...
3/ (... to somebody.) (...
para alguien.) ... la eficacia de cuya actualización habrá de ser valorada
por un interpretante intérprete.
Diversos aspectos de estas
tres relaciones y de su semiosis de base: (Something which stands... (Algo que
está...), un existente puesto...), han sido el tema que he venido comentando en
los apartados anteriores. Mi objetivo es continuar con estos comentarios, pero
creo que se hace necesario un acotamiento del problema, que lo ordene y que
permita explorarlo en su aplicación a concretas situaciones empíricas
ejemplares.
Por de pronto, propongo, a
título de ejemplos, algunas observaciones (al margen o con independencia de los
ejemplos peirceanos), la comprensión de cuya significación se enriquece cuando
se parte de considerar (y discutir) la calidad indicial de la o las semiosis
involucradas.
El punto crítico consiste
en diferenciar los que aparecen a la observación como Objetos Semióticos
indiciales (que son significativos en virtud de alguna otra u otras
Semiosis Sustituyentes de diversas clases posibles que los constituyen en
tales; pero que, en la situación en que se los observa, no constituyen una
Semiosis Sustituyente generadora de una significación para otra entidad
distinta) y los que aparecen a la observación como Semiosis Sustituyentes
indiciales, o sea, productoras de la significación de otra u otras
entidades por la eficacia de su propia calidad indicial; o sea que, con
independencia de la intención de su productor, cumplen efectivamente, por las
valoraciones sociales vigentes, una función de sustitución o de integración,
por lo que se los percibe con eficacia representativa.
Hay que diferenciar la
calidad semiótica de la Semiosis Sustituyente que se está analizando, a la
que se exige su carácter indicial, de la calidad semiótica de la
significación construida que, como dije en el apartado 11, puede ser tanto
indicial, como icónica o simbólica.
También hay que tener en cuenta
que no puede darse una Semiosis Sustituyente constituida por una sola clase de
signos, en nuestro caso por índices, sino que siempre podremos encontrar
rastros o presencias importantes de los otros dos: iconos y símbolos. Se trata
de una identificación por predominio o vigencia cultural en la sociedad donde
se hace presente o circula.
Es importante, también,
tener en cuenta que, aunque se mencionen mayoritariamente en plural, los
ejemplos no se refieren a la clase de los fenómenos mencionados, sino a la
individualidad de cada una de sus manifestaciones.
Y, en definitiva, hay que
reconocer las particulares características mediante las cuales la Semiosis
Sustituyente indicial produce su específico efecto de significación, sin
hipostasiar los efectos de significación de las Semiosis Sustituyentes verbales
o visuales mediante las cuales se da cuenta de las primeras. Cualquier otra
Semiosis Sustituyente, y en especial la verbal, puede explicar el proceso de
producción del efecto de significación originado por una Semiosis Sustituyente
indicial, pero no puede producirlo. Son, pues, ejemplos de Semiosis
Sustituyentes de carácter indicial:
1- la actuación de un mimo
2- los objetos exhibidos en
un museo
3- los objetos exhibidos en
la vidriera o escaparate de un comercio
4- los animales de un
zoológico
5- la ropa que se usa
6- el mobiliario de un
domicilio, de una empresa o institución, de un consultorio
7- los jardines públicos o
privados, las plazas o parques
8- una partida de ajedrez
(Hjelmslev le niega carácter semiótico; 1971: 139-143)
9- las
"promociones" publicitarias
10- las maneras de mesa
11- el tono y la modulación
de la voz
12- las representaciones
teatrales
13- las funciones de ballet
14- todos los deportes
15- los juegos manuales de
ingenio (incluida la Torre de Hanoi)
16- los sueños
17- los restos
arqueológicos
18- los monumentos, obras y
edificios históricos
19- los desfiles militares
20- las ceremonias civiles,
religiosas, académicas, etc.
21- cualquier entidad
tridimensional (¿necesita serlo?) situada en el contexto adecuado, o sea, con
eficacia para mostrarla y no sólo para utilizarla.
etc.
16. Estereotipos e
identikits
El hecho de haber planteado
el tema de la Semiótica Indicial genera, en los grupos de trabajo sobre temas
semióticos, reflexiones que los enriquecen o que modifican, al menos, su
enfoque.
Una tarea puntual,
(integrada en un Proyecto de Investigación más amplio: el estudio de la
construcción de la identidad individual y social en la Provincia de Buenos
Aires), sobre la que estamos trabajando en la Universidad Nacional de La Plata,
consiste en un análisis de los Escudos de las Municipalidades de esa Provincia.
Se trata de establecer la imagen socio-institucional que, en los distintos
momentos históricos en que fueron elaborados y aprobados dichos escudos, se
tenía y/o se proponía, a propios y ajenos, como identificación de cada
comunidad.
El análisis semiótico de
las imágenes que
integran a tales escudos se propone establecer las específicas características
de su calidad simbólica, lo que también es el objetivo del análisis de
las expresiones verbales, cuando aparecen en el espacio de esos mismos escudos.
O sea, imágenes y escrituras se analizan teniendo en cuenta su eficacia
semiótica en cuanto legisignos icónicos o representaciones simbólicas
(CP. 2.258; el fundamento, las exigencias y las consecuencias analíticas que de
ello se derivan pueden encontrarse en mi trabajo, varias mencionado "La(s)
semiótica(s) de la imagen visual", Magariños de Morentin, 2000).
La mayoría de las imágenes
que aparecen en los escudos son esquematizaciones de otras posibles imágenes
adecuadamente figurativas. O sea, que se ha producido un estereotipo por
eliminación de los rasgos de semejanza o individualización con concretos
existentes. El proceso y su resultado es el mismo que conduce a los
llamados iconos, en sentido vulgar y no técnico-semiótico, tanto los que
aparecen en la propia computadora: el icono de la impresora, el de la lupa
sobre el papel para la visión preliminar, el del cesto de papeles para la
papelera de reciclaje, etc.; como los de la señalética en las calles, cines,
instituciones públicas, aeropuertos, etc.: el hombre y la mujer que indican la
existencia de los respectivos toilettes; el círculo en rojo con una barra roja
cruzándolo diametralmente, bajo el cual aparece el cigarrillo, el teléfono
celular, el frasco con calavera, etc., con los que se prohibe fumar, utilizar
comunicaciones telefónicas, transportar sustancias corrosivas, etc.; el hombre
o mujer doblado sobre su asiento para indicar la posición en caso de aterrizaje
de emergencia, etc. En estas imágenes se reconoce la clase de personas u
objetos representados, pero no se identifica a ningún individuo concreto de
tales clases, ya que la finalidad es que todos y cualquiera de los integrantes
de dichas clases se sientan apelados.
Por eso podemos llamarlos "estereotipos"
y la tarea de su elaboración ha requerido todo un proceso de distanciamiento
que va de los eventuales rasgos individualizadores (los que, en nuestra
interpretación de la sistemática peirceana, serían los sinsignos icónicos o
representaciones figurativas; CP. 2.255) a la representación genérica (los que,
en esa misma sistemática, serían los legisignos icónicos o
representaciones simbólicas).
Por eso, también, adquieren
un valor simbólico, desde el que se interpreta la propuesta icónica. Y si puede
hablarse de legisignos icónicos es porque permiten una interpretación
próxima a la de las palabras, las cuales no remiten a un determinado ejemplar
(en cuanto existente), sino a la correspondiente clase de objetos (en cuanto
concepto). Recordemos que, en su carácter de signo lingüístico, la palabra es
un legisigno simbólico (CP. 2.263; ya que son conjuntos virtuales de
rasgos convencionalmente identificados, en cada lengua, como aceptados para
ser, en su existencia intangible de tipos, portadores de determinada capacidad
sustitutiva), si bien a su presencia visual, en cuanto escritura, corresponde
considerarla un legisigno icónico (ya que son conjuntos de rasgos
visualmente percibibles y convencionalmente identificados, en cada lengua, como
aceptados para ser portadores de determinada capacidad sustitutiva: ser la
representación visual de determinado signo lingüístico); y sería una propuesta
a discutir si su manifestación oral, en cuanto acontecimiento de enunciación,
podría considerarse como un legisigno indicial (CP. 2.269; ya que son
conjuntos de rasgos existencialmente producidos y convencionalmente
identificados, en cada lengua, como aceptados para ser la réplica de
determinado signo lingüístico y, por tanto, como portadores de determinada
capacidad sustitutiva).
Así pues, pese a la pérdida
de la posibilidad de representar a un determinado individuo, los legisignos
icónicos o estereotipos, presentes en los escudos (en nuestro caso de las
Municipalidades o Intendencias o Alcaldías o Ayuntamientos, que todos esos y
quizá otros nombres adquiere la institución a la que me refiero en los países
de habla hispánica; pero también, en general, las imágenes que intervienen en
la heráldica), aquellos legisignos icónicos o estereotipos, decía,
poseen un fuerte efecto identificador de la comunidad, familia, persona,
región, actividad económica, etc. Esta eficacia identificadora proviene del
segundo proceso al que se somete a cada uno de los legisignos icónicos
que componen el escudo en estudio: su reelaboración, o sea, la morfología que
adquiere por transformación de la estructura de base (Fontana, R., 1996: 40); y
esto reforzado por la contextualización en la que la imagen en estudio aparece
incluida, o sea, el resto de las otras imágenes y su segmentación en
"cuarteles".
Así, y sin entrar en más
detalle en esto que ya va siendo excesivo, cuando miramos las imágenes de un
escudo, estamos viendo el resultado de un proceso de abstracción o
estereotipación que va de lo figurativo que identifica al individuo a lo
genérico que identifica la clase en la que se incluyen un conjunto de
individuos y que, en cuanto convencionalmente aceptado (lo que incluye a lo
coactivamente impuesto) adquiere un valor de identificación simbólica.
Cuando, en el Equipo de
Investigación al que he hecho referencia inicialmente (compuesto por Guillermo
Seminara, Ariel Barbieri e Irene Silin), se estaban discutiendo algunos de
estos aspectos, surgió, como un proceso de construcción simétrico al del
legisigno icónico o estereotipo, pero lógicamente inverso, el tema del proceso
de construcción que conduciría al tipo de imágenes conocido como "identikit"
o sinsigno icónico, de particulares características en su producción,
entre las que atribuyo una particular incidencia a la Semiótica
Indicial: comportamiento del productor, por aproximaciones sucesivas, al
identikit apetecido.
A partir de un conjunto de variantes
representativas de determinados elementos
"estereotípicos", cuyo archivo está disponible para ser integrado en
un contexto específico, el de un rostro humano, se trata de llegar a una representación
individualizadora de un concreto existente que, por su intermedio, pudiera
ser reconocido.
O sea, en este caso se
trata de un proceso que va del legisigno icónico (determinada secuencia
de rasgos estereotípicos que se seleccionan) hasta llegar al sinsigno
icónico (una representación figurativa identificable).
Cabe, entonces,
preguntarse, ¿cuáles son las operaciones cognitivas mediante las cuales
un interpretante intérprete efectúa la interpretación pertinente en el
caso de interpretar un estereotipo o "icono" (en sentido vulgar) versus
las que un interpretante intérprete deberá aplicar para realizar la
interpretación de un identikit?
Y también, ¿cuáles son las
operaciones cognitivas que ha ido utilizando sucesivamente el interpretante
productor de un estereotipo o "icono" (en sentido vulgar) hasta
llegar a él, desde su arranque en determinada representación figurativa, versus
las sucesivamente utilizadas por el interpretante productor de un
identikit hasta llegar a él, desde su arranque en un conjunto
fragmentario de estereotipos no figurativos?
17. Los índices por
relación de contigüidad y los índices por relación de sustitución
A riesgo de reiterar
algunos conceptos, me parece útil tratar de organizar, mediante una cierta
sistematización, el universo de los fenómenos a los que podemos identificar
como Signos Indiciales.
Considero que una de las
dificultades mayores para su estudio lo constituye la cantidad y diversidad de
las propuestas perceptuales a las que podemos denominar como "Signos
Indiciales". Como de costumbre, seguiré de cerca las propuestas de Peirce,
pero sin el compromiso de mantenerme en el interior de su específica ortodoxia.
Adoptando un criterio
amplio, puede dividirse a los Signos Indiciales en dos grandes conjuntos (véase
el apartado 7, sobre cierta asistematicidad en el criterio seguido por
Peirce en la caracterización del Índice):
1/ Los que lo son
mediante la relación por contigüidad que establecen con su objeto. Peirce
lo expresa como "que tiene una Relación genuina con ese Objeto, con
independencia del Interpretante. Tal, por ejemplo, es la exclamación
"¡Eh!" ["¡Hi!"], como indicativa de un peligro presente, o
un golpe en la puerta como indicativa de un visitante" (CP 2.92), a los
que, utilizando ejemplos ya conocidos, se pueden agregar: determinadas nubes
como indicativas de lluvia, la huella del pie en la arena como indicativa del
paso de alguien, o el humo que sale de una chimenea como indicativo del fuego
encendido en el hogar. Reiteré estos ejemplos, para proponer el mantenimiento
de la subclasificación de esta clase de índices, como ya lo he hecho antes, en señales,
indicios y síntomas (correlativamente a cada uno de los tres ejemplos
precedentes). Observad que retengo el término peirceano de "indicativo/a"
para designar a la especial relación que establecen estos Representámenes
(en cuanto aspecto perceptual del signo) con su Objeto; en otro lugar (CP. nota
23 al parágrafo 8.368) es la relación que nombra como "reactiva".
Pero cuestiono las expresiones "relación genuina" y "con
independencia del interpretante"; esta última considero que constituye
una incoherencia teórica, ya que "con independencia del
interpretante" nada puede relacionarse con nada. Frente al contenido
axiológico inherente a la calificación de "genuina" atribuida a la
relación constitutiva del Signo Indicial, creo que se trata más bien de una
concreta relación por contigüidad (y no, de contigüidad), en
cuanto proximidad física, efectiva o imaginaria, entre el representamen y su
objeto representado; lo que no es más que una variante del proceso de
sustitución, operación central en el proceso semiótico. Al establecerla como
relación por contigüidad queda abierta la posibilidad de que tal contigüidad sólo
exista en (o esté propuesta por) la mente de su interprete o en (o por) los
presupuestos culturales de determinado sector social. Así, por ejemplo,
integran este conjunto de Signos Indiciales por contigüidad las supersticiones.
Pasar por debajo de una escalera, derramar la sal, que se cruce un gato negro,
matar una araña de noche, etc. quedan asociadas a la ocurrencia de otro
acontecimiento que, además, tendrá el carácter de no deseado o perjudicial. La
semiótica no tiene por objetivo establecer la verdad o la falsedad de un signo,
ni de un texto, ni de una Semiosis Sustituyente, sino su efectiva vigencia en
determinada sociedad. Por eso, esta relación por contigüidad no puede derivarse
hasta convertirla en una relación de causalidad. Ni importa si la contigüidad
establecida por el intérprete, a partir de la propuesta del Signo Indicial,
forma parte de las relaciones "científicamente" establecidas o si se
integran en determinadas "creencias míticas" o si sólo resulta así
interpretada por la mente de un paciente neurótico o psicótico. En todos los
casos, estamos en presencia de un Signo Indicial con su específica eficacia
para actualizar a un determinado objeto, para un determinado intérprete. Aquí
el objeto es indicativo de la presencia efectiva o imaginaria de otro
objeto futuro, pasado o contemporáneo del primero.
2/ Los que por una
relación de designación, resultan ser Signos Indiciales, con independencia de
la proximidad física que pueda o no existir entre el Representamen y su Objeto.
La subclasificación que se abre en este caso es la menos desarrollada por
Peirce y, no obstante, de fuerte expresividad. El mimo que designa a un policía
ebrio; la camisa en la vidriera que designa a la camisa que decido comprar; el
acento con que alguien habla que designa un lugar de origen, etc. Aquí el
objeto designa la presencia posible o efectiva o convencional de otro objeto.
Me limito, por ahora, a
esbozar una distribución tentativa de variantes indiciales designativas (estoy
tratando de evitar hablar de clasificación, porque no me parecen oportunas las
taxonomías):
2.1/ Un existente
que designa puras cualidades posible de otro existente: por ejemplo, el
ballet en cuanto designación (exploración, propuesta y mostración) de las
posibilidades kinésicas del cuerpo humano.
2.2/ Un existente que
designa a otro existente, que puede ser ese mismo existente, en otro Mundo
Semiótico Posible, u otro existente de la misma especie: un ejemplo del
primer caso (ya mencionado antes) sería el objeto único (el ejemplo había sido
la espada del General San Martín) exhibido en el museo que ya no es él mismo,
sino que se designa a sí mismo en otro contexto. Para el segundo caso, el
ejemplo sería el prototipo (el tigre en la reserva que designa a todos los
restantes tigres); o la réplica (la punta lítica de flecha que designa a las
demás de una misma cultura).
2.3/ Un existente que
designa a un valor o norma: como ejemplo también en otra oportunidad me
referí a los "piqueteros" como comportamiento existencial que designa
a determinada situación existencial de falta de trabajo o de falta de pago de
salarios. Más trivialmente, pero con plena eficacia indicial, el envase de
plástico puesto sobre el techo de un automóvil que designa la situación de
compra-venta en que se encuentra ese vehículo (al menos en Argentina, así se
acostumbra).
18. Volviendo sobre el
análisis contextual / 1
El análisis contextual es
básico en los estudios semióticos, porque identificar el contexto al que
pertenece o en el que aparece determinada entidad es fundamental para
conocer su significado y, por tanto, para relacionarse con el mundo y
sobrevivir en él.
Al margen de decidir si se
trata de una capacidad innata de la mente/cerebro del ser humano (¿o de todos
los mamíferos; o de todo organismo; o generalizable a la totalidad de lo
biológico?), filogenéticamente disponible, o si es una capacidad adquirida y,
por tanto, vinculada a la cultura, y dejando provisionalmente sin decidir
cuáles serían los restantes ámbitos en los que resulta eficaz el proceso de
contextualización, creo que puede afirmarse que la significación es siempre
el resultado de un proceso de contextualización, aun cuando, por tratarse
ese proceso de algo acontecido en un pasado cuya memoria, generalmente, se ha
perdido, nos deslumbre su por carácter categorial e, incluso, apodíctico. Esta
pérdida de memoria histórica hace que parezca que muchas entidades
significan por sí mismas, o sea, con independencia de la presencia de
interpretante alguno. Sin embargo, primero la lingüística y después las
restantes semióticas pudieron demostrar que el significado proviene, ya
bien de una voluntad normativa socialmente aceptada y compartida (los signos simbólicos
y el aspecto simbólico de todos los signos) o ya bien de una fijación de
determinadas relaciones contextuales socialmente aceptada y compartida (los
signos indiciales y el aspecto indicial de todos los signos). Pero el conocimiento,
tanto empírico como especulativo, de ese significado se adquiere ya bien compartiendo
el uso, ya bien observándolo, o sea, recuperando y analizando la
presencia de determinados signos en su contexto de utilización. A este proceso
lo he identificado (Magariños de Morentin, 1996: 113) con el nombre de "atribución",
como una de las operaciones básicas de la semiótica y, en ese lugar, defino esa
operación como "aquella mediante la cual se pone en relación una forma
con un valor", o sea, se le atribuye un valor a una forma, habiendo
establecido previamente que, siendo forma "la existencia posible del
resultado de una percepción sensorial", corresponde entender por valor
"la relación entre (al menos) dos formas", estableciéndose, así,
la relación contextual mínima como la condición necesaria para que se actualice
una calidad semántica mínima: semántica intrasemiótica que constituye una
sintaxis. Pretendo decir que el significado (o valor) mínimo de cualquier
signo está constituido por el conjunto de sus posibilidades de relación con los
restantes signos de la misma semiosis (Magariños de Morentin, 2002b).
Por cuanto antecede, la
definición normativa de un signo no es válida si carece de vigencia,
o sea, si el signo en estudio no se materializa en efectivas relaciones
contextuales que, en determinado momento, le atribuyen ese y no otro
valor. Un Diccionario de Uso, especialmente en el caso de los signos
lingüísticos, registra la vigencia del significado de un término o
expresión, dependiendo su validez de la aceptación institucional de esa
vigencia en cuanto a su conformidad con determinado sistema normativo
(Winchkler, 2002). Pero, en el transcurso histórico, siempre se imponen las
relaciones contextuales vigentes sobre las normativas, constituyéndose aquellas
en nuevas normas destinadas a ser superadas por otra nueva y diferente
vigencia. A este proceso lo he identificado (Magariños, 1996: 205) con el
nombre de "superación".
Me animo, pues, a reiterar
la afirmación, al menos como hipótesis metodológica exploratoria, de que la
contextualización, en el ser humano, es necesaria tanto para producir el
fenómeno de la significación (aunque la ausencia de la necesidad de estar
realizando conscientemente tal contextualización no lo haga evidente) como
para explicarlo (que es donde se hace necesario evidenciar la intervención
de la contextualización) y que las componentes históricas y sociales le
confieren a dicha contextualización la materia prima a la que se aplica y los
concretos procesos operativos que se ponen en funcionamiento.
Quisiera, muy brevemente,
acotar algunas precisiones acerca de la productividad de la noción de contexto
en relación a las nociones de sentido, significado y concepto,
así como a una orientación hacia su definición. Los términos
"sentido", "significado/ción" y "concepto", etc.,
tiene, cada uno de ellos, una cierta movilidad semántica, en cuanto pueden
verse afectados por leves desplazamientos que, fundamentalmente, creo que
responden a la perspectiva desde la que los diversos autores los consideran. En
el enfoque que vengo desarrollando, no interesa tanto o interesa menos un
ajuste que tome en consideración sus aspectos vinculados, por ejemplo, a la
enunciación, sino que interesan aquellos relativos al análisis contextual. Así
pues, y sin pretender que estos elementales esbozos completen una definición,
establezco provisionalmente que utilizo "sentido" como la
significación mínima que recibe un término por la eficacia del contexto en que
se lo incluye (en el que aparece incluido; donde lo sitúa el productor del
texto, etc.). Utilizo "significado" como el conjunto de
"sentidos" atribuidos por el uso a determinado término. Implica
necesariamente un recorte o selección de los textos que habrán de tomarse en
cuenta. Se construirán, por tanto, conjuntos según criterios de temporalidad
(históricos), de espacialidad (grupos sociales), de ambos (socio-históricos) o
de algún otro (temático) pertinente a la investigación que se esté realizando.
Finalmente, utilizo "concepto" como el resultado de la
abstracción de alguno o algunos de tales significados. En oposición al
análisis de contenido, considero que el concepto es siempre posterior y
consecuencia de la utilización, en el discurso, del término o expresión en
estudio, por el simple hecho de que también el significado y su unidad
generativa, el sentido, son posteriores y consecuencia de la utilización, en el
discurso, del término o expresión en estudio. Hay conceptos históricos, pero no
hay conceptos innatos (inherentes a la mente/cerebro), ni sustanciales (inherentes
a los entes o fenómenos); todos provienen de su uso en contextos vulgares,
científicos o poéticos (Della Volpe, 1966: 120-125), sin otro axioma (lógico)
ni premisa (empírica) que lo previamente construido mediante otras
contextualizaciones ya históricas para cualquier nueva contemporaneidad. O sea,
el hecho de que los sentidos, significados y conceptos vigentes en determinado
momento de determinada sociedad se adquieran por definición y, por tanto,
adopten la forma de definiciones sustanciales o categóricas, no debe oscurecer
ni desviar la atención del investigador respecto a la calidad contextual de su
proceso histórico de constitución, del cual es resumen y síntesis la definición
de los conceptos científicos, filosóficos, éticos y estéticos, ofrecidos por
cada cultura para el funcionamiento social de los integrantes de cada sociedad.
Disponer de definiciones, sin tener que recrearlas cada nueva generación, es la
condición para que exista una cultura, la que proporciona, a su vez, un mínimo
de seguridad social; seguridad de los individuos para el desarrollo de su
convivencia y seguridad de la sociedad ante la eventual dispersión cognitiva de
sus integrantes. Pero explicar el origen y la eficacia de los conceptos
efectivamente vigentes en determinada sociedad, tiene que quebrar el espejismo
de su necesariedad apodíctica y encuadrarlos en la productividad convencional y
contingente de los correspondientes procesos de contextualización.
Todo esto viene a cuento,
en relación a la necesidad de dotar al investigador, que decide trabajar desde
la semiótica los temas relativos a la producción, interpretación y
transformación del significado de los fenómenos sociales, de instrumentos
adecuados y rigurosos para resolver los problemas que se plantean cuando
pretende realizar tales análisis contextuales, sin eludirlos ni sustituirlos
por la aceptación acrítica de definiciones preestablecidas desde algún discurso
hegemónico.
Y lo específico del
problema analítico comienza del siguiente modo: si las unidades que integran
un contexto son unidades discretas, o sea, acotadas diferencialmente en cuanto
formas perceptuales y con normas explícitas acerca de cómo producir la
interrelación de tales entidades para la producción de determinada
significación, el análisis contextual es factible y puede exponerse con rigor
explicativo.
Ocurre que tal factibilidad
solo se da o, quizá mejor, sólo se hace evidente ante construcciones simbólicas
y, en mayor medida, conforme estas construcciones provienen de sistemas
completa o relativamente formalizados, o sea, de construcciones simbólicas bien
formadas. Esto ocurre con las proposiciones lógicas y/o matemáticas y,
todavía de un modo relativamente fuerte, con el lenguaje verbal. ¿Qué ocurre
con las restantes semiosis? ¿Cómo puede analizarse el contexto de entidades
provenientes de la(s) semiosis visual(es) y, en especial, como es el caso que
hemos comenzado a estudiar y que ha provocado todo este largo exordio, con las
pertenecientes a alguna de las posibles Semiosis Indiciales?
En unas y otras
(visuales e indiciales) parece predominar lo continuum vs lo discreto (impidiendo aparentemente la
especificación de la identidad y de la diferencia y de las posibles operaciones
que las relacionen) y, así, se dificulta o, incluso, para algunos autores, se
excluye la posibilidad de realizar un análisis contextual riguroso de las
imágenes visuales en cuanto representación o un análisis contextual riguroso de
los comportamientos individuales o grupales y de los objetos naturales o
artificiales también en cuanto representación.
Es nuestra responsabilidad,
en cuanto teóricos de una disciplina que pretende explicar la significación,
resolver este conflicto y dotar a la comunidad científica de los instrumentos
específicos y adecuados para resolver las diversas dimensiones del problema
enunciado.
19. Volviendo sobre el
análisis contextual / 2
Como advertía en el
apartado anterior, el estudio del contexto, en el caso de las semiosis icónica
e indicial tiene una complejidad que, según la información de la que dispongo,
todavía no ha sido adecuadamente estudiada.
Por supuesto, no me refiero
a la interpretación verbal de tales semiosis, ni, por consiguiente, al análisis
del contexto resultante de tal interpretación, ya que eso pertenece a la
problemática de la semiosis simbólica.
En los otros casos, cuando
se trabaja con iconos o con índices, surge, con características propias, el
problema de lo discreto (aparentemente ausente) vs. lo continuo (aparentemente
presente). Para comprender que existe un problema y de qué se trata ese
problema es necesario aplicar un concepto unívoco de icono y de índice,
(y, pese al pleonasmo, añado: no equívoco, ni ambiguo), que se mantenga
invariable (salvo la exigencia de un cambio que, si se decide, deberá hacerse
explícito y aplicarse a la totalidad de lo escrito), de modo que nos permita
establecer un acuerdo acerca de aquello de lo que estamos hablando. Además
deberá ser adecuado, en cuanto dotado de eficacia para construir la
interpretación de los fenómenos en los que pretendemos intervenir, y sistemático,
en cuanto pueda atribuírsele un lugar en un sistema conceptual que posea (o se
aproxime lo más posible a) las características que suelen exigirse a los
sistemas rigurosos (o relativamente rigurosos): completo: que dé cuenta
de la implicación semántica de todo lo que afirme; consistente: que
no incurra en contradicción; y decidible: que pueda establecer si
un nuevo concepto o una nueva afirmación pertenece o no al sistema propuesto.
Sin embargo, como
formulación temática general, anticipo la idea guía que trataré de ir
elaborando y desarrollando, la cual se refiere a la posibilidad de identificar,
en los contextos pertinentes, la presencia y las características relacionales
de sus iconos e índices constitutivos, ya que, según el supuesto que vengo
desarrollando es el contexto el que atribuye significado a cada uno de sus
componentes (o, al menos, le atribuye un sentido a cada uno de tales
componentes, de cuyo conjunto surgirá el significado).
Resumiendo: esbozo un
problema consistente en la dificultad existente para identificar las entidades
de un contexto, cuando está compuesto por imágenes perceptuales de imágenes
materiales visuales (y comienzo a buscar el núcleo que propongo para el concepto
de icono) o de imágenes perceptuales de objetos y/o comportamientos en cuanto
existentes (como aproximación inicial al concepto de índice).
Al haber identificado un
problema, se hace posible formular por abducción (o sea, como resumen intuitivo
de experiencias, conocimientos y emociones) una hipótesis, cuyo único
requisito es que sea comprobable, o sea, que pueda probarse (Peirce. CP. 5.145
y 8.209) o, desde la perspectiva inversa, pero con la misma eficacia, que sea
falsable (Popper, 1974: 185; 1977: 75-88; ).
Formulo, pues, como hipótesis,
que pretende explicar aquel problema, la siguiente: La identificación de
entidades presentes y constitutivas de contextos icónicos y/o indiciales se
produce por comparación contrastativa entre, al menos, dos contextos: el
contexto que está siendo efectivamente percibido por determinado interprete y
"el contexto más semejante" que puede recuperarse en la memoria de
ese mismo interprete; la diferencia establece lo discreto.
Esa última frase enuncia la
eficacia operativa que se pretende como derivación del procesamiento cognitivo
propuesto. Como anticipo provisional, ensayo la siguiente reflexión: aquella
mínima entidad efectivamente percibida que puede ser sustituida por otra,
manteniéndose la posibilidad de atribuirle un sentido a la totalidad resultante
de tal sustitución (aunque no sea el mismo sentido) es lo que podemos
considerar una entidad discreta constitutiva de dicha totalidad, en cuanto su
contexto. De todo el párrafo se requerirán definiciones explícitas de los
términos e, incluso, ajustar el rigor de expresiones todavía un tanto
indefinidas, como la de "el contexto más semejante". Al margen de
estas precisiones, la formulación de la hipótesis se vincula a la problemática
del reconocimiento de objetos y comportamientos en sus correspondientes
disposiciones y de imágenes en sus configuraciones (ver apartado 22), en cuanto
"escenas" complejas y a su explicación, y trata, explícitamente, de
apartarse de las propuestas de comprensión holística de tales escenas.
20. Búsqueda del
contexto más semejante frente al cual, la diferencia establece lo discreto
Sólo dos breves
aproximaciones al planteo que trato de esbozar, relativo a la posibilidad de
análisis de los contextos indiciales y/o icónicos (mientras la problemática de
unos y otros muestre un desarrollo relativamente paralelo).
Por una parte, una
reflexión que nos ayude (también a mí) a entender las características de los
que he designado (un tanto intuitivamente, todavía) como "contexto
efectivamente percibido" y "contexto más semejante" y a la
paráfrasis de estos mediante lo que también puede enunciarse como "escena
compleja".
La situación empírica a la
que se trata de encontrar explicación, desde una semiótica cognitiva, está
constituida por los casos en que se está produciendo la interpretación de
determinadas Semiosis Sustituyentes correspondientes a iconos o índices. O sea,
se atiende a la actividad interpretativa que se cumple ante una imagen
figurativa visual o ante la percepción de objetos o comportamientos en museos o
escenarios respectivamente.
En tales casos el supuesto
hipotético (que deberá probarse), afirma que se está produciendo un análisis
contrastativo entre lo efectivamente presente y registrado mediante la percepción
visual (en ambos casos: icónico e indicial) y el registro en la memoria de otra
imagen compleja. Ésta se supone actualizada por un subsistema de búsqueda de
propiedades categóricas (identificadoras) y de coordenadas espaciales
(situacionales), hasta actualizar el correspondiente atractor complejo (imagen
mental mnemónica) que permita un reconocimiento del contexto efectivamente
percibido, que configure de determinada manera la entrada de información
sensorial, permitiendo el margen de variaciones necesarias para identificar lo
nuevo u original de la percepción actual, versus la histórica.
El proceso sería, en
algunos aspectos, semejante al que realizamos cuando comparamos fotografías del
mismo motivo: un mismo paisaje urbano o rural o el rostro de una misma persona
(el rostro como escena), con la única variante del transcurso del tiempo o
bien, con muchas restricciones, cuando la variante consiste en un cambio de
ángulo en el encuadre o de la iluminación. Supongamos que tenemos un archivo
con muchas fotografías, pero sabemos que del motivo que acabamos de fotografiar
y cuya fotografía tenemos ante nosotros, hay otras fotografías,
"sacadas" en otro momento, con las que quisiéramos comparar la
actual. La diferencia perceptible, en tales casos, constituiría lo que
mencioné, en el apartado anterior, diciendo que "la diferencia establece
lo discreto". Así, el primer trabajo interpretativo consistiría en
encontrar la "escena diferencial" de la que se está
percibiendo y, en ese par, establecer los puntos de semejanza y de diferencia,
pudiendo asegurar que lo diferente nos asegura la presencia de una unidad
discreta.
La otra aproximación al
mismo problema consiste en una cita de Peirce. Sin considerar que Peirce tenga
necesariamente la respuesta a problemas que, hoy en día, la semiótica y las
corrientes cognitivas se plantea de modo notablemente diferente al que él
organizó en su momento (fallece en 1914), sigue siendo útil la organización
lógica de los problemas que tomó en consideración, entre la inmensa cantidad de
los cuales hay alguno relativamente próximo al que estamos esbozando. Me limito
a transcribir mi traducción del parágrafo correspondiente de Collected
Papers, poniendo en cursiva las expresiones sobre las que pretendo llamar
la atención.
"3.433:
[...] Cuando se hace una afirmación, existe efectivamente algún hablante,
escritor u otro hacedor-de-signos que la comunica; y él supone que hay, o
habrá, algún oyente, lector o otro intérprete que lo recibirá. Puede ser un
desconocido en otro planeta, un último eón; o puede ser este mismo hombre como
será un segundo después. De cualquier modo, el comunicador le hace señas al
receptor. Algunos de estos signos (o al menos uno de ellos) se supone que
provoca en la mente del receptor imágenes familiares, figuras o, casi podríamos
decir, sueños; o sea, reminiscencias de vistas, sonidos, sentimientos, gustos,
olores u otras sensaciones, ahora totalmente alejadas de las circunstancias
originales de su primera manifestación, de modo que son libres de asociarse a
nuevas ocasiones. El comunicador puede evocar, en su propia mente, esas
imágenes a su arbitrio (con mayor o menor esfuerzo); y supone que el receptor
puede hacer lo mismo. Por ejemplo, los vagabundos tienen la costumbre de llevar
trozos de tiza y de hacer marcas en los vallados para indicar los hábitos de la
gente que vive allí, en beneficio de otros vagabundos que puedan llegar más
tarde. Así, si un vagabundo deja una afirmación acerca de que la gente es
tacaña, supone que el lector de la señal habrá encontrado gente tacaña con
anterioridad y podrá evocar una imagen de tal persona atribuible a la persona
que aún no ha conocido. No sólo es signo la palabra significante externa o
la marca, sino que también lo será la imagen que se espera que suscite en la
mente del receptor (una imagen por semejanza o, como decimos, un icono) de la
imagen semejante en la mente del comunicador y, mediante ella, también un signo
de la efectiva cualidad de la cosa. A este icono se lo llama el predicado
de la afirmación. Pero en vez de un icono único, o signo por semejanza con una
imagen familiar o "sueño", evocable a voluntad, puede haber un
complejo de tales iconos, formando una imagen compuesta cuya totalidad no es
familiar. Pero aunque la totalidad no sea familiar, sin embargo no sólo las
partes son imágenes familiares, sino que también habrá una imagen familiar de
su modo de composición. En realidad, será bastante con dos tipos de
complejidad. Por ejemplo, puede haber una combinación conjuntiva o una
combinación disyuntiva. La combinación conjuntiva se da cuando se usan dos
imágenes a la vez; y disyuntiva cuando se usa una u otra. (Esta no es la más
científica selección de tipos; pero servirá al presente objetivo.) La clase de
idea que un icono materializa, si debe ser tal que lleve alguna concreta
información, siendo aplicable a algunas cosas pero no a otras, se llama una
primera intención. La idea materializada por un icono que no puede llevar
ninguna información por sí sólo, siendo aplicable a todo o a nada, pero que,
sin embargo, puede ser útil para modificar otros iconos, se llama una
segunda intención".
21. Semiótica Indicial:
ratificación y ejemplificación
Repaso lo que vengo
escribiendo, para ir dando cuenta de aspectos, problemas, conceptos que puede
ser conveniente o necesario aclarar o resolver o ampliar.
Con respecto a las dos
grandes conjuntos en que pueden dividirse los Signos Indiciales, ratifico y
sintetizo la diferencia fundamental:
1/ Los que operan en una
relación de contigüidad entre signo y objeto, la que depende de la
relación física que se establece entre ellos. Me parece interesante y útil
atender al término "indicativo" que utiliza Peirce para
referirse a la específica eficacia de la forma perceptual de esta clase de
Signos Indiciales; o sea, a la eficacia del representamen, en cuanto capacidad
para actualizar, en la mente del intérprete, al (todavía o ya o
contemporáneamente) objeto ausente. El término "indicativo" se
vincula semánticamente con el término "ostensivo" y, en definitiva,
ambos confluyen en el propio término "indicial", en cuanto lo
señalado (con el dedo).
2/ Los que operan en una
relación de sustitución entre signo y objeto, con independencia de la
relación física que pueda reconocerse entre ellos. También aquí es plenamente
recuperable el término "designativo" que utiliza Peirce para
referirse a la específica eficacia de la forma perceptual de esta clase de
Signos Indiciales; o sea, a la eficacia del representamen, en cuanto capacidad
para actualizar, en la mente del intérprete, al (con independencia de cualquier
relación temporal) objeto ausente. El término "designativo" se
vincula semánticamente con el término "denominativo", en cuanto
recupera y mantiene la diferencia y la independencia entre el representamen y el
objeto, y adopta la convencionalidad en cuanto necesidad del conocimiento de
los códigos de determinada comunidad para comprender la relación semiótica
producida por esta clase de Signos Indiciales.
Con respecto a los ejemplos
que propuse en un determinado momento (ver apartado 17), quisiera retomarlos
(añadiendo, posiblemente, otros) y, sin pretender construir una taxonomía (a lo
que con reiteración me he manifestado especialmente renuente), remitirlos a
esta gran (y, por eso mismo, un tanto burda) división de los índices;
conviene tener especialmente en cuenta que, ni siquiera a grandes rasgos,
resultará totalmente convincente esta asignación de unos ejemplos a una
categoría y la de otros a la otra; siempre estamos refiriéndonos a predominios
de uno u otro carácter (lo indicativo y lo designativo) y no a inclusiones o
exclusiones categóricas. Aprovecho para dar un paso más en el análisis de tales
ejemplos, diferenciando explícitamente entre el representamen y el objeto, ya
bien en el caso de la indicación, o ya bien en el de la designación.
(En lo que sigue, léase, lo
que va antes de la doble barra ←←←/xxx/, como enunciación
verbal del representamen y, lo que va después de la doble barra /xxx/→→→,
como enunciación verbal de su objeto; lo que va entre barras /xxx/
enuncia la calidad del signo indicial que le atribuyo al ejemplo.
Téngase en cuenta que el interpretante es el signo que, en base a lo
anterior, construye cada intérprete en su sistema de conocimientos)
A/ Son ejemplos de Signo
Indicial Indicativo:
- el estado de las piezas
de ajedrez, en un determinado momento de una partida /es predominantemente
indicativo (como señal)/ del desenlace técnicamente inevitable (otra
cosa es la capacidad de la mente para descubrir la secuencia que conduce a él)
- las
"promociones" publicitarias /son predominantemente indicativas (como síntoma)/
del contenido del producto publicitado
- todos los deportes como
espectáculo /son predominantemente indicativos (como síntoma)/ de las
posibilidades y habilidades del cuerpo humano
- todos los deportes como
competencia /son predominantemente indicativos (como señal)/ de la
superioridad del estado físico del cuerpo de determinado individuo o equipo de
individuos respecto de otro u otros
- el mobiliario de un
consultorio /es predominantemente indicativo (como síntoma)/ de las
acciones y operaciones que en él se realizan
- los juegos manuales de
ingenio (incluida la Torre de Hanoi) /son predominantemente indicativos (como síntoma)/
de la capacidad mental de configuración de las relaciones espaciales
coordinadas para guiar la acción
- los sueños /son
predominantemente indicativos (como indicio)/ de la actividad diurna
realizada en estado de vigilia (sin entrar en, pero respetando a, las sutilezas
del psicoanálisis)
- los restos arqueológicos
/son predominantemente indicativos (como indicio)/ de la actividad y/o
acaecimientos que, en el pasado, les sobrevinieron de modo individual y/o
social (incluida la cultura material) al o a los integrantes de determinada
comunidad sin presencia activa en el presente
- los monumentos, obras y
edificios históricos /son predominantemente indicativos (como síntoma)/
de opciones y vigencias culturales pertinentes a determinado momento y lugar de
una comunidad
- los jardines públicos o
privados, las plazas o parques /son predominantemente indicativos (como síntoma)/
de las actividades de esparcimiento, de reposo o de salubridad que están
vigentes en determinada comunidad
- cualquier entidad
tridimensional (¿necesita serlo?) situada en el contexto adecuado, o sea,
dotado de eficacia para mostrarla y no sólo para utilizarla /es
predominantemente indicativa (como síntoma)/ de esa eficacia (pensar en
la necesaria dependencia de los "ready-made" p.e. de Duchamp,
respecto del contexto en el que se los sitúa)
B/ Son ejemplos de Signo
Indicial Designativo:
- la actuación de un mimo
/es predominantemente designativa (como icono)/ de una situación o
comportamiento individual o social
- los objetos exhibidos en
un museo /son predominantemente designativos (como índices (de modo, a
su vez, indicativo o designativo)) de otros objetos de su misma clase (como índice-designativo-designativo)
o de otros con los que estuvieron asociados (como índice-designativo-indicativo)
- los objetos exhibidos en
la vidriera o escaparate de un comercio /son predominantemente designativos
(como índices)/ de los objetos disponibles en determinado
establecimiento comercial
- los animales de un
zoológico o de una reserva natural /son predominantemente designativos (como índices)/
de los restantes animales de su especie
- la ropa que se usa /es
predominantemente designativa (como símbolo)/ de la situación económica,
profesional o ideológica del individuo que la viste
- el mobiliario de un
domicilio, de una empresa o institución /es predominantemente designativa (como
símbolo)/ del significado social que se le pretende atribuir
- las maneras de mesa /son
predominantemente designativas (como símbolo)/de la cultura de una
persona, familia o grupo social
- el tono y la modulación
de la voz /es predominantemente designativa (como símbolo)/ del tipo de
educación que ha tenido una persona
- las representaciones
teatrales /son predominantemente designativas (como icono)/ de
situaciones y acontecimientos total o relativamente imaginarios
- las actuaciones de un
cuerpo de baile o ballet /son predominantemente designativas (como símbolo)/
de las cualidades estéticas del movimiento del cuerpo humano
- los desfiles militares
/son predominantemente designativos (como índice)/ de la potencia
militar de un país
- las ceremonias civiles,
religiosas, académicas, etc. /son predominantemente designativas (como símbolo)/
de determinados valores civiles, religiosos, académicos, etc.
22. Semiótica Indicial:
contexto, configuracion y disposicion
Continúo las reflexiones
tendientes a ir elaborando una Semiótica Indicial, en cuanto conjunto de
operaciones disponibles para proponer explicaciones adecuadas y rigurosas
acerca de los procesos de producción e interpretación de la significación de
los pertinentes fenómenos sociales. Ya he comenzado a esbozar una aproximación
a esta "pertinencia" (de los fenómenos sociales que requieren ser
estudiados desde una Semiótica Indicial) mediante los ejemplos mencionados en
algunos de los apartados anteriores.
También había anticipado la
reflexión acerca de que, para el análisis conducente a la pretendida propuesta
explicativa, resulta imprescindible un adecuando conocimiento e identificación
del contexto en que se encuentran situados los Signos Indiciales constitutivos
del fenómeno en estudio. Y habíamos entrevisto algunos problemas vinculados
tanto al concepto como a la producción/interpretación de lo que se entienda por
"contexto".
En principio, recuerdo la
conveniencia de tomar distancia de las reflexiones vinculadas con la
lingüística, a los efectos de que sus términos y procesos analíticos no sesguen
la investigación, reconduciéndola hacia lo verbal. Esto requiere que se
construya un conjunto de términos y procesos analíticos específicos de lo
existencial, en el caso de los fenómenos indiciales, o de lo cualitativo, en el
caso de los fenómenos icónicos. En este último universo de los fenómenos
icónicos, había sugerido utilizar el término "configuración"
en vez de "contexto" y, para el universo de los fenómenos indiciales
propongo sustituirlo por el término "disposición". O sea:
1/ se propone "contexto"
para designar el ámbito en el que existen y adquieren o reproducen su
significación los fenómenos simbólicos;
2/ se propone "configuración"
para designar el ámbito en el que existen y adquieren o reproducen su
significación los fenómenos icónicos;
3/ se propone "disposición"
para designar el ámbito en el que existen y adquieren o reproducen su
significación los fenómenos indiciales.
No es un capricho por
complicar la terminología. Es que las relaciones (contextuales) mediante las
cuales adquieren significado los símbolos, no son las mismas relaciones
(configurativas) mediante las cuales adquieren significado los iconos, ni son
las mismas relaciones (dispositivas) mediante las cuales adquieren significado
los índices, todas las cuales, si no las diferenciamos mediante los respectivos
términos, específicos para cada tipo de relación, tenderían a homogeneizarse
(como lo están actualmente) mediante el uso compartido del término
"contexto".
(Si bien el término
"disposición" o "dispositio" también tiene un uso
particular en la retórica, éste no está tan difundido ni estereotipado como
"contexto", por lo que admite su redefinición en otra u otras
disciplinas, sin tener que someterse a predeterminaciones conceptuales
hereditarias. No obstante, en todos los casos, estos ajustes terminológicos
deben considerarse tentativos, hasta tanto su uso, en la práctica semiótica,
justifique o excluya su conveniencia. Sin ser, tampoco, excesivamente optimista
en que se instaure el uso de estos términos; pero, al menos, el intento de precisarlos
y de desarrollar sus peculiaridades ayudará a comprender que el ámbito
existencial y las relaciones que, en él, vinculan a símbolos, iconos e índices
son diferentes en cada caso.)
Pero, de inmediato, nos
encontramos también con que contexto, configuración y disposición no son
estructuras generalizables sin más a cada una de las tres semióticas; pero
tienen la utilidad de focalizar la calidad simbólica, icónica e indicial que
predomina en cada uno de estos tres grandes conjuntos de fenómenos sociales.
Así, para no quedarnos en
lo puramente terminológico y para aproximarnos a la calidad existencial de los
ámbitos en que se materializa cada una de estas tres clases de signos,
convendrá esbozar las tres hipótesis de trabajo siguientes:
1/ Referirse al contexto
estará implicando referirse a un conjunto de elementos (a) efectivamente
existentes (con lo que se excluye del término "contexto" toda alusión
a su existencia virtual, la cual, en cuanto constitutiva de los
correspondientes tipos, pertenece a un sistema determinado) y (b) relacionados
según reglas fuertemente convencionales, adoptadas por una determinada
comunidad (cualquiera sea su dimensión cuantitativa o espacial) para su
interpretación. Como resultado del análisis de las relaciones con las que se vincula
dicho conjunto de elementos efectivamente existentes, (c) podrá afirmarse o
negarse su carácter de buena formación (en cuanto el cumplimiento de
aquellas reglas constituye el requisito elemental para su aceptabilidad). En
función de esta buena formación (d) se lo interpretará a dicho contexto,
construyéndose, por su intermedio, el significado de cada uno de tales
elementos efectivamente existentes y el de la totalidad.
2/ Referirse a la configuración
estará implicando referirse a un conjunto de elementos (a) efectivamente
existentes (con lo que se excluye del término "configuración" toda
alusión a su existencia virtual, la cual, en cuanto constitutiva de los
correspondientes atractores, pertenece al archivo perceptual de lo mnemónico) y
(b) relacionados según cualidades débilmente convencionales, propuestas
a una determinada comunidad (cualquiera sea su dimensión cuantitativa o
espacial) para su interpretación. Como resultado de la percepción de las
cualidades con las que se vincula dicho conjunto de elementos efectivamente
existentes, (c) podrá afirmarse o negarse su carácter de
semejanza/diferencia respecto al preexistente atractor mnemónico. En
función de esta semejanza/diferencia (d) se la interpretará a dicha
configuración, construyéndose, por su intermedio, el significado de cada uno de
tales elementos efectivamente existentes y el de la totalidad.
3/ Referirse a la disposición
estará implicando referirse a un conjunto de elementos (a) efectivamente
existentes (con lo que se excluye del término "disposición" toda
alusión a su existencia virtual, la cual, en cuanto constitutiva de las
correspondientes posibilidades, pertenece al archivo experiencial de lo
mnemónico) y (b) relacionados según conexiones tridimensionales débilmente
convencionales, propuestas a una determinada comunidad (cualquiera sea su
dimensión cuantitativa o espacial) para su interpretación. Como resultado de la
percepción de las conexiones tridimensionales con las que se vincula dicho
conjunto de elementos efectivamente existentes, (c) podrá afirmarse o negarse su
carácter designativo y/o indicativo respecto de la preexistente experiencia
mnemónicamente registrada. En función de este carácter designativo y/o
indicativo (d) se la interpretará a dicha disposición, construyéndose, por su
intermedio, el significado de cada uno de tales elementos efectivamente
existentes y el de la totalidad.
23. Semiótica Indicial:
sobre los modos de disposición
Las reflexiones que les voy
a proponer han surgido en ocasión de la visita que realicé (octubre, 2001), en
el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, a la Exposición itinerante "Más
allá de los preconceptos", de la que es curadora Milena Kalinovska y
que viene recorriendo los principales museos del mundo, en función de cierta
actualización del interés por el arte conceptual de la década de los 60 y
principio de los 70.
No me interesa, ahora,
referirme a las características del arte conceptual en cuanto propuesta
estética. Más bien, trataré de destacar cómo intervinieron ciertas
manipulaciones (o el recurso a determinadas formas de disposición) a las que
han sido sometidos algunos de los objetos exhibidos y cómo, mediante las
correspondientes operaciones cognitivas aplicadas por el productor y
reconocidas, admitidas y utilizadas en la interpretación por los espectadores,
algunas de las propuestas exhibidas (objetos dispuestos de determinado modo)
adquieren la capacidad de actualizar, en la memoria del intérprete, otro u
otros objetos ausentes, o sea, adquieren un determinado significado y, por
tanto, su eventual calidad estética y, en todos los casos, su efectiva calidad
semiótica, pudiendo calificar a esa calidad adquirida como indicial.
Lo que sigue constituye una
enumeración, no sistemática, tentativa y experimental (a partir de efectivas
observaciones realizadas en la Exposición mencionada), de algunos modos de
disposición, según los cuales se puede hacer que determinado objeto o conjunto
de objetos sean percibidos por determinado sector de los integrantes de una
determinada comunidad como una Semiosis Sustituyente, resultante de un tipo de
procesamiento cognitivo al que, por hipótesis, le atribuyo una calidad
operativa de naturaleza indicial y que, a través de los correspondientes
ejemplos, trataré de ir desentrañando en qué consiste.
En todos los casos se
requiere que las disposiciones que aquí se mencionan sean propuestas por
alguien o por algunos (como productor/es de la Semiosis Sustituyente) y sean
percibidas por muchos o por algunos o, en caso extremo, por uno (como
intérprete que construye la Semiosis Sustituida). O sea, estoy suponiendo que
no existe eficacia semiótica si no es en una situación de comunicación (o sea,
no existe eficacia semiótica si no se construye un interpretante en la mente de
algún, al menos uno, intérprete).
Modos de disposición
identificados:
1/ Distribución de un
conjunto de objetos relativamente semejantes, de un modo que no es aquel según
el cual se los percibe habitualmente en determinada comunidad, pero que es
similar a como suelen distribuirse, con notable frecuencia y, por tanto, de
modo bastante o muy conocido, en esa misma comunidad, otro conjunto de objetos
diferentes a los anteriores.
2/ Situando un objeto
masivo o un conjunto de objetos idénticos (en cuanto producidos en serie)
dentro de una vitrina o sobre un pedestal o asociado con algún otro soporte
que, en determinada sociedad, está destinado a recibir, mostrar o sostener
objetos singulares o dotados de alguna característica que los hace o los
aproxima a ser únicos.
3/ Asociando (por
proximidad) dos (o más) objetos pertenecientes a ámbitos socio-culturales que
no guardan entre sí ninguna conexión, y reforzando, además, la asociación al
realzar alguna cualidad (por ejemplo, determinada semejanza de cromatismo) que
se reproduce en ambos.
4/ Evidenciando la ausencia
de un objeto, mediante la mostración de un dispositivo que, habitualmente, es
el receptáculo de algo, pero sin el algo cuya carencia se invita a construir.
5/ Reproduciendo la
estructura de algo habitual, cuya disposición cotidiana requiere, por
convención social, determinado tipo de materia prima, pero trastocando la
materia prima que sostiene esa estructura; trastocamiento que, por lo general,
pasa de una materia prima considerada socialmente valiosa (lo ausente, pero
representado), a otra materia prima socialmente desvalorizada (lo presente, con
eficacia representativa).
6/ Presentando un objeto
vinculado a otro objeto (o a varios objetos, en una cadena de vinculaciones)
como fragmento de un comportamiento, por ejemplo laboral, que actualiza al
sujeto ausente y a un resultado en elaboración.
Habría muchas disposiciones
posibles, además de las mencionadas. Éstas, las mencionadas, no son ni las
básicas, ni siquiera ejemplos efectivamente diversos que marquen series
posibles de disposiciones posibles. Sólo son (si consiguen serlo) muestras de
por dónde creo que podría avanzar la reflexión que buscase identificar formas o
modos posibles de relacionarse objetos presentes, de modo tal que adquieran la
posibilidad de constituirse en representaciones (porque designan sustituyendo o
porque señalan al faltante) de otros objetos ausentes, o sea, de modo tal que
adquieran la posibilidad de constituirse en Signos Indiciales.
24. Semiótica Indicial:
de la escultura al juguete
Como, por mi propia
reflexión sobre la Exposición de Arte Conceptual, se ha rozado el tema de la
estética, creo conveniente ensayar algunas reflexiones que la vinculen
con la Semiótica Indicial.
Según ya se ha considerado
aquí mismo (apartado 11), pero creo necesario actualizar, todo signo tiene
características que permiten analizarlo desde cualquiera de las tres
perspectivas semióticas fundamentales: como icono, como índice y como símbolo.
Lo que ocurre es que en determinada sociedad e, incluso, en determinada
situación de determinada sociedad, se establece alguna de estas tres
perspectivas como culturalmente predominante.
Lo indicial de la palabra
hablada es el aliento que la sostiene, el tono, la cadencia y la tonada de la
voz con que se emite e, incluso, la sucesividad y el intercambio de todo ello
en el monólogo o en el diálogo; no el intercambio o la sucesividad de las
significaciones, que pertenece a su aspecto simbólico, el cual, en general y
respecto de la palabra, constituye la perspectiva semiótica predominante; ni el
reconocimiento o la imitación de alguien, al que se lo identifica por rasgos
específicos de su modo de hablar, lo que pertenecería al aspecto icónico de la
palabra.
Un cuadro, una tela o una
tabla pintada, también tiene su aspecto indicial, que prevalece cuando se trata
de decidir, por ejemplo, de qué soporte se lo va a suspender o de qué modo va a
dirigirse la luz hacia su superficie. Por supuesto que, en general, la
perspectiva semiótica predominante consistirá en su aspecto icónico. Pero, en
determinados casos, cada vez más frecuentes, en la producción de imágenes
visuales va adquiriendo una mayor importancia su aspecto simbólico, o sea, la
capacidad de la imagen visual para trasmitir información socialmente
codificada, como en las indicaciones gráficas de aeropuertos y aeronaves,
estadios, computadoras, prendas de ropa, etc.
Los objetos (dejando de
lado, por el momento, a los comportamientos) no son índices por ser objetos,
sino que son índices cuando están en representación de otro u otros objetos, ya
bien porque los designan sustituyendo (como el automóvil exhibido en una
exposición) o porque los señalan como faltantes (como un abrigo de piel denota
al resto del cuerpo del animal que se ha matado para obtenerla).
El arte conceptual, cuando
utiliza objetos (ya que no sólo utiliza objetos y entiendo, aquí, por
"objetos" los que se emplean habitualmente de modo utilitario y sin una
finalidad predominantemente estética), los muestra en alguna variante de esas
dos posibilidades genéricas para construir índices: sustituyendo o mostrando
una ausencia (o una presencia incongruente, lo que es una variante para
mostrar la ausencia). O sea que el arte conceptual, sin dejar de proponer sus
objetos a la percepción, es decir, sin dejar de constituirlos en iconos,
agudiza o recupera o se basa para el salto estético, en el desarrollo y la
construcción del propio carácter indicial de tales objetos.
Éste es un momento oportuno
para que se haga presente el término "escultura". De modo semejante
(pero no idéntico) a lo que he planteado para la imagen visual (ya que la
escultura lo es), diría que, (1) cuando es figurativa, se trata de un icono
indicial (o, mejor, un sinsigno-icónico), cuya pretensión de
semejanza incluye lo tridimensional (a lo que la representación sobre el plano
tiene que renunciar, salvo como trompe-l’oeil); tal sería el caso de La
Piedad de Miguel Angel. (2) Cuando la escultura es plástica (en el sentido
en que usa el término el Grupo μ , o sea, Klinkenberg, Edeline y Minguet,
1992: 186-196), se trata de un icono icónico (o, mejor, un cualisigno-icónico),
cuya pretensión ya no es de semejanza con algún concreto existente, sino que pretende
actualizar el qualia de lo espacial, o sea, la sensación o vivencia
interior de una experiencia, pretendidamente inédita, de la espacialidad (CP.
6.222-6.237; Dennett, D. C. 1995: 381); tal sería el caso del Large Upright
Internal/External Form 1953-54 de Henry Moore. (3) Cuando la escultura
pretende ser portadora de una convención socialmente vigente, se constituye en
simbólica, y puede decirse que se trata de un icono simbólico (o, mejor,
de un legisigno icónico), como puede ser el caso del Modelo del
Monumento a la III Internacional de Vladimir Tatlin.
O sea, el objeto
escultórico es fundamentalmente icónico, en alguna de sus variantes, por el
simple hecho de que está propuesto como forma para su contemplación. Por eso,
también son esculturas, o sea, iconos, las réplicas de los juguetes (que
son juguetes ficticios o para ser vistos) construidos para mostrar
características estructurales o dinámicas o texturales de los juguetes
(reales o para ser jugados; por lo cual son índices, consistiendo el juego,
precisamente, en añadir o completar lo ausente). Y también esta reflexión se
enriqueció con la visita a la Exposición sobre el Juguete, en el Centro
Cultural de La Recoleta, en Buenos Aires, organizada con motivo de la posible
afluencia de escolares por estar en época de las vacaciones de invierno. No
obstante, salvo una parte: "The Dolls of Japan", con piezas demasiado
delicadas para jugar con ellas pero que, no obstante, eran efectivamente
muñecas y muñecos (o sea, que no representaban juguetes, sino que lo eran y,
por tanto, eran índices), el resto de los objetos expuestos no eran
juguetes sino que los representaban y, por tanto, eran iconos.
En definitiva, tratando de
ir comprendiendo en qué consiste la calidad indicial de determinados objetos,
he llegado a los juguetes a los que considero índices pese a cierta semejanza
que puede encontrárseles con las esculturas que serían iconos, si se acepta la
reflexión precedente. Creo que el análisis de los juguetes se presta, todavía,
para mucho más.
25. Semiótica Indicial:
el registro de los objetos del museo y la Semiótica Indicial
Quisiera ampliar un poco la
propuesta de esta tarea, destinada a la investigación sobre el museo, que he
denominado: "registro de las características interpretativas y
representativas que poseen los objetos exhibidos en un Museo".
Se supone que una
Investigación que pretende conocer las características específicas de un
determinado Museo (aparte de aspectos coyunturales que también serán tenidos en
cuenta en su oportunidad) debe proporcionar conocimiento acerca de tres
aspectos fundamentales:
Los objetos.
Los visitantes.
Las políticas de
los curadores relativas a la exhibición de los objetos a los visitantes.
No son aspectos simples,
sino que poseen una notable complejidad, en la que habrá que ir penetrando
paulatinamente.
El tema del "registro
de las características interpretativas y representativas que poseen los objetos
exhibidos en un Museo", pretende proporcionar conocimiento acerca de los objetos.
En este sentido, su estudio pertenece al área de la Semiótica Indicial.
Existe un fuerte debate
acerca de si el objeto es o no un elemento esencial y definitorio de lo que
se entiende por Museo (comentario personal de la museóloga Alicia Sarno). Provisionalmente,
considero que, tomando el concepto de objeto con suficiente amplitud:
cualquier entidad material existente susceptible de ser percibida por los
sentidos y, en especial, considerado el objeto desde la perspectiva
cognitiva de una Semiótica Indicial, puede afirmarse que, para que
exista un Museo se requiere la exhibición de determinados objetos, en cuanto
representación de algo diferente a ellos mismos, sometidos a la percepción de
un conjunto genérico (pero especificable) de visitantes.
Para avanzar en la posible
elaboración del registro de objetos (de los que excluyo a las imágenes) que
estoy proponiendo, considero conveniente distribuirlos en tres grandes grupos
(a los que ya he hecho alusión):
En el primer caso, como objeto
único, el objeto posee de modo exclusivo un determinado valor intrínseco,
que lo constituye en único, en cuanto cualquier otro que pretenda equiparársele
(en alguna o varias de sus múltiples características) será considerado como una
reproducción o una falsificación (y aquí puede seguir todo un interesante
desarrollo semiótico acerca de las características diferenciales entre reproducción
y falsificación).
En el segundo caso, como objeto
ejemplar, el objeto es uno perteneciente al dominio existencial de un
conjunto cuyos elementos puede identificarse por poseer determinados rasgos
morfológicos y relacionales que los acreditan como pertenecientes a dicho
conjunto y que el denominado "objeto ejemplar" exhibe, adquiriendo,
por esta capacidad de exhibirlos, el valor de representar a los demás de ese
determinado conjunto.
En el tercer caso, como objeto
réplica, el objeto actualiza una posibilidad emergente de un sistema
virtual, mostrando, en su materialidad, rasgos formales y relaciones concretas
que sólo a través de tal réplica pueden conocerse, por lo cual la percepción de
esos rasgos y de esas relaciones, a partir de su presencia material en
determinado contexto, permite inferir la vigencia del tipo en el nivel virtual
del sistema al que dicha réplica corresponde.
Desde luego, puede haber un
objeto ejemplar que por la especial calidad de las
características que lo hacen pertenecer a un determinado conjunto, se
constituya en objeto único sin perder su calidad de "ejemplar".
Por ejemplo, la belleza de determinados rasgos de una vasija de la cultura
Aguada.
Con independencia de esta
división entre único, ejemplar y réplica, en el objeto incide también
A/ su interpretación
(histórica) y
B/ su representación
(futura)
Creo que es posible decir
que el conjunto de interpretación y representación constituye el significado
del objeto. Por supuesto que todo depende de cómo se defina interpretación y
representación.
Para irnos acercando a las
operaciones cognitivas que estoy tratando de esbozar, diría que la interpretación
de un objeto está constituida por el conjunto de discursos/semiosis,
disponibles en determinado momento por determinada sociedad, que lo van
construyendo (siempre desde, al menos, un instante previo a su percepción) como
referente. O sea, la interpretación, aquí, la estoy considerando como la suma
de características de Semiosis Sustituida que pueden identificarse en
determinado objeto, en virtud del conocimiento que a él se refiere, o sea, en
virtud del conjunto de discursos/semiosis que pueden aplicársele; o sea, lo que
cada uno sabe (con toda la gama de diferencias que esto implica) acerca de un
objeto. Esto constituye su modo posible (o sus modos posibles) de
interpretarlo; por tanto este sentido de interpretación implica resumir el
conocimiento histórico que se tiene acerca de algo. Un importante aspecto que
deberá tener en cuenta todo curador de un Museo cuando comienza a pensar en
exhibir algo: qué sabe la comunidad acerca de ello.
Por su parte, la representación
es aquello que el objeto puede construir. En este caso, las características
(representacionales) de un objeto son las que se refieren a algo distinto de él
mismo y en virtud de las cuales, eso distinto adquiere, así, una determinada
interpretación. El objeto se constituye en Semiosis Sustituyente para hacer que
(siempre desde, al menos, un instante posterior a su percepción) otra cosa se
interprete de determinada manera, o sea, resulte ser un Objeto Semiótico o
Semiosis Sustituida.
Lo interesante es que todo
objeto participa de esta doble cualidad: ser el resultado de la eficacia de
otro y ejercer su propia eficacia de la que otro será el resultado.
El primer aspecto es el que
designo como interpretación u objeto interpretado y quizá ahora pueda
entenderse por qué también puede designársele como Objeto Semiótico o como
Semiosis Sustituida. Siempre, todo objeto es el resultado de la acción de otro
(siendo por lo general este otro un discurso verbal y/o una configuración
gráfica y/o una disposición de otros objetos).
El segundo aspecto, la
posibilidad de ejercer la propia eficacia para que otro resulte interpretado,
es el que designo como representación o representamen (aprovechando el
término peirceano) y quizá ahora pueda entenderse por qué también puede
designársele como Semiosis Sustituyente, ya que viéndolo no lo vemos como tal
sino como forma que construye al otro (la tan conocida
"transparencia" del lenguaje, que se aplica a cualquier materia prima
semiótica en su propuesta representativa).
O sea, como en el caso del
cambio en la dirección de la profundidad del cubo de Necker, cualquier objeto
(lo que es extensible a cualquier signo, ya que se trata de una característica
general de todos los sistemas semióticos) puede ser visto, ya bien como interpretación
resultante de otros discursos/semiosis, o ya bien como agente representativo de
algo diferente de él mismo. Pero lo que no puede ocurrir, como tampoco ocurre
con el cubo de Necker, es que se lo pueda considerar simultáneamente en los dos
aspectos.
Para que un objeto produzca
una representación de otra cosa es preciso que se sitúe como propuesta
comunicativa, lo que ya depende de los usos y costumbre de cada sociedad en
cada época. Y ésta es la tarea del curador del Museo: ofrecer los objetos a la percepción
de los visitantes de modo que estos construyan algo diferente al objeto que
están viendo pero que es lo que ese objeto representa (o lo que el curador
pretende que represente).
Quizá así se comprenda la
resistencia a admitir que el objeto es esencial y necesario para la existencia
del Museo; porque no es en cuanto tal objeto o en sí mismo, sino en función de
la potencia representativa que la disposición en que aparece en una determinada
exhibición es capaz de atribuirle a un objeto. Lo que se exhibe en el museo no
es el objeto en sí, sino investido de su potencia representativa.
Entonces, es tarea básica
en el estudio acerca de la identidad de un Museo existente o de uno que se está
diseñando o de una exposición determinada, parcial y temporal, disponer de lo
que, provisionalmente, he denominado como el "registro de las
características interpretativas y representativas que poseen los objetos
exhibidos en un Museo".
Si el resultado de este
registro se interrelaciona con el resultado del repertorio de preguntas básicas
que se le habrán formulado a los eventuales visitantes, para conocer los
contenidos y las reglas de su capacidad de interpretación, el curador del Museo
comienza a disponer del primer esbozo de información como para bocetar una
política de exhibición del patrimonio del Museo.
Por eso, éstas tareas
pertinentes a una Semiótica Indicial son tareas que estoy proponiendo a la
reflexión de quienes se interesen en la investigación acerca del Museo y que
sería importante explorar empíricamente en distintos ámbitos, con distintas
tradiciones culturales, ya que permitirían explicar la dispersión de los
problemas de comunicación de Museos distintos, vinculados a distintas
comunidades de visitantes posibles.
26. Semiótica Indicial:
concepto y variantes del Signo Indicial
Aprovechando los distintos
aspectos que han ido surgiendo, en los precedentes apartados, acerca de los
rasgos pertinentes al diseño de una Semiótica Indicial, creo que
disponemos de los fundamentos elementales y necesarios para proponer y
desarrollar, ordenada y enriquecidamente, las características identificatorias
del Signo Indicial, que han venido siendo esbozadas.
Sigo, como lo he hecho
anteriormente respecto del propio Signo Indicial y, en especial, con respecto
al Signo Icónico (en Magariños de Morentin, 2000), la estructura conceptual de
la que se considera la más completa, simple y difundida definición del Signo
(pertinente a una Semiótica General), la de C. P. 2. 228, de entre las elaboradas
por Peirce (de ellas, 76 las registra Robert Marty, 1996)
I/ El Signo Indicial es
algo: un existente, o sea:
1/ un objeto o
2/ un comportamiento
II/ que está en alguna relación:
se lo propone (en cuanto Semiosis Sustituyente) como representación:
1/ indicativa
2/ o designativa
III/ respecto de (otro)
algo: su objeto o fundamento, respecto del cual
(A) si la relación es indicativa,
podrá tener el carácter de:
1/ señal (si
lo anticipa),
2/ indicio (si lo
recupera) o
3/ síntoma (si son
simultáneos)
(B) si la relación es designativa,
podrá tener el carácter de:
4/ objeto único (que
se representa a sí mismo),
5/ prototipo (que
representa a los demás de su propio conjunto) o
6/ réplica (que
actualiza una posibilidad emergente de un sistema virtual)
IV/ para alguien: el
que lo interpreta (en cualquiera de los dos casos: como Representación
Indicativa o Designativa), atribuyéndole (en cuanto Semiosis Sustituida y,
por tanto, como nuevo signo en la mente del intérprete) una calidad de:
1/ icono (en
cuanto valor formal),
2/ índice (en cuanto
valor existencial) o
3/ símbolo (en
cuanto valor convencional o normativo).
Hasta aquí la derivación de
la definición peirceana de Signo, para construir, específicamente, al Signo
Indicial
La pretensión de este esquema
es que, desde una Semiótica Indicial, la propuesta de identificar a determinado
Signo como un Índice será válida si puede encuadrarse en sus categorías,
permitiendo identificar, en el proceso de producción de su eficacia
significativa, cada una de las sucesivas relaciones en él registradas.
De este modo, puede servir
como instrumento de falsación, o sea, permitiría demostrar que la propuesta (de
Signo Indicial) formulada sería falsa, si fuera posible encontrar un signo
existencial (o sea, un Objeto o un Comportamiento en situación de Semiosis
Sustituyente) que no contenga ninguna o alguna de las relaciones identificadas
en dicho esquema.
Pero el esquema propuesto
también sirve para evidenciar el proceso mental y las características
cognitivas de cada una de sus etapas, cuando se pretende atribuir significado a
algo mediante objetos o comportamientos, o sea, describir rigurosamente esas
situaciones en las cuales los objetos o los comportamientos son eficaces para
que algo adquiera, en la mente de quien los interprete, un determinado
significado.
Lo que ahora paso a hacer, muy someramente, es proporcionar los recorridos de cada una de las combinatorias posibles, correspondientes a cada una de las variantes establecidas en la definición, aprovechando para evidenciar que se trata de 36 variantes de Signos Indiciales posibles. De todos los casos, iré proponiendo también los correspondientes ejemplos. Irán precedidos por la identificación numérica de cada variante y por (a) la descripción técnico-semiótica de esa variante; (b) por la descripción empírica de las relaciones existenciales que componen la presencia social de la variante correspondiente; y (c), finalmente, propondré el ejemplo (uno entre los innumerables) en el que se me ocurre que se materializan todos los rasgos pertinentes a la variable en estudio (cuando alguna vez digo "y, por supuesto,...", me estoy refiriendo a algún ejemplo que ya he utilizado en apartados anteriores).
(Ver Esquemas 1, 2 y 3)
1: I/ 1; II/ 1; III/ 1; IV/ 1 = (a) Un objeto indicativo como señal icónica; (b) algo que aparece en un lugar anticipando una forma que va a sobrevenir; (c) un lápiz labial anticipa el color sobre los labios de alguien.
2: I/ 1; II/ 1; III/ 1; IV/ 2 = (a) Un objeto indicativo como señal indicial; (b) algo que aparece en un lugar anticipando una existencia que va a sobrevenir; (c) un arma de fuego anticipa la producción de un orificio en un blanco u objetivo; y, por supuesto, las nubes que, eventualmente, anticipan la lluvia.
3: I/ 1; II/ 1; III/ 1; IV/ 3 = (a) Un objeto indicativo como señal simbólica; (b) algo que aparece en un lugar anticipando un valor que va a sobrevenir; (c) un traje de novia, en el taller de la modista, anticipa una unión matrimonial.
4: I/ 1; II/ 1; III/ 2; IV/ 1 = (a) Un objeto indicativo como indicio icónico; (b) algo que aparece en un lugar recuperando una forma que ya no está; (c) una fotografía recupera el rostro de un ausente (o de un presente, en otro momento pasado).
5: I/ 1; II/ 1; III/ 2; IV/ 2 = (a) Un objeto indicativo como indicio indicial; (b) algo que aparece en un lugar recuperando un existente que ya no está; (c) un cigarrillo que ha sido apagado recupera la presencia de un fumador; y, por supuesto, la huella del pie, en la arena, recupera el pie de alguien que pasó por allí.
6: I/ 1; II/ 1; III/ 2; IV/ 3 = (a) Un objeto indicativo como indicio simbólico; (b) algo que aparece en un lugar recuperando un valor que ya no está; (c) un buen traje deshilachado, usado por alguien, recupera los tiempos de bonanza en que se lo usó nuevo.
7: I/ 1; II/ 1; III/ 3; IV/ 1 = (a) Un objeto indicativo como síntoma icónico; (b) algo que aparece en un lugar evidenciando una forma contemporánea; (c) una trasmisión televisiva "en vivo" evidencia cómo "luce", en ese momento, el rostro de un personaje.
8: I/ 1; II/ 1; III/ 3; IV/ 2 = (a) Un objeto indicativo como síntoma indicial; (b) algo que aparece en un lugar evidenciando un existente contemporáneo; (c) la lamparilla encendida sobre la puerta de un estudio de radio evidencia que, dentro del estudio, se está trasmitiendo; y, por supuesto, el humo, que se ve por encima de un muro y que evidencia la existencia de fuego.
9: I/ 1; II/ 1; III/ 3; IV/ 3 = (a) Un objeto indicativo como síntoma simbólico; (b) algo que aparece en un lugar evidenciando un valor contemporáneo; (c) la estrella de David o la media luna o la cruz, etc., en lo alto de un edificio evidencia que se trata de un lugar religioso.
Obsérvese que, a partir de
aquí (para los Objetos), se pasa de la Relación Indicativa ("II/1") a
la Relación Designativa ("II/2"), por lo cual también sus variantes
pasan de ser ("III") (1) Señal, (2) Indicio o (3) Síntoma (que son Relaciones
Indicativas) a ser ("III/4") Objeto Único, luego ("III/5")
Prototipo, y finalmente ("III/6") Réplica (que son Relaciones
específicamente Designativas), cada una con su posibilidad de ser interpretada
como ("IV") (1) Icono, (2) Índice o (3) Símbolo.
10: I/ 1; II/ 2; III/ 4; IV/ 1 = (a) Un objeto designativo como objeto único icónico; (b) algo que aparece en un lugar representándose a sí mismo en cuanto forma; (c) una pirámide egipcia se muestra a sí misma como siendo esa forma que se ve en las postales turísticas; o bien el rostro de un político cuando lo reconocemos en presencia, por haberlo visto en los medios.
11: I/ 1; II/ 2; III/ 4; IV/ 2 = (a) Un objeto designativo como objeto único indicial; (b) algo que aparece en un lugar representándose a sí mismo en cuanto existente; (c) la voz de alguien que permite individualizarlo inequívocamente.
12: I/ 1; II/ 2; III/ 4; IV/ 3 = (a) Un objeto designativo como objeto único simbólico; (b) algo que aparece en un lugar representándose a sí mismo en cuanto valor; (c) El sillón de Rivadavia que representa la presidencia; y, por supuesto, la espada de San Martín.
13: I/ 1; II/ 2; III/ 5; IV/ 1 = (a) Un objeto designativo como prototipo icónico; (b) algo que aparece en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto formas; (c) un automóvil en una exposición que nos muestra cómo son los restantes automóviles de esa marca y modelo; y, por supuesto ,una moneda de un maravedí que nos muestra cómo eran las monedas de un maravedí.
14: I/ 1; II/ 2; III/ 5; IV/ 2 = (a) Un objeto designativo como prototipo indicial; (b) algo que aparece en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto existentes; (c) un cráneo representa la osamenta de un tipo de cabezas.
15: I/ 1; II/ 2; III/ 5; IV/ 3 = (a) Un objeto designativo como prototipo simbólico; (b) algo que aparece en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto valores; (c) un billete de banco en circulación representa el mismo valor económico que los restantes de su misma designación.
16: I/ 1; II/ 2; III/ 6; IV/ 1 = (a) Un objeto designativo como réplica icónica; (b) algo que aparece en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenece en cuanto formas; (c) el mismo billete de banco del ejemplo anterior, visto como una de las variantes, diferencial e identificable, de los diversos diseños de billetes que circulan.
17: I/ 1; II/ 2; III/ 6; IV/ 2 = (a) Un objeto designativo como réplica indicial; (b) algo que aparece en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenece en cuanto existentes; (c) un medicamento, en una farmacia, como alternativa posible junto a otros de la misma o semejante eficacia.
18: I/ 1; II/ 2; III/ 6; IV/ 3 = (a) Un objeto designativo como réplica simbólica; (b) algo que aparece en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenece en cuanto valores; (c) un receptáculo como fracción posible de un sistema de medidas de capacidad por litros o galones, etc.
A partir de aquí, comienza
la primera de una secuencia de otras 18 posibilidades semejantes a las
anteriores, sólo que a partir de un algo inicial consistente, ya no en
un ("I/1") Objeto, sino en un ("I/2") Comportamiento.
19: I/ 2; II/ 1; III/ 1; IV/ 1 = (a) Un comportamiento indicativo como señal icónica; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar anticipando una forma que va a sobrevenir; (c) la tarea de un dibujante dibujando, que indica que va a poder verse un dibujo.
ESQUEMA (1)
II (en
alguna relación) CONSIDERADO COMO REPRESENTACIÓN: 1.
INDICATIVA 2.
DESIGNATIVA |
|
I (Algo)
1.
UN OBJETO 2.
UN COMPORTAMIENTO |
III (respecto de otro algo: su Objeto o Fundamento) si la representación es INDICATIVA
será:
1.
SEÑAL 2.
INDICIO 3.
SÍNTOMA si la representación es DESIGNATIVA
será: 1.
OBJETO ÚNICO 2.
PROTOTIPO 3.
RÉPLICA |
IV (para
alguien) QUE LO INTERPRETA ATRIBUYÉNDOLE LA CALIDAD
DE: 1.
ICONO 2.
ÍNDICE 3.
SÍMBOLO |
ESQUEMA (2)
I.1 OBJETO |
|
II.1 En relación INDICATIVA |
II.2 En relación DESIGNATIVA |
III. Tendrá el carácter de: 1. SEÑAL IV. A la que se interpreta como: 1. ICONO 2. ÍNDICE 3. SÍMBOLO |
III. Tendrá el carácter de: 1. OBJETO ÚNICO IV. Al que se interpreta como: 1. ICONO 2. ÍNDICE 3. SÍMBOLO |
III. Tendrá el carácter de: 2. INDICIO IV. Al que se interpreta como: 1. ICONO 2. ÍNDICE 3. SÍMBOLO |
III. Tendrá el carácter de: 2. PROTOTIPO IV. Al que se interpreta como: 1. ICONO 2. ÍNDICE 3. SÍMBOLO |
III. Tendrá el carácter de: 3. SÍNTOMA IV. Al que se interpreta como: 1. ICONO 2. ÍNDICE 3. SÍMBOLO |
III. Tendrá el carácter de: 3. RÉPLICA IV. Al que se interpreta como: 1. ICONO 2. ÍNDICE 3. SÍMBOLO |
ESQUEMA (3)
I.2 COMPORTAMIENTO |
|
II.1 En relación INDICATIVA |
II.2 En relación DESIGNATIVA |
III. Tendrá el carácter de: 1. SEÑAL IV. A la que se interpreta como: 1. ICONO 2. ÍNDICE 3. SÍMBOLO |
III. Tendrá el carácter de: 1. OBJETO ÚNICO IV. Al que se interpreta como: 1. ICONO 2. ÍNDICE 3. SÍMBOLO |
III. Tendrá el carácter de: 2. INDICIO IV. Al que se interpreta como: 1. ICONO 2. ÍNDICE 3. SÍMBOLO |
III. Tendrá el carácter de: 2. PROTOTIPO IV. Al que se interpreta como: 1. ICONO 2. ÍNDICE 3. SÍMBOLO |
III. Tendrá el carácter de: 3. SÍNTOMA IV. Al que se interpreta como: 1. ICONO 2. ÍNDICE 3. SÍMBOLO |
III. Tendrá el carácter de: 3. RÉPLICA IV. Al que se interpreta como: 1. ICONO 2. ÍNDICE 3. SÍMBOLO |
20: I/ 2; II/ 1; III/ 1; IV/ 2 = (a) Un comportamiento indicativo como señal indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar anticipando un existente que va a sobrevenir; (c) la tarea de un albañil de la que resultará una pared.
21: I/ 2; II/ 1; III/ 1; IV/ 3 = (a) Un comportamiento indicativo como señal simbólica; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar anticipando un valor que va a sobrevenir; (c) el trabajo de un empleado por el que le corresponderá recibir un salario.
22: I/ 2; II/ 1; III/ 2; IV/ 1 = (a) Un comportamiento indicativo como indicio icónico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar recuperando una forma que ya no está; (c) mirarse en el espejo buscando lo que queda de la cara que se tenía hace 20 años.
23: I/ 2; II/ 1; III/ 2; IV/ 2 = (a) Un comportamiento indicativo como indicio indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar recuperando un existente que ya no está; (c) un gesto que alguien ejecuta automáticamente, reproduciendo el que hacía cuando el que lo hace tenía un gato como destinatario del gesto.
24: I/ 2; II/ 1; III/ 2; IV/ 3 = (a) Un comportamiento indicativo como indicio simbólico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar recuperando un valor que ya no está; (c) usar traje y corbata para dar clase como jerarquización de la tarea docente.
25: I/ 2; II/ 1; III/ 3; IV/ 1 = (a) Un comportamiento indicativo como síntoma icónico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar evidenciando una forma contemporánea; (c) usar colores de ropa que armonicen con los ojos azules de quien la usa.
26: I/ 2; II/ 1; III/ 3; IV/ 2 = (a) Un comportamiento indicativo como síntoma indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar evidenciando un existente contemporáneo; (c) el temblor como demostración de miedo.
27: I/ 2; II/ 1; III/ 3; IV/ 3 = (a) Un comportamiento indicativo como síntoma simbólico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar evidenciando un valor contemporáneo; (c) actitudes obedientes como reconocimiento de la autoridad de otro.
28: I/ 2; II/ 2; III/ 4; IV/ 1 = (a) Un comportamiento designativo como objeto único icónico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representándose a sí mismas como formas; (c) el canto de Kiri Te Kanawa disfrutado por las cualidades que le son propias.
29: I/ 2; II/ 2; III/ 4; IV/ 2 = (a) Un comportamiento designativo como objeto único indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representándose a sí mismas como existentes; (c) el viaje de Cristóbal Colón, que lo representa en cuanto sólo fue capitaneado por él.
30: I/ 2; II/ 2; III/ 4; IV/ 3 = (a) Un comportamiento designativo como objeto único simbólico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representándose a sí mismas como valores; (c) el manejo arbitrario de operaciones financieras representan el concreto poderío político-económico de determinado Banco.
31: I/ 2; II/ 2; III/ 5; IV/ 1 = (a) Un comportamiento designativo como prototipo icónico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto formas; (c) las actitudes que aprende un clérigo para ser visto por la sociedad como clérigo.
32: I/ 2; II/ 2; III/ 5; IV/ 2 = (a) Un comportamiento designativo como prototipo indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto existentes; (c) fumar un cigarrillo tras otro permite identificar a un fumador compulsivo.
33: I/ 2; II/ 2; III/ 5; IV/ 3 = (a) Un comportamiento designativo como prototipo simbólico; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a los restantes de su dominio en cuanto valores; (c) el modo de manejar los cubiertos permite identificar la educación de una persona.
34: I/ 2; II/ 2; III/ 6; IV/ 1 = (a) Un comportamiento designativo como réplica icónica; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenecen en cuanto formas; (c) los gestos y actitudes corporales que selecciona un mimo para representar a un ebrio.
35: I/ 2; II/ 2; III/ 6; IV/ 2 = (a) Un comportamiento designativo como réplica indicial; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a alguna de las posibilidades del sistema al que pertenecen en cuanto existentes; (c) los movimiento de un cirujano mientras opera provienen del aprendizaje de la práctica de la cirugía.
36: I/ 2; II/ 2; III/ 6; IV/ 3 = (a) Un comportamiento designativo como réplica simbólica; (b) determinadas acciones que se producen en un lugar representando a algunas de las posibilidades del sistema al que pertenecen en cuanto valores; (c) gastar mucho "ad exhibendum".
II.
Algunos temas complementarios
27. Semiosis
Sustituyente, Semiosis Sustituida y significación. Aproximación desde el tema de
la Semiótica Indicial
No creo que sea posible
utilizar el término "significación" como sinónimo ni de
"Semiosis Sustituyente", ni de "Semiosis Sustituida".
La diferencia fundamental
consiste en que "la significación" (o, incluso, "el
significado", con los matices que tienen de diferentes ambos términos,
según los autores o las corrientes) es el producto, mientras que el par
"Semiosis Sustituyente" y "Semiosis Sustituida" designa los
dos polos de la actividad semiotizante; o sea, podría decirse que el primero de
ellos designa al agente y el segundo al paciente. Dicho de otra manera,
"Semiosis Sustituyente" designa el instrumento con el que
se pretende producir determinado significado, mientras que "Semiosis
Sustituida" designa al objeto o fenómeno sobre el que actúa aquel
instrumento y en el que habrá de manifestarse el resultado de la operación que
ese instrumento permite realizar, al adquirir un determinado significado.
Por lo general es fácil
identificar estos que he llamado "polos de la actividad semiotizante";
pero no siempre es así. En mi reciente estadía en la Universidad Nacional de
Jujuy, en el extremo norte de la Argentina, surgió una pregunta, vinculada a
los problemas económicos de esa provincia, formulada aproximadamente en estos
términos: "¿Cuál es la Semiosis Sustituyente que construye la
significación de los cortes de ruta o las actividades de los que se conocen
como piqueteros (ver, sobre este tema, los apartados 1, 7, 8, 17 y 28)?"
El tema es importante,
porque toda investigación semiótica trata de explicar el significado de un
fenómeno social, teniendo especialmente en cuenta que se entiende por
"social" a aquel fenómeno que esta representado/ interpretado en
alguna semiosis social. Corresponde advertir que no existe ningún fenómeno
virgen, o sea, no interpretado, pero advirtiendo también que la tarea del
semiólogo excluye una intervención directa en el fenómeno, cuya posibilidad es
siempre una falacia metafísica, sino que exige una intervención en los
discursos (o semiosis, en general) con los que se construye su significación.
Hay que tener en cuenta que
"piqueteros" es la designación popular con que se conoce a los
participantes en piquetes o grupos de gentes que interrumpen el tránsito, por
lo general en carreteras o rutas, pero también en avenidas y calles, con la
finalidad de protestar por alguna situación urgente que no parece ser atendida
por el Gobierno, como la falta de trabajo o el largo atraso en el pago de
salarios de los empleados públicos.
Aquí, el interés de la
pregunta consistió en que permitió advertir la existencia de una serie de
niveles escalonados o interdependientes, en lo que se refiere al recorrido de
las distintas Semiosis Sustituyentes que intervenían para darle determinado
significado a diversas Semiosis Sustituidas que estaban involucradas en el
planteo de la situación semiótica.
Lo más contundente, creo
que fue poder constatar que el conjunto de comportamientos correspondientes a
los cortes de ruta o a las actividades de los piqueteros, no era el fenómeno
social que se semantizaba, sino que constituían una Semiosis Sustituyente que
buscaba atribuir determinado significado a la falta de trabajo o al largo
atraso en el pago de salarios. Por consiguiente, los cortes de ruta y las
actividades de los piqueteros constituían una Semiosis Sustituyente que se
estaba utilizando como instrumento semiótico capaz de conferir una específica
significación a una Semiosis Sustituida, que era, en definitiva, el fenómeno
social que se trataba de semantizar, consistente en la falta de trabajo o el
largo atraso en el pago de salarios de los empleados públicos (concurrentemente
con otras Semiosis Sustituyentes que también compiten para construir el
significado de este último fenómeno).
Pero, como ya lo comenté en
alguna otra oportunidad, en semiótica nada es definitivamente y para siempre de
determinada manera. Las actividades de los piqueteros son, en principio, un
discurso o Semiosis Sustituyente que trata de darle determinado significado al
referente consistente en la falta de trabajo o Semiosis Sustituida. Pero, a su
vez, son una Semiosis Sustituida que aparece semantizada por los discursos o
Semiosis Sustituyentes de los políticos, sindicalistas, conductores de
vehículos que ven impedido su tránsito y el de los propios participantes en los
cortes de ruta o el de cualquier otro que opinara al respecto.
O sea, el discurso social
se integra con distintos niveles semióticos interrelacionados y constituyentes,
todos ellos, del instrumento semantizador del fenómeno social; consistiendo
este último, en definitiva, en la falta de trabajo.
El otro aspecto interesante
es que estos distintos discursos, el del comportamiento y el de las opiniones
y discursos verbales no operan exactamente como una intervención
metalingüística de un lenguaje en otro lenguaje, sino como la intervención
de un lenguaje exterior al lenguaje en estudio (en cuanto intervención de
lo simbólico o verbal en lo indicial o comportamental y viceversa) lo que
implica una transformación de la eficacia interpretativa del lenguaje (exterior
o diferente) que se utiliza para atribuir significación al otro lenguaje
(Desclés, J. P. et Guentcheva Desclés, Z. 1977: 60-61). Pese al rechazo
emocional que ello puede provocar, la intervención de la policía o de la
gendarmería es la que constituiría un metalenguaje del corte de rutas (o quizá,
mejor, una metasemiosis) en cuanto se trataría de "semiosis" de las
mismas características semióticas que la de los piqueteros, las que en ambos
casos serían indiciales, o sea, comportamentales, y con la pretensión, en el
caso de esta última, de intervenir, modificándola, en la sintaxis de la
primera. Así pueden interpretarse las características diferenciales entre un debate
simbólico (de argumentación y crítica verbal) versus un debate indicial
(de represión y violencia).
Hasta aquí llego, como
aproximación al uso técnico de las expresiones "Semiosis
Sustituyente" y "Semiosis Sustituida" y a mi rechazo de que
puedan considerarse como sinónimas del término "significación".
28. La falacia del
lenguaje verbal como modelo necesario de toda Semiosis Sustituyente.
Aparentemente, se enfrenta
un dilema: determinados comportamientos (o todos, pero algunos más
contundentemente que otros) parece que podrían ser considerados, alternativa y
no conjuntamente, ya bien como referentes y, en cuanto tales, destinados a que
su significación resulte construida por alguna otra semiosis (preferentemente
la verbal, pero también la visual de las imágenes de tv, p.e.); ya bien como
Semiosis Sustituyentes y, en cuanto tales, productores de la significación de
alguna otra entidad (el trabajo, el salario, etc.), que así resultaría ser el
referente construido por esta semiosis comportamental.
El dilema surgiría si tuviéramos
que decidir entre una y otra posibilidad, o sea, si adoptar una exigiera,
necesaria y definitivamente, rechazar la otra. Pero ésta sería una perspectiva
positivista; desde la semiótica, como ya vimos, algo puede, en un momento
determinado, ser considerado como Semiosis Sustituida y, por lo tanto, exigir
al investigador que establezca cuál es la semiosis que construye su
significado; mientras que, en otro momento, ese mismo algo puede ser
considerado como Semiosis Sustituyente y, por lo tanto, exigir al investigador
que identifique la semiosis cuyo significado se está construyendo con ella. No
se trata de intervenir en el lábil campo de la subjetividad del analista ni en
el de las intenciones del autor, sino que, en cada caso, el investigador tiene que
encontrar respuesta a este par de preguntas (y probar que se trata de la
respuesta exigida por la pregunta):
1/¿Hay "algo"
cuyo significado resulta producido por alguna otra semiosis y cuál sería ese
"algo"? Entonces, es posible considerar a ese "algo"
como Semiosis Sustituida o, en otros términos, como Objeto Semiótico, e
incluso, en otros términos, como referente.
2/ ¿Hay "algo"
que resulte necesario para producir el significado de alguna otra semiosis y
cuál sería ese "algo"? Entonces, es posible considerar a ese
"algo" como Semiosis Sustituyente o, en otros términos, como signo, e
incluso, en otros términos, como discurso.
Creo que, hasta aquí, puede
haber bastante consenso. Desde la semiótica, algo puede ser en un momento el
instrumento para la producción del significado y, en otro momento, puede ser
algo que recibe de otro su significado. Ahora bien, el problema se replantea
desde otra perspectiva, en cuanto parecería comúnmente admitido que hay
determinadas semiosis que han sido vistas, histórica y predominantemente, como
Semiosis Sustituidas, o sea, como Objetos Semióticos, o sea, como
referentes; y lo que habitualmente se llama "comportamiento" sería
una de tales semiosis necesariamente sustituidas.
Hay, también, otras
determinadas semiosis que han sido vistas, histórica y predominantemente, como
Semiosis Sustituyentes,
o sea, como signos, o sea, como discursos. Y el habla es la más habitualmente
mencionada entre tales Semiosis Sustituyentes (otras son las imágenes
materiales visuales, la música, los lenguajes gestuales de los mudos, de los
mimos, etc.).
Entre estas últimas
semiosis, el lenguaje, verbal o escrito, se ha constituido en el modelo de
las Semiosis Sustituyentes. O sea, que ha llegado a considerarse que, si
algo pretende tener eficacia para construir el significado de otro algo, deberá
compartir las características fundamentales del lenguaje verbal o escrito.
Esto es una falacia, porque las características del
lenguaje verbal o escrito dependen de las características de la materia prima
que lo constituye: los sonidos fonéticos y, por tanto, su carácter discreto, su
secuencialidad, ser no-superponibles, su repetibilidad, su variabilidad formal
a partir de la transformación de rasgos mínimos, etc. , con todo lo cual se
construye su gramaticalidad específica.
Del mismo modo, las
características de cualquier otra semiosis, por ejemplo, visual o
comportamental, van a depender de las características de la materia prima que
la constituye. Así, respecto a las imágenes materiales visuales: su planaridad,
la admisibilidad de lo cromático, la simultaneidad de elementos formales
diferentes, sus amplios márgenes de variabilidad formal con mantenimiento de la
identidad, entre otras características. Y con respecto a las actitudes
comportamentales: su tridimensionalidad, la integración y desintegración de
unidades complejas por concurrencia o dispersión de unidades simples, su
movilidad necesaria, la constante producción de transformaciones físicas
perceptuales, etc. (en uno y otro caso, no pretendo establecer una taxonomía de
rasgos, sino formular una enunciación meramente ejemplificativa y
exploratoria).
Esta falacia de la
necesaria referencia modélica a las características del habla ha frenado y
tergiversado el desarrollo, por ejemplo, de las Semióticas de la Imagen Visual,
limitando su estudio a lo que pudiera surgir del trasplante
metafórico de operaciones metalingüísticas; ha frenado, por motivos
semejantes, el surgimiento y desarrollo de una Semiótica Indicial, tanto como
semiótica de los objetos, la que resulta imprescindible, por ejemplo, cuando se
pretende estudiarlos por su calidad representativa en cuanto exhibidos en un
museo; así como también, ha frenado el surgimiento y desarrollo de una
semiótica del comportamiento individual y/o grupal, la que resulta fundamental,
por ejemplo, cuando se pretende estudiarlos por su calidad representativa en
cuanto indicativos de acontecimientos o valores independientes de su carácter
de comportamientos, como son los de los "piqueteros" anteriormente
aludidos.
29. Desarrollos
peirceanos: Semiosis Sustituyente - Semiosis Sustituida - Objeto Semiótico
Regreso, aquí, a un tema
fundamentalmente peirceano, si bien en su comprensión intervienen algunas
reflexiones que son una transformación de las propuestas saussureanas. Pese a
la aparente antinomia, nunca he considerado que Saussure y Peirce hayan
elaborado concepciones incompatibles. Y como siempre, el tema que propongo (no
por primera vez, pero sí tratando de ir consolidándolo) está vinculado tanto a
su implementación como metodología de análisis en la explicación de la
producción, circulación y transformación de la significación, como a su
exploración en función de las distintas semiosis sociales vigentes en
determinada sociedad, sean éstas icónicas, indiciales o simbólicas.
Como hemos venido viendo,
suelen utilizarse, en semiótica, tres expresiones que no son intercambiables,
sino que cada una se refiere a un aspecto determinado de la interrelación
semiótica que produce el conocimiento e, incluso, a un estado determinado en el
progreso del signo hacia su eficacia específica. Son las expresiones "Semiosis
Sustituyente", "Semiosis Sustituida" y "Objeto
Semiótico". En especial, en esta oportunidad, quisiera proponer
algunas reflexiones acerca de la diferencia y proximidad entre las dos últimas
expresiones: "Semiosis Sustituida" y "Objeto
Semiótico".
Cierto que estas últimas no
tienen sentido sino es en función de la Semiosis Sustituyente en cuanto esta
semiosis es el instrumento operativo que, percibido sensorialmente e
interpretado desde alguna mente, da lugar a la producción de la Semiosis
Sustituida y del Objeto Semiótico.
Me interesa destacar el
carácter de instrumento operativo que le atribuyo a la Semiosis
Sustituyente. Puede ayudar a comprenderlo, tener en cuenta que la página que se
está leyendo es una Semiosis Sustituyente, como lo es una exhibición en un
museo o los objetos situados tras la vidriera (o escaparate) de un comercio,
etc. Son operativos porque construyen (y ésta es su operatividad) la idea y/o
el concepto y/o el significado de otra cosa y, por eso, son sustituyentes de
algo que es distinto de lo que se está percibiendo e interpretando.
Vamos a explorar hasta qué
punto puede ser metodológicamente útil y estar teóricamente bien fundamentado
considerar que el Objeto Semiótico es cualquier ente o fenómeno con el
significado que las Semiosis Sustituyentes que circularon en la sociedad en la
que cada intérprete vive le han atribuido; exactamente así, dicho en pasado, ya
que usaríamos "Objeto Semiótico" para referirnos a lo que sabemos
acerca de algo en algún momento en el que no estamos incrementando nuestro
conocimiento acerca de él, o sea, en un momento en el que no lo consideramos
como lo que está siendo sustituido por alguna Semiosis Sustituyente, sino que
ya lo ha sido históricamente. El Objeto Semiótico es cualquier objeto del mundo
tal como nos lo han enseñado a ver en determinado momento.
La utilidad metodológica de
diferenciar entre el Objeto Semiótico y la Semiosis Sustituida es que permite
identificar a esta última como lo nuevo que podemos conocer de ese objeto
porque estamos percibiendo una Semiosis Sustituyente que le añade algo, lo construye
de otro modo, transforma su significado de modo que ya no es el anterior sino
otro diferente. O sea, la Semiosis Sustituida es un nuevo modo de ver y de
interpretar al Objeto Semiótico; o sea, es cualquier objeto del mundo al que se
lo construye, se lo ve, se lo interpreta desde otra Semiosis Sustituyente que,
por tanto, le atribuye un nuevo significado.
Pero, ¿qué es lo que hace
que esa Semiosis Sustituyente sea otra y no ya aquella con la que
históricamente (aunque sea la historia que media entre el tiempo de lectura de
un párrafo y el del otro párrafo que le sigue, cuando el cambio justifica que
se hable de "historia") se había construido el significado de lo que
habíamos llegado a conocer? Esa alteridad de la Semiosis Sustituyente consiste,
de modo necesario y suficiente, en una transformación de la sintaxis con la que
se relacionaban los signos que constituían cada uno de los contextos (o
configuraciones o disposiciones) de la precedente (o de cada una de las
precedentes) Semiosis Sustituyente(s). Pero la sintaxis es la réplica o
materialización del valor del signo en su respectivo sistema, y este concepto
de "valor" es el que constituye en científica a la lingüística
saussureana.
Saussure no quiso entrar en
el estudio del habla; todo lo que, no obstante, después se desarrolló en la
pragmática. Por eso no estudia el cambio, sino la situación (una diacronía es
el resultado de la transformación identificable entre dos sincronías). Si
aceptamos la visión acerca del interpretante que propone Peirce (y en la que se
basa todo lo que vengo diciendo) podemos explicar el cambio, no sólo en el
sistema de signos desde el que se construye diferencialmente cada contexto de
Semiosis Sustituyente, sino en el significado que adquieren los fenómenos del
mundo (significado que los constituye a su vez en signos de algún sistema o de
alguna semiosis); en cuanto han adquirido los significados que les atribuyó
determinada Semiosis Sustituyente los podemos identificar como Objetos
Semióticos, o sea, fenómenos semantizados. En cuanto, por la eficacia de (la
sintaxis de) cada Semiosis Sustituyente, tales fenómenos del mundo modifican el
significado que tenían anteriormente y en cuanto el intérprete está elaborando
esa propuesta nueva de significado, al objeto que ese intérprete está
interpretando es al que podemos denominar "Semiosis Sustituida".
Ya sé que todavía quedan
aspectos por aclarar, pero voy a sintetizar lo dicho hasta aquí:
Una Semiosis
Sustituyente es un contexto de signos, vigente en determinada sociedad,
que, en virtud de la sintaxis que relaciona a los signos constitutivos de tal
contexto, se aplica a algo diferente de ella misma, atribuyéndole de ese modo
un determinado significado.
Un Objeto Semiótico
es una entidad o fenómeno del mundo que, en determinado momento de determinada
sociedad, ha adquirido un determinado significado por la acción eficaz de una
Semiosis Sustituyente que se lo atribuye, en la mente de determinado
intérprete.
Una Semiosis Sustituida
es el significado modificado de una entidad o fenómeno del mundo, que está
siendo producido por una Semiosis Sustituyente al constituirse en signo de esa
entidad o fenómeno del mundo. Toda Semiosis Sustituida está destinada
necesariamente a transformarse en un Objeto Semiótico, en cuanto ya queda
admitida como la significación (que ha entrado en la historia) de determinada
entidad o fenómeno del mundo; hasta que una nueva Semiosis Sustituyente sea
capaz de atribuirle un nuevo significado, con lo que se constituye en otra
Semiosis Sustituida que, en cuanto socialmente reproducible, pasa a ser un
Objeto Semiótico histórico hasta que una nueva Semiosis Sustituyente genere
otra Semiosis Sustituida en cuanto nuevo objeto de conocimiento para la mente
de un intérprete.
La base peirceana de esta
reflexión puede encontrase en la relativa correspondencia entre:
1/ Semiosis Sustituyente
e Interpretante Inmediato, en cuanto el esquema que actualiza al signo (o
conjunto de signos) en la mente del intérprete (o sea, su eficacia
representativa).
2/ Semiosis Sustituida e
Interpretante Dinámico, en cuanto el efecto efectivamente producido en la
mente por el signo (o sea, el nuevo significado).
3/ Objeto Semiótico e
Interpretante Normal (o Último o Final), en cuanto el efecto que se
producirá en la mente del intérprete por el signo, después de suficiente
desarrollo del pensamiento (o sea, el significado histórico).
30. Desarrollos
peirceanos: el interpretante comunicativo
Peirce, (citado por Marty,
R., 1990: n°33 Annexe A) en su definición del signo como "el medium para
la comunicación de una forma" construye el concepto de Interpretante
Comunicativo, que traduzco: "Está el Interpretante Intencional, que es
una determinación de la mente del emisor; el Interpretante Eficaz, que es una
determinación de la mente del intérprete; y el Interpretante Comunicativo o,
digamos, el Cominterpretante, que es una determinación de esa mente en la que
las mentes del emisor y del intérprete deben fundirse para que pueda tener
lugar una comunicación."
En la construcción de cada
uno de estos tres Interpretantes: Intencional, Eficaz y Comunicativo
(elaborados por Peirce, desde una perspectiva teórica diferente a la que le
condujo a los conceptos de Inmediato, Dinámico y Normal, que acabamos de ver en
el apartado anterior) utiliza el término "determinación", de
profunda raigambre hegeliana (con quien Peirce siempre mantuvo una dialéctica
relación de amor-odio), en cuanto concreción de ese aspecto de las mentes que
se refiere a la tarea conjunta de producción e interpretación, respectivamente,
de determinada Semiosis Sustituyente.
Un poco más me cuesta
admitir la tercera mente, esa "en la que las mentes del emisor y
del intérprete deben fundirse", porque en este contexto ya hablamos de una
entelequia en la que el término "mente" aporta su sentido metafórico,
en cuanto mente virtual: no pertenece a nadie en concreto, sino, como en
un diagrama de Venn, a la parte común a dos mentes (lo que no es una tercera
mente).
Y, prescindiendo de la
referencia a esta mente en la que las otras se funden, esto es lo que me parece
importante del concepto de interpretante comunicativo: cuando el interpretante
productor (designación que incluye al peirceano Interpretante Intencional)
generó su Semiosis Sustituyente, aplicó determinadas formas que tenía
disponibles y las aplicó según determinadas relaciones que también tenía
disponibles (aparte de otras formas y otras relaciones que también tenía
disponibles pero que no aplicó). Una parte de esas forma y de esas relaciones
que aplicó efectivamente deberá coincidir con las formas y las relaciones de
las que el interpretante intérprete (designación que incluye al
peirceano Interpretante Eficaz) dispone para aplicar a la interpretación de tal
Semiosis Sustituyente y está dispuesto a aplicarlas y las aplica efectivamente;
si no fuera así, no existiría un acuerdo mínimo para comunicarse acerca de algo
(el contrato simbólico implícito en todo acto de comunicación o lo que
la cita de Marty nos trae como interpretante comunicativo).
Pero el interpretante
intérprete dispone también de otras relaciones que puede aplicar para
relacionar las formas propuestas en la Semiosis Sustituyente y que no son las
que proyectó el interpretante productor, pero que tienen que ser posibles entre
las disponibilidades relacionales (la capacidad de contextualización)
ostentadas por determinada comunidad en determinado momento histórico, como
para que pueda utilizarlas alguno y cualquiera de sus integrantes. O sea, el
intérprete puede leer o percibir lo que le propone el autor del texto, imagen o
comportamiento, de un modo distinto a como ese autor suponía y esperaba que el
intérprete lo leyese o percibiese.
El interpretante intérprete
dispone, además, de otros términos que, posiblemente, hubiera preferido
encontrar en la Semiosis Sustituyente en lugar de encontrar los que aplicó el
interpretante productor, pero que tienen que ser posibles entre las
disponibilidades representacionales (otras designaciones con otra historia de
contextualización que les proporciona otra carga semántica) ostentadas por
determinada comunidad en determinado momento histórico, como para que pueda
utilizarlas alguno y cualquiera de sus integrantes. O sea, el intérprete
hubiera elaborado un texto, imagen o comportamiento utilizando otro
vocabulario, otras imágenes u otras actitudes diferentes a las que el autor del
texto, imagen y comportamiento eligió para elaborar el que propuso a la
percepción del intérprete.
EL conjunto compartido de
términos y relaciones es lo que establece el grado de comunicabilidad que se da
entre los dos interpretantes en función de una misma Semiosis Sustituyente
respectivamente producida e interpretada y tal es la utilización que hago de la
expresión interpretante comunicativo, que viene a resultar en el
cumplimiento concreto del imprescindible y ya aludido contrato simbólico. Ese
conjunto compartido se aproxima a los que M. Foucault denomina discursos
producidos a partir de una misma "formación discursiva" y a lo que
vengo identificando como Mundos Semióticos Posibles compartidos.
En la medida en que tales
términos y relaciones divergen, la producción de la Semiosis
Sustituyente y su interpretación también divergen. Es lo que constituye la
lucha política por instaurar una discursividad hegemónica (Foucault, M.,
1971; Pêcheux, M., 1975) lucha política destinada, a largo o corto plazo, al
fracaso en beneficio de la pluralidad ideológica: en una sociedad determinada y
en un momento determinado, el conjunto de los Mundos Semióticos Posibles está
caracterizado por su inconsistencia, o sea, por la vigencia de lo
contradictorio; o sea, si bien cada Mundo Semiótico Posible debe ser
consistente hacia su propio interior, también se requiere reconocer la
inconsistencia que afecta al conjunto de los Mundos Semióticos Posibles
simultáneamente vigentes en determinada sociedad y en determinado momento
histórico, lo que constituye la manifestación semiótica de la pluralidad
inherente a lo social.
Todo esto nos lleva, como
en un agregado relativamente marginal, a reflexionar sobre la pasividad del
representamen. Es como decir que las propuestas perceptuales (las Semiosis
Sustituyentes) no significan en sí mismas, sino que las hacen significativas
los interpretantes. En una tarea de investigación, en la que se está tratando
de explicar las características según las que se produce la significación de
determinado fenómeno social, es importante no caer en esta especie de animismo
de las formas significantes, cualquiera sea su calidad: icónica, indicial o
simbólica. Esto se manifiesta atribuyendo un "anima" a determinadas
entidades materiales (en nuestro caso, la página, el dibujo, la partitura o el
sonido musical, etc.) que asumirían la calidad de sujeto agente de los llamados
por Russell y Quine verbos de "actitudes proposicionales" (Quine,
1960: 150-156) o "de lengua" (como "dice" o
"habla" o "se expresa" o "propone", etc.; Sánchez
Márquez, 1982: #289) En este sentido, habría, por tanto, animismo en el
concepto peirceano de tercera mente o mente por fusión de mentes, como
acontecimiento cognitivo que dota de eficacia por sí misma al aspecto
comunicativo del representamen, lo que lo lleva a Peirce a designarlo como
"interpretante comunicativo". Un discurso, la página de un libro, una
imagen, una pieza musical, una reunión de personas interrumpiendo el tránsito
en la vía pública, etc., no "hablan", no son "elocuentes",
no "dicen" nada por sí mismas (por más que su habitualidad, en
determinada cultura, atribuya ya una interpretación a su mera presencia); en
definitiva, por sí mismas, no significan. Lo que tiene capacidad para
significar algo, o sea, para hacer significativo a algo, es el interpretante
que lo produce y/o el que lo interpreta. O sea, sin interpretante no hay
significado; ahora bien, en lo que interviene el interpretante todo es
significativo.
31. El conocimiento
semiótico
En el Tema Complementario
29, trataba de aportar algunos elementos más acerca de las relaciones entre la
"Semiosis Sustituyente", la "Semiosis Sustituida" y el "Objeto
Semiótico". Con esto apuntaba (1) a identificar con mayor claridad cuál es
el conocimiento que puede esperarse como resultado de una
investigación realizada con metodología semiótica y, por tanto, (2) también
permitiría comprender mejor cuál es la estructura y la formulación adecuada
de una hipótesis en un Proyecto de investigación semiótica. Me referiré
ahora, más detalladamente, a ambos aspectos.
1. En relación al conocimiento
que puede esperarse como resultado de una investigación realizada con
metodología semiótica, dicho conocimiento estará referido a cómo y mediante qué
instrumentos se ha producido la actualización del significado de determinado
fenómeno social, en un determinado momento de una determinada sociedad.
Todo fenómeno es social
porque todos los fenómenos de los que tiene conocimiento el hombre han estado representados
desde alguna Semiosis Sustituyente (discurso simbólico: verbal, matemático,
algorítmico, etc., y/o configuración visual y/o disposición de objetos o
comportamientos y/o etc.) que es el instrumento operativo que permite que ese
hombre ya haya interpretado al correspondiente fenómeno (o sea, no se lo
interpreta por observación inmediata del fenómeno, sino por su observación mediada
por alguna Semiosis Sustituyente que lo representa), atribuyéndole significado,
o sea, conociéndolo, o sea, constituyéndolo en el Objeto Semiótico que tal
Semiosis Sustituyente o conjunto de Semiosis Sustituyentes había(n) producido.
En cada propuesta de una nueva Semiosis Sustituyente, si ésta efectivamente es
nueva, el aporte significativo hará que el intérprete considere al fenómeno
representado, no ya como un Objeto Semiótico conocido (histórico), sino como
una Semiosis Sustituida diferente, directamente vinculada a alguna nueva
Semiosis Sustituyente, o sea, como un fenómeno original. Y también la
investigación semiótica es la que posee los instrumentos necesarios y adecuados
para establecer si se han dado o no esas nuevas relaciones (que pueden llegar a
constituir una superación, en sentido dialéctico, de las anteriores
Semiosis Sustituyentes) y, por tanto, si se da el caso o no de que, con
respecto al fenómeno en estudio, se haya construido o no esa nueva Semiosis
Sustituida.
Como ejemplo, puede decirse
que en cada discurso político, al hablar el político de la justicia, del
trabajo, de la pobreza, de las inversiones, de la deuda, etc., etc., se está
constituyendo a esos fenómenos en sociales, o sea, en Objetos Semióticos.
En el plural panorama de los discursos políticos, cada discurso político, en
cuanto particular Semiosis Sustituyente de cada uno de aquellos fenómenos,
construye de un modo diferente a esos Objetos Semióticos. El intento que hace
cada político para que la comunidad interprete de modo específico y diferencial
su propio discurso, se materializa en establecer relaciones sintácticas
diferentes al situar en su discurso a cada uno de tales signos lingüísticos
("pobreza", "justicia", "trabajo", "deuda",
etc.), de modo que el intérprete construya relaciones semánticas diferentes
(respecto al uso de esos mismos signos por otro político), o sea, que la
comunidad perciba como Semiosis Sustituidas y, por tanto, originales, a
tales aspectos del acontecer social y, por supuesto, de modo afín a como
determinado sector de la comunidad (lo más amplio posible, a efectos
electorales) los construiría. Esto último no es un enigma, sino que puede
conocerse (al discurso político no emitido por la comunidad, pero emitible por
ella, en cuanto positivamente interpretable) mediante el análisis semiótico
del discurso cotidiano (en el que se habla de los mismos fenómenos de los
que habla el político) de diversos integrantes de la comunidad en estudio;
análisis semiótico que mostrará las relaciones sintácticas diferenciales con
las que esos integrantes de la comunidad construyen las relaciones semánticas
diferenciales que considerarían aceptables cuando se habla de esos aspectos del
quehacer social (justicia, trabajo, pobreza, deuda, desarrollo, etc.). En
definitiva, cada político construye su discurso (o desearía construirlo) como
una réplica de los discursos sociales vigentes y no emitidos, pero emitibles
(políticamente) que (y aquí se produce la necesaria decisión del político) ya
bien construyen relaciones sintácticas afines a las que el político desea
proponer para que surjan las relaciones semánticas afines con su propia
ideología (discurso emitido desde determinada plataforma política), o que ya
bien construyan las relaciones sintácticas (la "manière de parler",
Marandin, 1979: 51-52 y 57-84) más difundidas, de las que se sabe que surgirán
las relaciones semánticas que encontrarán aceptabilidad en los sectores
mayoritarios de esa comunidad (discurso demagógico). Y todavía hay otra
posibilidad consistente en que sin importar las relaciones sintácticas del
discurso ni los significados emergentes de las relaciones semánticas así
construidas, el político actúe, se muestre y se comporte situándose a sí
mismo (como "persona" en el sentido griego de
"personaje") en un particular modo de ser visto como para
evocar sus actuaciones previas en determinado contexto, cuyas relaciones
sintácticas (el modo de comportarse) le confirieron un valor semántico
personal, a él como signo ya socialmente interpretado, con prescindencia
(total o parcial) de los valores semánticos que construya con su discurso
político. Tal es el caso de la persona (en cuanto signo indicial de una
Semiosis Sustituyente) que usa la sintaxis de su propia posición en el conjunto
de las relaciones sociales (como actor, artista, deportista, etc.) sabiendo que
ya ha sido positivamente interpretada como constructora de una semántica, o
sea, de un significado que resulta altamente aceptable por amplios (también
aquí se busca que sean lo más amplios posibles, por fines exclusivamente
electoralistas) sectores sociales. Todo lo anterior tiene muy semejante
desarrollo y aplicabilidad en el caso del discurso publicitario.
No se trata del mero gusto
de utilizar términos técnicos: Semiosis Sustituyente, Sustituida, Objeto Semiótico,
relaciones sintácticas, semánticas. Es que mediante la definición precisa de
tales términos, el análisis de la construcción del significado (por ejemplo, la
eficacia política o publicitaria de los distintos discursos) puede alcanzar una
mayor precisión, al proporcionar la explicación, no de cuál es el
significado verdadero de determinado fenómeno (que siempre será una
inferencia dogmático-ideológica; inferencia también explicable semióticamente,
en cuanto al proceso de su producción, pero no en cuanto al valor absoluto de
su verdad o falsedad), sino la explicación de cuál es la vigencia social
y de qué discursos provienen las distintas opciones que existen en
determinado momento de determinada sociedad para construir el significado de
determinados fenómenos.
La investigación semiótica
proporciona, por tanto, un conocimiento riguroso acerca de este proceso por
el cual determinado fenómeno adquiere determinado significado.
2. Con respecto a la
estructura y formulación adecuada de una hipótesis en un proyecto de
investigación semiótica, lo que se requiere es enunciar, lo más
concisamente posible, una conjetura (o abducción, que, como lo platea Peirce,
es lo que deberá probarse; de dónde la conveniencia de la concisión) acerca de
las relaciones semánticas que constituyen la capacidad que posee determinada
Semiosis Sustituyente, vigente en un momento determinado de determinada
sociedad, para construir determinado significado para determinado fenómeno
social.
La carga de la prueba recaerá
en la necesidad de evidenciar mediante qué relaciones sintácticas
establecidas entre qué entidades o signos se construyeron esas relaciones
semánticas. Éste aspecto analítico que parte de lo perceptual (la sintaxis)
para explicar lo conceptual (la semántica) es uno de los aspectos que le
confieren rigor y especificidad a una hipótesis, tal como requiere que se la
formule y se la pruebe en una determinada investigación en la que se utiliza la
metodología semiótica. Por supuesto, el conjunto de Semiosis Sustituyentes que
confluyen en la producción de tal significado (o sea, en la atribución de un
contenido semántico a determinado fenómeno) hace necesario ampliar el
conocimiento del funcionamiento de las distintas semiosis que pueden estar
vigentes en determinada sociedad: ello dará lugar, como simple esquema ya
conocido, a las semióticas icónicas, indiciales y simbólicas, sin que
sea suficiente con el manejo de las estructuras lingüísticas (que sólo son una
parte o variante de la semiótica simbólica).
También requiere reflexionar
sobre cierto ajuste a la noción del lenguaje como la facultad, natural al
hombre, de constituir un sistema de signos distintos que correspondan a ideas
distintas, según la expresión de los alumnos amanuenses de Saussure, ya que
tal facultad sería lo que estoy denominado en este trabajo "facultad
semiótica", que incluye pero no se limita al lenguaje verbal.
Una vez más y en
definitiva, el enunciado acerca de la facultad natural al hombre, de
constituir un sistema de signos distintos que corresponden a ideas distintas
es, desde esta perspectiva, la definición de la facultad semiótica y no se
reduce a ser la definición del lenguaje como facultad, sino que incluye al
lenguaje como uno más de los sistemas de signos distintos que corresponden a
ideas distintas.
Por esto mismo, prefiero la
concepción hjelmsleviana (como ya lo he manifestado en alguna oportunidad) que
incluye al lenguaje verbal en el universo de la semiótica, y rechazo la
concepción barthiana que reconduce todas las semióticas al lenguaje verbal, por
ser éste capaz de dar cuenta de todas las demás. Este "dar cuenta" se
refiere a producir una explicación, lo que bien puede ser la eficacia
específica de lo verbal en cuanto a su aptitud para la construcción de
conceptos, pero nunca alcanzará la posibilidad de producir la misma
significación, lo que depende de la especificidad de cada semiótica.
Considero, también, que
referirse a "procesos mentales" o a "procesos neurológicos"
es utilizar expresiones que tienen una mayor relación con y permiten una más
eficaz inclusión de los actuales conocimientos acerca del funcionamiento del
cerebro, que la saussureana expresión de "facultad natural al
hombre". No lo planteo como un mero dilema terminológico, sino como la
identificación de un espacio de reflexión conceptual en el que se vayan
explorando las nuevas hipótesis cognitivas. Así, puede decirse que la
semiótica, en singular, se refiere, de modo general, a los procesos
(naturales y evolutivos) neurológico-mentales, de producción de signos que
sustituyen o representan ideas distintas.
Por su parte, las
semióticas, en plural, se refieren, específicamente, a los procesos
(naturales y evolutivos) neurológico-mentales de producción de distintas clases
de signos que sustituyen o representan, de modos diferentes, a ideas distintas.
Desde otra perspectiva, con
la designación de "semiosis sociales" se están
designando las diversas realizaciones históricas de tales semióticas.
En cambio, desde una
tercera perspectiva, hay que tener en cuenta que también se habla de "semiótica"
como de la disciplina teórica que da cuenta del proceso de producción,
interpretación y transformación del significado de los fenómenos sociales.
Otro aspecto a considerar
es que ninguna semiosis es autosuficiente para su interpretación; ni
para producir, ni para explicar el correspondiente proceso de interpretación.
Así pues, para interpretar las Semiosis Sustituyentes de naturaleza verbal, se
deberá disponer, en la memoria, de atractores icónicos e indiciales, además de
los específicamente simbólico-verbales. Y la misma reflexión, mutatis mutandis,
será aplicable a las restantes semiosis. Por eso, argumentar que se requiere la
mediación de la acción del lenguaje como determinante de la naturaleza
de las semióticas icónicas e indiciales, no es más ni menos válido, pero en
modo alguno determinante, que argumentar que se requiere la mediación de la
acción de las semióticas icónicas e indiciales como determinante de la
naturaleza del lenguaje verbal; ninguna semiosis determina la naturaleza de
otra, pero todas confluyen en su interpretación.
Por todo esto, la
hipótesis, en una investigación en la que se aplique la metodología
semiótica, consistirá en una anticipación de la explicación acerca de los
procesos de producción de la significación de los fenómenos sociales, como
el resultado del funcionamiento de la facultad semiótica, tal como se puede
establecer que está constituida, en cuanto a las entidades y relaciones
disponibles, o sea, en cuanto a los plurales y competitivos Mundos Semióticos
Posibles vigentes, en un momento determinado de una sociedad determinada.
Todo esto lo digo desde mi
buen saber y entender y, errores aparte, considero que todo es discutible y
que, simplemente, vamos buscando la posibilidad de disponer de la Semiótica como
instrumento analítico que nos permita entender, cada vez un poco más, por
qué, cómo y cuál sea la significación de los fenómenos sociales, inmensamente
complejos para cada contemporaneidad.
32. Sobre los Mundos
Semióticos Posibles / 1
Voy a intentar ordenar un
poco el planteo del tema de los Mundos Semióticos Posibles (de ahora en
adelante, MSP; ver el párrafo con las referencias bibliográficas del apartado
5).
En primer lugar, llamo la
atención hacia el añadido de "semióticos", que no es
arbitrario, sino que pretende destacar que, en las tareas de producción y
análisis del significado de los Objetos Semióticos, los mundos posibles
adquieren una eficacia que depende de que hayan sido adecuadamente establecidas
sus características semióticas particulares. También, ese agregado pretende
acentuar el hecho del distanciamiento respecto de su ámbito de origen en la
lógica modal y su plena inclusión en el de la semiótica.
También conviene tener en
cuenta que la mayoría de los términos que voy a emplear requieren de una
definición explícita, ya que pueden ser interpretados polisémicamente. Se trata
de que, en este trabajo, se los lea unívocamente, o sea, con una única y determinada
significación, para hacer posible la comprensión de la propuesta y su eventual
discusión. No obstante, para no extenderme excesivamente, esas definiciones
explícitas las dejaré provisionalmente en suspenso, para trasmitir ahora una
idea intuitiva y general.
El esquema que propongo,
como organizador de la problemática de los MSP es el siguiente.
En la construcción del
significado de un Objeto Semiótico intervienen diferentes Semiosis
Sustituyentes.
En un momento dado de una
sociedad dada (o de un grupo social dado) es posible identificar las
semiosis desde las cuales recibe su interpretación el Objeto Semiótico en
estudio.
La construcción del
significado de un Objeto Semiótico se realiza mediante la producción de las
interpretaciones vigentes, o sea, mediante las Semiosis Sustituyentes que lo
interpretan.
Cada conjunto de
interpretaciones que, en un momento y en una sociedad determinada, construyen
la calidad semiótica de un Objeto Semiótico determinado (su visibilidad y
cognoscibilidad) constituyen un MSP de ese objeto.
La identificación de estos
MSPs (saber cuáles son), el conocimiento de sus reglas constructivas (saber
cómo funcionan) y la determinación de su vigencia social compartida y
contrastante (saber cuál es su eficacia), son los objetivos y, por
tanto, el encuadre de la problemática de toda investigación social en la que se
aplique la metodología semiótica.
Las Semiosis Sustituyentes
que intervienen en la atribución de "semioticidad" a un objeto
determinado (uso "objeto" en sentido amplio, abarcando entidades y
fenómenos de cualesquiera naturalezas) provienen de conjuntos semióticos
virtuales (sistemas lingüísticos, repertorios de imágenes, sonidos,
comportamientos, etc.) disponibles en determinado momento de determinada
sociedad, conjuntos a los que dichas Semiosis Sustituyentes actualizan.
Cada Semiosis Sustituyente
es un producto, perceptualmente identificable, constituido por determinada
selección en el conjunto de entidades semióticas virtuales y por determinada
selección en el repertorio de reglas semióticas, disponibles unas y otras en
ese momento de esa sociedad.
En otro momento de esa
misma sociedad (o grupo social), o en ese mismo momento de otra sociedad (o
grupo social), o en otro momento de otra sociedad (o grupo social), otras Semiosis
Sustituyentes podrían ser actualizadas por otros sujetos productores
(individuales o colectivos), para dar lugar a otras interpretaciones que
construirían otros Objetos Semióticos al aplicarse a la misma entidad, que ya
no sería la misma.
Tenemos, entonces:
1) el conjunto de las
Semiosis Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o
sea, que la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto
Semiótico), en un momento de una sociedad;
2) el conjunto de las
Semiosis Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o
sea, que la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto
Semiótico), en otro momento de esa misma sociedad;
3) el conjunto de las
Semiosis Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o
sea, que la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto
Semiótico), en ese mismo momento de otra sociedad;
4) el conjunto de las
Semiosis Sustituyentes que construyen la semioticidad de determinado entidad (o
sea, que la interpretan y, al interpretarla, la constituyen en Objeto
Semiótico), en otro momento de otra sociedad.
Cada uno de los conjuntos
señalados bajo 1, 2, 3 y 4 pueden ser (teóricamente) consistentes, completos
y decidibles (Sacristán, M., 1973: 47), o no.
Se entiende por conjunto
consistente aquel que no contiene una contradicción entre las
Semiosis Sustituyentes que lo constituyen.
Se entiende por conjunto
completo aquel que permite identificar a una determinada Semiosis
Sustituyente como producida o producible a partir de las reglas
inherentes a dicho conjunto.
Se entiende por conjunto
decidible aquel que permite establecer si una determinada Semiosis
Sustituyente le pertenece o no.
El conjunto de conjuntos,
resultante de intentar integrar cada uno de los conjuntos 1, 2, 3 y 4 con cada
uno y/o todos los conjuntos restantes, pueden ser, a su vez, (teóricamente) consistentes,
completos y decidibles, o no.
Siempre será posible, en
este conjunto de conjuntos, identificar, al menos, determinados subconjuntos de
Semiosis Sustituyentes que sean (teóricamente) consistentes, completos y
decidibles.
Cada conjunto o subconjunto
de las Semiosis Sustituyentes efectivamente aplicadas a la semiotización de
determinada entidad (o sea, que la interpretan y, así, la constituyen en Objeto
Semiótico) que sea (teóricamente) consistente, completo y decidible, es
lo que puede denominarse un MSP de esa entidad. O sea, un MSP es un
conjunto de interpretaciones que construyen un único y mismo Objeto Semiótico.
Cuando el conjunto o
subconjunto en estudio evidencia que existe/n inconsistencia/s,
incompletitud/es o indecidibilidad/es entre las Semiosis Sustituyentes que lo
integran, entonces pude decirse que no se está construyendo un mismo MSP, por
lo que, también puede decirse, que el Objeto Semiótico que aparece (por lo
general con el mismo "nombre" y/o "configuración" y/o
"3D") no es el mismo, o sea, que no se da una relación de
identidad entre las designaciones de tales Objetos Semióticos en los distintos
MSP en los que se registra su presencia.
Por el contrario, cuando
los MSP en los que se hace presente un determinado Objeto Semiótico pueden
agruparse en un conjunto del que pueda demostrarse que es consistente, completo
y decidible, entonces puede afirmarse que existe una relación de identidad entre
las diversas presencias del "nombre" y/o "configuración"
y/o "3D" del Objeto Semiótico en las diversas Semiosis Sustituyentes
en las que se registre su presencia.
33. Sobre los Mundos
Semióticos Posibles / 2
Para ir elaborando el
conjunto de operaciones que habrán de constituir los MSP, creo conveniente
proponer un concepto intuitivo, no técnico, que los describa y muestre la
eficacia que se pretende atribuirles, en el ámbito de la semiótica.
Los MSPs son constructos
que el analista elabora al intervenir en un determinado corpus de Semiosis
Sustituyentes. O sea, los MSPs proceden siempre y exclusivamente de las
Semiosis Sustituyentes.
Tentativamente, defino
un MSP como una representación que muestra las características
relacionales según las cuales determinada entidad se vincula con otras, en el
conjunto de contextos en los que efectivamente se registra su presencia (con
la dimensión que, en determinada investigación, se considere adecuada para tal
registro).
Cuando esta entidad sea un
signo lingüístico (o, en general, un símbolo) cada uno de tales contextos será
una definición contextual; cuando sea un signo gráfico (o, en general,
un icono) cada una de las configuraciones correspondientes será una definición
configurativa; cuando esta entidad sea un signo existencial (o, en general,
un índice) cada una de las disposiciones correspondientes será una definición
disposicional (ver apartado 22).
O sea, con un (1) MSP se
tiene una serie o listado constituido por una única entidad, que se
repite en cada línea de la serie o listado, y varios contextos (o
configuraciones o disposiciones) diferentes, cada uno constituido por cada
una de las líneas que el investigador haya ido agregando, durante la
recopilación de la información, a partir del análisis de la semiosis
sustituyente en estudio.
Por tanto, cada MSP está
constituido por múltiples definiciones contextuales y/o configuracionales
y/o disposicionales, todo ello referido a una única entidad (sólo icónica o
sólo indicial o sólo simbólica o transfiriéndose de una a otra de estas
categorías semióticas; transferencia hipotética, ya que habrá que probar que la
entidad ha permanecido con la misma identidad).
En el conjunto constituido
por un (1) MSP es posible identificar las relaciones de cada entidad
única con los contextos y/o configuraciones y/o disposiciones que la incluyen.
El subconjunto de estas relaciones respecto de una única entidad constituirá la
identificación de la entidad en estudio. O sea, identificar las relaciones
es la operación semiótica que permite identificar la entidad que se relaciona
y no a la inversa.
Este subconjunto de
relaciones mostrará similitudes e, incluso, diferencias que, mientras no
perturben sus exigencias de consistencia, completitud y decidibilidad (ya
definidas nocionalmente en el apartado anterior), podrá afirmarse que se está
ante un sólo y mismo MSP.
Mientras se esté ante un
sólo y mismo MSP podrá afirmarse que, desde las Semiosis Sustituyentes
analizadas, se está construyendo un universo de significaciones en el cual, la
significación correspondiente a la entidad en estudio se mantiene como idéntica
a sí misma. Por ello, también puede decirse que la propuesta, circulación e
interpretación de esas Semiosis Sustituyentes identifican a un grupo social
relativamente homogéneo, con prescindencia de las variaciones sociales,
culturales, económicas, etc. que pudieran haberse registrado desde una
caracterización positivista. Desde el punto de vista que aquí sostengo, un
grupo social se identifica por su capacidad para generar una cantidad
indefinida de Semiosis Sustituyentes en las que se atribuye la misma
significación a la misma entidad, al hacerla aparecer situada en tales Semiosis
Sustituyentes y participante en las mismas u homogéneas relaciones.
También podrá decirse que,
cuando el subconjunto de relaciones muestre diferencias que perturben las
exigencias de consistencia, completitud y decidibilidad de dicho subconjunto,
se estará ante tantos MSPs como sub-subconjuntos puedan reconocerse que
cumplan, cada uno hacia su propia interioridad, con las correspondientes
exigencias de consistencia, completitud y decidibilidad.
Cada uno de estos últimos
constituye, por tanto, un MSP diferente, en el cual la entidad en estudio
encuentra su lugar, pero no siendo ya la misma, sino habiéndose
transformado en la medida en que se transforman las relaciones que mantiene con
las restantes entidades de cada Semiosis Sustituyente, por lo que habrá resultado
ser otra.
Así puede llegar a
constatarse, cuando se da esta última situación (lo que es prácticamente
universal, salvo en algunos de los grupos constituidos en función de la
adhesión a determinados postulados dogmáticos), que un grupo social
aparentemente coherente no lo es tanto o que tiene determinados aspectos en que
se disgrega, porque la construcción de los MSPs, efectivamente cumplida por tal
grupo, no es reconducible a la configuración de un único MSP consistente, completo
y decidible. Todo lo cual conduce a ratificar la pluralidad inherente a todo y
a cualquier grupo social.
El instrumento de los MSPs
servirá, por tanto, para demostrar la cohesión de grupos sociales efectivamente
vinculados por la atribución de identidad de significación, pese a su eventual dispersión
espacial, temporal, etaria, de género, ingreso o cultura. A la inversa,
también servirá para demostrar la disgregación de grupos sociales aparentemente
dotados de unidad espacial, temporal, etaria, de género, ingreso o
cultura, etc.; y, por supuesto, también servirá para demostrar la diferencia
de grupos sociales efectivamente dispersos y la semejanza de grupos
sociales efectivamente próximos.
Los MSPs servirán,
especularmente, para conocer los diferentes modos de interpretación,
efectivamente vigentes, de los que disponen los diversos grupos sociales
integrantes de determinada comunidad, ante la necesidad de producir
comunicaciones eficaces, como es el caso de los mensajes políticos,
publicitarios, pedagógicos, etc. O sea, son el instrumento específico para
conocer la identidad y la diferencia de los mundos construidos, que nunca serán
más que MSPs, a partir de las Semiosis Sustituyentes producidas en el interior
de un determinado grupo social.
34. Sobre los Mundos
Semióticos Posibles / 3
Continúo el trabajo sobre
precisiones terminológicas vinculadas al tema de los MSP.
Como resumen del apartado
anterior, en lo que se refiere a la Semiótica Verbal: el significado de un
término o expresión se mostrará mediante una red de definiciones contextuales
que registre las relaciones de contextualización a que dicho término o
expresión ha estado efectivamente sometido en el/los texto/s seleccionado/s (Magariños
de Morentin, 1998).
Así creo que se va llegando
a una expresión formal que estructure el diagrama de presentación, para su
lectura e interpretación, de los MSP. Yo la he denominado, por una parte "Redes
Secuenciales", en cuanto conjunto de definiciones contextuales que
provienen de un texto o de un conjunto de textos relativamente homogéneos; y,
por otra, "Redes Contrastantes", cuando muestran conjuntos de
definiciones contextuales consistentes hacia el interior de cada uno de ellos,
pero inconsistentes (en cuanto contradictorios) entre ellos; o sea, no
reunibles en un único conjunto consistente. Téngase presente que el buen logro
de una investigación sobre la construcción y vigencia de determinada
significación en determinado momento de determinada sociedad, requiere haber
definido la inconsistencia del modo como específicamente se produce en esas
sociedad, o sea, haber identificado los rasgos semánticos que construyen la
contradicción, a partir del supuesto de la pluralidad inherente a todo
formación social.
Y con esto nos aproximamos
a lo que M. Foucault denominó "Formaciones Discursivas" y que
considero interesante reconducir a la noción de MSP (simplemente, al menos,
para dar cabida a otras semiosis además de la verbal).Se nos impone, pues, la
necesidad de dar cuenta de otra serie de definiciones vinculadas a estos MSP.
Puedo hablar de "mundos"
como metáfora acerca de la complejidad del conjunto o conjuntos de significados
a los que se está identificando como pertinentes a los fenómenos sociales de un
determinado ámbito a especificar. También elijo considerarlo metáfora para
excluir, del término "mundos", cualquier alusión a lo real o a la
realidad, el conocimiento de la cual es un resultado y no un antecedente
de tales mundos. En vez de interpretación de la realidad, el mundo de los MSP
es el texto que la construye (a la realidad) y que, si interpreta algo,
interpreta a los textos con los que, precedentemente, se estaba construyendo
aquella realidad.
Puedo hablar de "posibles"
en cuanto se trata de algo todavía no efectivamente realizado, sino de algo
virtual o disponible para ser utilizado en algún momento por alguien, para que
algo adquiera algún significado; o bien de algo contingentemente realizado a
partir del mismo algo que estuvo disponible para que alguien en algún momento
atribuyera a algo algún significado. No tiene un carácter de necesariedad;
pertenece a las modalidades enunciativas y está disponible en determinado
momento de determinada sociedad; disponibilidad que el analista conoce después
de haber analizado los textos y recuperado el sistema de posibilidades de donde
tales textos procedieron. El tema puede parecer un poco confuso, pero hay que
diferenciar el trabajo cumplido por el discurso social y el trabajo del analista.
En determinada sociedad, si es posible decir algo según determinada
modalidad enunciativa, es porque esa posibilidad preexistía en el universo
virtual de la significación disponible en esa sociedad, o sea, en los MSP
de los que dispone para atribuirle significado al entorno; disponibilidad que
la comunidad utiliza de modo ya bien unívoco, ya bien equívoco o ya bien
poli-sentido (Galvano della Volpe, ibidem), sepa o no, tenga o no
conciencia (y, en general, sin saberlo y sin tener conciencia) de tal
disponibilidad.
Para el analista, en
principio, si no está dicho no puede conocerlo. Por lo tanto el analista
identifica el carácter de posible de esos mundos semióticos, a
posteriori, cuando ya se han concretado en el discurso y, por tanto, ya han
construido el significado del entorno. Pero lo interesante en la tarea del
analista es que, aparte de la constatación de la vigencia, también puede prever
las posibles transformaciones en función de la superación de las
contradicciones que identifique en los MSP de la sociedad en estudio y, de ese
modo, anticipar nuevas significaciones de las que podrá disponer esa sociedad
para, con ellas, construir su realidad.
Puedo hablar de "semiótico",
hablando de "MSP", porque abarcan todas y cualquiera de las materias
primas de la comunicación social (iconos, índices, símbolos y su combinatoria)
y porque se refieren a la construcción del significado de la realidad, de por
sí in-significante, como resultado de la intervención de la facultad semiótica.
Puedo hablar de "mundos
posibles" porque la realidad construida a partir de cada texto y como
resultado de todos los textos, puede ser interpretada, parafraseada,
reformulada metalingüísticamente, sustituida, abandonada, contradicha, en
virtud de determinada función de interpretación (de otro determinado texto o
textos, pero no respecto de realidad alguna). Un mundo posible deriva siempre
(es sucesor) de otro (su ancestro) y ello se puede determinar
estableciendo las relaciones de accesibilidad y de alternatividad que lo
vinculan a los otros mundos posibles con los que coexiste. Permite identificar
la relación de transformación que lo ha generado; excluye la posibilidad de
hablar de "mundos imposibles", porque sólo serían tales aquellos que
no pueden pensarse ni imaginarse, porque no son sucesores de ningún otro mundo
posible y, por tanto, carecen de ancestros y, por tanto, nada los hace posibles
(Magariños de Morentin, 1996: 454-459). O sea, el mundo posible del que hablo
cuando hablo de los MSP no es una alternativa respecto de la realidad, y ni
siquiera respecto de un determinado texto (lo que nos conduciría a una clausura
hermenéutica y, por tanto, a una verdad, la dicha en tal texto originario y,
por tanto, a hacer posibles determinados Mundos Semióticos Imposibles, que serían
los que contradirían tal verdad, si bien ya con otra calidad gnoseológica de lo
posible/imposible,); sino que son alternativas recíprocas entre las
posibilidades enunciativas disponibles en una comunidad. Cada conjunto de
definiciones contextuales es una transformación de otro conjunto de
definiciones contextuales y se hace posible por la eficacia de la existencia de
ese otro mundo posible. Según cuál sea el que el analista-investigador tome de
base, los restantes serán sus variaciones posibles y construirán la polifonía
social de los significados vigentes.
Puedo hablar de "mundos
semióticos" como metáfora de lugares repletos de significados, como lo
son los mundos habitados por el hombre. Durante un mismo día circulamos por
múltiples mundos semióticos diferentes, a veces sabiéndolo y a veces
inadvertidamente. Cada puerta que abrimos, cada persona con la que nos
encontramos y cada actividad social en la que participamos nos plantea una
incógnita acerca de en qué mundo semiótico vamos a integrarnos y si el nuestro
poseerá la distancia y la proximidad necesarias para la comunicación. Lo que no
podemos es encontrar alguien o algo en un espacio que no esté todavía
semiotizado, que no sea ya algo diferente a lo que sería en sí, si ese ser en
sí pudiera ser conocido.
Puedo, en definitiva,
hablar de "Mundos Semióticos Posibles" como resumen y síntesis
de cuanto vengo diciendo y como anticipo de lo que habré de continuar diciendo
como superación (en sentido dialéctico, no de progreso o mejoramiento
positivista) de lo ya dicho (Magariños de Morentin, 2001: 7); que es el modo
como preveo e intuyo que habrá de ser la identificación de "la
realidad" en los MSP, a partir del conocimiento que pueda llegar a
proporcionarnos una Semiótica Indicial.
REFERENCIAS
(Se coloca en primer
término la edición consultada)
ALLÉN, Sture (1989) Possible Worlds in Humanities, Arts and Sciences.
Berlin: Walter de
Gruyter
BARTHES, Roland (1967a)
Ensayos críticos. Barcelona: Barral (1964. Essais critiques. Paris:
Seuil)
--- (1967b) El grado
cero de la escritura. Buenos Aires: Jorge Álvarez
DENNETT, Daniel C. (1995) "Quining Qualia", in Alvin I.
Goldman (Ed.), Readings in Philosophy and Cognitive Science, 381-414. Cambridge, London: The MIT Press
DESCLÈS, J. P. et
GUENTCHEVA DESCLÈS, Z. (1977) Métalangue, métalangage, métalinguistique. Urbino:
Università di Urbino, Documents de Travail: 60-61
DUBOIS, Danielle (1993) Sémantique et cognition. Paris: CNRS
Éditions
FONTANA, Rubén (1996) Pensamiento tipográfico / Typographic Thought.
Buenos Aires: Edicial
FOUCAULT, Michel (1969) L’archéologie du savoir. Paris: Gallimard (1970, 1ª ed. La
arqueología del saber. México: Siglo XXI)
--- (1971) L’ordre du
discours. Paris: Gallimard
--- (1973) Ceci n’est
pas une pipe. Montpellier: Fata Morgane (1981. Esto no es una
pipa. Barcelona: Anagrama)
GRUPO μ, (1992) Traité
du signe visuel. Pour une réthorique de l’image. Paris: Seuil
HANSON, Norwood R. (1977) Patrones
de descubrimiento. Observación y explicación. Madrid:
Alianza (1958. Patterns of Discovery. Cambridge: Cambridge University
Press / 1971. Observation and Explanation. New York: Harper & Row)
HINTIKKA, Jaakko (1969) Models for Modalities. Dordrecht: Reidel
HJEMLSLEV, Louis (1971) Prolégomènes a une théorie du langage. Paris:
Minuit
JAKOBSON, Roman (1963) Essais
de linguistique générale. Paris: Minuit
KOSSLYN, Stephen M. (1996) Image and Brain. The Resolution of the
Imagery Debate. Cambridge: The MIT Press
KRIPKE, Saul A. (1980) Naming and Necessity. Cambridge: Harvard University Press
LENNEBERG, Eric H. (1975) Fundamentos
biológicos del lenguaje. Madrid: Alianza (Biological Foundations of Language.
New York: J. Wiley
& Sons. 1967
MAGARIÑOS DE MORENTIN, Juan
(1983) El Signo. Buenos Aires: Hachette
--- (1991, 2ª edición) El
mensaje publicitario. Nuevos ensayos sobre semiótica y publicidad. Buenos
Aires: Edicial
--- (1996) Los
fundamentos lógicos de la semiótica y su práctica. Buenos Aires: Edicial
(485 ps.)
--- 1998 "Manual
operativo para la elaboración de ‘definiciones contextuales’ y ‘redes
contrastantes’ ", en Signa. Revista de la Asociación Española de
Semiótica, Nº 7, 233-253
--- 1999 "Los Mundos
Semióticos Posibles en la Investigación Social"/"Possible Semiotic
Worlds in Social Research", en Archivos de la Universidad Nacional de
La Plata, Vol. I, Núm. 1. Octubre. <http://www.unlp.edu.ar/archivos>
--- (2000) "The (Many) Semiotics of the Visual Image", en S.
European Journal for Semiotic Studies Vol. 12 (4), 665-695.
--- (2001)
"Introducción", en Cuadernos 17: Semiótica 2001, Revista de la
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de
Jujuy: p. 7
--- (2002a, en prensa)
"La recuperación de la memoria visual", en deSignis Nº 3
--- (2002b, en prensa)
"Los 4 Signos. Diseño de las operaciones elementales en metodología
semiótica", en Galáxia Nº 3
MARANDIN, Jean-Marie (1979)
"Problèmes d’analyse du discours. Essai de description du discours
français sur la Chine", en Langages 55, Analyse de discours et
linguistique générale.
MARR, David (1982) Vision. New York: Freeman & Company
MARTY, Robert (1990) L’Algèbre des signes.
Amsterdam/Philadelphie: John Benjamins
--- (1996) 76 définitions du signe par C. S. Peirce, en La sémiotique,
http://www.univ-perp.fr/see/rch/lts/marty/acces-fr.htm
. Accedido: 16,
diciembre, 2001
MOORE, George (1974)
"Defensa del sentido común", en La concepción analítica de la
filosofía, 252-277; J. Muguerza (Comp.). Madrid:
Alianza ("A Defense of Common Sense", en Contemporary British
Philosophy, J. M. Muihead (ed.), London: G. Allen and Unwin, 1925)
MORRIS, Charles (1955) Signs, Language and Behavior. New York: G. Braziller
PÊCHEUX, Michel (1975) Les
vérités de La Palice. Paris: Maspéro
PEIRCE, Charles S. (1965/1931) Collected Papers of Charles Sanders
Peirce. Volume I: Principles of Philosophy / Volume II: Elements of Logic /
Volume V: Pragmatism and Pragmaticism / Volume VI: Scientific Metaphysics /
Volume VII: Science and Philosophy / Volume VIII: Reviews, Correspondence, and
Bibliography. Cambridge: Harvard University Press
POPPER, Karl R. (1974) Conocimiento objetivo. Madrid: Tecnos (Objective
Knowledge. Oxford: Clarendon Press. 1972)
---(1977) La lógica de
la investigación científica. Madrid: Tecnos (The Logic of Scientific
Discovery. London: Hutchinson. 1958)
QUINE, Willard Van O. (1960) Word & Object. Cambridge: The
MIT Press
--- (1962) Los métodos
de la lógica. Barcelona: Ariel (Methods of Logic. Cambridge:
H. Holt. 1956)
RASTIER, François (1991) Sémantique et recherches cognitives.
Paris: PUF
ROSCH, Eleonor (1973)
"Natural Categories", en Cognitive Psychology 4: 328-350
SACRISTÁN, Manuel (1973) Introducción
a la lógica y al análisis formal. Barcelona: Ariel
SÁNCHEZ MÁRQUEZ, Manuel J.
(1982) Gramática moderna del español. Buenos Aires: Ediar
SAUSSURE, Ferdinand (1945 y
múltiples reediciones) Curso de lingüística general. Buenos Aires:
Losada (Cours de linguistique générale. Paris: Payot, 1915)
VERSUS, Nº 17 (1977) Théorie des mondes possibles et sémiotique textuelle. Vaina - Runcan - Roscau;
VOLPE, Galvano della (1966)
Crítica del gusto. Barcelona: Seix Barral (Critica del gusto.
Milano: Feltrinelli. 1960)
WALLON, Henri (1965) Del
acto al pensamiento. Buenos Aires: Lautaro (1942 De l’acte à la pensée.
Essai de psychologie comparée. Paris: Flammarion)
WINCHKLER, Giovanna (2002).
Introducción teórica y metodológica. En, Terminología del análisis lítico en
arqueología. Diccionario de uso para la descripción de objetos líticos. http://www.winchkler.com.ar/ . Accedido: 5, marzo, 2002.
ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ